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EL GOBIERNO ACEPTO LA RENUNCIA DEL COMISARIO SANTOS
Se fue un duro con discurso blando

El jefe de la Policía Federal se fue después de la feroz represión que provocó siete muertos. Hoy designan a su sucesor.

El comisario general Rubén Santos recibió ayer una primera factura por la represión policial del jueves último en Plaza de Mayo y alrededores. El flamante secretario de Seguridad Interior, Juan José Alvarez, le aceptó la renuncia al cargo de jefe de la Policía Federal y hoy mismo llevará al presidente Adolfo Rodríguez Saá “una terna de candidatos” a reemplazarlo. Los cambios (en el Ejecutivo y en la fuerza) no alcanzaron a calmar a los efectivos, que ayer agredieron a un periodista de este diario (ver aparte). Alvarez anunció además que el Gobierno “levantará” el estado de sitio en la provincia de Buenos Aires.
Alvarez se reunió ayer con los responsables de las tres fuerzas de seguridad interior, la Policía Federal, la Gendarmería y la Prefectura Naval. La renuncia de Santos fue aceptada de inmediato. En cambio, el funcionario confirmó al comandante general Hugo Miranda como jefe de la Gendarmería y a Juan Carlos Beltriti como director general de la Prefectura Naval.
La situación de Santos había quedado seriamente comprometida tras los suceso del jueves, en que los efectivos de la Federal reprimieron salvajemente a los manifestantes en la Plaza de Mayo y en otros puntos de la ciudad. Ese accionar policial provocó siete muertes en apenas unas horas, en pleno centro porteño.
El viernes, el jefe policial había tenido un adelanto sobre su destino: debió retirarse del Congreso, en medio de una rechifla e insultos de legisladores, cuando se ubicó entre los invitados especiales a la Asamblea Legislativa. Santos deberá dar cuenta a la Justicia por las muertes registradas en la represión del jueves ante la jueza María Romilda Servini de Cubría.
“Si no hubiera ocurrido lo de Plaza de Mayo, igual hubiera renunciado”, argumentó ayer el ex jefe. “Tiene que ver con una cuestión ética, porque yo fui designado por el (ex) presidente Fernando de la Rúa”, agregó.
Santos había sido designado como jefe el 6 de enero de 2000, luego de desempeñarse en la Superintendencia de la Policía Científica. Aunque su discurso era contrario a la doctrina de la “mano dura”, su gestión fue cuestionada por la dura represión a una manifestación sindical, en abril de ese año. Su puesto tambaleó meses después, cuando se produjo la histórica fuga del Departamento Central de Daniel “Tractorcito” Cabrera y dos paraguayos acusados de asesinar al vicepresidente de Paraguay.
Tras anunciar el despido de Santos, el secretario Alvarez informó que la situación en la provincia de Buenos Aires “es calma”. “Según me informó el jefe de la policía (Bonaerense) Amadeo Dangelo, no tenemos problemas importantes”, por lo cual, anunció, será levantado el estado de sitio en esa provincia. “El ministro de Interior (Rodolfo Gabrielli) está haciendo las consultas correspondientes para decidir si también se levanta en las provincias de San Juan y Entre Ríos”, dijo Alvarez. El funcionario se desempeñó hasta el viernes como ministro de Seguridad de Carlos Ruckauf, quien ayer designó en su reemplazo al intendente de Ituzaingó, Alberto Descalzo.
En cuanto a las víctimas de las últimas jornadas, Alvarez dijo que habló del tema con el Presidente “para encontrar un mecanismo que permita satisfacer a quienes han sido dañados”. “Se habló no solamente de los comercios dañados sino también de las familias de las víctimas”. En ese sentido, no descartó “que haya indemnizaciones para los familiares tanto de los muertos como de los heridos”.
En cuanto a los protagonistas de los saqueos, sólo en el departamento judicial de San Martín, un total de 130 personas fueron procesadas por participar en los hechos registrados en los partidos de San Miguel, Tres de Febrero, San Martín, José C. Paz y Malvinas Argentinas. “De las 150 personas que fueron detenidas en esta jurisdicción, se encontraron pruebas para procesar a 130, mientras que los otros 20 fueron liberados”, dijo una fuente judicial.


LA POLICIA AGREDIO A UN FOTOGRAFO DEL DIARIO
A patadas contra Página/12

Para no perder la costumbre, la Policía Federal volvió a ejercer la violencia indiscriminadamente en Plaza de Mayo. Ayer a las 15, en Rivadavia y Bolívar, miembros del cuerpo de motociclistas de esa fuerza le pegaron al fotógrafo de Página/12 Pablo Piovano, a quien además le destrozaron su cámara. Fue otro eslabón de la cadena de agresiones policiales de los últimos días, que tuvo su clímax en la feroz represión desatada durante el jueves y el viernes pasados, que provocó siete muertes todavía no esclarecidas en la zona del microcentro.
“Veníamos caminando, después de hacer fotos de las juras en la Casa Rosada, cuando vemos a varios policías tirados en la vereda, descansando. Nos ponemos a hacerles fotos. Hasta ahí estaba todo bien”, explica Piovano, que iba acompañado por los fotógrafos de este diario Alejandro Elías y Jorge Larrosa. “Pero al poco tiempo uno de los policías empieza a decir ‘eh, ¿de dónde sos vos?’, de mala manera. Yo no le contestaba, hasta que dije que era de Página. Me empezaron a decir ‘que hacés con esa camarita de mierda, qué laburo de mierda el tuyo’”, agrega. “Entonces se me vinieron al humo, eran como seis o siete”, recuerda.
“A Elías y a mí nos sacan, nos dicen ‘llevate al pibe, dale’, y mientras aprovechan para rodearlo a Piovano”, cuenta Larrosa. “Cuando me rodean, instintivamente levanto la cámara; me pegaban patadas con esos borceguíes, me tiraban manotazos a la cara, querían manotearme la cámara”, dice Piovano, y señala que “uno de los policías me agarra del cuello, pierdo el aire y entonces logran sacarme la camara. Otro de ellos, con toda la furia, la tira contra el piso”.
La agresión de los policías sólo terminó cuando intervino una anciana. “‘¿Por qué le pegan? ¿Por qué siguen reprimiendo?’, decía la mujer. Recién ahí se subieron a las motos y se fueron”, dice Larrosa. La brutalidad policial le dejó marcas de todo tipo a Piovano: moretones en sus piernas, rasguños en el cuello, y hasta la suela de los borceguíes impresa en su pantalón. Y la rotura de su cámara, su elemento de trabajo.

 

 

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