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JOSE ONAINDIA, DIRECTOR DEL INCAA, HACE SU BALANCE DE LA ACTIVIDAD
“El cine argentino tuvo un gran año”

El funcionario asegura que
la combinación entre buenas
películas y una buena política de
su organismo resultó muy positiva.
Para 2002, promete además el total cumplimiento de la Ley del Cine.

Onaindia prevé un 2002 �excelente�, con debuts, confirmaciones y regresos de algunos grandes nombres.

Por Roque Casciero

“Confío en que durante el año próximo el Instituto podrá tener la libre administración de los fondos generados por el cine. El cumplimiento estricto de la Ley de Cine es algo que esta actividad se merece y que espero lograr pronto”, dice José Miguel Onaindia, director del Instituto de Cine y Artes Audiovisuales (INCAA). Pese a que la ley prevé que ese organismo administre la totalidad de los fondos, hasta ahora eso nunca sucedió. Y, más allá de un aumento significativo (unos diez millones de pesos), el mayor beneficio para la industria cinematográfica será la tranquilidad de saber que ya no se depende de la aprobación o no de aumentos al presupuesto por parte del Congreso, para sustentar la actividad. Onaindia basa su confianza en la buena recepción que encontraron dos proyectos presentados por el INCAA: uno fue aprobado de la Comisión de Cultura en la Cámara de Diputados y espera un pronto tratamiento; el otro es para un decreto que el Instituto discute con la industria.
La libre administración de los fondos sería la frutilla sobre el postre para una temporada 2002 que Onaindia imagina “excelente”. “Tenemos una enorme cantidad de películas terminadas y la percepción de que el interés internacional sobre nuestro cine se mantiene vigente, así que seguramente tendremos buena presencia en los principales festivales”, asegura. “Se producirán hechos significativos: por ejemplo, que algunos de estos directores del nuevo cine argentino, por ponerle algún rótulo, están realizando su tercera película, como en el caso de Pablo Trapero o Adrián Caetano. Esto es un cambio respecto de épocas anteriores, en las cuales los directores difícilmente llegaban más allá de su ópera prima. Durante el año próximo también reaparecerán algunos nombres muy importantes para el cine argentino, como Alejandro Agresti, Pino Solanas y Marcelo Piñeyro. Pero, además de esa continuidad, tendremos primeras obras que van a dar mucho que hablar”.
–¿Cuál es su balance para el cine argentino de 2001?
–Lo más destacable de este año es la enorme repercusión internacional que ha tenido el cine argentino. Con los premios conseguidos esta semana en La Habana sumamos 62, algunos obtenidos en los festivales más importantes del mundo. Pero, además de ese reconocimiento artístico, se produjo un hecho absolutamente inusual, que es la comercialización de nuestras películas. Se han estrenado más de veinticinco en América latina, cuatro en Estados Unidos –algo absolutamente infrecuente–, y en muchas en Europa con éxitos de crítica. En el plano local también hubo hechos significativos: llegamos a 51 estrenos, que es una cifra que no se daba desde la década del 50, y hubo una gran repercusión popular. El hijo de la novia es la película más vista en la temporada, por encima de todas las producciones extranjeras, y Chiquititas y La fuga también van a estar entre las diez películas más vistas del año. A contrapelo del resto de las actividades, el cine ha tenido un crecimiento en producción, en inversión privada y pública, y en el desarrollo de su actividad industrial.
–Hubo quienes protestaron diciendo que el INCAA había dejado de pagar los subsidios...
–Nunca se interrumpió el pago de subsidios durante mi administración. Y se ha pagado un monto muy elevado: el año pasado se pagaron casi 24 millones en subsidios y éste, más de 26 millones. A esto hay que agregar los créditos, la ayuda a festivales, todas las otras formas de ayuda que recibe la industria. Este año, el Congreso votó un presupuesto de 30 millones de pesos, pero hubo diversos aumentos que, sumados, serán superiores al 50 por ciento de esa cifra. Nuestra lucha por conseguir todos los fondos que le otorga al INCAA la Ley de Cine no debe ser confundida con una inexistencia de presupuesto. Además, esta administración tuvo que hacerse cargo de una deuda que no había sido cancelada por la anterior, que llegaba a los 29 millones de pesos. –¿Eso provoca que todavía estén retrasados con los recuperos?
–Ya no, hemos saldado casi toda la deuda. Para llegar al pago del cien por ciento de los subsidios de 1999 y 2000 nos falta una cifra muy pequeña que está en el presupuesto. Y hemos pagado el 50 por ciento de los subsidios de 2001. Obviamente, ésta no es la situación que todos queremos, que es la del manejo del presupuesto completo, pero resulta mucho más ventajosa que la de otras actividades.
–¿Cuál fue, según su opinión, la incidencia del INCAA para lograr este momento del cine argentino?
–Creo que hay una indispensable sinergia entre buenas películas y buena acción oficial. Las películas no habrían conseguido muchos de los premios ni la difusión que lograron si no hubiera existido una acción oficial. Cuando digo acción oficial, me refiero a la que el Instituto articula con la Cancillería en el plano internacional y con los secretarios de Cultura de las provincias. Eso fue lo que sucedió con Nueve reinas: cuando el Presidente hizo su primera visita a España, organizamos una muestra de cine en la que se exhibió la película, lo que derivó en una negociación privada y en el posterior estreno. En esto, el Instituto actúa como un banco de información y como un puente entre los centros internacionales de cinematografía y la producción privada.
–Se da la paradoja de que la mayoría de las películas estrenadas en el exterior no han sido éxitos de taquilla aquí. El caso más llamativo es el de La ciénaga.
–Es que existe un circuito internacional de cine de arte. La ciénaga, de todos modos, fue una película exitosa en el plano local: fueron a verla 120 mil espectadores y continúa en cartel. Cuando una película sale de los códigos habituales de narración, obviamente está destinada a un público menos masivo que las de género. Si nos restringimos sólo a la aritmética, lo que hizo La ciénaga con 25 copias podría ser equiparado al millón que consiguió El hijo de la novia con 60.
–La campaña “Vamos al cine” logró que, con las entradas a dos pesos, en dos días hubiera 560 mil espectadores. ¿Se está estudiando bajar los precios de las entradas en general?
–Eso es una de las propuestas que se analizan, pero es una decisión que tiene que tomar el sector privado. Nosotros no tenemos facultades en eso.
–¿Se podría sostener el cine en la Argentina con entradas más baratas?
–Eso dependería de la influencia que tendría la multiplicación de público. Pero hay estrategias conjuntas para que el cine sea accesible, al menos por períodos. Si hay dos días por semana con la entrada más barata y eso permite que vaya mucho público, tal vez sería un negocio para todo el cine. Creo que no hay que perder de vista el objetivo de regenerar el hábito cultural de ir al cine, porque salas con poco público significan que no existirán dentro de diez años. Lo que me parece importante es que la campaña demostró que mucha gente tiene ganas de ir al cine.

