Principal RADAR NO Turismo Libros Futuro CASH Sátira
KIOSCO12


TORA BORA CAYO, PERO BIN LADEN SIGUE EN LAS TINIEBLAS
Las fieras fueron gatitos

Ayer fueron exhibidos miembros de Al-Qaida que combatían en las cuevas de Tora Bora. Lejos de la temible guardia pretoriana de un multimillonario terrorista, aparecieron unos 19 hombres harapientos y llenos de basura.

Por John Hooper *
Desde Tora Bora, Afganistán

Para gran parte de la humanidad, la organización terrorista de Osama bin Laden se ha convertido en tema de pesadillas. En los tres meses desde que una unidad de Al-Qaida lanzó aviones dentro del World Trade Center y el Pentágono, la red creció en los oscuros rincones de millones de mentes. Aterrorizó el corazón de la nación más poderosa de la Tierra. Pero en las polvorientas colinas al sur de Jalalabad, ayer, tuvimos la oportunidad por primera vez de obtener una clara visión de su realidad. Y lo que vimos fueron 19 hombres de rostros avergonzados vestidos con harapos y un grupo de mulas cargadas de basura.
Bin Laden puede haber tenido un bunker digno de un villano como James Bond, arriba en las montañas, pero era difícil de imaginarlo ante el penoso espectáculo que surgía de la derrota de Al-Qaida por los combatientes locales afganos y la potencia aérea de Estados Unidos. Ayer, el último de los tres comandantes afganos, Abdul Zahir, apoyó el reclamo de sus compañeros, señores de la guerra, de haber sacado a Al Qaida de sus bases en el área montañosa de Tora Bora. “Los mujaidines en conjunto han tomado todos los puestos claves y las instalaciones de Al-Qaida”, declaró, al hablar en una conferencia de prensa por momentos caótica desde la parte de atrás de su pickup. En un claro en medio de casas de paredes de barro en el pueblo de Agam, el último antes de la línea del frente, los comandantes procedieron a exhibir a 19 combatientes de Al-Qaida capturados.
Nueve afganos fueron llevados como un rebaño al claro, con sus manos atadas detrás de sus espaldas con soga de nylon roja. Ninguno parecía haber sido herido en la batalla y parecía posible que fueran talibanes locales arrestados por brindar apoyo a los combatientes de Al-Qaida en la batalla. La atracción principal, para los medios del mundo y para los habitantes del pueblo por igual, fue la de diez árabes que fueron sacados de a uno y sentados en una fila de camas destartaladas, como los participantes de un programa de televisión. Se dijo que otros seis estaban demasiado malheridos para salir. Y por cierto deben haber estado mal, porque la mayoría de los que vimos rengueaban. Uno apenas se podía parar.
Haji Atilah, el mujaidín que había curado sus heridas, dijo que la mayoría tenía los huesos rotos por los escombros que volaban y por los estallidos de las bombas de Estados Unidos. Como respuesta a preguntas gritadas por periodistas árabes, un combatiente de Al-Qaida se identificó como yemení. Otro, un hombre alto con un vendaje manchado de sangre alrededor de su cabeza, parecía ser marroquí por su caftan. El resto, dijeron los periodistas árabes, parecían ser sauditas o egipcios. Según Hati Atilah, los guerrilleros extranjeros de Al-Qaida se espantaron cuando se enteraron que iban a ser exhibidos a los medios. Uno se cubrió toda la cara con su brazo y se negó a bajarlo aún cuando sus captores lo urgían a hacerlo.
Los más llamativo era lo mal pertrechados que parecían estar. Sólo uno, un hombre de mediana edad, tenía algo que se parecía a uniforme de fajina. Los demás estaban usando o bien túnicas harapientas o el tipo de ropa vieja que uno se puede poner para arreglar un auto. Era difícil imaginarla como la Guardia Pretoriana de un multimillonario señor terrorista. Sin embargo, la evidencia de su disponibilidad para el martirio en la causa de su amo había surgido repetidamente en los últimos días de la campaña. Reclinado en almohadones en la sombría choza que servía como su base de retaguardia, un alto oficial mujaidín, Halim Shar, dijo que sus hombres habían disparado contra dos combatientes de Al-Qaida acorralados después que trataron de quitar el gancho de las granadas para volarse junto con sus enemigos. Un joven oficial que pidió no ser identificado, dijo que por lo menos otros siete combatientes de Al-Qaida habían sido capturados ayer como parte de una operación de limpieza. La pregunta es cómo habían quedado sueltos en las montañas. Un combatiente local dijo que los comandantes habían corregido su estimación de la fuerza de Al-Qaida de 300 a 400. Con los 200 cuerpos que se encontraron, por lo menos 30 combatientes capturados y quizás muchos de los muertos que todavía deben ser localizados, es posible que sólo unos pocos hayan escapado a la matanza de Tora Bora. Algunos pueden lograr huir por las montañas hacia Pakistán, aunque los mujaidines dijeron que estaban bloqueando las rutas más probables. Otros parecían destinados a morir por el frío. “Hay rumores que la gente de los pueblos tienen a algunos árabes en sus casas y las están chequeando”, dijo Halim Shar.
Mientras tanto, otros volcaban su atención de la batalla al botín. Con la luz que se iba, una fila de mulas y burros bajaba por las montañas cargando las pertenencias de Al-Qaida tomadas de las cuevas donde hicieron su último y desesperado combate. Sólo en un país tan agobiantemente pobre como Afganistán esa colección de artefactos puede ser considerado un trofeo. Había un par de picos utilizables y un par de palas. Pero el resto del botín era patético en su sordidez: bolsas de dormir rotas y felpudos sucios, un cilindro de gas, hasta un envase de plástico. Y sin embargo era considerado lo suficientemente valioso como para desatar una violenta pelea entre los combatientes en la escena: una pelea que sólo fue sofocada por la explosión de un arma de fuego de uno de los involucrados.

