Página/12
en Francia
Por
Manuel Cemois
Desde París
La gran metáfora europea se hizo al fin realidad. Diez años
después de la adopción del polémico Tratado de Maastricht
de Unión Europea que fijaba el calendario y las modalidades de
la moneda única europea (1991), el euro se convirtió en
una entidad monetaria tangible. Tras casi una década de polémicas,
referendos y temores de todo tipo, la semana pasada las primeras monedas
reales del euro empezaron a circular en Francia. Ni siquiera
los cuatro o cinco grados bajo cero disuadieron a los curiosos. Una multitud
ansiosa y curiosa esperó la hora cero del 14 de diciembre, día
en que comenzó oficialmente la repartija, para procurarse el paquete
mágico conteniendo las 40 monedas de la unidad monetaria
que de aquí al 31 de diciembre reemplazará a las piezas
de 12 de los 15 países miembros de la Unión Europea, la
UE.
Esa noche, entre un vaso de Pastis, une bière o un
balon de rouge, el café kiosco de la rue de Washington,
a dos pasos de los Campos Elíseos, estaba poblado por una muchedumbre
más numerosa que de costumbre. Muchos habían venido a buscar
el paquetito, el llamado kit del euro con esas
monedas constantes y sonantes que sepultarán para siempre al franco
francés y, con él, otras 11 monedas del viejo continente.
El cambio es considerable y me da como un no sé qué
en el corazón, decía una señora vecina del
barrio que se quedó despierta más allá de lo acostumbrado
sólo para ser una de las primeras en conseguir el kit.
En el bar Week End de la Rue de Washington, había clientes que
se llevaban hasta diez o 12 bolsas por persona. En un par de días,
los particulares protagonizaron una auténtica fiebre del
euro para adquirir por unos 1OO francos franceses el kit de 40 piezas
de un valor de 15, 25 euros. Para la gente, la adquisición del
kit parecía representar una suerte de zambullida mágica
en un mundo al que, hasta ahora, consideraron como irreal. Hemos
visto y leído tantas especulaciones, tantas cosas distintas sobre
el euro, que poder tocar las piezas con las manos es como llegar al final
de una historia y ver el auténtico rostro del héroe,
decía a Página/12 un cliente del Banco Crédit Comercial
de France, CCF. Las monedas son tan brillantes y tan nuevas que
parecen como si fueran del juego Monopoly, comentaba a la vez entusiasmada
e incrédula otra cliente del mismo banco.
Francia, Irlanda y Holanda fueron los primeros países en poner
en circulación la moneda única. Nacido oficialmente el 1
de enero de 1999, el euro fue hasta ayer una suerte de entidad ideal.
Sólo se podía realizar un número limitado de operaciones
bancarias pero nadie disponía del objeto unificador,
nadie había palpado los billetes ni oído el resonar de las
monedas cayendo en catarata entre los dedos. El paso fue dado con la distribución
anticipada de 53 millones de paquetes y el público respondió
sin indiferencia, a tal punto que mucha gente adquirió el kit como
regalo de Navidad. De las 40 monedas que contiene la bolsa de euros, cuatro
son de dos euros, tres de un euro, cuatro de 50 céntimos, siete
de 20 céntimos, cuatro de 10 céntimos, cinco de cinco céntimos,
siete de monedas de dos céntimos y seis de un céntimo. Cada
una de las ocho piezas de moneda tiene dos caras: una cara común
a los diferentes países de la Unión Europea y una cara nacional
cuyo tema pertenece a cada país. Es la cara de la identidad,
como alegan los nacionalistas.
Las piezas y los billetes recién se podrán utilizar a partir
del 1 de enero de 2002. La vida útil del varias veces centenario
franco francés se terminará el próximo 17 de febrero
cuando su circulación deje de ser legal. Entonces la historia habrá
realmente cambiado su curso. Por primera vez en el largo decurso de la
humanidad, un grupo de países queprotagonizó las guerras
más sangrientas de la historia lograron llevar a cabo la gran utopía
unificadora y pacífica a través de sus intrincadas etapas:
Mercado Común, Unión Monetaria, libre circulación
de los bienes y las personas y moneda única.
El euro se convierte así en una moneda concreta para unos 300 millones
de europeos. La Unión Económica y Monetaria, la UEM, agrupa
a doce de los 15 países de la UE. El Reino Unido, Suecia y Dinamarca
eligieron por el momento no formar parte de los países del llamado
pelotón del euro. En estos tres países, las
opiniones públicas reticentes, en respectivos referendos, jugaron
un papel central en el alejamiento momentáneo del núcleo
de la moneda única. A pesar de que la divisa europea perdió
peso con respeto al dólar desde el primero de enero de 1999, los
europeos buscaron desde el principio dotarse de los mecanismos más
seguros para garantizar la estabilidad de su moneda común y para
ello crearon en 1998 el Banco Central Europeo. A finales de 1998, en vísperas
del lanzamiento del euro, la euforia era tal que los dirigentes económicos
del Viejo Continente estaban convencidos de que el euro iba a poner en
tela de juicio la omnipresencia internacional del dólar. Tres años
más tarde, la moneda única llegó al bolsillo de la
gente pero la euforia de los expertos fue un sueño pasajero. El
euro no sólo no reemplazó al dólar sino que perdió
frente a él un cuarto de su valor. La divisa recién se estabilizó
a mediados de 2001 y ni siquiera las turbulencias económicas por
las que atravesó Estados Unidos le permitieron ganar el terreno
perdido. Sin embargo, la zona euro y sus 304 millones de habitantes es
auténticamente el segundo polo monetario del mundo, muy por encima
del yen japonés. Los países de la zona euro representan
casi el 18 por ciento de las exportaciones mundiales de bienes y servicios
contra el 14,7 por ciento de Estados Unidos. Los doce Estados que integran
la Unión Económica y Monetaria figuran entre los más
desarrollados del mundo: Alemania, Austria, Bélgica, España,
Finlandia, Francia, Grecia, Irlanda, Italia, Luxemburgo, Holanda y Portugal.
Con todo, el euro es todavía un objeto extraño.
El juicio no debe extrañar. Hasta hora, cada moneda era parte del
principio de soberanía de un Estado. Soberanía política
y monetaria conforman desde hace siglos una estructura única, es
decir, la nación. El euro viene a romper esa unidad
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