Por Cledis Candelaresi
Hace largos diecisiete años,
cuando Adolfo Rodríguez Saá asumió por primera vez
la gobernación de San Luis, suprimió hasta los autos oficiales.
Desde entonces, el virtual presidente provisional intentó aplicar
en territorio puntano el criterio de déficit cero que la Nación
se propuso sin éxito a mediados de este año. Aquella austeridad,
unida a la habilidad de aprovechar debidamente los beneficios de la promoción
industrial y la continuidad de una política, le permiten ahora
jactarse de haber comandado hasta ayer uno de los pocos estados superavitarios
del país.
Con un estilo muy personal, Rodríguez Saá aplicó
en su provincia algunos de los criterios administrativos que la Nación
proclama pero no puede. Equilibró las cuentas y para ello atacó
algunos renglones del denominado gasto político, reduciendo
drásticamente secretarías y asesorías. Al menos hasta
ahora, San Luis destella en el mapa fiscal. Tiene un superávit
de alrededor de 60 millones de pesos anuales y la mejor relación
recursos coparticipados vs. los propios: recibe de la Nación 400
millones, pero recauda 430 (su vecina San Juan, por ejemplo, recibe 400
y pero sólo consigue 100 de sus propias fuentes). La desocupación
es de un envidiable 7 por ciento, muy inferior al 18,3 del promedio nacional.
En relación con los recursos corrientes, los 68 millones de pesos
que adeuda tiene el menor peso relativo: apenas el 13 por ciento.
Pero quizás lo más llamativo es la proporción de
personal público versus ocupados en el sector privado. San Luis
tiene 16 mil estatales y 32 mil empleados industriales, relación
inédita. Esto, porque a diferencia de lo que ocurrió en
otras provincias promocionadas, las industrias instaladas sobre territorio
puntano en su mayoría no fueron armadurías con rueditas.
El mix de austeridad y radicación industrial le permitió
a la provincia una buena performance fiscal. Por esto pudo acumular una
reserva de 500 millones de dólares que tiene depositado en Nueva
York. El resto está volcado en los millonarios planes de obra pública
de la provincia, que la hicieron liderar el ranking de consumo de cemento
por habitante: mientras el promedio nacional es de 150, el de San Luis
sube a 330.
Destina anualmente alrededor de 300 millones de pesos para infraestructura,
superando con creces al presupuesto de otras provincias grandes, y paga
en forma puntual y en efectivo. Lo que pasa es que yo apliqué
el déficit cero desde que llegué a la administración,
se jactaba el 7 de septiembre ante los representantes de la Cámara
Argentina de la Construcción, que lo invitaron a su sede para desentrañar
aquel milagro y, de paso, iniciar el lobby institucional sobre el próspero
estado.
Sucede que las contratistas son empresas locales con las que el ex gobernador
tiene buenos vínculos. Este hecho no sólo genera suspicacias
por parte de quienes ven el negocio pero no participan, sino que tiene
a maltraer a las grandes constructoras nacionales, que no consiguieron
hasta ahora sumarse a ese negocio. Su estilo de gestión es personalista
y autoritario. Por esto renueva periódicamente todo su gabinete,
impidiendo que los funcionarios provinciales se consoliden en sus cargos
y, por consiguiente, en el segmento de la administración que le
toca en suerte.
Así como el círculo de políticos de confianza es
muy estrecho, igualmente acotado es el de referentes económicos.
No se le reconoce economista de cabecera, aunque sí su política
de fluidas relaciones con las figuras de renombre. Martín Redrado,
valga de ejemplo, fue invitado varias veces a ofrecer conferencias en
la provincia mediterránea, aunque no por esto puede definirse su
hombre de consulta.
Hace casi un año que Rodríguez Saa armó un equipo
de técnicos que incluye a hombres del radicalismo para trabajar
en una plan de gobierno. Bien podría decirse que la actual responsabilidad
no lo sorprende totalmente desarmado.
Encuentro con los
ex
Los encargados de la administración de la economía
designados por Ramón Puerta convocaron ayer, a la Casa de
Gobierno, a los principales integrados del ex equipo económico
para recibir un informe sobre el estado de cuentas. Jorge Baldrich,
Guillermo Mondino, Enrique Olivera y Miguel Kiguel, entre otros,
informaron durante dos horas sobre las condiciones de las reservas,
los compromisos de deuda más inmediatos, el estado del Banco
Nación y las perspectivas de recaudación al staff
que integran Jorge Capitanich, Oscar Maberto, Jorge Matzkin y Humberto
Schiavone. En particular, el tema de la deuda ocupó la mayor
parte del encuentro. Ayer hubo un vencimiento de euronotas por 10
millones de dólares, que recién la semana próxima
se decidiría si se paga o no. De todos modos, la preocupación
mayor es el compromiso por aproximadamente 300 millones de dólares
que vence el viernes próximo en Letes. Hasta anoche, no se
conocía si este mismo equipo continuará durante la
transición de Rodríguez Saá, y de hecho los
participantes de la reunión se enteraron durante el transcurso
de la misma de la elección del nuevo presidente provisional.
Según aseguraron las fuentes, hasta anoche ninguno de los
ex integrantes del gabinete económico había sido tentado
para seguir en algún cargo oficial.
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JORGE
CAPITANICH Y OSCAR LAMBERTO
Políticos y técnicos
El justicialismo encomendó
el Ministerio de Economía al senador Jorge Capitanich y la Secretaría
de Hacienda y Finanzas a su colega Oscar Lamberto, dos hombres que aunque
ostenten cierta solvencia técnica son, básicamente, cuadros
políticos. Fue otras de las diferencias cruciales entre la flamante
gestión del PJ, dinámica y ejecutiva, y la extinguida administración
aliancista.
Ambos parlamentarios son contadores públicos y políticos
del interior, batalladores de las causas provinciales. Capitanich, el
joven senador de 35 años, se forjó como técnico en
la función pública trabajando en la Secretaría de
Relaciones Económicas con las provincias, cuando Antonio Erman
González estaba al frente de Economía. Siguió en
el área trabajando varios años, incluso durante la anterior
gestión de Domingo Cavallo en el Palacio de Hacienda, y llegó
a administrar programas para el interior con financiamiento del Banco
Mundial.
Diez años después de su irrupción en Economía,
consiguió que Carlos Ruckauf le financiara la campaña como
primer senador justicialista por el Chaco, descubriendo definitivamente
su perfil y apetencias políticas. Pero este apoyo del gobernador
bonaerense no le impidió tejer, al mismo tiempo, buenos lazos con
Carlos Menem, quien también podría brindarle algún
apoyo.
Algo parecido ocurre con el santafesino Lamberto, hombre de la localidad
de Gálvez, próxima a Rosario. Durante su extensa carrera
parlamentaria como diputado (acaba de asumir en el Senado) representó
al partido en las comisiones de Economía y Presupuesto y Hacienda,
desarrollando su perfil técnico. Sin embargo, en el Justicialismo
se lo reconoce como un sólido cuadro político.
Su militancia en el peronismo combativo en la década del 70 lo
ejercitó en las mañas de la política. Es reconocido
por sus pares del Parlamento como un muy buen orador, al tiempo que desempeña
cómodamente su papel de operador. Desde las huestes
aliancistas le confieren el estatus de técnico más
progresista: sabe mucho y no tiene un discurso condicionado por los organismos
internacionales de crédito, comentaba ayer un hombre de la
gestión delarruista.
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