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EL CONURBANO, ARMADO HASTA LOS DIENTES DESPUES DE LOS SAQUEOS
Un paseo por la tierra arrasada

�Son ellos o nosotros�, dicen en los negocios del Conurbano sur, que tienen las persianas bajas pero igual son custodiados por hombres armados dispuestos a disparar si hace falta. Ya no se hablan con aquellos que eran sus vecinos y ahora son enemigos.

Por Marta Dillon

En las calles de la zona sur del Conurbano bonaerense se puede sentir el dolor de la herida que abrieron los saqueos. El miedo, la desazón, la bronca, se escurren en las veredas como un líquido viscoso. A simple vista podría ser una tarde de feriado, hay sillas acomodadas frente a las persianas bajas de los comercios, grupos que deambulan o se reúnen en las esquinas a compartir algo que tomar. De la furia que se desplegó en Plaza de Mayo aquí parecen sentirse sólo las réplicas, como si éste hubiera sido el epicentro de un temblor que se corrió al centro, dejando los escombros de lo que fue. Ninguno es el mismo. Los que toman mate en la vereda en realidad están de custodia, armados hasta los dientes, como ellos mismos dicen, hombres y mujeres, y dispuestos a defender el territorio que encierran los límites de su comercio. Los que deambulan revuelven también los restos de los locales ya saqueados el miércoles. Pero saben que los miran con desconfianza, incluso que los apuntan desde las terrazas. Tal vez por eso cada dos cuadras, sobre esa avenida que une Fiorito con Budge y Caraza, se encienden piquetes que no cortan el tránsito, simplemente porque no lo hay. “¿Y qué querés?”, se pregunta una mujer que hace guardia frente a su local de regalos. “Acá al lado, el panadero mató a un vecino que le compraba todos los días. No quiero que me pase, pero son ellos o yo.”
¿Qué diferencia hay entre esa mujer que en el centro comercial de Ingeniero Budge ve en cada vecino a un potencial saqueador y esa otra que cuela su mano tras la persiana violada de un autoservicio? Las dos viven en el mismo barrio, la forma de vestir es parecida, hasta hace dos días una visitaba el local de la otra pensando un plan de pagos para los regalos de Navidad. Hoy no se saludan. La que finalmente encuentra entre las ruinas dos latas de tomate no quiere hablar. “Yo no me llevé nada y necesito”, serán sus únicas palabras. La otra en cambio es locuaz, dice que la vio en el grupo que saqueó el Dia% y que se llevó un montón de sidra y que ya no confía en nadie. Ninguna de las dos imagina cómo seguirá la vida cotidiana y de qué podría tratarse el alivio. “No sé si alguna vez volveré a abrir, a lo mejor después de las fiestas, a lo mejor si se va De la Rúa.” La propietaria no sabía que en ese mismo momento el ex presidente redactaba su renuncia. “Yo no le creo a nadie”, dice la otra mujer, “cuando no te cagás de hambre, te cagan a palos. Y eso es así desde que me acuerdo”. Tiene 36 años, aunque a simple vista parecen muchos más.
