Por Martín
Granovsky
A poco más de dos años
de haber asumido el cargo, Fernando de la Rúa gobierna desde ayer
con saqueos, estado de sitio, por lo menos cinco muertos, un Congreso
activamente opositor y la imposibilidad nítida de articular una
salida política y una válvula de escape para el agotamiento
de la Convertibilidad. Y, además, sin Domingo Cavallo, que esta
madrugada terminó sus nueve meses como superministro.
A las 11 de la noche el Presidente dejó la Casa Rosada después
de verse por televisión, mientras todo el país se preguntaba
qué pasaría de madrugada en el Gran Buenos Aires, sin cámaras
de televisión que pusieran un límite a la violencia y dieran
visibilidad a la represión. Este diario pudo saber por el Ministerio
de Seguridad de la provincia de Buenos Aires que, por ejemplo, 700 personas
se habían reunido frente a un supermercado Coto en Monte Grande,
y que Carlos Ruckauf había ordenado que se apostara allí
la Guardia de Infantería de la provincia.
Al final del día se produjo un fenómeno curioso. Desde la
mañana los comerciantes habían bajado las persianas en todas
las grandes ciudades de la Argentina, por miedo a oleadas de desharrapados
saqueando masivamente los negocios. Pero justo después del discurso
de De la Rúa la irritación se concentró en el Presidente.
Miles de personas salieron a la calle con cacerolas, sartenes, espumaderas
y tapas, en un fenómeno que se verificó en Belgrano, Caballito,
Palermo, Parque Chacabuco, Villa Crespo y Almagro. El cacerolazo fue incluso
mayor que el de la semana pasada, aunque esta vez ninguna cámara
de comerciantes lo hubiera convocado y a pesar de que por la noche reinara
el temor a nuevos saqueos. El tono era hasta festivo, ganador. Mucha gente
salió de sus casas a la calle, y en Independencia y Entre Ríos
una fogata en la calle acompañó el ruido de los metales.
Todo el país había tomado las calles. En Rosario, mil personas
marchaban cerca de las 24 al Monumento a la Bandera. En Plaza de Mayo
se concentraba San Telmo. En Parque Chacabuco los vecinos eligieron el
gran árbol de Navidad para protestar juntos, y cuando se sumaron
vecinos de la villa 1114 se juntaron miles decidieron marchar hasta José
María Moreno y Rivadavia. En Santa y Juan B. Justo los vecinos
cortaron la calle, y lo mismo en Boedo. Del pánico se había
pasado al repudio, incluso cuando muchos habían interpretado absurdamente
el estado de sitio, que restringe las libertades, como un toque de queda,
que impide caminar de noche. El estado de sitio, y el discurso anunciándolo,
habían pasado a la historia, cada vez más patéticos
a medida que avanzaba la noche.
Qué boludos,/ qué boludos,/ el estado de sitio,/ se
lo meten en el culo, gritaban los miles que rodeaban el Congreso.
En Ocampo y Libertador cientos se juntaron frente a la entrada del edificio
donde vive Cavallo y cortaron parte de la calle.
Otros miles caminaban para engrosar las columnas en Plaza de Mayo.
Cerca de la medianoche, funcionarios, políticos del oficialismo
y dirigentes de la oposición barajaban tres hipótesis:
Domingo Cavallo seguiría
en el cargo, incólume a pesar del rechazo social y del voto de
los diputados en favor de quitarle sus superpoderes.
Domingo Cavallo había
renunciado y solo seguía en el cargo a la espera de su reemplazante.
Domingo Cavallo no había
renunciado porque jamás lo hizo (Carlos Menem en 1996 tuvo que
echarlo) pero el jefe de Gabinete Chrystian Colombo estaba operando la
salida del ministro de Economía con apoyo de la Unión Cívica
Radical y el guiño, como mínimo, de los barones feudales
del Partido Justicialista. En esta variante, todo el gabinete renunciaría
para disimular la ida de Cavallo y posibilitar un rediseño total.
Habría, en este caso, una ventaja adicional: De la Rúa podría
dedicar todo el fin de semana a jugar su juego del secreto mientras la
crisis se hace más y más intolerable.
Las especulaciones terminaron a la una de hoy, cuando se difundió
la renuncia de Cavallo al superministerio de Economía. A esa hora,
como siestuviera calculado, la Policía Federal llenó la
plaza de un gas lacrimógeno que descomponía, sin respetar
viejos, mujeres embarazadas o chicos. Ya sin Cavallo, De la Rúa
había logrado el mérito de concentrar el odio solo en su
persona.
