Como
en los mejores tiempos, en estas tristes fiestas los únicos privilegiados
son los niños: en muchas familias, sólo para ellos habrá
regalos en el arbolito, mientras que los mayores la pasarán sin
nada o sólo con lo que brinde el amigo invisible. Aunque
los shoppings estaban ayer muy concurridos, la gente sólo se detenía
ante las ofertas y algunos negocios ofrecían hasta un 30 por ciento
de descuento para ver aunque sea un poco de platita. En los
últimos dos días repuntaron, sólo un poco, las ventas,
que venían cayendo hasta un 70 por ciento en diciembre. Pero sólo
las que, al pagarse con tarjeta, reflejan el consumo desesperado de los
que tienen sus fondos en el corralito bancario. Y previsiblemente
después de tanto estallido el interés por la pirotecnia
se apagó como pólvora mojada.
Cuando le contamos a la gente que nuestra mercadería es industria
nacional, se alegran pero, igual, las ventas bajaron el 40 por ciento,
dijo Andrés, encargado del local de ornamentos navideños
que, no obstante, se llama Merry Christmas, en el shopping Alto Palermo.
Ya lo ve: 23 de diciembre y no hay nadie, se quejaba Dolores,
encargada de un local de corbatas. Sin embargo, por los pasillos del shopping
circulaba mucha gente. Sí, pero solamente miran o tratan
de pescar las ofertas, los descuentos. Nosotros no tenemos ofertas y las
ventas están un 35 o 40 por ciento por debajo del año pasado.
En cambio, este fin de semana las ventas se recuperaron y volvieron
al nivel del año pasado, estimó Flavia, encargada
de una cadena internacional de ropa deportiva que sí tenía
ofertas. Eso sí, en este y en todos los negocios las ventas
son casi todas con tarjetas de crédito o de débito.
Por eso, agregó Flavia, estamos ofreciendo hasta un 30 por
ciento por pago en efectivo... para ver aunque sea un poco de platita.
Había cola ante las cajas de un local de ropa que ofrecía
50 por ciento de descuento: Yo compro nomás un par de regalos,
cosas de tres pesos con cincuenta: compro para la gente que tengo que
quedar bien; a los más cercanos no les compro nada, confesó
la clienta María C.
Fuera de los shoppings, todo estaba peor. Las ventas bajaron el
50 o el 60 por ciento en relación con el año pasado,
decía Raúl, al frente de sus empleados de brazos cruzados
en la sastrería de Santa Fe y Bulnes. Y los vendedores callejeros,
que sólo pueden manejarse con efectivo, eran una sola lágrima:
De cada diez que vendía el año pasado, estoy vendiendo
tres o menos, decía Fabián, al frente de sus hombres
rana a pilas que nadaban infatigables en la palangana: El año
pasado los vendía a 10 pesos. Hoy pido ocho y la gente se queja.
No le iba mejor a Beatriz con sus Papás Noel acordeonistas: La
gente nomás se para a quejarse de que no le pagan. Y a mí
no me alcanza ni para comer. A los Todo por dos pesos,
el hecho de vender barato no los salvó de perder clientes por la
falta de efectivo: Vendemos la mitad que el año pasado,
sentenció el dueño del de Rivadavia y Parral.
En cambio, Gisela, encargada de la sucursal Caballito de una cadena de
librerías, estimó que desde que cambió el gobierno
la gente está un poquito más tranquila. Hasta el jueves
pasado, ni se podía hablar con los clientes porque reaccionaban
mal. En cuanto a las ventas, ayer en la librería repuntaron
un poco para libros en general y con tarjeta de débito.
El jueves pasado, día de los saqueos, el Shopping Caballito fue
el único que permaneció abierto hasta que, al anochecer,
tuvo que cerrar por una amenaza de bomba. Ayer había recuperado
su movimiento habitual pero los comerciantes coincidían en que
las ventas eran pocas, más del 50 por ciento menos que el
año pasado, precisó Alejandro, a cargo de un local
de ropa informal.
Las jugueterías, en cambio, mantenían la concurrencia pero,
también, la gente gasta menos: busca las ofertas, admitía
Leandro, encargado de una de las más importantes, en la avenida
Rivadavia. ¿Y el consumidor argentino promedio? Compramos
menos pero igual compramos se plantó José Luis García,
tres hijos, vendedor de repuestos de auto: para los chicos hay regalos
pero, para los grandes, usamos el método del amigo invisible:
cada uno compra un regalo y sorteamos. En el caso de Laura Dimela,
directamente suprimimos los regalos para los adultos; los de los
chicos van a estar. Fabio Suárez, empleado, estaba en el
shopping pero mirando nomás; no compro nada porque, aunque
hay presidente nuevo, todavía no le creo nada y no sé lo
que va a pasar.
Otros, como Nelson Cardoso, preservaban la ilusión de su libertad:
La semana pasada preferí sacarme la liquidez: me compré
ropa y me voy a comprar una estufa para el invierno y algún otro
artículo para el hogar. Es que me quedó la plata encerrada
en el banco... La verdad, no sé qué hacer.
Es como para estallar, pero el estallido ya fue: hay mucho menos vendedores
de pirotecnia que el año pasado. Este año la gente
compra menos; como además tengo que arreglar con la
policía para que me dejen estar, casi no me queda ganancia,
se quejó uno en Bartolomé Mitre y Pueyrredón. Otro,
en Pueyrredón y Perón, vende menos de la mitad que
el año pasado, pero esto es lo que pasa con todos los puestos de
la zona, vendan lo que vendan.
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