Por
Pablo Rodríguez
Podría
haber sido peor para la gobernante Concertación por la Democracia.
Y podría haber sido mejor para la derechista Alianza por Chile.
Si se mantienen las proporciones a medida que llegan más resultados
del escrutinio, las elecciones legislativas de ayer en Chile habrán
dejado las cosas tal como están hoy. Contabilizados poco más
del 10 por ciento de los votos, la Concertación obtiene el 48 por
ciento de los votos (el piso que se había fijado como objetivo
de mínima) y la Alianza por Chile se queda con el 45 por ciento,
un resultado nada despreciable si se tiene en cuenta que en las legislativas
de 1997, los votos sumados de los dos partidos que la componen apenas
habían llegado al 36 por ciento.
A pesar de la apatía de la campaña electoral, en esta elección
se juegan dos cuestiones clave: la vigencia del escenario instalado por
el sorprendente Joaquín Lavín, líder de la derecha,
que consiguió arañarle la presidencia a Ricardo Lagos en
las elecciones del año pasado y dividir así el país
en dos opciones políticas claras; la relación de fuerzas
dentro de las coaliciones, ya que en las dos opciones, los roces entre
los partidos ha sido visible y tendrá consecuencias políticas.
El telón de fondo es cómo se gestionará el fin de
la transición a la democracia.
Si se confirman estos resultados, Chile seguirá dividido en dos
partes casi iguales, algo impensado desde 1990, cuando Pinochet le cedió
el poder a la Concertación actual. En las dos vueltas de las elecciones
presidenciales, en diciembre de 1999 y enero de 2000, Lavín, pichón
de la dictadura y político bastante más hábil que
la derecha en su conjunto, trepó hasta un 48 por ciento de los
votos e hizo temblar a la Concertación. Lagos ganó con el
51 por ciento en el ballottage, pero el fantasma de la derecha, ya sin
problemas por el caso Pinochet, comenzó a rondar en Chile cuando
hacía muy poco tiempo que se habían disipado.
La Concertación podrá argumentar que, tratándose
de un gobierno que en dos años tuvo varias papas calientes que
no pudo sacar del fuego (el juicio de Pinochet en Chile, la reforma de
la Constitución pinochetista y, sobre todo, la crisis económica
que ubica al desempleo en un 10 por ciento), obtener el mismo porcentaje
que la primera vuelta presidencial no es despreciable. Los antecedentes
que disponemos nos permiten señalar que vamos a bordear el 50 por
ciento y probablemente superarlo y vamos a tener claramente más
de cinco puntos de diferencia con la Alianza por Chile. Creo que, en cualquier
democracia, esta votación constituye un respaldo categórico
a lo que ha sido la acción del gobierno del presidente Ricardo
Lagos, subrayó ayer el secretario general del gobierno, Claudio
Huepe. Sin embargo, el resultado de ayer ilumina un problema central de
la política chilena: quién se queda con el centro.
De eso se trata el segundo punto en juego en los comicios de ayer. Tanto
la Concertación como la Alianza por Chile están viviendo
con traumas esto de buscar al electorado de centro. En el
caso de la Concertación, la debacle de la Democracia Cristiana
(DC, principal partido de la coalición) en los últimos años
llevó a roces y a una discusión sobre las bases mismas de
la coalición. El incidente más grave se produjo en julio,
cuando el Partido Socialista (PS) de Lagos había acordado apoyar,
en dos o tres distritos, a ciertos candidatos comunistas a cambio de apoyo
de éstos para los socialistas. La DC pidió explicaciones,
pues esto parecía el inicio de una fractura interna, y aunque se
saldó con la marcha atrás de la decisión, quedó
en evidencia que la misma DC no podía exigir demasiado: parte de
su electorado se estaba pasando a la derecha.
La derecha, a su vez, libró una batalla interna cuando en abril
el jefe de la Armada, almirante Jorge Arancibia, dejó el traje
militar y se plantó como candidato de la UDI en el importante distrito
de Valparaíso, cuando Sebastián Piñera, líder
de Renovación Nacional, ya era el candidato de la Alianza allí.
Piñera, el único que puede hoy disputar el liderazgo de
Lavín en la derecha, se bajó de la candidatura y dejó
en evidencia que RN,el sector más liberal de la derecha, había
perdido otra batalla más contra una UDI que reivindica, así,
una especie de pinochetismo sin Pinochet.
Justamente, la DC y RN fueron los dos partidos más afectados ayer.
La DC perdió tres puntos respecto a las legislativas de 1997. Obtuvo
apenas el 19 por ciento de los votos. Lo de Renovación Nacional
fue peor aún, porque bajó del 16,77 por ciento en 1997 al
12 por ciento ayer. O sea, que el crecimiento de la derecha fue capitalizado
completamente por la UDI al punto de robarle votos a RN: 14,45 en 1997,
28,5 ayer.
|