Sobre el autoservicio Inti, a una cuadra de la avenida Murature, diez hombres están apostados en la terraza como francotiradores, dicen que no quieren fotos porque están “enfierrados y no queremos que nos jodan”. El dueño dice llamarse Bin Laden y que se va a quedar ahí con sus amigos hasta que termine de pagar lo que debe por su local. Difícil calcular cuánto tiempo será: el comercio está cerrado y sobre la cortina metálica se han soldado barras de acero. En realidad no espera tener más clientes en el barrio, pero no puede perder lo invertido en mostradores, cortadoras de fiambre, heladeras. “A lo mejor se calma después de las fiestas, y si no, me comeré lo poco que me dejaron en el depósito.” El día anterior echó él mismo a los que lo saquearon, los conocía a casi todos, “pero están todos locos. Primero venía el puntero, marcaba el lugar y después venían las mujeres, increíble la cantidad de mujeres”. Bin Laden, como se hace llamar, muestra las heridas que le quedaron en el cuerpo, las vendas se intercalan con los tatuajes. A las seis de la tarde no sabe lo que está sucediendo en Plaza de Mayo. “¿Qué voy a saber si estuve todo el día en el techo? Lo único que me importa es que no me vuelvan a robar.”
En Caraza todos hablan de un grupo que estaba intentando volver a saquear. Incluso señalan a las mujeres que vuelven con bolsas del otro lado de la vía y de la estación, como si eso fuera la prueba de que el despojo de los comercios es presente continuo. Pero lo que cargan son cajas del programa Unidos, un plan alimentario de la provincia que se otorga a espasmos que la gente no llega a controlar. Hasta las cuatro dela tarde se entregaron en Villa Fiorito en un pequeño local de la Corriente Clasista y Combativa. A esa hora en el local, al que se le violó la persiana a la mañana, ya no quedaba nada y una mujer intentaba explicar a los vecinos, que llegaban como en procesión, que no podía repartir lo que no existía.
“¿Ahora piden comida? ¿Por qué no la pidieron ayer en vez de robarse las zapatillas? ¿Se van a comer la computadora que me afanaron también?” Salvador Carregado se sienta sin camisa detrás de la caja de la panadería. “Hoy no quiero ni ponerme la camisa.” Justo él, que le gusta que lo llamen el “Gardel de Budge”, el patriarca de una numerosa familia propietaria de numerosos negocios en la zona. “Perdí en una tarde 400 mil pesos, justo había hecho un balance porque iba a cerrar después de las ventas de Navidad, se llevaron todo de la casa de deportes.” La panadería sobrevivió porque él y sus hijos la defendieron a los tiros. Un hombre murió, un vecino, no es su culpa, dice Salvador detrás de la reja asegurada con cadenas y candados. “Acá tenemos de todo, que vuelvan, van a ver lo que les pasa. Yo me defiendo solo, no pienso pagarle a la policía que viene cuando le da la gana.” En la misma cuadra, un solo supermercado, Victoria, tiene la persiana levantada. Pero lo que se ve del otro lado no invita a pasar: tres hombres que en la cintura exhiben armas plateadas a modo de amenaza. En esos mismos cien metros hay dos comandos patrulla. Sin identificarse, dice que pagó 4 mil pesos para que estén ahí. “Hacé el cálculo, sale mucho más barato pagar.” A tres cuadras de allí, como a lo largo de toda la avenida Recondo, se enciende un piquete. Los que cuidan el fuego no saben decir por qué lo hicieron, no hay nada especial que decir, salvo que así, detrás del humo, “nos podemos tomar la sidra y esos ortibas no nos joden”. Los mismos ortibas con los que hasta hace dos días cruzaban lacónicos buenos días.

