Por Julio Nudler
Quíteselo de la
cabeza. Hoy no hay para la Argentina ningún plan virtuoso. Todos
los escenarios económicos serán dramáticos. El 2002
ya está perdido. Después se verá, presagió
ayer ante Página/12 un economista que, quizás asustado de
sus propias palabras, pidió anonimato. En realidad, propuestas
hay varias, como puede verse en estas páginas, pero ciertas declaraciones
del presidente de Confederaciones Rurales Argentinas (CRA), Manuel Cabanellas,
pueden servir para figurarse las dificultades que afrontará el
sucesor de Domingo Cavallo. El dirigente agrario dijo que la devaluación
es una alternativa posible, pero de inmediato advirtió que
el campo tiene 14 millones de hectáreas de tierras productivas
hipotecadas en dólares y deudas de 6 mil millones de dólares
con los bancos y de 3 mil millones de dólares con los proveedores
de insumos (Monsanto y otras multinacionales), que deben considerarse.
Y dejó en claro que los colonos no aceptarán una devaluación
sin compensaciones para las deudas en dólares. ¿De dónde
saldrían esas compensaciones? Necesariamente de algún otro
sector, que obviamente las resistirá. Previendo la pugna de intereses
que sobreviene, alguien proponía ayer nombrar un ministro con identidad
reservada. Será un chiste, pero no deja de constituir un consejo
razonable.
Las dos revueltas ciudadanas simultáneas de los últimos
días, que derrocaron al Gobierno, le trazan nuevos límites
a cualquier política económica. El levantamiento estallado
en la popular vuelve intangible el gasto social: ¿quién
se atrevería ahora a cortar el programa alimentario, los planes
trabajar o el seguro de desempleo? Los excluidos se incluyeron de pronto
a sí mismos como un sector social al que no se puede seguir despreciando.
Pero además existió la insurrección de los plateístas,
armados de cacerolas, que después de soportar una larga degradación
estallaron al ver que Cavallo se sentaba sobre sus depósitos. Ahora
corren el riesgo de que, después de confiscarles los ahorros, se
los licuen.
¿Ingreso de capitales? El regreso de los dólares hoy
no depende del tipo de cambio. ¿Los que se llevaron la plata van
a traerla para invertir en un supermercado?, desafiaba ayer otra
fuente, apuntando a un futuro en que al país le costará
encontrar un motor de crecimiento. A falta de divisas frescas, la mayoría
lo espera todo del cambio en los precios relativos, esa expresión
con que los economistas se refieren básicamente a la devaluación,
que debe restituirle rentabilidad a los sectores transables (que producen
bienes exportables o compiten con los importados). Pero esta señal,
aunque funcione bien, atrayendo capitales, es de efecto parsimonioso.
Con magras reservas en el BCRA, suspendido el acuerdo con el Fondo, la
banca en cuarentena y un polvorín social, el futuro Cavallo no
podrá hacer la plancha, pretextando esperar la normalización
institucional del país. Pero en la medida en que tome decisiones,
favoreciendo a unos y lastimando a otros, su desgaste puede ser vertiginoso.
Si pretende apagar el incendio con una política monetaria y fiscal
expansiva, arriesga que el dólar se dispare, con tremendos desplazamientos
de riqueza entre los actuales poseedores de dólares y los endeudados
en esa moneda. Quizá se venga, como sucedáneo, un festival
de patacones y lecop, desflecándole el sueldo a los empleados de
las provincias. Habrá que elegir razonan algunos entre
empobrecerlos a ellos o pegarles a los ya muy castigados albañiles
y metalúrgicos mediante una catarática devaluación
del peso.
EL DOLAR, EN
EL PLAN DE LA UIA
Piso
sí, techo no
Por Julio Nudler
La coyuntura es de una complejidad tal que exige soluciones
de emergencia, que no son deseables como políticas de largo
plazo, se atajan los autores de un plan atribuido a la Unión
Industrial Argentina, que circula sin su membrete y plantea, entre
otras cosas, devolver en 30 a 60 días la plata de las cuentas
corrientes y, a lo largo de un plazo razonable, las
cajas de ahorro y los plazos fijos, empezando por las cifras menores.
Quien quiera recuperar inmediatamente o a muy corto plazo
el dinero que se le quedó atrapado en los bancos debería
aceptar que se lo devuelvan en pesos 1 a 1, aunque el dólar
valga ya bastante más. Al resto les indexarían los
depósitos, ajustándolos por inflación, para
que no pierdan poder adquisitivo. Decretada la desdolarización,
el paquete de los ex plazos fijos en dólares quedará
separado de la operatoria corriente de los bancos, siendo tratados
como un stock en liquidación. Y del mismo paquete
formará parte la masa de préstamos en dólares,
que también serán convertidos a pesos e indexados.
