Por Carlos Rodríguez
Los bienes son de todos,
decía Tomás de Aquino. Por eso yo pienso que el que necesita
y toma, no roba. Aunque se ubica muy lejos de propiciar cualquier
cosa que se parezca en lo más mínimo a la ola
de saqueos en supermercados, el obispo de Morón monseñor
Justo Laguna le dijo a Página/12 que en la actual situación
del país hay que analizar muy bien lo que se dice a través
de los medios de difusión y desde el gobierno hay que buscar soluciones
que vayan al fondo del problema social que atravesamos. Aunque aclaró,
innecesariamente, que su función nada tiene que ver con la economía,
opinó incluso sobre el debate en torno de si hay que pagar o no
la deuda externa. No hay nada que se pueda hacer a costa de la vida
del hombre. Por eso, a ese costo no se puede pagar la deuda. No digo que
no haya que pagarla nunca, pero está visto que ahora no se puede
pagar. Eso es lo más sensato.
En diálogo exclusivo con este diario, monseñor Laguna sostuvo
que en sus 72 años de vida no recuerda ninguna situación
que pueda compararse con la gravedad de lo ocurrido en éstos días
y que superó largamente lo que sucedió durante el
gobierno de (Raúl) Alfonsín, a quien le tenía un
gran aprecio, aunque también falló en el aspecto económico.
Aunque lamentando los hechos de violencia, recordó que la
pobreza y la marginación vienen desde el nacimiento de Jesús
y que la propiedad privada es un bien cuando la tienen todos, no
cuando es patrimonio de un pequeño grupo.
Se dice que en Morón no hubo saqueos ni protestas. ¿Cuál
ha sido la razón de esa diferencia respecto de lo sucedido en el
resto de la provincia de Buenos Aires?
Lo que pasó es que hubo prevención, al formarse un
frente con sectores empresarios de los que no participaron Carrefour,
Coto y las grandes firmas. Le aclaro que yo firmé la iniciativa,
pero no hice nada más por falta de tiempo. La idea surgió
del intendente (Martín) Sabbatella.
¿Cuáles fueron las medidas que se tomaron?
El frente tomó como base nueve barrios que podrían
ser considerados peligrosos, como Castelar sur, en el límite
con Moreno, William Morris o la villa Carlos Gardel, donde igualmente
se produjeron algunos problemas, y otros lugares muy pobres, con muchas
necesidades. Aunque hubo pequeños desbordes, no se llegó
al nivel de tragedia de Ramos Mejía, por ejemplo. En el trabajo
participó la Universidad de Morón, pero lo fundamental fue
el trabajo del intendente Sabbatella, que es un hombre de primera, que
está siempre pensando y trabajando para buscar soluciones.
¿Pero qué se hizo, concretamente?
Primero se aprobó un plan, en el Concejo Deliberante, donde
se impuso la idea de la Alianza, o de lo que queda de la Alianza, para
repartir comida y tomar contacto con la gente de los barrios. En realidad,
el reparto continuó durante este fin de semana y se logró
minimizar el problema.
¿La situación sigue tranquila en Morón?
Por ahora está todo bien, aunque como en la mayoría
de los distritos del Gran Buenos Aires la clase media está convulsionada
por los rumores que dicen que se vienen los saqueos en las casas.
En otros lugares de la provincia se dice que la versión fue
echada a rodar por la propia policía. ¿Esto fue lo que pasó
en Morón?
Es posible, pero yo no sé con seguridad de dónde vino
el rumor. Lo cierto es que vino y que hay mucho pánico, aunque
todavía no pasó nada que confirme la veracidad de esa versión
tan alarmista.
¿Cuál fue, en su opinión, la causa del estallido
social?
Si el gobierno de la Alianza, de Fernando de la Rúa, desde
el primer día, hace dos años, se hubiera ocupado de lo social,
de la pesada herencia que había recibido del menemismo, la situación
hubiera sido otra. Pero pasaron los ministros de Economía sin que
nunca se le diera importancia al tema, como si no existiera.
¿Usted cree que con la renuncia de De la Rúa van a
cambiar las cosas?
