Por Raúl
Kollmann
En una reunión realizada
en la mañana del jueves, el entonces secretario de Seguridad, Enrique
Mathov, le ordenó a la Policía Federal: Despeje la
Plaza de Mayo. No quiero ningún ataque contra la Casa Rosada.
Este fue el puntapié inicial de la masacre desatada casi en forma
inmediata y que produjo siete muertos. La Policía Federal, en lugar
de establecer un vallado seguro frente a la Casa de Gobierno, terminó
persiguiendo y disparándoles a los manifestantes por todo el centro
porteño, atropelló con los caballos; cada efectivo hizo
lo que se le dio la gana y los policías se embarcaron en batallas
sangrientas contra gente que los insultaba o les tiraba piedras. El jefe
de la Federal, Rubén Santos, dio una respuesta judicial insólita:
prácticamente dijo que no estaba enterado de las muertes. Si
usted recibió la orden de despejar la Plaza de Mayo, ¿cómo
se entiende que haya muertos en la avenida 9 de Julio, que queda a bastantes
cuadras?, le preguntó la jueza María Romilda Servini
de Cubría. El jefe policial no tuvo respuesta y sólo atinó
a una contestación casi provocadora: Nuestros efectivos no
dispararon. Los que tenían armas eran los manifestantes.
La orden de Mathov judicialmente se reconoció que las instrucciones
se originaron en el ministro Ramón Mestre fue netamente política.
Se trataba de despejar la Plaza de Mayo, o sea evitar cualquier
protesta de la gente. Ya había un antecedente: la noche del miércoles,
hubo una masiva presencia de manifestantes con cacerolas frente a la Casa
de Gobierno y esa gente, que no rompió nada de nada, igual fue
dispersada con gases lacrimógenos. O sea que la instrucción
tenía como objetivo evitar una nueva y numerosa concentración
para pedirle la renuncia a Fernando de la Rúa. Peor aún:
la manifestación iba a ser inevitable, la impresión es que
no quisieron que De la Rúa la viera desde su oficina.
La instrumentación de la orden fue directamente catastrófica.
Primero, porque todo se hizo tarde. En lugar de aprovechar que no había
casi nadie en la Plaza a las cuatro o cinco de la mañana, la Federal
trató de instalar vallas a las 10, cuando ya habían llegado
grupos y militantes de izquierda. No es lo mismo ya tener un cordón,
que intentar desplazar a los manifestantes.
Sin embargo según la óptica de los especialistas en
seguridad, no establecieron las vallas ni se concentraron en evitar
que la gente se acercara a la Casa Rosada, sino que salieron a reprimir
por todo el centro porteño. Hubo ataques con caballos, que están
preparados para actuar en lugares amplios, y no como sucedió
después en las calles chicas del microcentro. Se lanzaron
gases en forma indiscriminada casi desde el primer momento, actuaron patotas
de policías de civil y la Federal se convirtió en minutos
en un desorganizado batallón de efectivos que perseguían
y le disparaban al primero que se cruzaba por el camino. Cada policía
se dedicó a su propia batalla contra alguno que lo insultaba o
le tiró una piedra y usando las armas de guerra del Estado. No
hubo mando unificado, hubo venganza, reconoció ante este
diario un alto miembro de una fuerza de seguridad.
La jueza Servini de Cubría intentó frenar las cosas a media
mañana haciéndose ella misma presente en la Plaza de Mayo.
Pero a esa altura, ya los policías había abandonado cualquier
pose defensiva y empezaron a correr a los manifestantes por Avenida de
Mayo y casi todas las calles del centro.
En la noche del jueves, la magistrada se dedicó a ubicar los cuerpos
de las víctimas y asegurar que se hicieran las autopsias. En todos
los casos, los orificios se corresponden inicialmente con proyectiles
9 milímetros, que son los usados por la Federal. Sin embargo, la
última palabra la tendrán en ese terreno las pericias balísticas
que ya se encargaron. ¿Qué responsabilidad tienen
los que dieron la orden? le preguntó este diario a la jueza.
Hay que investigarlo, no se puede dar una impresión ahora.
Tenemos que ver exactamente cómo se disparó. Por ejemplo,
hay una de las víctimas que tiene dos tiros. Hay que ver los videos
de los canales, que tienen imágenes muy notables; se han presentado
decenas de testigos, tendrán que declarar los funcionarios, que
hasta ahora no declararon, y por supuesto los efectivos. Obviamente vamos
a analizar las órdenes que se dieron. De esa manera, vamos a tratar
de determinar las responsabilidades. Mi cálculo es que tardaremos
unos tres meses en tener más o menos terminada la investigación
explicó la magistrada.
Por lo que se sabe hasta ahora, la Federal no sólo argumentó
que prácticamente no conocía que hubiera muertos, sino que
además sostiene que la culpa de todo la tuvieron los manifestantes
que eran los que estaban armados. A primera vista, parece una defensa
ridícula contra lo que se viene: la acusación por siete
homicidios.
Santos, con un pie
afuera
El jefe de la Policía Federal, comisario Rubén Santos,
estaría a punto de abandonar el cargo como consecuencia de
la violenta represión policial, que en el ámbito de
la ciudad de Buenos Aires dejó un saldo de siete muertos.
Ayer, Santos recibió en su despacho al Premio Nobel de la
Paz 1980, Adolfo Pérez Esquivel, a quien le pidió
disculpas por los excesos cometidos por sus hombres.
Pérez Esquivel, quien concurrió para pedir explicaciones
por el maltrato, informó después que Santos se justificó
diciendo que la Policía trató de mantenerse
dentro de ciertos márgenes de control, pero por lo
visto todo fue en vano.
Pérez Esquivel detalló que ahora el caso está
en manos de la jueza María Servini de Cubría, quien
abrió una causa por homicidios reiterados y privación
ilegal de la libertad, entre otros delitos. La consecuencia de lo
ocurrido pueden ser fatal para el comisario Santos, quien había
llegado al cargo de la mano de la Alianza, con una imagen profesional,
técnica, supuestamente alejada de la mano dura.
Todo hace suponer que Santos sería reemplazado, en forma
transitoria, por el actual segundo jefe, comisario Osvaldo Canizzaro,
quien estaría en funciones por un breve lapso, hasta que
se termine de cerrar el actual cambio de gobierno a nivel nacional.
Una vez definida esa instancia, el nuevo jefe sería el comisario
inspector Roberto Eduardo Giacomino, actual jefe del Departamento
de Seguridad Area Gobierno, encargado de la custodia de los funcionarios
del Poder Ejecutivo.
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