Por Roque Casciero
La conjunción del espíritu
religioso cristiano con el folklore argentino dio en 1964 un fruto que
no hace sino madurar desde entonces. La Misa Criolla, una creación
de Ariel Ramírez, se ha convertido no sólo en uno de los
puntos máximos de la música nativa argentina, sino también
en una de las más genuinas expresiones de la búsqueda espiritual
del hombre. La primera grabación de la Misa, que mañana
acompañará a la edición de Página/12, ha vendido
más de diez millones de copias en todo el mundo. Allí brillan
las composiciones de Ramírez, las voces de Los Fronterizos (formados
entonces por Gerardo López, César Isella, Eduardo Madeo
y Juan Carlos Moreno) y la Cantoría de la Basílica del Socorro
(que dirigió entonces el padre Segade), y el charango del invitado
Jaime Torres, que carga de sonidos del Altiplano el inolvidable Gloria.
Me resulta imposible explicar el éxito de la Misa Criolla.
Soy autor de unas cuatrocientas obras. Me acuerdo de todas y las quiero
a todas. Algunas trepan y nadie sabe por qué. No creo que la Misa
Criolla sea lo mejor que he escrito. Pero sencillamente, la gente la quiere.
Por supuesto, es la que mayor impacto ha producido en el público,
dice Ramírez.
La idea de una Misa Criolla apareció en la mente del compositor
en 1952, cuando vivía en Alemania, a unos cien kilómetros
de Frankfurt. El disparador fue la historia de dos monjas, Elizabeth y
Regina Bruckner, que le pasaban comida clandestinamente a un grupo de
judíos recluidos en un campo de concentración. A ellas les
dedicó la obra el pianista, que primero pensó en una versión
criolla del Ave María. Pero entonces, imbuido del espíritu
de apertura que había determinado el Concilio Vaticano II, el papa
Pablo VI autorizó a que la misa pudiera cantarse en diferentes
idiomas.
La labor de Ramírez le consumió varios años, porque
no tenía ejemplos en los que basarse. Apenas existía una
Misa Luba que mezclaba ritmos africanos con canto gregoriano, pero era
en latín. En 1955, el pianista volvió a la Argentina con
la idea de interiorizarse del espíritu litúrgico. Al tiempo,
un amigo de su infancia, el padre Catena, se encargó de traducir
el texto del latín de la misa y le presentó a Segade. La
Conferencia Episcopal les dio el visto bueno y lograron la aprobación
de su labor para América latina. Ramírez quería viajar
por el Norte argentino para interiorizarse sobre las voces y los instrumentos
de la zona, pero no contaba con medios para hacerlo. Entonces, Atahualpa
Yupanqui le pagó el pasaje y recomendó a sus amigos que
lo acogieran. Escuché por primera vez un charango de las
manos de un zapatero que vivía en Tilcara. Después conocí
las quenas y los sikus. Nutrido de música, seguí viaje a
Tucumán, La Rioja, Catamarca, San Juan y Mendoza, recordó
luego el pianista.
Al mismo tiempo que Ramírez culminaba la Misa Criolla, el presidente
de Phillips lo llamó para proponerle reeditar el éxito del
dúo de piano y charango que había logrado con Jaime Torres.
A cambio, el compositor le propuso grabar su obra más reciente.
Si me asegurás que venderá más de 2500 discos,
la largamos, fue la respuesta. La grabación se hizo en Odeón,
con octubre como último plazo: el disco debía salir antes
de la Navidad. La cara B del viejo long play iba a ser ocupada por Navidad
nuestra, una serie de villancicos... que todavía no habían
sido creados. El historiador Félix Luna fue convocado por Ramírez
y, en una noche de noviembre, escribieron cinco. El chamamé La
Anunciación le llevó un par de semanas más
al pianista.
Le habían pedido vender 2500 discos; los vendió en el primer
día. En un mes, ya había superado las 50 mil copias. El
estreno en vivo de la Misa Criolla se hizo en Dusseldorf, Alemania, con
Los Fronterizos (sin Isella) y un coro español. En esa ocasión,
Mercedes Sosa (que hace poco regrabó la Misa) cantó tres
de las canciones. Desde entonces, la obra de Ramírez ha tenido
varias reinterpretaciones y se ha convertido en una de los hitos del folklore
latinoamericano. Ahora, al tiempo que Página/12 vuelve aponerla
al alcance del público, suena más fuerte que nunca la frase
del Gloria: En la Tierra, paz a los hombres.
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