Por Martín
Piqué
La pregunta sonaba incómoda.
Parecía destinada a ponerlo nervioso, y lo obligaba a responder
sobre una situación curiosa y, al menos, contradictoria:
¿Qué tiene pensado para el 21 de diciembre? De la
Rúa se va a Uruguay...
Había pasado un día de su designación como presidente
provisional del Senado, y los periodistas ya imaginaban a Federico Ramón
Puerta a cargo del Ejecutivo, cumpliendo con su lugar en la línea
de sucesión presidencial. Pero la crisis precipitó todo.
Y volvió definitivo lo que los periodistas conjeturaban por un
día: hoy, 21 de diciembre, el senador misionero asumirá
formalmente como presidente de la Nación.
Tal vez lo esperaba. Pero la renuncia de Fernando de la Rúa lo
encontró muy lejos de la Casa de Gobierno. Estaba en Merlo, San
Luis, donde se habían citado todos los gobernadores del PJ, y una
tormenta complicaba su regreso a Buenos Aires. Por eso, sus primeras gestiones
como mandatario interino fueron telefónicas. Instruyó a
un viejo conocido, Chrystian Colombo, para que se encargara de la
seguridad y la administración mínima del Estado hasta que
la situación se resuelva.
Cuando el senador misionero aterrice hoy a la mañana en el aeroparque
Jorge Newbery, el peronismo habrá retornado otra vez al poder.
Y lo habrá hecho a través de Puerta, ex diputado y dos veces
gobernador de Misiones, un hombre con excelentes relaciones con el menemismo
y amigo de la infancia de Enrique Nosiglia. Al igual que el operador radical,
Puerta siempre destacó su capacidad para el diálogo y la
negociación. Un potencial que, por cierto, no excluye a los grupos
económicos dominantes, como lo prueba su respuesta a una pregunta
que le hizo la revista Caras hace unos años:
¿Cómo consiguió edificar una buena relación
con el establishment? le preguntaron.
Tengo buena relación con todos los sectores, sólo
es cuestión de armonizar. Yo creo en el mundo de la concertación,
hay que saber sumar siempre contestó en aquel momento el
senador.
A esa capacidad recurrirá en estos días el ingeniero civil
y especialista en comunicaciones que se crió en una familia de
radicales y se volvió peronista leyendo a Raúl Scalabrini
Ortiz y Arturo Jauretche. Pero el flamante presidente interino no sólo
se enorgullece de sus lecturas. En casi todos los reportajes, cuenta su
trayectoria como empresario exitoso, propietario de Yerbatera Misiones
SRL, Transporte Chimiray y Producción Yerba. Ese perfil de self
made man cuando gerenció la empresa que heredó de
su padre, la llevó del número 63 al número 4 en el
ranking de los establecimientos yerbateros más redituables del
país lo debe haber acercado al presidente de Boca Juniors,
Mauricio Macri.
Con el hijo de Franco no sólo comparte la afición xeneize.
Durante los primeros años de la década pasada, Puerta elogiaba
fervorosamente al ex presidente Menem. Como Macri Jr., el misionero respaldó
la reelección del riojano en 1995 y anteriormente impulsó
el proyecto de reforma de la Constitución. Sus buenas relaciones
incluyen a otro reconocido amigo de Menem: el golpista paraguayo Lino
Oviedo, con quien compartió la Navidad del 99 a pesar de
que su invitado estaba prófugo de la Justicia. Según el
senador liberal paraguayo Francisco de Vargas, comparten además
buenos negocios, como el lavado de dinero en Yacyretá.
La re-relección lo diferenció de otro de los protagonistas
de esos días: el puntano Adolfo Rodríguez Saá, quien
en aquel momento se opuso a la iniciativa y denunció operativos
de inteligencia en su contra. Su relación con Menem quedó
clara cuando, en 1996, definió al riojano como el hombre
que cambió la historia del país.
Si con Menem siempre tuvo buena relación, la historia es muy diferente
con Eduardo Duhalde. Luego de la amplia victoria de octubre, que lo convirtió
en senador electo, el bonaerense ya se imaginaba como presidentede la
Cámara alta, y soñaba con expresar un nuevo Senado, alejado
de los escándalos de coimas y sobornos. Sin embargo, los anhelos
de Duhalde se vieron postergados con la progresiva ascensión de
Puerta, que valiéndose de un bajo perfil había capturado
la simpatía de casi todo el cuerpo. La elección del misionero,
además, actualizaba viejas antipatías: en 1994, en plena
Asamblea Constituyente, el ex gobernador de Misiones cuestionó
duramente a Duhalde porque pretendía aprobar una cláusula
que protegiera puntualmente al Fondo de Reparación Histórica
para el Conurbano: Aquí venimos como constitucionales y no
como simples lobbistas, remarcó en aquella oportunidad.
Soltero empedernido, Puerta nunca dejó de promocionarse como galán,
y en más de una oportunidad contó que tuvo muchísimas
novias. Estuvo muchos años en pareja con la madre de sus dos hijos,
y ahora se fotografía con Roxana Atamañuk, una ex reina
de belleza.
Claro que aquel problema, comparado con los que deberá enfrentar
ahora, es sólo un juego de niños. Porque su pronóstico
del 5 de diciembre (Yo pienso en un De la Rúa exitoso hasta
el último día del 2003, dijo) quedó definitivamente
como una expresión de deseos.
