Por J.P. Velázquez-Gaztelu*
Desde
Kabul
La barbería de Niazmand
Habibulá, en el barrio kabulí de Macroraion, estaba repleta
de clientes a mediodía del jueves. Varios hombres esperaban su
turno sentados contra las paredes del local, decorado con carteles de
las líneas aéreas de Afganistán, Ariana, y con tarros
de colonia como los de cualquier peluquería de caballeros del mundo.
Sin interrumpir su trabajo, Habibulá relata cómo hace siete
meses estuvo a punto de ser encarcelado por romper una de las reglas más
estrictas de los talibanes. Alguien me denunció por recortarle
la barba a un cliente. Un buen amigo me avisó y tuve que escapar
a Pakistán, explica el peluquero, que se refugió durante
seis meses con unos familiares en Islamabad. Hace tres días, Habibulá,
de 29 años, decidió regresar a Kabul. Cuando me enteré
que el país era de nuevo libre e independiente, me decidí
a volver, señala.
Alentados por la mejoría de las condiciones de seguridad en casi
todo Afganistán, muchos refugiados como Habibulá han optado
por volver a Kabul y otras ciudades afganas para recuperar sus viviendas
y sus negocios. Según cifras de la ONU, desde el 1 de diciembre
han regresado al país a través de la frontera de Chamán,
cercana a Kandahar, 35.000 refugiados, y muchos otros están haciendo
lo mismo en dirección a otras zonas, especialmente la capital.
El ritmo de paso por Turkham, el punto fronterizo situado en la carretera
de Islamabad a Kabul, es de 2.000 refugiados diarios. Según la
portavoz de la ONU en Kabul, Stephanie Bunker, la entrada de refugiados
procedentes de Irán es incluso mayor que la de Pakistán.
Se calcula que entre los dos países viven, a partes iguales, cuatro
millones de afganos.
Quienes regresan a Kabul desde Pakistán vienen principalmente de
Islamabad, de Rawalpindi, de Peshawar y de Karachi. No es un desplazamiento
masivo, con grandes caravanas de vehículos, pero sí constante.
Los que no tienen dinero viajan en microbuses o en camiones; los
ricos vienen en taxi o en coche particular, explica Sayed Alá
Mirzada, empleado del Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Refugiados
(ACNUR) en el control policial de Pal-i-Carji, a unos 25 kilómetros
al este de Kabul, que hace las veces de puerta de la ciudad para los que
llegan de Pakistán. Su misión es contar las familias que
van llegando y anotar los datos en un formulario para las estadísticas.
El miércoles contó más de cien y el jueves por la
mañana el ritmo era muy similar.
Dawod Parwani, su mujer y sus tres hijos han tardado dos días en
llegar desde Rawalpindi en un microbús con otras seis familias,
unas 40 personas en total. Escuché por la radio que hay paz
y seguridad en Kabul, y que hay ayuda para los refugiados. Ya veremos...,
dice el padre de familia al detenerse en el control policial. Parwani,
de 31 años, era militar antes de abandonar Afganistán por
miedo a los talibanes, hace dos años, y ahora espera recuperar
su puesto. Ha oído que su casa de Kabul está totalmente
destruida y no tiene dinero para pagar el viaje. En Rawalpindi no
tenía trabajo y no podía mantener a mi familia. Tendré
que pagar el viaje al llegar a Kabul, con ayuda de algún amigo,
dice.
El regreso de los refugiados y exiliados es patente en las calles de Kabul
y está contribuyendo a la revitalización económica
y social de la ciudad. En su peluquería, Habibulá se muestra
confiado en que la paz será duradera y que, una vez superada la
pesadilla talibán, todo irá mejor para él, su mujer
y sus tres hijos. El negocio ha ido muy bien estos días y
espero que siga siendo así, afirma mientras afeita a uno
de sus clientes.
* De El País de Madrid. Especial para Página/12.
PEDIDO
AL GOBIERNO AFGANO
No a los bombardeos
Por J.P.V.-G. *
Dos líderes tribales
de la provincia afgana de Patkia, en el este del país, pidieron
ayer al Gobierno provisional de Hamid Karzai que exija a Estados Unidos
el final de los bombardeos en el país. Los dos líderes,
de etnia pashtún, reafirmaron en una conferencia de prensa ofrecida
en Kabul que en el convoy bombardeado hace una semana por la Fuerza Aérea
estadounidense no viajaba ningún líder de Al Qaida, sino
notables de la zona que pretendían asistir a la toma de posesión
de Karzai, también pashtún. El nuevo gobierno sigue sin
ofrecer una versión oficial de lo sucedido e insiste en que los
bombardeos de Estados Unidos deben continuar hasta acabar completamente
con Al Qaida en Afganistán.
El incidente, en el que murieron 60 personas, empañó la
toma de posesión de Karzai y ha desatado algunas críticas,
especialmente entre líderes pashtunes, sobre la actuación
de las fuerzas de Estados Unidos en Afganistán. Algunos líderes
tribales de la zona han llegado a amenazar a Karzai con una rebelión
si no pone fin de inmediato a los bombardeos. En su primera y única
aparición ante los periodistas tras jurar su cargo, el presidente
provisional eludió hacer comentarios sobre el asunto y se limitó
a prometer una investigación sobre lo sucedido.
El convoy, formado por 14 vehículos, fue atacado el viernes de
la semana pasada cerca de la ciudad de Khost, próxima a la frontera
con Pakistán y situada a unos 150 kilómetros al sur de Kabul.
Aviones estadounidenses atacaron el convoy y destruyeron un complejo de
viviendas del que partieron sus integrantes. El comandante en jefe de
las fuerzas estadounidenses en Afganistán, general Tommy Franks,
aseguró que en él viajaban miembros de Al Qaida y talibanes,
pero habitantes de la zona citados por la agencia Reuters aseguraron que
se trataba de líderes locales que se dirigían a Kabul.
Yunus Qanuni, ministro del Interior del Gobierno provisional, reiteró
ayer que los bombardeos estadounidenses deben continuar hasta acabar completamente
con Al Qaida en Afganistán. Patkia es, junto a Kandahar, una de
las escasas provincias en las que aún existen focos de resistencia
talibán. Ambas están pobladas mayoritariamente por pashtunes,
la misma etnia a la que pertenecen los extremistas islámicos que
gobernaron buena parte de Afganistán durante cinco años.
Un portavoz del Ministerio de Defensa rechazó, como afirma Osama
Bin Laden en el video difundido el miércoles, que los bombardeos
de Estados Unidos sean un ataque contra todos los musulmanes, y acusó
al fugitivo saudí de instigar el asesinato, a principios de septiembre,
de Ahmad Shah Massud, el carismático líder de la Alianza
del Norte. Massud sí era un buen musulmán, dijo
el portavoz.
* De El País de Madrid. Especial para Página/12.
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