En A dos voces, el senador peronista Jorge Yoma amenazó
con que, si De la Rúa no saca a Cavallo, la Asamblea Legislativa
podría decidirlo, lo que equivalió a una advertencia de
juicio político al ministro. La Central de Trabajadores Argentinos
convocó a un paro para hoy.
Esta politización de último momento, que acompañó
la protesta de la gente, sirvió para cambiar el clima angustiante,
denso, de todo el día.
Salvo en la Patagonia, no hubo ningún rincón del país
sin saqueo.
Primero, los blancos elegidos fueron los grandes supermercados, pero en
general la vigilancia superior impidió que resultasen ellos los
saqueados. Luego grupos de vecinos, muchas veces provenientes de las villas
de emergencia, se decidieron por los supermercados medianos, en general
más vulnerables, y sobre todo por los más chicos, que normalmente
están atendidos por la familia del dueño. La imagen de un
propietario, quizás de origen coreano, llorando ante el super vacío
y diciendo policía, nada, marcó el día.
Algunos comerciantes dispararon. Alguno de los muertos pudo haber sido
producto de un balazo de un comerciante irritado. Más de cien heridos,
de balas y de balas de goma disparadas por la policía, que también
tiró gases lacrimógenos para responder a los piedrazos.
Las escenas, que merecen sus crónicas en esta misma edición,
se repitieron en toda la Argentina.
Un padre explicando que no robaba sino que buscaba comida.
Otro padre con dos hijos en brazos, diciendo que solo quería comer.
Una vieja sin dientes a los gritos: No doy más.
Un chico joven, de poco más de 20. Tengo dos hijos, loco,
de cinco años y de dos, y hace dos años que no tengo laburo,
loco.
Una mujer de alrededor de 30, desaforada: Queremos comer, queremos
comer.
Escenas de gente caminando tranquila, a la salida de un supermercado,
con cajas en la mano.
Escenas de gente corriendo, después de agacharse para pasar por
la cortina metálica entreabierta, con bolsas en la mano.
Peleas de comerciantes con saqueadores.
Chicos bien chicos sin miedo a la policía ni a los gases, o indiferentes.
Ante esta situación, De la Rúa recién habló
a las 22.41, y solo una hora antes su vocero Juan Pablo Baylac se presentó
en público, como el primer funcionario que dio la cara en medio
de la peor crisis social desde los saqueos de 1989.
Al mediodía, el Presidente se había presentado en la reunión
de políticos y empresarios convocada por Caritas, donde su asistencia
no se esperaba. Los participantes quedaron asombrados por las respuestas
generales de De la Rúa.
Hay que imaginar una nueva política económica, y con
Cavallo no se puede le dijo el jefe de Gobierno Aníbal Ibarra.
En eso coincidimos todos los que estamos acá.
Eso es lo importante contestó De la Rúa como
en una letanía vaga. Hay que buscar consensos, que en el
exterior serán muy bien recibidos.
Ibarra, el jefe de la CGT Rodolfo Daer, el presidente de los industriales
Ignacio de Mendiguren, el jefe de la CGT disidente Hugo Moyano, se miraron
asombrados. Raúl Alfonsín y Angel Rozas no hablaron, pero
sonreían en silencio ante las críticas a Cavallo. Despuès,
el jefe porteño emitirìa un comunicado criticando como esquema
agotado la Convertibilidad y el déficit cero y calificando
al estado de sitio como declaración de impotencia política.
De la Rúa fue silbado al entrar y al salir.
Tras la reunión, un obispo susurró preocupado a un dirigente:
La situación está muy mal. Pueden hasta linchar a
algún político.
El Gobierno respondió con dos medidas. Por una, dispuso entregar
nuevas raciones de comida para todo el país, después de
haberse pasado dos añosdiciendo que todo se solucionaba unificando
los padrones sociales. Por otra, dictó el estado de sitio con la
esperanza de amedrentar a los saqueadores. Han acontecido en el
país actos de violencia colectiva que han provocado daños
y puesto en peligro personas y bienes, con una magnitud que implica un
estado de conmoción interior, dice el decreto del Ejecutivo.
El articulado es breve. Declara el estado de sitio en toda la Argentina
por treinta días, comunica la medida al Congreso y la incluye en
el temario de las sesiones extraordinarias.
No haber utilizado al Parlamento para convalidar el decreto es una picardía
formal. El Congreso terminó las sesiones ordinarias y aún
no empezó las extraordinarias. Técnicamente podría
estar en receso. Pero la realidad indica que ayer mismo sesionó
la Cámara de Diputados. En todo podría hablarse de iniciativa
propia, o hasta de rebelión, pero nunca de receso parlamentario.
