Por Eduardo Tagliaferro
En el actual escenario político
es una rara avis. Sobrevivió al derrumbe del Frepaso y a la bochornosa
performance del gobierno de Fernando de la Rúa. Los escombros de
la Alianza, esa coalición de radicales y frentistas que había
llegado con la promesa de cambiar el modelo económico de Carlos
Menem, no lo sepultó. Aunque nadie duda de que la oleada peronista
puede convertirlo en una de sus presas políticas más codiciadas,
Aníbal Ibarra prefiere poner el acento en las oportunidades que
se abren luego de la crisis. Así como De la Rúa no
supo comprender la realidad, el justicialismo acaba de dilapidar una oportunidad
histórica, dice a Página/12 analizando el comportamiento
del PJ en la Asamblea Legislativa. Para explicarlo, no duda en afirmar
que priorizaron resolver su interna partidaria en lugar de poner
el acento en un acuerdo nacional. A la hora de definir el programa
de ese acuerdo dice que debería contemplar la suspensión
del pago de la deuda externa, una salida ordenada de la convertibilidad
y ayuda social directa. Es un tema que le preocupa excluyentemente y formó
parte de la extensa charla que mantuvo con el cada vez más pragmático
Felipe González, quien por estos tiempos aparece como más
español que obrero o socialista.
¿Cómo definiría a la crisis que terminó
con el gobierno de Fernando de la Rúa?
Fue una profunda crisis que a lo económico-social le sumó
la atomización política. El gobierno de De la Rúa
no supo ver la realidad y dilapidó todas sus energías en
el obsesivo esquema de Domingo Cavallo. Se inmoló detrás
de él para terminar en el peor de los escenarios posibles. Con
la gente en la calle y en medio de una gran violencia.
En la madrugada del miércoles, la clase media porteña
produjo el histórico cacerolazo que terminó con el gobierno
de De la Rúa. ¿Cómo lo evalúa?
El discurso que motivó la reacción de la gente era
su última oportunidad. Estaban dadas las condiciones para que le
dijera a la población que había echado a Cavallo y que estaba
dispuesto a cambiar el rumbo. Presentarse ante las cámaras para
decir que había firmado el estado de sitio fue una actitud que
tan sólo buscaba mostrar autoridad. La gente no lo soportó
y así comenzó la pueblada.
¿Realmente pensó que De la Rúa podía
cambiar? Aparecía fuertemente soldado a las políticas neoliberales
prohijadas por Carlos Menem.
Cierto es que su concepción estuvo fuertemente ligada a lo
que le propuso Cavallo. Hecho que evidenció su falta de plan y
el reiterado fracaso de sus políticas. Hasta el Fondo Monetario
Internacional decía que la Argentina era un pozo sin fondo en el
que se perdían todas los préstamos. Si por sus convicciones
De la Rúa no estaba dispuesto a cambiar, tendría que haberlo
hecho por espíritu de supervivencia. No lo hizo y finalmente tuvo
que renunciar.
¿Por qué las propuestas electorales de la Alianza
terminaron en el cesto de los papeles?
Ni el Frepaso supo incidir en las políticas del gobierno
nacional, ni De la Rúa tuvo la convicción necesaria para
tomar medidas que rompieran con la continuidad del esquema económico-social
que había producido tantas inequidades. A eso se sumó que
la hipoteca del menemismo era mucho mayor que lo contemplado por la Alianza.
¿El peronismo supo entender el mensaje transmitido por las
movilizaciones que terminaron con De la Rúa?
Así como el ex presidente De la Rúa no supo entender
la realidad, el Justicialismo acaba de dilapidar una oportunidad histórica
dado que su comportamiento en la Asamblea Legislativa prioriza la resolución
de su interna partidaria en lugar de definir pautas para un compromiso
o acuerdo nacional. Estos días deberían haberse utilizado
para reproducir el espíritu de la reunión que la semana
pasada se realizó en la sede deCáritas. Debería haberse
definido un programa con vista al futuro. Un programa que permitiera cambiar
las desigualdades existentes en la Argentina. Hay que tomar la real dimensión
de esta crisis. No fue una enfermedad, no fue un accidente, ni ninguna
emergencia imprevisible lo que generó la renuncia de De la Rúa.
No hay salida posible sin ese acuerdo o compromiso nacional. Tengo la
convicción de que los dirigentes políticos no estuvimos
a la altura de las circunstancias.
¿No considera que darle la espalda a los reclamos populares
puede repetir las escenas de violencia que se vivieron esta semana?
Espero que la violencia no se vuelva a repetir. Pero tenemos una
tensa calma que puede quebrarse si no hacemos lo que la sociedad espera.
No hay espacios para hacer especulaciones. Hay que ser conscientes de
eso y hay que actuar con la mayor responsabilidad.
Habla de un programa sobre el que debería vertebrarse un
acuerdo nacional ¿Cómo lo definiría?
