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REPORTAJE EXCLUSIVO AL POLITOLOGO FRANCES JEAN JACQUES KOURLIANDSKY
Qué cambió y qué sigue igual tras el 11

El régimen talibán se desplomó como un castillo de naipes y el terrorista saudita Osama bin Laden parece muy próximo a ser capturado. En estas páginas, la crónica de
la actualidad y una reflexión retrospectiva de los hechos ocurridos desde los atentados.

Por Manuel Cemois
Desde París

El filósofo francés Paul Lefort anotó que “siempre que hay un salto cualitativo en el uso de la violencia hay alguien dispuesto a superarlo”. La frase cabe perfectamente como definición de la situación derivada de los atentados del 11 de setiembre. A un atentado inédito le siguió una guerra no menos cruenta y a ambos hechos se les sumaron al final un claro salto cualitativo hacia una renovada dimensión del armamento. ¿Hay entonces un mundo nuevo? Al día y a la semana siguiente de los atentados en Nueva York y Washington, muchos diarios y semanarios eligieron titulares bastante similares. El más común de ellos fue escribir, como Página/12 y el Times, “Un mundo nuevo”. Para muchos analistas, la caída de las dos torres del World Trade Center y la destrucción de un ala del Pentágono representaban el nacimiento de una nueva era.
En una suerte de mea culpa universal, políticos y politólogos prometieron que todo cambiaría. Reducido a su más pura expresión cronológica, el conflicto en Afganistán se inició el pasado 11 de setiembre con los primeros atentados de gran envergadura que el terrorismo de origen islámico perpetró en territorio norteamericano. Con el telón de fondo de un puñado de imágenes trágicas dignas de las más espectaculares producciones del cine estadounidense, más de 3000 personas perdieron la vida en las torres del World Trade Center, el Pentágono y el avión que cayó misteriosamente a tierra. Estados Unidos y el mundo se despertaron al unísono con una inédita herida en el corazón. Si el planeta entero repudió el acto, muchos dirigentes occidentales y agudos analistas políticos vieron en el acto suicida algo más que un atentado terrorista: la acción de los comandos eran la expresión de la profunda desesperanza en la que estaban sumidas desde hace décadas las sociedades del mundo musulmán. Pero antes de subsanar ese mal había que cortar la raíz del crimen y el presidente norteamericano George Bush se encargó de ello. Exactamente 10 años después de que su padre lanzara contra Irak la operación “Tempestad del desierto”, Bush hijo lanzó su propia operación internacional. El enemigo designado fue el millonario saudí Osama bin Laden, su red terrorista Al-Qaida y todos aquellos países que le dieran protección. Todos fueron uno: Afganistán, el país gobernado por un grupo de enturbantados que hacían una interpretación arcaica del Islam y que albergaba en sus montañas a Bin Laden y sus lugartenientes. A diferencia de la Guerra del Golfo, los norteamericanos no contaron con el apoyo de una extensa coalición internacional. Sólo el aliado histórico de Washington, el Reino Unido, puso sus aviones y sus tropas al servicio de lo que se llamó “la guerra contra el terror”.
Armados con el mandato de la “legítima defensa” frente a un ataque tan atroz como el de las torres de Manhattan, Estados Unidos empezó sus bombardeos en Afganistán el 7 de octubre mediante una serie de ataques “definidos” contra las instalaciones militares de los talibanes y las bases de la red Al-Qaida. Las fuerzas opositoras afganas de la Alianza del Norte se apoyaron en esos bombardeos para tomar el control de Mazar-iSharif, Kabul, Herat, Jalalabad y Kunduz. En contra de lo que los estrategas habían anunciado, los talibanes ofrecieron una resistencia por demás opaca. En cuanto cayó la ciudad de Mazar-i-Sharif, el resto de los núcleos urbanos se derrumbó como soplado por un ciclón. Salvo dos excepciones notables, sucesivamente, las ciudades fueron “entregadas” por los talibanes a los nuevos amos de Afganistán. Kunduz fue defendida a muerte por los combatientes extranjeros que se sumaron a los talibanes y por algunos elementos de la red de Bin Laden. Hubo que esperar hasta elpasado 6 de diciembre para que Kandahar, la capital simbólica de la milicia fundamentalista, se rindiera. Así, para Estados Unidos, en menos de dos meses el tema afgano quedó resuelto. Con todo, uno de los objetivos centrales aún no fue alcanzado: al igual que el molá Omar, Osama bin Laden sigue libre. Al cabo de 66 días de bombardeos, EE.UU. aplastó la fuerza política y militar de los talibán, destruyó los campos de entrenamiento de Al-Qaida y está operando con aviones B52 en las grutas de Tora Bora, donde se suponía que se encontraba Bin Laden. Como último punto de una cronología que llegó a su fin antes de lo previsto cabe resaltar la implicación de la ONU en “la fase pacífica” del conflicto, entiéndase, en la búsqueda de una salida política a la crisis afgana. Esta fue parcialmente encontrada la víspera de la capitulación de Kandahar cuando, reunidas en Bonn, Alemania, las delegaciones afganas se pusieron de acuerdo sobre el nombramiento de un gobierno interino encargado de conducir al país hacia la democracia y la paz.