OPINION
Por Miguel Bonasso
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Esa costumbre de
matar
Con Ana, mi compañera, nos hemos pasado las últimas
cuarenta y ocho horas entre la Plaza del Congreso, la Plaza de Mayo,
la Plaza de la República y las calles interrumpidas, iluminadas
por las hogueras, de una Buenos Aires a la vez cruel y redimida
de tanta mierda como tuvo que trasegar en estos años.
En la madrugada de ayer, caminando por Diagonal hacia Plaza de Mayo,
vimos cómo un policía -.bajo, retacón y nazi
se bajaba de un patrullero, pelaba la Itaka y le disparaba a quemarropa
a un manifestante que le había arrojado una piedra. La agilidad
del muchacho y el instinto de sus 17 o 18 años lo salvaron
del impacto en la espalda desnuda. ¿El proyectil era de goma
o de plomo como los que asesinaron horas después a cinco
ciudadanos? Por suerte no lo sabré nunca porque el tiro no
dio en el blanco.
En cambio sí llegamos a ver que el hombre que bajaba sentado
las escalinatas del Congreso, como si tuviera miedo a pararse por
la granizada de balazos que sonaba a sus espaldas, estaba herido.
Malherido. Cuando se desplomó, su pecho se alzaba y bajaba
por el shock y las ansias de la agonía. Más tarde,
en casa, por la tele, supimos que se había muerto, desangrado.
Como un símbolo de la ciudadanía, inmolado en la escalinata
de un edificio vacío de contenido histórico y humano;
habitado diz que por los representantes del pueblo de la Nación
Argentina.
No pudimos acercarnos: dos metros adelante nuestro cayó una
granada de gas lacrimógeno dentro de una empalizada. Y luego
otra, detrás nuestro, en la acera de Avenida de Mayo. Por
algún pudor especial no quisimos correr junto a otros manifestantes;
caminamos lentamente hacia Rodríguez Peña, donde la
multitud se iba encajonando perseguida por los balazos a granel
de la Policía Federal. Un gas picante, más agresivo
que el de nuestra época, ya nos perforaba las mucosas.
El sabor a cosa vieja, conocida, que nos traía el humo, las
sirenas, las siluetas recortadas contra la neblina y el estampido
de los escopetazos, nos arrebató la alegría feérica
que habíamos experimentado horas antes frente al edificio
de avenida Libertador donde vive (o vivía) el jubilado Domingo
Cavallo. Nos arrancó de la mente la percusión extraordinaria
del cacerolazo generalizado y hasta el reírnos de esa treta
de García Márquez que el ex ministro había
adoptado para huir del edificio, consistente en ponerse una máscara
de goma con su propia efigie. Curiosa estratagema de un cobarde
que, para no dar la cara, usa la propia.
Igual que en los setenta me pregunté por qué en este
matadero de Esteban Echeverría las alegrías populares
duran tan poco y son castigadas con décadas de silencio y
oscuridad. Por qué en medio de los festejos debo ver un hombre
con el pecho desnudo y el rostro destrozado de un escopetazo sobre
las baldosas de la Plaza de Mayo que evocan, precisamente, la blanca
sombra de los desaparecidos. ¿Por qué -.me digo
tengo que volver a ver toda esta sangre encima? Que no me llena
de temor ni llanto sino de una cólera infinita y eterna,
que me trascenderá.
Mientras el hijo le escribe el discurso -.que sigue siendo estólidamente
de campaña me pregunto si Fernando de la
Rúa sabe que va a quedar en la historia como uno más
de nuestros múltiples asesinos seriales. Y si lo entiende.
Y si le importa. Y si se ha enterado, preocupado como está
por el diálogo con los malandras más simpáticos
del partido de enfrente, que a pocos metros de su despacho la Gestapo
del gobierno radical sigue asesinando ciudadanos y golpeando Madres,
como no lo hiciera -.allí al menos la mismísima
policía de la dictadura militar.
Recuerdo entonces lo que me decía el ex radical Arturo Jauretche
(que los conocía bien), sobre la Semana Trágica, la
Patagonia Trágica, el bombardeo del 16 de junio de 1955,
los fusilamientos de junio de 1956, la complicidad de Ricardo Balbín
con el fusilador Aramburu. Y la de Fernando de la Rúa con
el desaparecedor Videla. Me pregunto a quién se le ocurrió
resucitar al monstruo que, en tiempos de Massaccesi estaba en el
pulmotor,y brindarle la Alianza, el poder y las nalgas. Tal vez
el hombre cuyo domicilio fue atacado a balazos esta mañana
por los desconocidos de siempre.
Veo, con pavor, que no solo tiran tiros, que también se quitan
la máscara de periodistas amplios y tolerantes a que obliga
la democracia y vuelven a los buenos tiempos del Batallón
601, como Enrique Llamas de Madariaga, que ayer distinguió
tres clases de manifestaciones: la de los saqueadores subdivididos
en quienes roban harina y quienes roban calefones; la de las familias
pacíficas del cacerolazo y la de las banderas rojas,
debajo de las cuales con vista de Guardia Civil vio desfilar a Rafael
Bielsa.
Me indigna, pero pienso que no importan estas regurgitaciones del
pasado oneroso porque, les guste o no les guste a todos estos señores
que huelen a naftalina, lo que ha ocurrido se inscribirá
para siempre en la historia de las grandes gestas populares. Como
el día en que los argentinos dejaron de mirar para el suelo.
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