Por
Cristian Alarcón
Nunca
en Piedra del Aguila, ese pueblo que precede al Valle Encantado de Neuquén,
a las altas montañas y al verde del sur, se había matado
así: Valeria Rubio, de 16, la mujer más hermosa del lugar,
estrangulada supuestamente por su joven novio. A los cinco mil habitantes
de la zona la muerte sólo los movía de su tranquilidad precordillerana
cuando le tocaba a algún vecino arrollado por uno de esos vehículos
que cruzan a velocidad de road movie la ruta 22. Caminando por la vera
de ese camino, en la plaza frente a la comisaría, yendo
hacia el lugar en que luego encontrarían el cuerpo, discutiendo
a los gritos, forcejeando, fueron vistos la muchacha y Nicolás
Pérez Alaniz la noche del viernes para el sábado. Son demasiados
los testigos que los vieron entre las cinco de la mañana y hasta
casi la hora en que fue encontrado el cadáver. Por eso y
no por una confesión ante la policía que trascendió
como cierta en los medios locales es que Pérez Alaniz está
preso en Junín de los Andes y necesita de un buen abogado.
Los comentarios del pueblo, los que incluso llegaron a ser prosa de los
medios locales, sobre todo las pequeñas radios, repiten una historia
de celos entre la hermosa muchacha que fue elegida reina del pueblo el
8 de abril y su novio desde hace un año y medio, Nicolás,
de 21. Pero los comentarios, según la policía, no terminan
de volcarse en el expediente que lleva el juez en lo criminal de Junín
de los Andes, Juan Manuel Farías. Sobre todo esa declaración
extrajudicial que tomó estado público apenas ocurrió
el crimen en la que, frente a policías del lugar compañeros
del padre de la chica que es suboficial allí mismo Nicolás
habría confesado que no se dio cuenta cómo fue que
le apretó tanto el cuello. Nada de eso: ayer el mismo juez
Farías le negó a Página/12 que existiera una confesión
del chico. Es más: asesorado por el defensor oficial, Mariano Etchetto,
Pérez Alaniz se negó a declarar. Y pidió la asistencia
de un psicólogo, siempre acompañado por su madre, una mujer
propietaria del cable de televisión local, con quien el chico trabajaba.
¿Cuál es la historia de amor detrás del crimen? Eso
es lo que investiga el comisario Castillo, de la seccional de Piedra
como se le dice familiarmente al pueblo. Y según ayer
le contó a este diario, está confirmado que llevaban un
año y medio como pareja. Lo que no sabe aún es hasta dónde
los celos carcomían la razón de Nicolás, hasta dónde
ser el novio de la más linda lo enloquecía como para llegar
a apretarle el cuello y asfixiarla con sus manos. Tampoco si con su metro
setenta y la delgadez de un chico moderno pudo haber sostenido la fuerza
necesaria para matar. Las primeras informaciones habían sido que
juntos estuvieron en una fiesta de egresados y que ella lo dejó
porque pretendía estudiar derecho en la Universidad del Comahue,
en General Roca, a unos 300 kilómetros. Pero resulta que la fiesta
en cuestión fue una semana antes del asesinato y que la reina de
la belleza cursaba, con sus 16 años, el cuarto del Centro Provincial
de Enseñanza Media (CEPEM) Nº 32, por lo tanto todavía
le falta un año para soñar con empezar abogacía.
La detención de Pérez Alaniz demoró apenas cinco
horas. A las ocho, cuando era el cambio de guardia de la comisaría,
las dos mujeres que caminaban por el ex autódromo entraron angustiadas
por la visión del cadáver, después de caminar a las
apuradas las diez cuadras que separan la seccional del lugar del crimen.
Ni siquiera lo habían disimulado entre los yuyos de alrededor de
un metro que crecen en la zona. Valeria llevaba un jean, una remerita
y zapatillas. En el lugar había huellas de un vehículo,
contó la policía. Cercaron el lugar. Mientras tanto el suboficial
Bernardo Rubio, de la octava, cumplía las órdenes que le
habían impartido: vigilaba una de las salidas del pueblo para que
el posible asesino no escapara. Tenían los datos de las llantas
en la tierra del autódromo. Eran poco más de las once cuando
de la casa de Rubio llegaron a avisar que no había aparecido, desde
la noche anterior, la hermosa Valeria. Era un familiar.No dudó:
era el cuerpo de ella. Ayer el juez todavía no hablaba con los
Rubio, aún shockeados tras el crimen.
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