Por
Pablo Plotkin
La
interacción de un hombre y su sampler, el sonido del norte argentino
y el ingenio de un compositor entrenado. Los factores que generaron Carnabailito,
primer disco solista de Gaby Kerpel, parecen piezas discordantes de un
sintético producto de laboratorio. Pero el cerebro musical de De
La Guarda tuvo que tener algo más que vocación experimental
para hacer un disco de folklore cibernético tan poco solemne. Recortando
y pegando fragmentos de sus propias composiciones, Kerpel articuló
una colección de bagualas, carnavalitos y música periférica
(africana, hindú) sobre bases electrónicas, las cargó
de textos de un desamor minimalista casi absurdo y creó un disco
que es a la vez sátira y homenaje, desplante y culto a la tradición
folklórica nacional. Sí, hay un humor bastante sutil,
concede Gaby en entrevista con Página/12. Es un ingrediente
que me pareció interesante agregar. También hay cierto fatalismo
romántico, que tiene que ver con un período de mi vida que
me llevó a escribir ese tipo de letras y decirlo de una manera
folklórica. Claro, no es purista. No respeta las reglas.
¿Por qué canta con esa especie de acento indígena?
Yo soy de la cultura del sampler y muchas veces la célula
rítmica o musical de lo que compongo es una frase que puedo manipular
de una manera específica. Se trata de aislar un fragmento y tocarlo
a diferentes velocidades, editarlos cuidadosamente. Trabajar la voz de
esa manera me llevó a poder aplicar ese método. Empezaba
a cantar sobre una base y después me encontraba con que, de todo
lo que había dicho, había frases y palabras que me interesaban.
Empecé a copiarme a mí mismo. Y me dije que la cuestión
folklórica podía aparecer por ese lado, por el lado estético.
Me sonaba que esa manera de decir las cosas era intrínseca a la
naturaleza musical de la baguala.
¿Cree que el acento porteño hubiera quedado fuera
de registro?
Sí, y no me parecía interesante. El tango no me atrae
mucho, tampoco. Lo que me gusta de lo folklórico es lo indígena,
también. Y me gusta la idea de que si no entendés el idioma,
te puede sonar africano, por la manera en que está cantado. Después
vas perdiendo la pista, porque te gusta cómo suena, a la gente
le parece atractivo, y creo que la poesía del folklore está
metida ahí de una manera bastante simple.
¿Recibió comentarios de los círculos de folklore
tradicional?
La verdad que no. De todas maneras, creo que hoy esas fronteras
se están borrando. La referencia más clara sería
el Chango Spasiuk. No lo conozco, pero creo que a él le resultaría
atractivo el disco, más allá que no respete determinadas
reglas. A esta altura se está lavando lo tradicional, por suerte.
No le hace bien a la evolución musical argentina el hecho de preservar
ciertas reglas nacionalistas.
¿Hizo algún tipo de investigación folklórica
antes de hacer el disco?
No. Yo hago mucho hincapié en lo folklórico argentino,
pero el disco tiene elementos de otros folklores. Como siempre compré
discos de música étnica, encuentro que hay cosas de Africa
con sonoridades muy parecidas a las de acá. En todo caso, Sixto
Palaveccino me parece muy autóctono y puro, superindígena,
y podría ser una referencia. Atahualpa también, sobre todo
en la parte lírica. Pero no hice una investigación seria.
No soy muy catedrático. Prefiero probar y elegir.
¿Cuánto del trabajo con De La Guarda aparece en Carnabailito?
Muchas cosas las compuse en giras. Es la vida que llevé en
los últimos cinco años, así que es imposible que
no me influya. Y el hecho de hacer un show como Villa Villa hizo que me
involucrara mucho con la gente con la que trabajaba y con el público
de las diferentes ciudades, y todo eso es muy enriquecedor, humana y artísticamente.
Y ahora estamos haciendo el espectáculo DJ Connection, de manera
que me fui involucrando en el mundo de los DJ, que hasta ahora miraba
de lejos.
¿Y cómo resultó?
Como soy muy exigente respecto de hacer algo personal, me cuesta
meterme en ese mundo tan anarco como es el del DJ. Existe la creatividad,
pero está en otro lugar, no es un factor fundamental. El factor
fundamental es que la gente baile. Tiene más código que
cualquier otra música. Es un lenguaje en el que la calidad es más
sutil. Existe, pero la gente no lo advierte tan fácilmente. Desde
el lugar del músico, entonces, me resulta un camino difícil
de transitar. Creo más en el hecho de tener toda la tecnología
como instrumento de creación, eso es lo que genera gran parte de
la buena música que escuchamos actualmente. En buena medida, yo
me siento parte de esa generación.
Con Carnabailito como primer disco, es difícil imaginar el
futuro próximo de su carrera solista. ¿Para qué lado
puede disparar?
No soy hacedor de discos, no me propongo grabar un disco por año,
entonces no sé. No creo que haga otro disco igual. Sería
raro. Sería como Manu Chao, que hizo dos discos iguales: el primero
era supercreativo y el segundo era simplemente igual. Pero para eso tendría
que transformarme en un cantautor, y no creo que lo sea. La verdad es
que me veo más como un personaje de laboratorio.
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