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SE CUMPLIO EL TRASPASO DE MANDO EN KABUL
También asumen en Afganistán

Hamid Karzai asumió el mando por seis meses, hasta que surja un gobierno de transición que llame a elecciones en dos años. Hubo agradecimientos �al mundo civilizado, a la ONU�.

La colorida ceremonia en la que asumió Karzai, de acuerdo al pacto multisectorial de Europa.

La escena podría parecer un traspaso de mando común y corriente: primero habló el presidente saliente, luego el nuevo mandatario y se entonó el himno nacional. Sin embargo, no se trataba de un país cualquiera: la ceremonia ponía fin al vacío de poder de Afganistán tras la caída del régimen talibán a manos de Estados Unidos y su aliado local, la Alianza del Norte. El líder pashtún Hamid Karzai asumió ayer con el respaldo de Occidente como jefe de gobierno interino por seis meses, hasta que se consensúe un gobierno de transición que desemboque, en dos años, en elecciones generales, tal como se acordó hace tres semanas en la conferencia interafgana promovida por la ONU. Sin embargo, fue el presidente saliente Burhanuddin Rabbani, alejado de ocupar un lugar de relevancia en la transición por esa misma asamblea, quien agradeció a los patrocinadores del evento: “Al mundo civilizado, a la ONU y a la Unión Europea”. Entretanto, desde China, el presidente de Pakistán, Pervez Musharraf, aseguró que hay una fuerte posibilidad de que Osama bin Laden haya muerto durante los bombardeos estadounidenses en la región de Tora Bora, descartando que se encuentre refugiado en su país.
La ceremonia se realizó en la sala de actos del ministerio del Interior, repleta con más de dos mil invitados y decorada con un letrero inmenso en el que se leía: “Que Alá conceda paz y prosperidad en Afganistán”. “Se acabaron los días de llorar, llegaron los días de la libertad” fue lo primero que exclamaron los locutores, uno en pashtún y el otro en darí (persa) –la lengua oficial de la Alianza del Norte–; luego, se inició una breve lectura del Corán que presenciaron los grupos invitados de las 31 provincias del país. También llegaron a tiempo para la ceremonia los primeros elementos de la Fuerza Internacional de Asistencia para la Seguridad (ISAF) aprobados por la ONU, como símbolo del apoyo de la comunidad internacional al proceso democrático en Afganistán.
En la sala, resaltaba un asiento vacío lleno de flores y con un retrato del comandante tayiko y líder antitalibán Ahmed Sha Massud, asesinado el 9 de setiembre. El propio Karzai lo evocó reiteradamente en su discurso de investidura: “Quiero recordar a Massud, y a todos los que lucharon y murieron en el nombre de Alá”. Karzai –que llegó acompañado por Abdul Rashid Dostum, el “señor de la guerra” uzbeco que manda en gran parte del norte del país y que había mostrado su descontento por la escasa representación de su grupo en el gobierno– llamó a “olvidar el doloroso pasado” y convocó “a trabajar duro entre todos los afganos” y luego detalló los objetivos del nuevo gobierno: “la guerra contra el terrorismo, el respeto a la libertad de expresión y a los derechos de las mujeres y la reconstrucción del ejército con ayuda internacional”. Cuando terminó de hablar, el ministro de Justicia, Maulawi Qassim, le tomó juramento. Luego, juró el resto del ejecutivo: un total de 29 funcionarios.
Karzai liderará el gabinete afgano hasta la celebración de una Loya Jirga, o gran asamblea de notables afganos, de donde surgirá un ejecutivo de transición por 18 meses. La composición del actual gobierno expresa el acuerdo alcanzado en la conferencia interafgana de la ONU celebrada en Bonn el pasado 5 de diciembre: es decir, incluye la representación proporcional de todas las etnias y facciones del país.
La única complicación de la jornada fue una controversia desatada a raíz del ataque de la aviación norteamericana, el jueves pasado, que según Washington apuntaba contra un convoy de fieles a Osama bin Laden pero que según la agencia Afghan Islamic Press (AIP) y los pobladores afganos, el blanco del ataque fueron notables de las provincias afganas que viajaban a Kabul para el traspaso de mando. Ayer, Karzai afirmó a la prensa que se inició una investigación sobre dicho incidente.
Mientras tanto, el presidente de Pakistán se pronunció acerca de la desaparición del hombre más buscado del planeta y por lo cual Estados Unidos no puede aún cantar victoria. “Hay una gran posibilidad de que (Bin Laden) haya perdido la vida (en Tora Bora)”, dijo Musharraf en medio de su visita oficial a China. Y agregó: “Quizás está muerto por todas lasoperaciones que se han realizado, el bombardeo que se ha hecho de todas las cuevas”. Al ser interrogado sobre si Pakistán entregaría a Bin Laden a Estados Unidos en caso de estar escondido en Pakistán, respondió: “Sí, seguramente lo entregaremos. El no está en Pakistán, de eso estamos razonablemente seguros, pero no podemos estar 100 por ciento seguros. Y si él entra, si lo identificamos, será entregado (a Estados Unidos)”.