 


 

“CINE QUIRURGICO”, DE EDGARDO RUDNITZKY, PROYECTA SENSACIONES
El drama de la apropiación de lo ajeno

Por Cecilia Hopkins

Los primeros acordes del Himno Nacional terminan confundiéndose en una marchita pueblerina que colma la amplia sala del Galpón de Sánchez. De esta manera comienza Cine quirúrgico, espectáculo ideado y dirigido por Edgardo Rudnitzky al que Alejandro Tantanian puso texto. Apenas iluminado, el teatro presenta un aire de barracón de película expresionista. Con voz seseosa y gesto ampuloso –duplicado por un juego de luz y sombra–, el maestro de ceremonias (interpretado por Rubén Szchumacher) ilustra al público acerca de las características del kinetoscopio, un adminículo que hizo furor en las ferias de novedades de fines del siglo XIX, en virtud de presentar las primeras imágenes que dieron la ilusión del movimiento.
El preámbulo viene a cuento porque el presentador, que luce una ambigua mirada y un dejo perverso en la sonrisa, continúa su discurso refiriéndose al cine, al impacto que tuvo en Europa el invento de los hermanos Lumière y a las primeras experiencias producidas en suelo criollo. Así es como se introduce en el espectáculo la figura de Alejandro Posadas, médico eminente de su tiempo, muerto en 1902 con apenas 31 años, tras haber sido uno de los iniciadores de la cirugía en el país. Es que Posadas fue, además, el artífice de los primeros cortos argentinos, que consistieron en el registro de dos intervenciones quirúrgicas.
En Cine... la figura del médico (a cargo de Javier Lorenzo) aparece de un modo intrigante. El muerto y el convocante ocupan por turno el escenario. Pero en todo momento, detrás de las erráticas explicitaciones teóricas y los recuerdos de infancia del sabio, se asoma la socarrona simpatía del que se ofrece como celoso depositario del legado científico del disertante. Más que para realizarle un homenaje, el hombre parece interesado en legalizar ciertas maniobras destinadas a administrar lo que no es suyo. La situación general tiene un inequívoco aire de farsa, pero el tema de la expropiación de lo ajeno impregna el ambiente. Las imágenes que se proyectan en las múltiples pantallas muestran antiguas fotos de niños llorosos, de pequeños pacientes semidesnudos que exhiben las patologías de sus cuerpos con gestos de vergüenza y espanto. Entre los aciertos expresivos de Cine..., cuentan la iluminación tenue, el uso de las pantallas y de la extraña camilla auxiliar, aparte del acompañamiento musical que interpreta el curioso personaje de Szuchmacher. Pero por más que en su estructura el espectáculo reclame ajustes, lo que se encuentra menos definido es la función que cumple el coro de ancianos, que durante la mayor parte del tiempo permanece oculto en la semioscuridad.

 

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