El decreto no tiene ninguna restricción explícita, aunque
podría haberla tenido. El artículo 23 de la Constitución,
que no fue reformado en 1994, da al Ejecutivo la facultad de suspender
todas las garantías. Pero el Pacto de San José de Costa
Rica restringe los estados de emergencia y no da a los poderes ejecutivos
facultades ilimitadas para suprimir derechos esenciales. Como el Pacto
tiene rango constitucional, cualquier juez podría interpretar el
decreto como inconstitucional, en caso de una presentación por
parte de un ciudadano. El artículo 27 del Pacto dice que no se
puede limitar el derecho a la vida, ni imponer servidumbre ni explotación,
ni afectar los derechos políticos. El artículo 4 del Pacto
Internacional de Derechos Civiles y Políticos también pone
restricciones a las restricciones. Una opinión consultiva emitida
el 30 de enero de 1987 por la Corte Interamericana de Derechos Humanos,
de aplicación obligatoria para los gobiernos miembros de la Organización
de los Estados Americanos, impide la violación de los derechos
fundamentales, aun cuando las violaciones sean cometidas por personas
que actúen oficialmente. El test será la reacción
judicial frente a las alrededor de 400 detenciones practicadas ayer por
las distintas policías en todo el país.
El Gobierno prefirió el decreto y la falta de límites autoimpuestos,
pero a la noche, igual, los porteños llenaron las calles de Buenos
Aires.
OPINION
Por Horacio Verbitsky
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Saqueos y saqueadores
Las tremendas confrontaciones sociales de ayer superaron todo lo
imaginado.
El gobierno llegó a una situación terminal. La declaración
del estado de sitio, que la Constitución le veda en forma
explícita al Poder Ejecutivo mientras está sesionando
el Congreso, aniquila el estado democrático de derecho, ya
magullado por la orden impartida al sistema financiero de no acatar
las decisiones judiciales. Violar la Constitución no puede
ser un camino para defenderla, aunque convenga a algunos intereses
particulares que el gobierno confunde con el bien común,
y que no son los de los saqueadores al por menor. Por la mañana,
De la Rúa fue insultado y apedreado frente a una sede eclesiástica
a la que llevó su peregrina propuesta de concertación
para el ajuste infinito. Por la tarde, se presentó en el
salón blanco rodeado por los altos mandos de las Fuerzas
Armadas, en una señal muda pero inequívoca.
El comienzo de los enfrentamientos deja pocas dudas acerca de la
actitud del gobierno de la provincia de Buenos Aires. Las vallas
colocadas sin protección policial formaron un embudo que
condujo a los manifestantes hacia las puertas del edificio de la
Legislatura, que se abrieron al primer forcejeo. Adentro sí
los esperaban los proyectiles policiales. También fue ostensible
en distintos puntos del Gran Buenos Aires la presencia de hombres
jóvenes que se desplazaban en vehículos nuevos, azuzando
los saqueos. En la Capital, otra dotación de provocadores
recorrió el microcentro instando a los comerciantes a bajar
las persianas, con falsas versiones sobre columnas en marcha que
avanzaban para saquear. Tampoco faltaron aquí y allí
encapuchados con hondas que aportaron lo suyo a una jornada desoladora.
Dicho todo lo cual debe agregarse que nada de ello describe el problema,
sino apenas algunas operaciones previsibles que se montaron sobre
una situación que las hizo posibles. La cuestión central
sigue siendo la ausencia de una perspectiva de superación
de la crisis que contemple en alguna manera los intereses populares.
Ningún pescador podría arrojar sus redes con alguna
perspectiva de éxito si el río no estuviera revuelto
por tantos años de políticas insensibles a las necesidades
elementales de subsistencia de casi la mitad de la población
y recorrido por corrientes subterráneas de odio ante tanto
maltrato, que en días como el de ayer salen a la superficie.
Es evidente que no sólo saquearon los excluidos, sino también
los nuevos pobres, emigrantes recientes de la clase media, algunos
de los cuales todavía lucen rumbosas zapatillas con luz de
giro y palanca de cambios. Allí se cuece una aversión
tan peligrosa como exacerbada por todo lo que tenga que ver con
la política.
La pretensión del ex presidente Fernando de la Rúa
de que los saqueos fueron esporádicos y de que su magnitud
fue exagerada por los medios de comunicación ratifica el
extrañamiento de la realidad que caracterizó desde
el primer día su mandato, el más patético a
partir de la finalización de la dictadura militar. Mientras,
el ahora ex ministro de Economía, Domingo Cavallo (cuya permanencia
en el cargo sólo se explicaba por la incapacidad de las fuerzas
que confrontan por hegemonizar la salida de la crisis para lograr
algún acuerdo acerca de la distribución de sus costos
y beneficios) insistìa en la formulación de políticas
carentes de todo consenso social y del menor sustento político.