* De The Guardian de Gran Bretaña. Especial para Página/12.
Traducción: Celita Doyhambéhère.

AYER REABRIO LA EMBAJADA NORTEAMERICANA EN AFGANISTAN
“Yo quiero a mi bandera”, versión Kabul

Por Guillermo Altares
Desde Kabul

James F. Dobbins, enviado especial del gobierno de Estados Unidos para Afganistán, reconoció ayer en Kabul que “la comunidad internacional fracasó al abandonar a Afganistán a su suerte y Estados Unidos tiene su parte de responsabilidad en este abandono”. “Nuestro país pagó un precio muy alto por ello el 11 de setiembre y los afganos también han pagado un precio muy alto por el sufrimiento de su país”, agregó el diplomático estadounidense. Estas palabras de Dobbins se produjeron en un contexto especialmente simbólico: la reapertura de la embajada estadounidense en Kabul que permanecía cerrada desde 1989.
La ceremonia, en la que estuvieron presentes miembros del futuro gobierno provisional afgano como el ministro de Defensa Mohamed Fahim, tuvo su momento cumbre cuando fue izada de nuevo la bandera estadounidense en el edificio de la embajada, que había sido saqueado por los talibanes el 27 de setiembre, poco antes del principio de los bombardeos. La bandera es la misma que fue retirada cuando la embajada fue evacuada el 30 de enero de 1989 y fue encontrada en el edificio junto a una nota del último comandante de la guarnición de marines de la legación diplomática.
Bajo una intensa y heladora lluvia, la ceremonia tuvo algo de esperpento, con unos 50 empleados de la embajada y sus hijos agitando minúsculas banderas de barras y estrellas, aunque los 30 marines y miembros de las fuerzas especiales presentes se mostraron realmente conmovidos cuando sonó el himno estadounidense, que emergió de un viejo magnetófono colocado en las escaleras de la embajada.
Aparte de para entonar un mea culpa sobre el abandonado del país durante los años de la guerra civil (1992-1996) y de los talibanes (1994-2001), aunque no por el apoyo de Washington a los grupos islamistas más radicales durante la ocupación soviética, de los que formó parte el propio Osama bin Laden, Dobbins aprovechó la ocasión para explicar de nuevo la política estadounidense hacia este país, en sintonía con lo que el propio secretario de Defensa, Donald Rumsfeld, dijo el domingo en base aérea de Bagram.
“Queremos jugar un papel importante pero no exclusivo en el futuro de Afganistán”, aseguró el diplomático, quien dijo haberse entrevistado con numerosos representantes de la política afgana. “Todos los partidos afganos aceptan al gobierno provisional y los acuerdos de Bonn, que son de facto una Constitución para este país”, señaló como conclusión de sus entrevistas en un breve encuentro con la prensa previo a la ceremonia oficial.
“Es muy importante que no existan agujeros negros internacionales, que son un refugio para el terrorismo y el tráfico de drogas, como lo ha sido Afganistán, y tenemos una voluntad muy clara de ayudar a este país en su reconstrucción”, dijo. Dobbins reiteró que Estados Unidos no formará parte de la fuerza internacional de paz, que debe ser desplegada en Kabul antes de la toma de posesión del gobierno provisional, el próximo sábado, aunque señaló que prestará su colaboración logística. En cuanto al final de los bombardeos sobre Afganistán, que comenzaron el 7 de octubre y todavía no han terminado, el diplomático dijo que tienen permiso de las autoridades afganas para seguir actuando hasta que “la lucha contra el terrorismo haya terminado”.

* De El País de Madrid,
especial para Página/12.

 

 

PRINCIPAL