Ellos (por los peronistas) son más vivos y ahora van a tratar
de solucionar las cosas porque están presionados por cuestiones
electoralistas. Tienen que pensar muy bien lo que hacen, porque la situación
es muy difícil y ellos también pueden fracasar si no buscan
soluciones urgentes en materia social.
¿Cómo analiza el nivel de virulencia que alcanzó
la protesta?
El problema del hambre viene desde hace mucho tiempo y eso provocó
la aparición de la rabia, lo que formó un coctel muy explosivo.
Se vivieron situaciones muy extrañas. Yo no veo televisión,
pero tuve que hacerlo en estos días y vi reacciones extrañas:
personas que salían a romper por romper, que agarraban un televisor
y lo rompían, una computadora y la rompían. Ni siquiera
robaban para vender. Actuaban llevados por la rabia, por la rabia que
genera el hambre, la desocupación, la marginalidad.
El de la rabia es un clima muy feo. En los 72 años de vida que
tengo, nunca viví una cosa semejante.
¿No puede compararse con lo que pasó en 1989?
Yo creo que había que llegar a la huelga de los talleres
Vasena (habla de la Semana Trágica), pero yo no había nacido.
En los saqueos contra Alfonsín hubo 14 muertos y un manejo político
detrás del levantamiento popular. Es cierto que Alfonsín
se había equivocado con lo económico, lo digo a pesar del
respeto que le tengo al ex presidente, pero lo que pasó entonces
no tiene ni punto de comparación.
¿Cuáles fueron las diferencias con lo ocurrido esta
semana?
Acá hubo una gran participación de la clase media,
tal vez afectada por las medidas que se tomaron para favorecer a los bancos.
El cacerolazo fue muy fuerte en el barrio norte. Creo que ása fue
la principal diferencia, ya que no fue solamente el problema de los pobres
que salieron a saquear los supermercados.
La Iglesia había alertado sobre lo que iba a pasar. ¿Usted
cree que la Iglesia hizo lo suficiente?
Yo no soy la Iglesia. Yo soy apenas un obispo. La evaluación
la tendría que hacer la Comisión Ejecutiva. A mí
me parece que la advertencia que hizo monseñor (Estanislao) Karlic
estuvo bastante bien. No para el Premio Nobel, pero estuvo bien.
¿Usted cree que fue desmedida la reacción de los sectores
populares que salieron a tomar supermercados?
No hay nada más sagrado que la vida. Yo le voy a hacer una
cita piadosa: en Belén tampoco había lugar para ellos, para
Jesús, María y José, y por eso se tuvieron que refugiar
en una choza. Esto significa que la pobreza y la exclusión vienen
desde muy lejos. Las críticas más duras de éstos
días las hicieron los que tienen los bienes, tal vez sin pensar
que los bienes son de todos. Y esto no lo digo yo, lo dijo Tomás
de Aquino. Por eso, lo que yo pienso es que el que necesita y toma, no
roba. Hay que tener mucho cuidado con la idea de la propiedad privada.
La propiedad privada es un bien cuando la tienen todos, no cuando sólo
es patrimonio de un pequeño grupo.
Aunque no es lo suyo, lo que me dice me anima a consultarlo por
un tema que viene siendo discutido a nivel político: ¿Se
debe pagar o no la deuda externa?
No es asunto mío, no lo puedo decidir yo, pero me parece
que a costa de la vida del hombre, no se puede pagar. No digo que no se
pague nunca, pero en éstos momentos no se puede apretar más
a la gente, que lleva años viendo como sube cada vez más
la desocupación. El presidente de Chile (Ricardo Lagos) tuvo una
mala elección porque la desocupación subió del 5,5
por ciento al 9 por ciento. Ojalá nosotros tuviéramos sólo
el 9 por ciento. Es inaguantable la situación que se vive en nuestro
país. No se trata de un problema material, es un problema moral.
La gente necesita trabajar para sentirse útil. No tener trabajo
es como una mutilación. Por eso, si no se puede pagar, no se debe
pagar. Es lo más sensato.
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