No obstante, todo deudor que esté en condiciones y lo prefiera
podría precancelar su obligación 1 a 1 en los primeros
90 días.
El tipo de cambio pasará a fluctuar en el mercado, eliminándose
la obligación del Banco Central de vender dólares
(imposible de sostener porque ya le quedan muy pocos), aunque podría
hacerlo para regular la cotización. Pero el BCRA estará
sí obligado a comprar todos los dólares que se le
ofrezcan a un cierto precio que determinará y que actuará
como piso (no sea cosa que el peso se revalúe). Como ha sido
norma desde 1991, el Central sólo emitirá moneda contra
la compra de divisas, con lo que mantendría la vinculación
entre el circulante y las reservas. Pero se reducirían gradualmente
los encajes bancarios, para inducir por ese medio una expansión
del crédito.
Los exportadores como ha vuelto a regir este mes tendrán
que liquidar su cosecha verde en el mercado argentino, y determinadas
exportaciones específicas tendrán una retención
similar al porcentaje en que se devalúe el peso. Esto
significa, en términos concretos, que Repsol, Pérez
Companc y otros exportadores de petróleo seguirán
obteniendo sólo un peso por dólar, y se supone que
la porción de recursos que se les capture servirá
para auxiliar a las empresas privadas que estén endeudadas
en dólares en el exterior, a las que de todos modos se les
impondrá reprogramar sus compromisos. Las que no consigan
que sus acreedores les refinancien quedarán en stand
by (limbo), hasta que la situación de balance de pagos permita
que accedan a la compra de divisas.
El control de cambios será estricto: No se autorizarán
remesas por la cuenta capital (repatriaciones), ni por intereses
de la deuda ni por regalías. En la práctica
ello equivaldrá a extender el default al sector privado,
que no podrá atender los vencimientos de las Obligaciones
Negociables ni otras deudas financieras. Sólo se podrían
cancelar las prefinanciaciones de exportación (créditos
que reciben los exportadores para producir los bienes destinados
al mercado externo) y las deudas comerciales. En cuanto a la deuda
externa del Estado, se plantea obtener más de un año
de gracia en el pago de intereses y una quita de capital que torne
compatible la deuda con la generación de divisas por el país.
Para la UIA, es fundamental lograr el equilibrio fiscal,
como manda la ortodoxia. El plan incluye, por tanto, reimplantar
las cargas sociales, generalizar el impuesto a las Ganancias, aplicar
retenciones a ciertas exportaciones y desviar hacia el Estado todos
los aportes que van a las AFJP, mientras se redefine el sistema
previsional. A la vez, se eliminarán totalmente los impuestos
a la Renta mínima presunta, a los Intereses y a los Bienes
Personales. Desaparecerán los planes de competitividad, y,
así, con los previsibles excedentes fiscales
(?) y con la reasignación de gastos habría que instrumentar
un fuerte programa de seguro de desempleo y promover
la obra pública. Otra idea, pero solo vaga, es rebajar la
alícuota del IVA. Los tiempos de la apertura irrestricta
terminaron. Habrá trabas, vía un sistema de permisos
de importación (las recordadas DJNI), para traer bienes
no imprescindibles y/o de producción nacional. Se replantearía
el Mercosur para que haya equilibrio tanto en el comercio como en
las inversiones (es decir, que no todas vayan a Brasil). El plan
también establece el seguimiento del precio de insumos de
uso difundido (probable alusión al acero, el aluminio y otros)
cuya producción interna se encuentra oligopolizada.
Un punto crucial es la desdolarización de las tarifas. Ni
éstas ni ningún contrato podrán contemplar
la indexación por tipo de cambio. En adelante, las tarifas
quedarán indexadas por precios combinados (mayoristas-minoristas).
En cuanto a los medicamentos, se negociará el no traslado
de la devaluación a precios (por lo visto, el lobby
de los laboratorios también pesa en la UIA). Por uno o dos
años se suspenderán las ejecuciones fiscales y bancarias
por deudas anteriores, y lo mismo valdrá para los servicios
públicos por deudas o cortes ya realizados.
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LA ALTERNATIVA
ALFONSINISTA
Cambio
flotante
Un sector del alfonsinismo, junto al radicalismo bonaerense que
conduce Leopoldo Moreau, trabaja desde hace meses en una propuesta
alternativa al esquema neoliberal que, en las últimas semanas,
fue puesta a consideración del duhaldismo en la búsqueda
de una salida de consenso. En la propuesta de los radicales anticavallistas
participaron los economistas que ocuparon lugares claves en el área
durante el gobierno alfonsinista: el ex ministro Juan Vital Sourrouille,
el ex secretario de Hacienda Mario Brodersohn y el ex jefe de asesores
de ese equipo económico, y hoy director en el Banco Provincia,
Roberto Frenkel.