 

El saqueo en edificios

La guerra de pobres contra pobres en que se convirtió el estallido tuvo su máxima expresión cuando en varios casos se produjeron saqueos no ya a locales comerciales sino en viviendas particulares en barrios humildes.
Dos torres del barrio Odisa, de la localidad de Villa Centenario, fueron saqueadas por vecinos de la zona que entraron al complejo habitacional. El ataque se concretó después del mediodía, cuando un grupo de manifestantes venció los alambrados que rodean el barrio, ubicado en Camino Negro y Martín Rodríguez, en el partido de Lomas de Zamora, en el sudoeste del Conurbano. Pero cuando comenzaron a saquear, los intrusos fueron expulsados por integrantes de la comisaría 7ª de Lomas de Zamora.
Los saqueadores lograron llevarse electrodomésticos de los casi 20 departamentos de las dos torres que atacaron, antes de la llegada de los policías.
También hubo invasiones a las casas en el barrio Don Orione, en la localidad de Claypole, en Almirante Brown, donde hasta anoche ya habían sido saqueados media docena de departamentos. Lo mismo ocurrió en el barrio San José Obrero, en el kilometro 26 de la Ruta 3, en La Matanza, donde varios edificios fueron saqueados.

 

NUEVE MUERTOS Y 2500 HERIDOS EN LA PROVINCIA
Los pobres contra pobres

Por Laura Vales

En la provincia de Buenos Aires, las 48 horas de saqueos dejaron nueve muertos, 97 heridos y 2444 detenidos. Todos los muertos fueron civiles, dos de ellos adolescentes de 14 y 15 años. Son víctimas caídas bajo la furia o la desesperación de pequeños comerciantes de barrio: en Villa Centenario murió la única mujer, Mariela Rosales; el sospechoso del asesinato es un supermercadista a quien le secuestraron un revólver calibre 32 y una escopeta. El hombre tiene 68 años.
En lo que implica un grado de descomposición social no visto en las crisis del ‘89 y ‘90, dos torres del barrio Odisa, en Lomas de Zamora, fueron saqueadas por vecinos de la zona, según informaron la policía y habitantes del lugar. Los saqueadores se llevaron electrodomésticos de casi 20 departamentos. Por la noche, efectivos uniformados montaban guardia en la zona en un clima de tensión creciente.
En las villas y asentamientos de La Matanza la gente empezó a levantar barricadas. Tienen miedo de ser saqueados por vecinos de otras villas. Es como si la historia girara en redondo, pero como en el ‘89 otra vez personajes con aire de servicios de inteligencia pasaron por las calles de tierra advirtiendo a unos que se cuidaran de un inminente ataque de los otros.
“Cuidado que vienen con dos camiones y dos camionetas”, advirtieron el 22 de Enero. “Muchos salieron con palos, cuchillos y armas a montar barricadas”, contó anoche Luis D’Elía, que estuvo recorriendo la zona y vio cómo en su propio barrio crecía un clima de paranoia.
En el Ministerio de Seguridad bonaerense confirmaron que efectivamente hay zonas con vecinos en alerta.
Así y todo, en La Plata evaluaban que en el territorio de la provincia el pico de los saqueos se dio el miércoles y aseguraban que ayer la temperatura estaba bajando. “Una sola de las nueve muertes se produjo hoy”, señalaron allí para defender este diagnóstico. La cantidad de negocios asaltados según la misma fuente también disminuyó.
Los negocios más asaltados, de acuerdo con la información suministrada por la policía, fueron los supermercados y autoservicios de barrio, es decir los más chicos. Como característica general se trató de los negocios que tuvieron menos custodia policial. Casi todas las muertes se produjeron en ellos.
“Julio Flores (15 años) resultó muerto cuando un grupo no determinado de personas intentó saquear el supermercado ‘Angelito’ del barrio Arco Iris de Merlo”, dice el parte oficial. “Roberto Gramajo (19 años) –continúa– murió a causa de un disparo en la frente cuando treinta personas saquearon el autoservicio ‘Nico’ de Don Orione. Diego Avila (24 años) falleció durante el saqueo en el supermercado Family después de recibir un disparo en la cabeza.”
Durante la tarde, según las denuncias que recibió este diario, la policía entró a las zonas donde son fuertes los piqueteros para cobrarse viejos asuntos.
En San Francisco Solano, según relató el sacerdote Alberto Spagnuolo, “la bonaerense atacó con balas de goma a un grupo de gente que retiraba bolsas de comida” en el local del Movimiento de Trabajadores.
Al mismo tiempo, en La Matanza la policía reprimía un corte de ruta de la Corriente Clasista y Combativa que encabezaba Juan Carlos Alderete; para ellos el día terminó con seis heridos de bala, dos de ellos internados en terapia intensiva.
Alderete denunció que la policía se trasladó después a la escuela donde se reúnen la organización de desocupados y una vez allí repartió gases lacrimógenos y golpes a todos los que estaban dentro.
Fuentes del gobierno provincial consultadas por este diario negaron que la policía “haya actuado en ese local del MTD” y de la misma manera adujeron que en La Matanza la CCC “quiso entrar a un supermercado”. Ladesmentida no explica por qué hay heridos de bala ni de qué manera terminaron golpeados los vecinos de Florencio Varela.
Anoche, el Ministerio de Seguridad bonaerense identificó a las víctimas fatales: son Diego Avila (24 años), Cristian Legembre (20), Ariel Maximiliano Salas (30), Pablo Marcelo Guias (23), Roberto Gramajo (19), Mariela Rosales (28) Víctor Ariel Enrique, de 21, Julio Flores y Damián Ramírez, de 14.
En La Plata, tres supermercados de la localidad de Ringuelet entregaron en la tarde de ayer 260 bolsones con comida a vecinos carenciados para evitar el casi seguro saqueo.

 

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