Por Diego Fischerman
Clavecinista, pianista (música,
dice ella), docente, integrante fundadora de la Camerata Bariloche y,
sobre todo, factótum de infinidad de proyectos que cubren el abanico
que va desde lo osado a lo francamente riesgoso, Mónica Cosachov
es una figura inevitable a la hora de recorrer el movimiento camarístico
argentino durante las últimas décadas. Pero su historia
artística se remonta aún más lejos, a una grabación
de un disco LP en un sótano de la calle Corrientes cuando tenía
cinco años, y el próximo sábado 22, a las 17.30,
en el Salón Dorado del Teatro Colón y con entrada gratuita,
celebrará sus cincuenta años con la música.
Organizado por la Dirección General de Música de la Ciudad,
en ese concierto Cosachov encarará varios subconciertos o, en sus
propias palabras, simplemente una manera distinta de pensar el hacer
música, diseñar un viaje que el oyente hace con uno; no
está definido todo de antemano, no se trata de una cronología,
de nombres ni de fechas, sino de una posibilidad de ir a distintas partes.
Ese concepto tiene que ver con lo que ella llama forma literaria
de hacer un concierto. Los capítulos de ese trayecto serán,
en este caso, Yo amo a Bach que incluye Oberturas, Prekudios, Fantasías,
Fugas e Invenciones de este autor, Conversaciones entre Chopin,
Schumann y Clara Wieck y La Pasión que transita por composiciones
de Rachmaninov, Bill Evans y de la propia Cosachov.
Junto a la Orquesta Juvenil de Buenos Aires un grupo dirigido por
Alejandro Beraldi y conformado por Cristian Cochiararo en oboe, Teresa
Fainstein en cello, Raúl Becerra y Adriana Rodríguez en
flauta, Julio Domínguez en violín y Eduardo Rodríguez
en fagot Mónica Cosachov pondrá en escena el credo
sobre el que se ha articulado toda su actividad: derribar las barricadas
entre músicos de distintas generaciones y entre músicas
de distintas tradiciones y procedencias. El tan declamado axioma acerca
de que la música es sólo una, en su caso es una realidad
tangible. La gente está atada a los nombres y no a los contenidos;
yo creo que hay que empezar a atarse a los contenidos que son, también,
un nombre, explica, refiriéndose a su participación
en el concierto anónimo en el que, como parte del festival de música
contemporánea que se realizó en los teatros San Martín
y Alvear, se tocaron obras especialmente encargadas a compositores argentinos
sin revelar su identidad hasta una semana después del concierto.
Y se permite, también, ser crítica con la manera en la que
se interpretó la obra de Martín Matalón de la que
ella fue parte. A mí hubo partes de la obra que me gustaron
mucho y otras que no pero, de todas maneras, me comprometí con
la obra, traté de poner lo mejor de mí para que saliera
lo mejor posible. No todos hicieron lo mismo. Aquí hay músicos
que se dicen profesionales porque son capaces de tocar sin ganas pero
eso no es profesionalismo, es todo lo contrario.
No le gusta limitarse. No se define ni como pianista ni como clavecinista.
Dice que los instrumentos son, apenas, los vehículos. Y cuenta
que fue la primera persona en tener un título de clavecinista
en este país. Ese fue, en todo caso, el instrumento
del que me enamoré. Sin embargo, se considera, sobre todo,
compositora. Cuando empecé a tocar el piano, a los dos años,
era porque quería componer. Lo que me importa es lo creativo. Nunca
fui una instrumentista, afirma. Y sus proyectos, que incluyeron,
por ejemplo, el uso por primera vez de pantallas de proyección
en un concierto de música clásica, tuvieron siempre que
ver, según ella, con encontrar toda forma y herramienta que
me sirviera para mostrar que un concierto puede ser de otra manera: luces,
vestuario, una actitud de utilización del espacio del escenario
y de alrededor. Para mí la música es un ritual. Yo amo todo
lo que es ritual y todo ritual incluye a la música, concluye.
FESTIVALES
MUSICALES EN EL 2002
Gidon Kremer y compañía
La asociación Festivales
Musicales cumplió este año un cuarto de siglo de existencia.
En esa trayectoria hubo varios hitos que transformaron las normas de las
temporadas de música clásica porteñas, incorporando
nombres de intérpretes y repertorios que hasta ese momento habían
estado ausentes. Las interpretaciones historicistas de música barroca
y clásica, con visitas como las de Christopher Hogwood (que por
primera vez hizo escuchar en Buenos Aires música de Mozart y Beethoven
con una orquesta con el tamaño y con los instrumentos para que
esas obras habían sido compuestas) o Philippe Hereweghe, las visitas
periódicas de Jordi Savall y festivales dedicados a Purcell y Britten,
fueron algunos de los puntos salientes de esa historia. La temporada del
año próximo, en ese sentido, promete estar a la altura.
Empezando por la presencia del violinista Gidon Kremer quien, al frente
de su grupo Kremerata Baltica hará en vivo el ciclo que grabó
en un doble CD con el nombre de Las 8 Estaciones: ni más ni menos
que las 4 de Antonio Vivaldi y las 4 de Astor Piazzolla, alternadas.
Johann Sebastian Bach será otro de los protagonistas de la temporada,
ya que se han programado tres de sus obras ejemplares: La Pasión
según San Juan que será interpretada por la Camerata
Bariloche, el Grupo de Canto Coral y los solistas Bernarda Fink, Marcos
Fink, Víctor Torres, Makoto Sakurada y Gerd Türk, con la dirección
de Mario Videla, la Ofrenda Musical por Manfredo Kraemer en
violín, Juan Manuel Quintana en viola da gamba, Manfredo Zimmermann
en flauta travesera y Videla en clave y las Variaciones Goldberg
a cargo del Sergei Koroliov en piano. El joven y excelente
pianista argentino Horacio Lavandera, que acaba de ganar el prestigioso
concurso Umberto Micheli y que fue aceptado como alumno nada menos que
por Maurizio Pollini será, por su parte, quien inaugure la programación
de 2002 con su primer recital en el Teatro Colón
Otro de los atractivos será el estreno local del recientemente
descubierto Requiem de Händel, con la soprano Julia Gooding y el
grupo London Baroque (en esta ocasión conformado por dos violines
y bajo continuo), que conduce el violagambista Charles Medlam. Carlos
López Puccio dirigirá a su Estudio Coral de Buenos Aires
en un repertorio íntegramente dedicado al siglo XX y el Cuarteto
Skampa, de la República Checa, interpretará obras de Beethoven,
Janacek y Dvorak. Está por confirmarse, además, la actuación
de Douce Memoire. Conformado por cantantes solistas e instrumentistas
que tocan violas, flautas dulces, sacabuches y laúdes entre otros
instrumentos de la época, éste es uno de los mejores grupos
actuales entre los dedicados a la interpretación de música
del Renacimiento.
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