¿Bin Laden, mito o realidad?, se preguntan hoy algunos analistas cuando constatan su total ausencia de respuesta durante el conflicto afgano. ¿Que ha cambiado entonces? ¿Dónde están los signos del cambio? En esta entrevista con Página/12, el politólogo francés Jean Jacques Kourliandsky esboza el panorama de las transformaciones. Socialista, consejero en cuestiones internacionales en la Asamblea Nacional y miembro del prestigioso IRIS, Instituto de Relaciones Internacionales y Estratégicas, Jean Jacques Kourliandsky arguye que, más que al mundo en si mismo, el cambio más fundamental afectó la mirada que los norteamericanos tenían de ese mundo que tanto dominan.
–Tres meses después de los atentados en Estados Unidos, ¿qué ha cambiado realmente en el mundo?
–¿Cambiar...? Bueno, fue un atentado horrendo que dejó más de 3000 víctimas y no 5000 como se dijo. En realidad, lo que ha cambiado es la percepción que los Estados Unidos tienen del mundo exterior. Desde la guerra de Independencia es la primera vez que EE.UU. tiene que enfrentar una agresión terrorista en su propio territorio. En este sentido, sí puede decirse que el cambio se produjo en la percepción norteamericana del mundo exterior. Antes los atentados tenían lugar en otras áreas geográficas. El terrorismo es algo que EE.UU. recién descubrió el pasado 11 de septiembre pero que, sin embargo, Europa viene padeciendo desde hace mucho. Ese terrorismo tiene muchas formas: está el terrorismo local como en Irlanda del Norte o el terrorismo vasco en España, el terrorismo de ultraizquierda como en Alemania e Italia y también el terrorismo oriundo de Medio Oriente. Lo nuevo está entonces en el descubrimiento de que, después de la Guerra Fría, en donde el armamento sofisticado y las bombas atómicas tenían un papel fundamental protegiendo el núcleo central de cada bloque, en la nueva situación internacional se pueden tener las armas más sofisticadas del mundo pero no por ello se está protegido contra un ataque hecho con una metodología muy sencilla, arcaica, con un saldo de muertos más elevado que en una guerra clásica. A mi juicio lo importante es que, si se quiere sacar una lección de lo ocurrido el 11 de setiembre, es sobre todo la percepción del nuevo tiempo que estamos viviendo después de la Guerra Fría que se tiene hoy en Estados Unidos. También hay que destacar que ahora muchos gobiernos están intentando instrumentalizar la cruzada en contra del terrorismo internacional para arreglar situaciones internas. El gobierno chino contra las protestas de las minorías étnicas, el gobierno español en contra de ETA y lo mismo ocurre con otros gobiernos en el mundo. A través de esta cruzada contra el terrorismo islámico todos intentan arreglar algunas cuentas pendientes internas.
–¿Y en el seno de los países europeos no hay acaso una lectura distinta de la realidad luego del 11 de setiembre? –Los países europeos deben tomar en cuenta las reacciones de Estados Unidos. Lo más llamativo es que, a diferencia de lo que ocurrió en el 91 con la Guerra del Golfo, en este caso Estados Unidos actuó casi solo, con el apoyo preferencial de un país europeo, es decir, Gran Bretaña. De alguna manera se intentó presionar a EE.UU. y a Inglaterra para volver a una actuación que pudiese inscribirse en el marco de una acción colectiva internacional de las Naciones Unidas.
–Asia Central parece ser la región que más cambios conoció tras los atentados. Las relaciones de fuerza se modificaron en Pakistán mientras que en Afganistán los talibanes ya no están más.
–Habrá que matizar un poco. Todo el mundo sabe que en Kandahar hay algunos grupos que ahora controlan la antigua capital de los talibanes y que en realidad lo único que hicieron fue cambiar de campo. Pasaron de un grupo al otro pero son los mismos. Fue una guerra que tuvo un desarrollo muy especial: hubo fuertes bombardeos norteamericanos, combates terrestres y también negociaciones entre jefes tradicionales de tribus afganas.
–Pero los europeos tampoco miran el mundo igual que antes. ¿En qué cambió la mirada estratégica del mundo?
–No sé si usted leyó el artículo publicado por el Secretario mexicano de Relaciones exteriores donde éste decía que lo fundamental está en que los otros países del mundo tienen que tomar en cuenta la nueva visión que los Estados Unidos tienen de si mismos, es decir, la nueva debilidad que descubrieron a través de los atentados y tras la victoria frente a la super potencia que fue la ex URSS. En Estados Unidos esto produce una reacción de gran violencia que los países europeos intentan canalizar en una acción racional dentro de la ONU.
–Para usted, el gesto del comando que actuó el 11 de setiembre, ¿traducía la desesperanza o fue un mero acto suicida sin lectura política?
–Ese es un debate eterno. Saber si los terroristas son delincuentes o si son políticos. La metodología que usan los delincuentes que son terroristas parece que tiene que ver más con un problema psicológico que con la política. No se pueden entender actos desesperados como los del 11 de setiembre.

