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La orquesta de Babel, al norte de un país extraño

La Sinfónica de Salta, integrada por rusos, moldavos, ucranianos y, claro, salteños, cerró un brillante año de actividades con el �Réquiem� de Mozart, junto
a solistas y el coro universitario.

El venezolano Felipe Izcaray
dirige la orquesta salteña.
Se formó en Wisconsin-Madison
y ganó el cargo por concurso.

Por Diego Fischerman
Desde Salta

En el ensayo, como en el de cualquier orquesta europea o estadounidense, se oye hablar en ruso, en ucraniano o inglés, mezclado con italiano (que los músicos manejan con cierta fluidez, por lo menos en los términos técnicos) o español, con acentos que van desde el cordobés al salteño pasando por el venezolano. La Orquesta Sinfónica de Salta es, en todo caso, uno de los proyectos más importantes y con más futuro entre los gestados en Argentina en los últimos tiempos. Todas sus vacantes, incluida la del director, fueron cubiertas por concurso. Su promedio de edad es bajísimo. Y además toca con el empuje y la mística que caracterizan a un organismo nuevo, que está consolidando su perfil y que es sentido, por cada uno de sus integrantes, como una forma especial de militancia.
En un país extraño, donde la ciudad capital carece de carreras musicales de nivel universitario, al norte, al borde de la selva y en un valle de belleza abrumadora, una orquesta multinacional dirigida por un venezolano formado en Wisconsin toca, en una iglesia de aire colonial, una de las obras maestras (y de mayor poder simbólico) de la historia musical. Antes de comenzar, Felipe Izcaray, su conductor, habla al público que llena la Iglesia de la Merced y agradece. Sus palabras son tan escuetas como expresivas: “Gracias por hacer que en todos nuestros conciertos, desde que empezamos, no hubiera nunca un lugar libre”.
Ya tocaron el Réquiem de Mozart tres días antes y la noche anterior interpretaron el Tercer Concierto de Rachmaninov. En esta segunda ocasión participa, además de un cuarteto de solistas conformado por Myriam Molina, María Alejandra Blanco, Juan Sivila y el muy buen bajo Ernesto Ramos Carrer, el Coro de la Universidad Nacional de Salta, preparado por Clara Altobelli. Antes, el solista de trompeta de la orquesta, Rubén Albano, interpreta el Concierto en Mi Bemol Mayor de Franz-Joseph Haydn. Y tanto allí como en la monumental obra póstuma de Mozart, en la versión completada por Franz Süssmayr, se ponen de manifiesto el ajuste, el fraseo puntilloso, la precisa definición de los planos y un notable trabajo de matices.
Izcaray, ligado al ejemplar movimiento de orquestas juveniles de Venezuela –es asesor del Sistema Nacional de Orquestas Juveniles e Infantiles de ese país–, se formó en Estados Unidos y es el titular de la orquesta desde su creación, en 2000. Dice que el gran salto de la actividad musical juvenil en Venezuela “tuvo que ver con el apoyo político y con el hecho de que empezara a ser considerado, además de un proyecto cultural, un proyecto social”. Los niños y jóvenes a los que se les da un instrumento y se les enseña música son de origen sumamente humilde, en su gran mayoría, y la idea es que la capacitación musical los aleje de la posibilidad de marginalidad. Sueña, por supuesto, con encarar el mismo tipo de proyecto en Salta. Argumentos no le faltan. Por lo pronto, el apoyo popular y político con el que cuenta la orquesta son puntos de partida inmejorables.

 


 

ALEJANDRO SANTOS ACTUA HOY
A la gran flauta

Por D. F.

Alejandro Santos irrumpió hace unos veinte años como una de las figuras más interesantes de la música argentina de tradición popular. Un disco excelente, titulado Candombe del Parque Chacabuco, luego los estudios en Estados Unidos y, más tarde, el regreso con dos CDs registrados allí y varios proyectos –entre ellos el de armar una big band– marcaron el rumbo de la trayectoria de este flautista capaz también de resignar protagonismo y liderazgo y sumarse (porque sí, por placer) al grupo estable del guitarrista Agustín Pereyra Lucena o, más recientemente, a Anacrusa. El último dato es su incorporación al grupo del guitarrista Al Di Meola, con quien actuará en pocos días en Nueva York. “Soy parte de una movida que se dio en un determinado momento y que tenía que ver con un clima de búsqueda de novedades, de estilos propios. Eramos muchos los que en ese momento estábamos apareciendo y había un clima creativo muy intenso”, explica Santos. Su quinteto actual, en el que él compone y toca saxos, aerófonos diversos y teclados además de flauta traversa y flauta bajo, lo encuentra con Fernando Taborda en bandoneón, Bucky Arcella en bajo, Jorge Savelón en batería y Oscar Dionisi en guitarra y con él actuará hoy a la noche en La Trastienda (Balcarce 460). “El bandoneón aporta un color muy rico al grupo”, dice el flautista, que presentará esta vez material proveniente de sus últimos discos, 5 Carnavales 5, Adoquines y Reflejos.

 

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