El presupuesto reclamado por el FMI para autorizar un desembolso
no tiene la menor posibilidad de aprobación legislativa,
lo cual define la situación de encierro sin salida a que
ha llevado la obcecación oficial. Sólo resta imponerlo
por la fuerza, algo que degradará a quienes lo ordenen y
que de todos modos la sociedad argentina no permitirá.
Tanto la devaluación como la dolarización que proponen
las fuerzas políticas, empresariales y sindicales que debaten
cómo seguir, profundizarían el curso seguido en el
último cuarto de siglo, en el que la riqueza producida por
el país decayó en un décimo, lo cual además
de su injusticia define su irracionalidad y su ineficacia social.
Ayer mismo se conocieron los resultados globales de la consulta
convocada por el Frenapo, en favor de una propuesta simple y clara,
para que ningún hogar quede por debajo de la línea
estadística de la pobreza. Los tres millones de votos que
se pronunciaron por ese salario de ciudadanía, señalan
la única alternativa seria a la barbarie que ayer hizo eclosión.
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SAQUEOS
Y VIOLENCIA
Fueron cinco las muertes
Al cierre de esta edición
sumaban cinco las personas que murieron durante los reclamos de comida
y los saqueos a supermercados y comercios ocurridos ayer en el conurbano
bonaerense y diversas ciudades del país. Dos hombres jóvenes
murieron en Rosario cuando la policía reprimió en la zona
sudoeste de la ciudad. En Santa Fe, Luis Pasini, un adolescente de 15
años, falleció de un balazo en la tráquea en las
inmediaciones de un supermercado. En Villa Fiorito, partido de Lomas de
Zamora, murió Diego Avila, de 24 años, apuñalado
por el dueño de un supermercado chino que se resistió al
saqueo y atacó a los manifestantes. Y cerca de las 20 en Merlo,
un comerciante mató a balazos a un hombre e hirió a otro
al resistirse a que saquearan su local. Los heridos de la jornada ascienden
a 108, de los cuales 76 son policías y 32 civiles, y hubo 328 personas
detenidas, 200 de ellas en Santa Fe.
El primero de los episodios se produjo alrededor de las 17, cuando un
grupo de personas se agolpó frente al supermercado situado en Recondo
y Mario Bravo. El dueño del comercio quedó detenido. En
Rosario fallecieron Juan Delgado, de 27 años, en la esquina de
Pasco y Necochea, y Claudio Loprati, militante de un comedor comunitario
de 38 años. Ambos perdieron la vida por las balas de la policía
provincial. Los manifestantes reclamaban alimentos en un supermercado
y los uniformados actuaron pese a que la distribución de mercadería
había logrado calmar a la gente. En Santa Fe, el joven Pasini falleció
cuando era asistido en el hospital de Emergencias Clemente Alvarez. Su
muerte fue confirmada por el director del hospital, Carlos Toni, quien
señaló que la víctima había ingresado con
un balazo en la traquea, al parecer disparado por un comerciante de la
zona. En ese centro asistencial está alojada en grave estado Graciela
Acosta, una integrante de la comisión de Derechos Humanos de Rosario
(filial de la APDH) que fue baleada por la policía en Villa Gobernador
Gálvez.
Anoche, minutos después de las 11, un joven de 19 años resultó
herido de gravedad al ser baleado por un comerciante chino en la localidad
de Moreno. En el cruce de ruta 12 y Yepes un grupo de personas intentó
ingresar al supermercado Oriente. Según el relato policial,
el dueño del negocio, un ciudadano chino de 34 años, se
armó con una pistola y la emprendió a los balazos contra
la gente que pugnaba por ingresar. El joven herido, identificado como
José Vega, recibió un balazo que afectó sus centros
vitales.
Una mujer resultó herida de bala por un vigilador de un supermercado
en Boulogne, partido de San Isidro, mientras que otra, en Villa Celina,
recibió un balazo en la espalda y está fuera de peligro.
El autor del disparo que sería comerciante está
detenido y el arma fue secuestrada. En Villa Fiorito, un policía
fue herido de un fierrazo en la cabeza cuando intentaba evitar el saqueo
a una carnicería ubicada en Plumerillo y Rodríguez. En Billinghurst,
partido de San Martín, hubo 80 detenidos y un hombre fue herido
de bala. En un supermercado de Boulogne un vigilador atacó a balazos
a una mujer.
Por otra parte, diez policías resultaron heridos en Morón,
entre ellos un comisario inspector que sufrió una fractura de cráneo,
durante distintos enfrentamientos con manifestantes que ingresaban a saquear
supermercados en ese partido.
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