Antes que nada hay que admitir que se puso el carro delante del
caballo. Sin decidir un programa, sin la posibilidad de alcanzar un acuerdo,
se definió la transición pensando en la interna partidaria.
Lo que se haga de aquí en mas, no va a tener la misma amplitud.
Si no hay acuerdo nacional las internas son tan fuertes que no se si siquiera
si Rodríguez Saá llega a asumir o si asumiendo llegamos
a las elecciones. Y si seguimos así, el que llege a ganar las elecciones
va a tener una victoria a lo Pirro. El programa al que yo me refería
debería sincerar la situación de default, suspender por
un año el pago de la deuda externa y reprogramarla. Pautarse una
salida programada de la convertibilidad y la definición de un plan
social que ayude a paliar estos tiempos difíciles. Es absolutamente
necesario poner en funcionamiento la rueda de la producción ya
que de lo contrario no hay ninguna salida posible.
¿A qué llama salida ordenada de la convertibilidad?
Si no se sale en forma ordenada y planificada de la convertibilidad,
finalmente la va a realizar el mercado y eso sería caótico.
Hay que proteger los intereses de la gente y hay variantes para hacerlo.
Esto tiene que estar enmarcado en la definición estratégica
de la Argentina como país exportador y la sobrevaluación
del peso hace inviable ese perfil.
¿Buscara acuerdos del Frepaso con otras fuerzas políticas
para llenar el espacio de la centro-izquierda?
Hay que confluir en posiciones amplias y no sectarias que unifiquen
a los sectores progresistas. No hay una sola manera de ocupar ese espacio,
sino varias. Donde hay responsabilidades de gobierno hay que mostrar los
resultados de la gestión. Mirado desde ese punto de vista tengo
una gran responsabilidad. Esta crisis es muy profunda, no sirve que ninguna
fuerza se encierre en si misma. Hay que salir de los corralitos siendo
coherentes con nuestra propia historia. Se debe generar una esperanza
en la sociedad. No es posible ninguna coalición que tenga como
único objetivo obtener bancas legislativas. La gente quiere cosas
que le sirvan, no quiere solo discursos. Vamos a hablar con todos los
dirigentes para tener una posición unificada, hoy en medio de la
crisis me resulta casi patético hablar de elecciones y de campaña
electoral. De todas maneras, si hubiera elecciones, cosa que no la veo
segura, estaríamos apoyando a Carrió. Pero insisto: hoy
los temas son el hambre, el trabajo y la crisis en la Argentina.
En estos días hubo un fuerte discurso antipolítico.
¿Qué riesgos encierra esa postura?
Si eso es lo único que queda de todos estos días de
movilizaciones, puede ser peligroso. Considero que hay una interpelación
no sólo a la política sino también a la dirigencia
en general. Y la única forma de modificar esa situación
es con hechos y resultados. La gente está cansada de palabras.
Durante este año en la Ciudad de Buenos Aires sostuvimos la obra
pública. Tuvimos el presupuesto más alto en Educación
a la vez queredujimos las estructuras burocráticas de la administración
pública en la Ciudad.
Adolfo Rodríguez Saá remarcó en varias ocasiones
su intención de transferir la Policía Federal, la Justicia
e incluso las universidades nacionales, a la Ciudad. ¿Qué
opina?
Como jefe de Gobierno siempre he tenido una posición muy
clara. A la Ciudad nadie le regala nada y por el contrario sus recursos
se distribuyen totalmente entre la Nación y las provincias. Siendo
el segundo distrito del país es profundamente solidaria y federal.
Del total de los impuestos coparticipables, aporta el 26 por ciento y
retira el 1 por ciento. También la acción social del gobierno
nacional se sostiene con el producto de la recaudación del juego
en la Ciudad. La factura de los desequilibrios provinciales en muchos
casos producto de pésimas administraciones no será pagada
por la Ciudad. De todas maneras esperaremos ver qué pasa.
¿Sigue reclamando el traspaso de la Policía Federal?
Sigo insistiendo en eso. Pero reitero que debe hacerse con los recursos
correspondientes.
¿Intervino para detener la represión desatada en Plaza
de Mayo?
Hablé con el ex ministro del Interior, Ramón Mestre,
luego de la primera represión y se la detuvo al punto que hubo
un momento de tranquilidad.
¿No le parece que la Federal fogoneó los incidentes?
No, no fue fogoneado por la Policía. El conflicto no le convenía
a nadie.
¿Carlos Chacho Alvarez está invalidado
para volver a la actividad política?
Ni está invalidado para volver, ni está alejado de
la política ya que la lleva en sus genes. Chacho fue quien llevó
al progresismo al más alto lugar. Su renuncia tuvo diversas lecturas:
empezó con un fuerte respaldo popular y terminó siendo motivo
de muchos reproches.
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