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DENUNCIA DE GORRARIAN MERLO CONTRA LAS NUEVAS AUTORIDADES DE DEVOTO
Pedido de coima para autorizar las visitas

Hubo cambio de jefes en la cárcel y, según el prisionero, le pidieron una coima para no limitar los visitantes. La acusación alcanza a un juez que desestimó la denuncia por cohecho.

Por Miguel Bonasso

Enrique Gorriarán Merlo denunció en una carta a Página/12 que las nuevas autoridades del penal de Villa Devoto, donde está encarcelado desde hace seis años, le habrían pedido dinero a cambio de no limitarle las visitas familiares y personales. El dirigente del MTP acusa asimismo al juez Luis Alberto Nieves –integrante del Tribunal Oral número 2 de San Martín– de haber desestimado una denuncia sobre este intento de cohecho en connivencia con los miembros del Servicio Penitenciario Federal (SPF).
Desde que el dirigente del MTP formulara su acusación ante la Justicia, se habrían redoblado controles y vejámenes sobre sus familiares, incluyendo su nieta Valentina, de tan sólo un año de edad. Hace pocos días este cronista intentó visitar a Gorriarán sin éxito. En el penal de Devoto mintieron al afirmar que el ex guerrillero no había solicitado el encuentro. Una funcionaria del SPF dijo la verdad: “No se autorizó la visita porque consta en el registro que Miguel Bonasso es periodista de Página/12”.
Es una restricción discriminatoria, pero dista de ser la única. Con frecuencia, la Comisión Argentina de Solidaridad y otros organismos defensores de los derechos humanos han debido dirigirse a las autoridades señalando que distintas personalidades del país y el extranjero, (como los brasileños Breno Altman y Daisy Barreta) que concurrieron a Villa Devoto a visitar a Gorriarán, fueron discriminadas por “ser periodistas”.
En su denuncia pública, el jefe del MTP afirma que “desde que están en funciones las actuales autoridades del Penal de Devoto, el prefecto Fernando Arrejín y el subprefecto Jorge Gómez Escobar”, ha tenido “reiterados problemas con las visitas”, incluyendo “maltrato a las mismas”. “Después de quejarme varias veces –añade– me vino a ver un oficial que, luego de oír mis reclamos, comenzó un rebuscado monólogo sobre la importancia actual del dinero para culminar diciendo: ‘Hoy todo se arregla con plata’. Frente a mi silencio ante el poco simulado pedido de coima, el personaje –apresurado y tenso– se retiró”. Entonces le hizo llegar la denuncia al juez Nieves, “pero éste la rechazó argumentando un problema formal y las cosas empeoraron”. A principios de octubre la requisa habría intentado un trato vejatorio sobre su nieta Valentina, de un año de edad, lo que motivó que la madre de la criatura, Adriana, (una de las dos hijas mellizas del preso), se negara a ingresar al penal. “Ellas venían de Brasil, donde viven, y no pude verlas ese día”, agrega. Gorriarán solicitó entonces una entrevista con el juez Nieves, que receptó “la denuncia por el intento de coima” y el maltrato a la nieta. “Pero desde ese día las vejaciones se multiplicaron”. Se reiteraron con Adriana y Valentina, a quienes no pudo ver, y se extendieron a sus otros dos nietos, Santiago y Camila, de tres y cinco años, que hasta entonces habían visitado al abuelo sin inconvenientes. “Tampoco a ellos puedo ver ahora”, se queja el preso. Según Gorriarán “el juez, en lugar de investigar si los bienes y la forma de vida del director (Arrejín) y del subdirector (Gómez Escobar) se justifican por sus sueldos, los alertó y su intervención sirvió para que ambos aumentaran los agravios e hicieran gala de una absoluta desaprensión por mi acusación ante el tribunal”.
“Pero todo tiene su explicación”, sostiene el ex jefe guerrillero, “ahora me entero que el juez Nieves es uno de los que, por medio de un pavoroso fallo, liberó a la apropiadora de menores Marta Elvira Leiro, esposa del fallecido Carlos Ernesto De Luccia, ex oficial de inteligencia de la Armada”. Gorriarán alude a una sentencia más que benigna dictada por el Tribunal Oral de Olivos el 12 de mayo de 1998, en beneficio de la Leiro, apropiadora de un niño nacido en cautiverio en el Pozo de Banfield, hijo de los desaparecidos Yolanda Iris Casco Ghelfi y Julio César D’Elía Pallares. El bebé le fue sustraído la madre por el famoso médico policialJorge Antonio Bergez, quien se lo entregó al matrimonio formado por el represor De Luccia y la Leiro, que lo anotaron como propio con el nombre de Carlos Rodolfo de Luccia.
El tribunal de Olivos apenas condenó a la apropiadora a tres años de prisión “en suspenso” como “coautora” del hecho. Pero aún esa sentencia -manifiestamente benévola– debió parecerle excesiva al juez Nieves, que votó en disidencia, considerando que Marta Elvira Leiro “debió ser absuelta en orden al delito de retención y ocultamiento del infante”.
En su denuncia pública, Gorriarán sostiene que el juez Nieves “está acusado por supresión de documento público, por adulterar facturas, por hacer figurar pagos que nunca existieron, es decir por corrupto”. Según un artículo de Rolando Barbano, publicado en Clarín el 16 de agosto último, los camaristas del Tribunal Oral Número 2, de San Martín, Luis Alberto Nieves, Víctor Horacio Blanco y Daniel Alberto Cisneros, estaban siendo investigados por el juez federal de San Isidro, Roberto Marquevich, a raíz de una denuncia de la defensora oficial Estela Fabiana León que los acusó de haber modificado los argumentos de una sentencia ya dictada por ellos, para impedir que el fallo pudiera ser apelado ante el tribunal de Casación. La denuncia era grave, tan grave que –de acuerdo con lo que parece ser una inveterada práctica de la justicia bonaerense– acabó costándole el puesto a la denunciante, camarista como los denunciados. El 17 de agosto, otro artículo de Barbano informó que se estaba practicando una auditoría sobre el manejo de los fondos de ese mismo Tribunal Oral de San Martín, a raíz de una denuncia sobre distintas irregularidades: “Pagos por servicios que nunca se usaron, tickets que no describen lo que se compró, extracciones de dinero de una cuenta bancaria cuyo destino no se pudo dilucidar”.
“Acudí a reclamar respeto para mis nietos a quien protegió a una mujer que robó al hijito de los compañeros desaparecidos y caí a denunciar un intento de coima a quien está acusado e investigado por ladrón”, dice Gorriarán. Y concluye: “Como tampoco tuvieron efecto las quejas ante el jefe del Servicio Penitenciario Nacional, (inspector general, doctor Juan Pedro) Develluk, ni ante el encargado de Política Penitenciaria del Ministerio de Justicia, (doctor Alvaro) Ruiz Moreno, concluí que los jefes de Devoto cuentan con una red de protección tal que no me deja otra opción que la denuncia pública”.

 

 

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