Por Raúl
Kollmann
Nooo, aquí no hay
nadie que esté trabajando para que las elecciones se hagan,
confesaba sonriente anoche uno de los más encumbrados funcionarios
del nuevo gobierno. Las tácticas que están en marcha, que
contarían con la aprobación del propio Adolfo Rodríguez
Saá, son tres. La primera y más probable es que la propia
Justicia trabe el proceso electoral por considerar inconstitucional lo
votado por la Asamblea Legislativa. Ayer, el abogado Ricardo Monner Sans
hizo una presentación en ese sentido y en la Casa Rosada alentarán
la postura del letrado: que Rodríguez Saá se quede hasta
2003. La segunda alternativa es convocar a una nueva Asamblea Legislativa
en la que se prorrogue el mandato del puntano. Es una opción que
encierra riesgo político porque una asamblea es incontrolable,
pero parece constitucionalmente una buena vía. La tercera estrategia
es la del plebiscito, o sea una convocatoria electoral en la que se refrende
la permanencia de Rodríguez Saá. También esa idea
es peligrosa, se sabe que a los plebiscitos los carga el diablo y nunca
salen en votos como esperan que salga los que los organizan.
En los primeros días, la voluntad de Rodríguez Saá
de quedarse era un secreto a voces en el Gobierno y además lo notaba
la opinión pública: ninguna de las medidas aparecían
como provisorias ni allanándole el camino a un presidente que asumiría
según la resolución de la Asamblea Legislativa
el 5 de abril.
Pero ayer la idea de quedarse se plasmó en movidas concretas que
tienen incluso nombre y apellido. Por ejemplo, el ministro de Trabajo,
Oraldo Britos, y el hombre inteligente aunque con prontuario, Carlos Grosso,
ya manifestaron que el Presidente llegó para quedarse hasta 2003.
En la mañana de ayer, Monner Sans se presentó ante la Justicia
para que deje sin efecto las decisiones de la Asamblea Legislativa (ver
nota aparte). En la Casa Rosada no van a hacer nada por oponerse a ese
planteo y por supuesto coinciden también en que la Constitución
menciona que quien fue designado por la Asamblea Legislativa ejerce
la presidencia hasta que otro presidente sea elegido, lo que interpretan
corresponde hacer en 2003. Hay que agregar otra anomalía: la Asamblea
Legislativa votó la Ley de Lemas, que debió aprobarse no
en la Asamblea sino en cada cámara por separado. Como se ve, la
idea de la gente de Rodríguez Saá es patear a favor de los
planteos judiciales que le permitan a su jefe extender su presidencia.
En forma paralela, el puntano les ordenó a sus hombres que estudien
la convocatoria de una nueva Asamblea Legislativa. Debe considerarse que
el texto aprobado el domingo dice taxativamente en el artículo
23 que el Presidente designado tendrá mandato hasta el día
que asuma el Presidente y el vicepresidente que resulten electos y nunca
más allá del viernes 5 de abril de 2002. Semejante
mandato tan nítido de la Asamblea debe ser revocado por otra Asamblea,
según opina, entre otros, el constitucionalista Daniel Sabsay.
La tercera variante es la del plebiscito, que se convocaría para
enero o febrero y la gente podría votar por sí o por no
si Rodríguez Saá debe quedarse. El cálculo de los
hombres de la Rosada es que la ciudadanía, supuestamente eufórica
por los primeros pasos del Presidente, le daría el sí. Un
cálculo más que arriesgado: en los plebiscitos la gente
termina votando lo que se le da la gana, suelen contradecir a los gobernantes.
Ya el 14 de octubre el voto en blanco y anulado probaron que el argentino
no acata fácilmente lo que le pide el poder.
De los tres caminos en marcha, el que más gusta en el Gobierno
es el de trabar la elección en la Justicia, el de menos riesgos.
Cuentan además con que habrá respaldo para no hacer elecciones
de una larga lista: elradicalismo, Carlos Menem, Carlos Reutemann, algunos
sostienen que también Eduardo Duhalde, aunque no lo dice públicamente,
muchos gobernadores de provincias chicas, gran parte de los empresarios
e incluso Carlos Ruckauf, que no aparece en el mejor momento para competir
en un proceso electoral.
Eso sí, en el justicialismo está la oposición de
Néstor Kirchner (ver nota aparte) y José Manuel de la Sota,
ya lanzados, y también se manifestarán en contra partidos
de izquierda y centroizquierda. El gran interrogante es que pensará
y que hará el ciudadano común: las encuestas dicen que quiere
votar y habrá que ver si acepta que le hagan un pase de magia.
RODRIGUEZ
GIAVARINI SE ENTREVISTO CON VERNET
No sé dónde está ahora
De la Rúa
El ex canciller Adalberto Rodríguez
Giavarini volvió a reunirse ayer con su sucesor, José María
Vernet, para coordinar el traspaso del mando de ese ministerio. Cuando
le preguntaron por el ex presidente Fernando de la Rúa, dijo que
habló con él, pero que no sabe dónde está.
Giavarini entró a la Casa Rosada a las 11.30 de la mañana
sin hacer declaraciones. Recién habló a la salida. Le preguntaron
qué sabía del ex presidente Fernando de la Rúa y
él respondió que habló con él para Navidad
aunque dijo que desconocer su paradero. Lo he saludado hace 48 horas,
antes de la Navidad, y luego no volví a hablar con el doctor De
la Rúa, no sé donde está, respondió
el ex canciller, tras reunirse con su sucesor, José María
Vernet, durante dos horas. Giavarini explicó que habló hace
dos días con De la Rúa a un celular que él
contestó, pero no sé dónde estaba él físicamente.
Cuando le preguntaron si la administración saliente iba a efectuar
una autocrítica sobre el gobierno de De la Rúa, el ex canciller
sostuvo que eso se va a leer en los libros. Tampoco quiso
hacer comentarios sobre los saqueos y las 28 muertes que precedieron a
la renuncia del hombre. Me parece prudente no hacer comentarios.
Hago votos por la paz interior, por el reencuentro entre los argentinos.
Creo que desde la política exterior hemos trabajado para eso,
dijo. Giavarini también evitó pronunciarse sobre las medidas
económicas anunciadas por el gobierno justicialista de Adolfo Rodríguez
Saá, al sostener que quien acaba de terminar una gestión,
el mejor aporte que puede hacer en este caso, es mantener un silencio
comprensivo y dejar que las nuevas autoridades hagan su tarea.
Con Toledo, cartón
lleno
En los setenta formó parte de Guardia de Hierro. En los
ochenta militó en la Renovación Peronista. Cuando
Antonio Cafiero perdió la interna con Carlos Menem, saltó
el cerco hacia el menemismo. Humberto Toledo simpatizó con
los carapintadas, fue vocero del ex presidente cargo en el
que supo ganarse el odio de gran parte del periodismo argentino
por su sistemático hermetismo y fue embajador en Costa
Rica. Por estos días, su nombre suena en los pasillos de
la Casa Rosada como posible vocero o asesor del canciller a cargo
del Ministerio de Defensa, José María Vernet. Toledo
admitió a Página/12 que ayer almorzó con Vernet,
aunque negó que le hayan hecho un ofrecimiento concreto.
Si me ofrecieran ser asesor del ministerio, aceptaría.
Vocero, no, resumió.
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