 

Claves

Afganistán tiene su primer gobierno de la era postalibán: ayer asumió el líder pashtún Hamid Karsai como jefe del gobierno interino que durará seis meses, hasta que se acuerde un ejecutivo de transición por otros 18 meses y, luego, se llame a elecciones generales, tal como se acordó en la conferencia interafgana en Bonn, auspiciada por la ONU.
El discurso de investidura tuvo un tono de reconciliación nacional y detalló los objetivos del gobierno; entre ellos, la lucha contra el terrorismo, la libertad de prensa y de las mujeres.
Desembarcaron para presenciar la ceremonia los primeros efectivos de la fuerza internacional para la paz liderada por la ONU, como símbolo de apoyo a la transición afgana.
Mientras tanto, Osama bin Laden sigue sin aparecer y el presidente de Pakistán, Pervez Musharraf, anunció que no cree que esté escondido en su país y que, lo más probable, es que haya muerto en los bombardeos contra las cavernas de Tora Bora.

 

UN GESTO DE KARZAI EN MEMORIA DE MASSUD
Un homenaje al león guerrero

Por Guillermo Altares
Desde Kabul

Cuando Hamid Karzai, presidente de Afganistán desde ayer, llegó a Kabul hace unos días hizo dos cosas. La primera, reunirse con sus ahora ministros de Defensa e Interior, Mohamed Fahim y Yunus Qanuni, los dos hombres fuertes de la Alianza del Norte. La segunda, el viernes de la semana pasada, día sagrado de los musulmanes, viajar hasta Jangalak, un pequeño pueblo de casas de adobe, situado en el corazón del valle de Panjshir, a cuyos pies fluye el río que da nombre al valle, que arranca en las puertas de Kabul. Allí, en la colina del líder de los mártires, hay una modesta tumba cubierta de flores secas y rodeada de hierbas en la que está enterrado Ahmed Shah Massud. Karzai, un pashtún, sabía que para ganarse el respeto de los tajikos con los que va a gobernar, tenía que homenajear al “León del Panjshir”. Tras su asesinato el 9 de septiembre de este año, seguramente por orden de Osama bin Laden, dos días antes de los atentados contra Washington y Nueva York, se ha convertido en el gran mito de Afganistán, en el santo de una religión sin santos.
En los cuarteles, los vehículos militares, los edificios oficiales, los hoteles, las tiendas, las sedes de los partidos, los puestos del mercado, los camiones, las plazas: en todas partes hay un retrato de Massud. Cuando los talibanes abandonaban una ciudad y llegaban las fuerzas de la Alianza del Norte, los carteles con la foto de Massud tardaban unas pocas horas en hacerse omnipresentes. Dos meses después de su asesinato, todos los pueblos del Valle del Panjshir estaban llenos de banderas negras, en señal de duelo por el comandante que defendió aquellas tierras con un puñado de mujaidines de sucesivas oleadas de batallones de soldados soviéticos, apoyados por aviación y artillería.
Da igual a quien se pregunte, un soldado desharrapado con Kalashnikov o un comandante en la cúspide de su poder: Massud era “el mejor combatiente”, “el hombre que más hizo por los afganos”, “el gran mujaidín”, “el soldado más valiente y generoso”, “el comandante que siempre perdonaba a sus prisioneros”. Da igual a quien se pregunte, un soldado desarrapado con Kalashnikov o un comandante en la cúspide de su poder: Massud era “el mejor combatiente”, “el hombre que más hizo por los afganos”, “el gran mujaidín”, “el soldado más valiente y generoso”, “el comandante que siempre perdonaba a sus prisioneros”.
Ningún elogio o recuerdo es suficiente. La prueba del nivel de idolatría que ha alcanzado la figura de Massud está en la incipiente televisión afgana, puesta en marcha tras la salida de los talibanes de Kabul. Todos los días, después del informativo de la noche, hay un programa único: Massud. Entrevistas con el comandante, imágenes de su visita a Francia en 2000 o de sus momentos de gloria en el frente, discursos, conferencias de prensa. Da igual: en el comedor del Hotel Intercontinental de Kabul siempre hay un puñado de soldados y camareros contemplando el televisor fascinados. El entierro de Massud en el valle del Panjshir fue retransmitido durante una semana todos los días y no se cansaban. El nivel de sinceridad en la devoción quedó demostrado cuando instalaron la parabólica. El mismo grupo contemplaba un desfile de modelos en una cadena de televisión de India; pero, cuando llegó la hora, volvieron a la cadena local para ver, por cuarta noche consecutiva, el entierro de Massud.
Idealizado por escritores occidentales, sobre todo franceses y estadounidenses, Massud fue sin duda un genio de la guerra de guerrillas durante la lucha contra los soviéticos, un soldado que tuvo piedad con sus enemigos en un país donde nadie la tiene, un musulmán relativamente moderado (aunque su mujer no asistió a su entierro, siguiendo alguna de las muchas siniestras tradiciones machistas que pueblan la cultura de este país); pero nunca logró mantener unidas a las fuerzas de la oposición trasla salida de los soviéticos. Quizás la historia de Afganistán tras la caída de los talibanes hubiese sido diferente con Massud. Lo único seguro es que su imagen, normalmente meditabunda, con un toque de Che Guevara, presidirá todos los despachos y cuarteles donde se tomen las decisiones sobre el futuro de este país.

 

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