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Un chico con Down al que mucha gente quiere adoptar

Una asociación difundió el viernes el pedido para adoptar un chico de tres años con Down. Ya se anotaron 26 parejas. Hay gente que se ofrece como abuelos.

Aunque Javier tiene tres años y no sabe escribir, su carta llevó a mucha gente a dar un paso que puede cambiarle la vida: se ofrecieron a adoptarlo. Javier padece del síndrome de Down y necesita una familia. Un juzgado de Menores le pidió a la Asociación de Síndrome de Down de la República Argentina (Asdra) que interviniera en el proceso de adopción. Escribieron una carta, firmada en nombre de Javier, y dieron a conocer el caso por varios medios. Sólo entre el viernes y ayer, 26 parejas o personas solas se ofrecieron para adoptarlo y ahora será el juzgado el que decidirá. Hubo también otros llamados: gente que quiere acercarle regalos de Navidad, y hasta personas mayores que se ofrecen como abuelos.
“Esa familia, la que busco, no necesita condiciones especiales –dice la carta escrita por Asdra con la firma de Javier–. Puede ser una familia común, como tantas otras, en todas partes, que quiera tener un hijo como yo. Una familia que sepa ver en mí a una persona y no sólo a un niño con discapacidad: que sepa que cada uno tiene su propio camino a la felicidad; que sepa que va a luchar contra la ignorancia, la discriminación y el prejuicio, pero que sepa también que esa lucha va a tener enormes recompensas. Yo no tengo un hogar: por eso busco padres que me quieran y me acepten por lo que soy, no por lo que ellos soñaron (...). Esta es mi carta de Navidad –termina–, porque este año y todos los demás quiero tener un papá y una mamá.”
Varios aceptaron el desafío y se comunicaron con la Asociación. Allí llenan una ficha con cada posible adoptante: les preguntan la ocupación, cómo está integrado el grupo familiar. Hubo llamados de Capital, de Buenos Aires, Río Negro y Mendoza. En dos casos se trataba de familias que ya tenían chicos con Down. “Hay todo tipo de gente –explica Cristina Piaza, que respondió varios de esos llamados–. Matrimonios, gente sola. Hasta hubo mayores de 60 años que se ofrecieron como abuelos.” El nivel de la respuesta sorprendió a la Asociación: veintiséis ofrecimientos en tres días. “Es increíble. En momentos en que nadie cree en nada, aparece gente que quiere jugarse por otros –dice Patricia Conway de Chiappe, vicepresidenta de Asdra–. Uno siente que no está todo perdido.”
Son pocos los datos de Javier que pueden divulgarse, ya que el juzgado ha pedido que se mantengan en reserva para proteger su intimidad. Se sabe, sin embargo, que fue abandonado por su madre al nacer. El parto tuvo lugar en plena calle, adentro de un auto, y luego el bebé fue conducido a la Casa Cuna. Allí lo operaron del corazón antes de que cumpliera el año. Ahora, Javier está con una familia sustituta. El estímulo que reciba de su familia definitiva será vital para el desarrollo que logre (ver aparte).
La Asociación le enviará todos los datos de quienes se han postulado al equipo de adopción que interviene en el caso, que evaluarán a los candidatos. Ellos ofrecen apoyo para el futuro. “Llegado el caso de que se encuentren papás para Javier, Asdra va a tratar de ayudar a esa familia, asesorarla. Sin duda, es un cambio de vida”, dice Conway.
Ella, como el resto de los integrantes de Asdra, es madre de un chico con Down, que ahora tiene 17 años. “Puedo decir que el problema no es educarlos sino poder tratar con alguien sin maldad –dice-. Todos estamos acostumbrados a la mirada torcida y ellos incapaces de eso.”

Estimulación y desarrollo

Por P.L.

Uno de cada 650 recién nacidos padece el síndrome de Down, que “puede ser más grave o más leve, por razones genéticas o ambientales”, observa Raúl Rubinsky, jefe del departamento maternoinfantil del Hospital Durand. El defecto responde a que, en una de las divisiones celulares del embrión, uno de los cromosomas no llegó a separarse: si la división anómala tuvo lugar en el principio mismo del desarrollo, todas las células estarán afectadas, mientras que, cuando el defecto es más tardío, sólo algunas líneas de desarrollo lo estarán. Por eso, el coeficiente intelectual de los afectados puede variar entre 25 y 70 (promedio normal: 100).
En cuanto a qué cuestiones se plantean a los padres de estos chicos, “lo primero es no olvidar que cada chico es distinto: tener síndrome de Down no los iguala sino que cada uno tiene su propio desarrollo y carácter -destaca el neuropediatra Jaime Tallis, coordinador del Grupo de Trabajo Interdisciplinario en Aprendizaje y Desarrollo del Durand–. En primer lugar, se trata de aceptar al chico tal como es. Y, en seguida, estimularlo de acuerdo con sus características, desde los primeros días”, en una actitud materna que puede incluir “cómo alimentarlo para fortalecer el reflejo de succión, como ayudarlo a erguir la cabeza, cómo hablarle para que pueda intercambiar la sonrisa”.
En la escuela, “la tendencia mundial es la integración, cuando el nivel del chico lo permite. En la Ciudad de Buenos Aires hay maestras integradoras, que van dos o tres veces por semana a la escuela para colaborar con la maestra de grado”. Lo normal es que estos chicos “puedan acceder a niveles mínimos de lectoescritura y cálculo. Llegan a trabajar, generalmente en talleres protegidos o cooperativas bajo control del Estado o de los padres”. En algunos casos, excepcionales, llegan a la escolaridad secundaria. Y Pablo Pineda, un español con síndrome de Down, cursa la universidad.

 

 

 

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