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Fuego cruzado en el Frente Grande tras el congreso

El congreso que sesionó el fin de semana acordó la designación de Aníbal Ibarra, pero postergó la discusión sobre la relación de esa fuerza con la Alianza y el gobierno de Fernando de la Rúa.

Por Santiago Rodríguez

Pese a la polémica que quedó abierta, lo único objetivo y cierto es que el Frente Grande tuvo el sábado pasado la posibilidad de empezar a recomponerse como la fuerza que alguna vez fue y lo desaprovechó. En los próximos meses se verá si todavía le quedan chances de hacerlo porque, al menos hasta ayer, cada uno de los sectores frentistas seguía en la misma que durante el congreso del último fin de semana, en el que Aníbal Ibarra fue elegido como presidente del partido, pero las diferencias internas impidieron una vez más llegar a una síntesis política y abrieron un interrogante sobre el futuro de esa agrupación.
Los reproches dentro del Frente están a la orden del día desde el momento mismo en que terminó el congreso. Lo curioso es que los calificativos hacia la actitud de los demás se repiten en uno y otro lado. Se habla de “mezquindad” o de “miradas pequeñas de la política”.
El congreso del Frente Grande debía elegir a su nueva conducción y estaba previsto también la aprobación un documento en el que se marcaría que ese partido ya no era parte del gobierno nacional y que debía recuperar los principios sobre los cuales se había erigido. Era la máxima síntesis que de antemano se había podido alcanzar en una fuerza en la que hoy conviven desde dirigentes que piensan que hay que seguir a la sombra de la gestión de Fernando de la Rúa hasta otros que aseguran que la Alianza está muerta y que es hora de emprender otro camino.
Los congresales ni siquiera llegaron a eso: sólo se eligió a Ibarra, no hubo documento y el cónclave terminó cuestionado. Los diputados José Vitar, Carlos Raimundi, María América González e Irma Parentella, entre otros y a la cabeza de un importante número de representantes, lo definieron como “cachivache” y denunciaron una “entente” entre Alberto Flamarique, Rodolfo Rodil e Ibarra para impedir la discusión sobre la independencia del partido del Gobierno.
Ese grupo alentaba la designación de Juan Pablo Cafiero como vicepresidente del partido y titular de una comisión de acción política encargada de rearmar la fuerza, pero los congresales que responden a Flamarique y Rodil se opusieron y amagaron con dejar al congreso sin quórum. Entonces, el ibarrismo decidió dejar para un nuevo cónclave el 23 de marzo lo demás y apuró lo “único” en lo que había consenso: la designación de Ibarra como sucesor de Carlos “Chacho” Alvarez.
Los diputados –justamente los que más cerca están del ex vicepresidente– señalan que “si no se podía lograr la elección de Ibarra, habría que haber debatido para mostrar cuál era la razón y no optar por lo peor de la política, por los que apoyan al Gobierno porque siguen ubicando a su gente en distintos cargos”. Además, destacaron que “hay una decisión muy fuerte de dirigentes del interior de plasmar una nueva corriente de opinión interna muy transversal que no coincide con esas prácticas”.
Del lado de enfrente, la versión es otra: “Cuando se resolvió que sólo se votara a Aníbal y se pasara a cuarto intermedio, nadie dijo que no y después salieron a hacer la conferencia. Si Juampi quería ser vicepresidente debía construir el consenso para su designación y no encerrarse en una habitación a la espera de que se lo resolviéramos”.

 

 

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