Por Raúl
Dellatorre
Los convocantes pretendieron
acercar a las partes en torno a una solución al problema del hambre
en la Argentina. Pero el fragor de la jornada convirtió el encuentro
de ayer entre políticos, empresarios, sindicalistas y obispos en
un espejo del clima explosivo que se vivía en las calles. Afuera,
un grupo de manifestantes reflejaba a su vez la bronca que invadía
las calles y comercios en todo el país. Puertas adentro, dirigentes
políticos del oficialismo y la oposición no lograban disimular
su miedo por la sucesión de hechos y por su propia integridad física.
Ello demoró en una hora su salida, después de concluido
el encuentro. El presidente Fernando de la Rúa tuvo que recibir
en cambio toda la bronca de la gente sobre sus espaldas, al abandonar
anticipadamente la reunión.
De la Rúa recién concurrió al encuentro cuando su
jefe de Gabinete, Chrystian Colombo, pudo comprobar que no había
sido armado para presentar un frente de oposición al Gobierno.
Pero aun así recibió duras críticas a la política
económica y un reclamo explícito de desplazamiento del ministro
de Economía, Domingo Cavallo. A todos los pedidos, incluso al último,
el Jefe de Estado respondió con el mismo tono neutro: ya
le vamos a encontrar una solución.
La convocatoria había sido asumida como propia por el representante
de las Naciones Unidas en la Argentina, Carmelo Angulo, después
de que la Iglesia rehusara cumplir ese rol. No obstante, Cáritas
prestó su sede. Gobernadores justicialistas y radicales, autoridades
partidarias, representantes de la industria, el campo, el comercio, la
banca y la construcción, y funcionarios de primera línea
del gobierno se reunieron ayer por la mañana, cuando comenzaban
las primeras manifestaciones de la jornada más difícil de
la actual gestión. Hubo algunas ausencias notables: las de Carlos
Ruckauf y Carlos Reutemann, las más notorias entre la oposición,
y la de Domingo Cavallo por parte del oficialismo.
El encuentro se dividió en tres momentos: el primero fue el de
chequeo por parte de Colombo del carácter del mismo. El segundo
se inició con la llegada de De la Rúa, quien recibió
una andanada de críticas a la actual gestión económica,
pero ni él ni sus acompañantes el secretario general
Nicolás Gallo y el ministro Ramón Mestre, además
de Colombo hicieron demasiados esfuerzos por polemizar. Un dato
curioso es que quien arrojó la piedra más filosa fue el
titular de la CAME, Osvaldo Cornide, al reclamarle al Presidente que desplace
a Cavallo. Sorprendió no tanto por su postura, tradicionalmente
vinculada al menemismo, sino por su presencia: entre los organizadores,
nadie se explica cómo entró, según comentaron,
ya que no figuraba en ninguna lista ni hubo sector que se hiciera cargo
de haberlo convocado.
El tercer momento del encuentro se inició tras la partida de De
la Rúa, cuando Colombo accedió a abrir la discusión
y la agenda de temas. Allí surgieron demandas inmediatas y otras
de mediano plazo. Las primeras, apuntadas a resolver la crisis a través
de una reasignación del gasto social. Se sugirió que Cáritas
se hiciera cargo de administrarlo, ofrecimiento rechazado siguiendo la
línea que se trazó el Obispado de mantenerse al margen de
una acción política más explícita. Las cuestiones
políticas de fondo, vinculadas al crecimiento y la eficiencia del
aparato estatal, fueron delegadas en una agenda que debían formular
Colombo y Angulo. La reunión culminó a las 13 horas. Con
el correr del día, y los acontecimientos, el jefe de Gabinete debe
haber dejado para más adelante esa tarea que los presentes le demandaban
tener lista para hoy.
Insultos y piedrazos
Apenas llegó a la sede de Cáritas en Balcarce al
200, a escasas dos cuadras de la Casa Rosa, ya se veía que
la jornada sería más que agitada. Los insultos recibieron
al presidente Fernando de la Rúa y anticiparon una despedida
en la que se sumaron huevos y piedrazos. La custodia presidencial
empezó a inquietarse con los rumores de gente que se empezaba
a agolpar. Apenas salió de la entrevista con el obispo Jorge
Casaretto y dirigentes sindicales, pedazos de baldosas se estrellaron
contra el auto a donde acababa de subir De la Rúa. Los manifestantes
le gritaban: Andate, hijo de puta. El auto se perdió
en medio del tumulto. Pero la bronca siguió germinando a
lo largo de todo el día.
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