Por Cristian Alarcón
Hubo un plan. Hubo organización.
Hubo orden para salir a matar. Esas son las primeras conclusiones que
surgen de la causa judicial en la que la jueza María Servini de
Cubría investiga las muertes de Plaza de Mayo. El jueves pasado
25 personas, la mayoría jóvenes, fueron baleadas cuando
se manifestaban en la zona que va del edificio del Congreso a la Casa
Rosada. Cinco de ellos murieron por tiros, que serían de pistolas
9 milímetros. A todos les dispararon a quemarropa justo en la cabeza
o en zonas vitales: corazón y pulmón fueron el blanco perfecto
de los federales.
Los orificios que hay en los cuerpos de todos los heridos y muertos
tienen entre 9 y 10 milímetros informó ayer a Página/12
la jueza. Y ya determinamos que todas las personas ingresaron a
los hospitales entre las cuatro y las cinco de la tarde. La jueza
y su equipo de investigadores trabajan desde el viernes en la difícil
reconstrucción de los hechos del 20 a una distancia prudencial
de la Policía Federal, excluida completamente de la investigación.
Desde el primer minuto actuaron de brazos caídos y con absoluta
desinformación, evaluó Servini sobre la fuerza a la
que tiene en la mira tanto como al ex presidente Fernando De la Rúa,
sobre quien pesan también, no solo en el juzgado federal, cargos
por ocho asesinatos cometidos en la última hora de su mandato.
El viernes pasado los investigadores de Servini de Cubría debieron
dedicar el día casi entero a rastrear los cadáveres y los
baleados, repartidos en tres hospitales públicos: el Argerich,
el Ramos Mejía y el Santojanni. Los funcionarios judiciales fueron
en sus propios autos a preguntarles a los médicos por las víctimas
ingresadas.
Casi en ninguno de los casos la Policía Federal había iniciado
los sumarios correspondientes. Los cuerpos se demoraron 24 horas sin que
se le diera intervención a las oficinas periciales y por eso tardaron
también en ser entregados a los deudos que terminaron velándolos
y sepultándolos el fin de semana. Desde el minuto cero en las oficinas
de Servini en Comodoro Py quedó claro que nada podría hacerse
contando con la Federal. Cerca de la medianoche del jueves la jueza llamó
a su oficina al ex secretario de Seguridad, Enrique Mathov y al entonces
jefe de la policía, Rubén Santos. Tanto Servini como el
fiscal Luis Comparatore habían recibido informaciones similares
respecto a que se venía una noche quizás más negra
que lo que había sido aquella tarde de tanta saña y sangre.
El clima que percibía era muy raro y los datos que llegaron
indicaban que por la noche la policía iba a permitir que se robara,
que se saquearan casas y departamentos en la ciudad de Buenos Aires, que
se gestaba la anarquía, le contó la magistrada a este
diario.
En aquella reunión la jueza hizo responsables a los dos funcionarios
por la seguridad y por cualquier asomo de zonas liberadas para el caos.
Y los informó sobre el sumario que se instruía por la represión
de esa tarde. Fuera del expediente en el que junto al ex ministro
del Interior Ramón Mestre y a De la Rúa son investigados
por cinco homicidios, privación ilegal de la libertad, violación
de los deberes de funcionario público Servini habló
con ellos sobre las órdenes impartidas esa tarde.
La jueza ya había preguntado a través de un oficio y apenas
supo por la televisión que estaban matando jóvenes en la
calle preguntó a la Casa Rosada quién había ordenado
reprimir, cuando además ella había estado en la Plaza pidiendo
que cesaran los golpes, los gases y las patas de los caballos sobre los
manifestantes. Desde Gobierno le contestaron por escrito horas después,
cuando De la Rúa ya se había tomado el helicóptero
del final, que la orden provino de Mestre. Cuando por la noche les preguntó
a los funcionarios, Mathov le dijo que cuando terminó de hablar
por televisión, alrededor de las 16.30, De la Rúa preguntó
si había muertos. El secretario de Seguridad le contestó
que no. A Servini le dijo que no tenía idea de que la Policía
Federal habían matado un ciudadano.