La propuesta, que ayer intentó acordarse a toda velocidad
con el mencionado sector del justicialismo, consistiría básicamente
en los siguientes aspectos:
Con matices, ambos sectores
acordaron en la necesidad de adoptar un nuevo régimen monetario,
con flotación del tipo de cambio, junto a una moratoria de
dos años en el pago de la deuda pública. El abandono
formal de la convertibilidad y su reemplazo por un tipo de cambio
flotante se acompañaría con una pesificación
de activos y pasivos del sistema financiero. Esto significa que
quienes estén endeudados en dólares pasarán
automáticamente a estarlo en pesos.
Como la flotación
del tipo de cambio generaría una segura devaluación
de los precios internos, los economistas suponen una revaluación
de las reservas actuales del Banco Central que permitiría
la expansión de la capacidad crediticia del sistema financiero.
Desde el alfonsinismo
también creen que deberán encontrarse mecanismos que
transfieran los mayores ingresos relativos que recibirán
los exportadores como consecuencia del dólar más alto.
A esto se refieren los economistas del sector cuando hablan de la
discriminación cambiaria entre las empresas productoras de
bienes transables y las no transables. En la mira están
las exportadoras de petróleo y gas.
Por otra parte, del lado
de las no transables están las prestatarias de
servicios públicos privatizadas, a las que se planea desdolarizarles
las tarifas.
La refinanciación
del endeudamiento externo debería pasar ante todo por una
moratoria de intereses de uno a dos años. Lo ahorrado en
este rubro permitiría un significativo alivio fiscal, parte
del cual podría destinarse a la reactivación. Sobre
esta base, el siguiente paso consistiría en renegociar la
asistencia internacional con el FMI, pues precisamente fue el organismo
internacional quien en los últimos meses instó a la
Argentina a entrar en default y abandonar el cambio fijo.
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QUIEN PAGARA
EL GASTO SOCIAL
Bolsillos
poderosos
Por Cledis Candelaresi
Al igual que el saliente, el gobierno provisional no dispondrá
de recursos para atender la desesperación de los manifestantes.
Hasta poco antes de que Fernando de la Rúa abandonara el
poder, Seguridad Social no tenía, siquiera, los 17 millones
para pagar la cuota del subsidio de desempleo que debía hacerse
efectiva ayer. Salvo que una eventual moratoria unilateral en los
pagos de la deuda libere algún dinero, los más necesitados
tendrán que seguir esperando. En ese ínterin, el Congreso
podría aprobar dos proyectos radicales que conquistaron el
respaldo del PJ y podrían reforzar los ingresos en más
de 2000 millones anuales: uno para gravar con Bienes Personales
las sociedades off shore, el otro para alcanzar con Ganancias la
remisión de utilidades.
Ni siquiera el programa para reformular el sistema de asignaciones
familiares (conocidos por sus siglas de Siprof) tiene fondos asegurados,
a pesar de estar prolijamente incluido en el proyecto de Presupuesto
y de tener un primer guiño del Partido Justicialista. Muchos
de los programas administrados por Trabajo, así como por
Desarrollo Social, dependen de recursos que proveen los organismos
multilaterales de crédito, bastante renuentes a desembolsar
algún dólar al Estado argentino.
Los técnicos del PJ ayer imaginaban enfrentar la emergencia
con un programa alimentario que concentre la mayor cantidad de recursos
posibles, subsumiendo en uno solo varios programas de los que administra
Desarrollo Social. También aspiraban a ampliar los alcances
del subsidio de desempleo, cuyo monto mensual no sería inferior
a los 200 pesos por mes. Pero los recursos para afrontar estos gastos
deberían surgir de un hipotético aumento de la recaudación,
hoy por el piso: Argentina está perdiendo alrededor de 900
millones de pesos mensuales por el parate económico. Esa
mejora, a juicio del PJ, sobrevendrá después que se
recupere la política monetaria, admitiendo la flotación
del peso y la consiguiente devaluación. Y luego de que se
encare la renegociación de la deuda, en términos más
duros para los acreedores de los que planteaba Domingo Cavallo,
e incluyendo el tramo local ya renegociado. La tasa del 7 por ciento
anual es, a juicio de los justicialistas, inaceptablemente alta,
del mismo modo que resulta imprescindible una gracia de dos años.