 

Claves

Ayer se estrechó el cerco sobre los túneles de Tora Bora donde estaría Osama bin Laden. De hecho, fuerzas especiales norteamericanas ya habrían entrado en estos túneles, según el jefe del Pentágono, Donald Rumsfeld. Fueron hallados unos 30 miembros de la organización Al-Qaida muertos y cuatro fueron detenidos. Serán usados para negociar por radio la rendición de los demás.
Los bombardeos continuaron ayer con más intensidad en Tora Bora.
En Kandahar, marines norteamericanos comenzaron a construir un centro de detención con capacidad para 300 personas, según un funcionario norteamericano que pidió el anonimato. Estará destinado a los miembros capturados de Al-Qaida en Tora Bora.

 

LAS REACCIONES AL VIDEO EN EE.UU. Y EL MUNDO ARABE
Qué ves cuando ves a Bin Laden

Por Michael Ellison y Ewen Mac Askill
Desde Nueva York y Londres

La reacción al video de Osama bin Laden destacó la polarización entre Estados Unidos y el mundo árabe. Lo neoyorquinos lo vieron como una prueba incuestionable de culpabilidad mientras que en El Cairo, Beirut y la considerable población árabe de Londres, la idea fue que el video había sido manipulado.
En contraste con el sentimiento de Nueva York que se había obtenido la pieza concluyente de la evidencia, muchos árabes expresaron inquietud de que el video podría haber sido falsificado por la administración Bush, aludiendo a la gran cantidad de pausas, tosidos y partes incomprensibles de la discusión. Algunos árabes dijeron que el hombre del video era un actor. Hasta los árabes hostiles hacia Bin Laden cuestionaron la interpretación realizada en el video por Estados Unidos para intentar probar que él fue el responsable. Reflejando una generalizada sensación de escepticismo, Dia’a Rashwan, un especialista en movimientos islámicos en El Cairo, dijo: “Por supuesto que está fabricado”. En los bares de Nueva York, no hubo dudas: “Es lo que todos esperábamos encontrar”, dijo Graham Stroh, un productor de 26 años para una agencia de publicaciones: “Pero ésta es la primera vez que este tipo de evidencia ha sido revelada. Antes no me hubiera sorprendido encontrar que habían otras mentes rectoras detrás de todo esto”. Stroh, detrás de quien se encuentra una copia del diario New York Post con el título “Emboscados”, refiriéndose a los últimos ataques en Israel, estaba comiendo en la taberna de Jane’s, un bar del West Side donde los ataques al World Trade Center no necesitaron ser contados: uno de sus trabajadores perdió a la novia el 11 de setiembre; otro, su hermano, perdió a su esposa.
Peter Mengede, un músico de 39 años, va de regreso a su casa en Brisbane después de 15 años en Nueva York. “De cualquier manera me estaba volviendo” dijo. “Esto sólo hace que mi decisión sea más fácil. Si la traducción fue correcta, es concluyente. El Molá hablándole a Bin Laden debe haber sido ingenuo. Me sorprendió que ellos parecieran estar orgullosos y disfrutando de toda la situación. Todo lo que mostraron anteriormente, sin duda por razones de seguridad, fue bastante incompleto. Esto le da carta blanca a Bush para todo lo que quiera: recorte de impuestos, proyectos de misiles, reducción de protección del medio ambiente”. Una maestra de 40 años que no quiso dar su nombre dijo: “Bin Laden no tiene alma, no tiene corazón. Temo otro ataque en Nueva York. Esto crea más tensión”. Luca Rostango, un diseñador de 58 años, cree que el video podría convencer a cualquiera que haya tenido dudas sobre si Bin Laden fue el autor de los ataques que causaron la muerte de más de 3000 personas en el bajo Manhattan. “Alguien debe haber tenido dudas, pero ahora sabemos que este sujeto estuvo detrás de todo este asunto”, dijo.
El video también fue mostrado en Medio Oriente en la cadena de noticias CNN y en la estación en árabe al-Jazeera. La impresión era que Bin Laden alabó a los ataques, pero “no prueba de que haya sido el responsable de los atentados”. Un embajador árabe en Londres miró el video, esforzándose para escuchar el árabe e intentando leer los labios de Bin Laden. Dijo que podría haber matices que aparentemente no aparecerían en la traducción al inglés. No estaba seguro si en lo que había visto, Bin Laden admitía ser el autor de los ataques o sólo los estaba comentando. El embajador dijo que creía que el video sería mal visto por la mayoría de los árabes: “Si él se jacta de las muertes de las personas, la mayoría de ellos lo condenarán. De todas maneras nunca tuvo mucho respaldo entre los árabes”.
Traducción: Manuel Irurzun

 

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