Cuando le tocó el turno de explicar, a Santos le faltó silbar
mirando el techo y pateando el aire: también le dijo que no lo
sabía. Servini que no estaba tomándole declaración
sino en una reunión con ellos le contestó que eso
era imposible porque la Federal tiene una oficina de control central en
la que decenas de pantallas muestran lo que ocurre en la ciudad, y sobre
todo el microcentro.
La jueza ya tiene en sus manos las grabaciones de todo lo que quedó
registrado el 20 de diciembre. como también las que filmaron los
canales de TV. Ver esas imágenes, clasificarlas, y cruzarlas con
los datos que surjan de los testigos de la masacre es la tarea que entre
mañana y el viernes encararán algunos investigadores.
Servini está ansiosa por profundizar la pesquisa y llegar pronto
a determinar dos cuestiones: quiénes fueron los matadores y quiénes
fueron los que ordenaron la matanza. Lo que ya es incontrastable por el
simple ordenamiento de los primeros datos en la causa es que hubo un plan,
cierta organización, y una orden para matar. No se explica si no
por qué los disparos que hirieron a 25 personas en diferentes puntos
del centro porteño fueron hechos entre las 15.30 y las 16.45. Y
por qué esos balazos fueron apuntados si no a la cabeza de las
víctimas, al torso. Varios de los internados tienen heridas cercanas
al pulmón y al corazón.
A tres de esos sobrevivientes se les tomó declaración el
lunes. Lo que contaron se repite en los tres casos: la policía
disparaba con balas y a matar. Fue allanada la división de caballería
de la Federal; buscaban las fustas con que pegaban los jinetes, pero desaparecieron.
Comenzaron a aparecer además testigos presenciales que se acercan
espontáneamente para ofrecer sus testimonios. De todas maneras,
si bien Servini tiene la mira puesta en cómo fueron los homicidios,
no descansa tratando de establecer como ordenaron tirar y en ese punto
De la Rúa está en la primera línea de la cadena de
responsables de la matanza. Los fiscales y los abogados de las víctimas
apuestan a que sea procesado por homicidio múltiple. Ayer hubo
una versión, divulgada por la agencia DyN, que le debe haber causado
cierto recelo al ex presidente: el cable decía que el defensor
de Mathov, Jorge Valerga Araoz, en una conversación informal con
fiscales había apuntado a De la Rúa como el verdadero responsable
de los hechos porque, amparado en el estado de sitio, fue quien mandó
a reprimir. Ayer Valerga negó ante Página/12 que su estrategia
fuera apuntar hacia arriba y reiteró lo que Ma-thov explicó
por escrito a Servini el viernes: que apenas ordenó proteger la
Casa de Gobierno.
Amnistía para
los presos
Habrá una amnistía para todos aquellos que están
presos, acusados de algún delito no grave, por haber manifestado
en la plaza y en las calles el 20 de diciembre. Así quedó
claro ayer después de una reunión entre el secretario
de Justicia y Asuntos Legislativos, Alberto Zuppi, y la jueza federal
María Romilda Servini de Cubría. En el encuentro la
magistrada explicó al funcionario las diferentes situaciones
judiciales en las que las personas presas se encuentran, la mayoría
acusadas de delitos menores. De parte de Zuppi, y del subsecretario
de Derechos Humanos, Jorge Taiana, se le ofreció a Servini
toda la colaboración y el apoyo necesarios para
que investigue y determine las responsabilidades por la masacre.
La jueza investiga al ex presidente Fernando de la Rúa y
la línea de mandos que desciende hacia el comisario Rubén
Santos por cinco de los ocho homicidios ocurridos en el centro el
jueves por la tarde y por una larguísima lista de presuntas
privaciones ilegales de la libertad: ese delito se les imputa porque
casi ninguno de los detenidos estaba delinquiendo o en alguna ilegalidad
cuando fue detenido. En base a esto es que los funcionarios
trabajan en un decreto que mañana se presentará al
nuevo presidente para resolver la situación de los detenidos
por la revuelta popular. Podríamos decir que se dará
una especie de amnistía a aquellos que hayan sido acusados,
dijeron voceros del Gobierno.
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