Casi al mismo tiempo, el Congreso podría tratar al menos
dos proyectos, que servirían para reforzar los ingresos fiscales,
aunque no de inmediato. Uno de ellos, es el que presentó
el senador Carlos Maestro, para alcanzar con Bienes Personales a
las sociedades por acciones radicadas en el exterior. Es muy común
el recurso de constituir sociedades anónimas con sede en
Uruguay para acreditar, por ejemplo, la propiedad de costosos departamentos
y así eludir ese tributo.
La otra iniciativa corresponde a la radical Beatriz Nofal y postula
modificar Ganancias de modo tal que se puedan gravar la remisión
de utilidades al exterior y, al mismo tiempo, se premie con una
alícuota reducida a las empresas que reinviertan parte de
sus beneficios. Esta propuesta surgió casi al mismo tiempo
que los aliancistas Darío Alessandro y Horacio Pernasetti
fogoneaban la propuesta con media sanción de Diputados para
subir excepcionalmente del 35 al 45 por ciento la alícuota
máxima de Ganancias para personas y sociedades que tengan
muy altas utilidades. Pero esta propuesta, en su momento respaldada
por Economía, habría entrado en vía muerta,
mientras que las de Maestro y Nofal son vistas por el robustecido
justicialismo como instrumentos válidos para alimentar las
ávidas arcas públicas.
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LOS PLANES DEL
DUHALDISMO
Súper
devaluados
Por Claudio Zlotnik y David Cufré
Dentro del peronismo, duhaldistas y menemistas son los que tienen
posturas más definidas en materia económica. Es sabido
que el ex presidente es el principal promotor de la dolarización,
pero hasta en su entorno reconocen que esa alternativa es la que
menos probabilidades de ocurrencia tiene en este momento. El duhaldismo,
por tanto, asoma como el sector que lleva la voz cantante en esta
discusión. La idea fuerza del ex gobernador es que la convertibilidad
está muerta y que debe pasarse a un sistema de flotación
cambiaria. El Banco Central intervendría para evitar una
disparada del dólar. En un primer momento su cotización
podría ubicarse entre 2 y 2,5 pesos, pero luego, tras un
período de estabilización, el nivel de equilibrio
estaría en torno de 1,40 peso.
Para encarar la salida del uno a uno, el nuevo gobierno debería
explicar el programa integral de crecimiento al FMI,
al Departamento del Tesoro de Estados Unidos y a la Unión
Europea. Se buscaría reeditar la experiencia del blindaje,
pero en este caso no sería para garantizar el repago de la
deuda, sino para contar con recursos que permitan reactivar la economía.
Se pedirían 15 mil millones de dólares, lo que duplicaría
el monto de las reservas líquidas del Banco Central.
El otro aspecto clave del programa es la pesificación.
Es decir, pasar a pesos los créditos y depósitos nominados
en dólares. Detrás de esta idea comienzan a encolumnarse
varios en el peronismo, como Carlos Ruckauf y los gobernadores del
Bloque Federal. Carlos Reutemann, fiel a su estilo, no se define
y mira cómo se acomodan las fichas, pero aceptaría
los planteos de Duhalde. Algunos aspectos salientes de cómo
se instrumentaría la pesificación son los siguientes:
La devolución
de los depósitos se haría de manera gradual. El proceso
hasta levantar las restricciones actualmente vigentes demoraría
un año.
En el caso de los ahorristas
que tienen depósitos en dólares, se les devolverán
pesos, pero sumando a los intereses que rinda el plazo fijo el nivel
de la inflación mensual. Este premio no estaría
vigente para las cajas de ahorro, pero la definición de este
tema todavía requiere largas discusiones y no hay nada cerrado.
La situación sería
distinta para aquellos que cobran el sueldo por caja de ahorro,
ya que se levantarían las restricciones de inmediato y podrían
retirar todo el dinero.
La política de
emisión del Banco Central será prudente,
para evitar una escalada inflacionaria.
La salida de la convertibilidad
y la creación del nuevo régimen cambiario se haría
por ley.
Desde sectores empresarios
tratan de ejercer presión sobre los dirigentes que auspician
la pesificación para que se implemente un seguro de cambio,
mecanismo que hizo famoso Domingo Cavallo en 1982 y que implicó
la virtual estatización de la deuda. Bancos y compañías
endeudas en dólares con el exterior están pidiendo
que el Estado pague la diferencia entre la nueva cotización
del dólar y el uno a uno de la convertibilidad. En ese caso,
toda la sociedad asumiría la deuda de privados.
El esquema de flotación cambiaria, pesificación y
auxilio desde el exterior se completa con la reestructuración
de la deuda. El duhaldismo pretende imponer a los acreedores internacionales
una quita de la deuda del 50 por ciento, y una tasa de interés
de aquí en más igual a la que paga Estados Unidos
más dos puntos porcentuales. En este momento, eso daría
3,75 por ciento.
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