Por José
Natanson
Acosado por el fantasma del
89, el Gobierno sacó por una vez la mirada de los mercados
y la trasladó a las imágenes de los saqueos que se vienen
registrando en distintos lugares del país. Hubo reuniones desde
temprano, con el objetivo de extremar la precaución e incrementar
la asistencia en las zonas claves. Al final del día, un ministro
definía la situación en pocas palabras: Está
controlada. Por ahora.
No es una novedad que los reflejos del Gobierno son un poco lentos, pero
igual llama la atención que, aunque los saqueos comenzaron el viernes
pasado, la reacción se haya demorado hasta ayer. Tarde pero seguro,
De la Rúa dedicó el comienzo de la reunión de Gabinete
a hablar del tema.
En el encuentro, bien temprano en la Rosada, el Presidente escuchó
un breve informe de boca del ministro del Interior, Ramón Mestre.
Según comentó después un funcionario a Página/12,
el cordobés explicó que los saqueos fueron protagonizados
por grupos chicos, y que no se han generalizado. De todos modos, no tuvo
más remedio que admitir que la situación es muy delicada.
Después, De la Rúa les pidió a Mestre y al titular
de Desarrollo Social, Daniel Sartor, que se pusieran a trabajar en el
tema. Hay que extremar la prevención para evitar la represión,
resumió el Presidente.
Finalizado el encuentro, el ministro de Justicia, Jorge de la Rúa,
salió a explicar la posición oficial. Seríamos
necios si no admitiéramos que hay una situación de necesidad
que puede llevar a esto y se debe atacar con medidas preventivas,
dijo Jorge de la Rúa. La declaración del ministro marca
una diferencia con el discurso oficial que, hasta ahora, había
esquivado el tema sin reconocer la justicia de los reclamos.
Un rato más tarde, Mestre, Sartor y el ministro de Trabajo, José
Dumón, recibían al gobernador de Santa Fe, Carlos Reutemann,
y al intendente de Rosario, Hermes Binner, para conversar sobre la situación
en Rosario, la segunda ciudad con más desocupación del país
y una de las de mayor conflictividad social. Allí se produjeron
los primeros saqueos, en el 89 y ahora. Y, aunque ayer no se repitió
la situación de los días anteriores, sí hubo grupos
de personas que permanecieron durante horas en la puerta de varios supermercados
esperando que le entreguen comida.
En el encuentro, Dumón prometió que, pese a que los créditos
internacionales están cortados, el Gobierno girará a Santa
Fe partidas adeudadas en concepto de planes Trabajar. Antes, había
intentado tranquilizar los ánimos prometiendo que los planes de
empleo transitorio no sufrirán recortes en el 2002.
Sartor dijo que Desarrollo Social enviará a Rosario las primeras
4800 de las 20 mil cajas de alimentos previstas en el programa Unidos,
que se sumarán a otros 20 mil bolsones. Mestre conversó
con Reutemann sobre la posibilidad de reforzar la seguridad con el envío
de gendarmes, pero concluyeron en que, por el momento, la medida sólo
contribuiría a profundizar el caos.
Coincidimos en que es necesario hacer todo lo posible por evitar
situaciones de violencia. No hay muchas opciones: estar atentos, reforzar
la asistencia y seguir de cerca el accionar de las fuerzas de seguridad,
resumió uno de los participantes.
Finalizado el encuentro, los funcionarios volvieron a sus despachos. Mestre
se comunicó con el ministro de Seguridad bonaerense, Juan José
Alvarez: le comentó las medidas de seguridad que la provincia implementó
en supermercados, con la Guardia de Infantería y el Comando de
Patrullas. Le contó, también, que un grupo de personas habían
ingresado a un super en San Martín, pero que el conflicto no se
había multiplicado a otras zonas como en los días anteriores.
Por la tarde, Mestre y Dumón volvieron a encontrarse en la Rosada
para seguir conversando. Se sumó el ministro de Defensa, Horacio
Jaunarena, para coordinar el envío de alimentos con los aviones
de las fuerzasarmadas. Al mismo tiempo, Sartor conversaba con De la Rúa,
quien insistió en que era necesario transmitir calma.
Pasó también el jefe de la SIDE, Carlos Becerra. Un importante
funcionario se quejó más tarde de los informes de los espías.
Siempre pasa lo mismo. Nos llenan de mapas y datos, pero cuando
llega el momento no la ven ni de casualidad.
Más allá de las internas, lo cierto es que la crónica
de las reuniones revela la preocupación de la Rosada ante los desbordes
sociales que comenzaron el viernes en el Gran Rosario y que se fueron
extendiendo a otras zonas del país, llegando incluso al Gran Buenos
Aires. Por ahora la situación no se ha desbordado. Está
contenida, aseguraba un hombre con despacho en la Rosada.
Sin embargo, la preocupación no pasaría tanto por la magnitud
de los reclamos como por su origen. Según explicaba ayer un funcionario,
la novedad respecto de conflictos anteriores, como los piquetes, es que
esta vez se trata de ciudadanos no encuadrados en ningún movimiento,
ni político ni sindical. La mayoría son espontáneos,
lo cual es preocupante. Una estructura orgánica, por más
radicalizada que sea, es un interlocutor. Siempre se puede negociar. Pero
esta vez nos encontramos con gente absolutamente fuera de cualquier encuadre,
concluía.
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