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Un proyecto para que los baños dejen de ser sólo para clientes

Si la Legislatura aprueba la iniciativa, los bares, confiterías y otros locales deberán permitir el acceso a los baños a todos y no sólo a quienes consumen. Y habrá multas a quien no cumpla.

Un cartel divide a los porteños en dos: los que pueden pagar una consumición y con ello acceder al baño de un bar o confitería y los que tienen vedado el ingreso al uso de los sanitarios en una ciudad donde el baño público es una quimera. Ahora, un proyecto presentado en la Legislatura propone que ese servicio sea de acceso irrestricto tanto en bares y restaurantes como en cines, teatros y estaciones de servicio. La iniciativa prevé multas para los comercios que no cumplan con esa regla. Un recorrido de Página/12 detectó una mayoritaria oposición a la propuesta entre los comerciantes, pero el legislador Enrique Rodríguez, autor del proyecto, justificó: “Un local de acceso público tiene derechos, pero también obligaciones. Con esto lo que se busca es garantizar una mejor convivencia”.
En Buenos Aires, los baños verdaderamente públicos no existen en la práctica. Sólo están los de las estaciones, pero en buena parte de los casos, llamarlos “baños” es un exceso de buena voluntad. Con ese panorama, quien circula por la ciudad y no tiene la suerte (?) de estar en una estación está obligado a una consumición si el organismo pide aliviar tensiones. En otras ciudades –como el caso de París, por ejemplo– existen baños público en las veredas: un módulo cuya puerta se abre luego de introducir una moneda.
Precisamente, el diputado Rodríguez, de Encuentro por la Ciudad, justificó su idea en que “es una falta de respeto a los derechos humanos que un establecimiento semipúblico diga que los sanitarios son sólo para los que consumen”. Y destacó que “generalmente hay un trato descortés hacia las personas que piden utilizar ese servicio, aun siendo chicos de escuela o personas muy mayores”.
En la puerta de un bar de Uriburu al 700 se exhibe el típico cartel prohibitivo: “Baños de acceso exclusivo para nuestros clientes. Llaves en caja”. María, una de las empleadas, intentó justificar por qué allí no se permite que cualquier persona pase al toilette. “Una vez taparon la rejilla de la pileta con un papel y dejaron la canilla abierta, por lo que se inundó todo el local”, se quejó.
El proyecto establece multas de entre 200 y 2000 pesos para los propietarios de establecimientos que no acaten la norma, ya sea restringiendo el uso a quienes consuman en el lugar o informándolo a través de diversos medios. “¿Qué ganan con eso? Es imposible controlar si se cumple o no”, opinó Jorge, empleado de un cine de la avenida Corrientes.
Desde su bar de la avenida Córdoba al 2200, Luis comentó los motivos por los cuales muchos comerciantes no están de acuerdo con la iniciativa. “Lo que pasa es que el baño tiene gastos constantes de mantenimiento pero la gente de paso lo usa y no aporta”, argumentó sin tener en cuenta el carácter público del servicio. Aunque finalmente se sinceró: “Poniendo un cartel en la puerta frenás un poco a la gente, pero algunos entran y te preguntan si pueden usarlo ¿y qué vas a hacer?, ¿les vas a decir que no?”.
Durante la gestión del ex intendente Saúl Bouer se dictó un decreto que intimaba a los comercios a prestar este servicio, pero nunca fue cumplido. Ahora, el nuevo proyecto suma una escala de sanciones por incumplimiento y establece mecanismos de control e inspección de los negocios. “Es una función del legislador establecer normas de conducta para mejorar la calidad de vida –sostuvo Rodríguez–. Esto es una limitación razonable del derecho a la propiedad para evitar un uso abusivo de éste”.
“Mientras hay función se permite que entre la gente a los baños, aunque no asista al espectáculo”, aseguró Baldomero, boletero de un conocido teatro de la avenida Corrientes. También manifestó que “sería bueno que esta iniciativa se aplique en los centros culturales o teatros del Gobierno de la Ciudad así como en los espacios verdes públicos que tendrían que tener lugares especialmente habilitados”.
En la recorrida por el centro porteño, Página/12 tuvo dificultades para encontrar un local que no tuviera pegado en su vidriera el cartelrestrictivo. Finalmente lo halló en un restaurante de categoría a metros del teatro San Martín. “Poner el cartel es chocante, ¿cómo no voy a dejar entrar a alguien para ir al baño?”, se preguntó Gustavo, el encargado.
Otros comerciantes tienen miedo a que la entrada al baño sea una oportunidad para el robo. De todos modos, Rodríguez dejó en claro que un local de acceso público “tiene derechos y obligaciones” y recalcó que su proyecto apunta a “garantizar una mejor convivencia”.

Informe: Romina Ruffato.

 

 

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