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NO JUGO BIEN, PERO CONSIGUIO EL OBJETIVO QUE SE HABIA TRAZADO
Racing fue al punto y se quedó con todo

El empate 1 a 1 contra Vélez le permitió a Racing sumar 42 puntos, uno más que River, y consagrarse campeón del Apertura. El modesto, rústico y sacrificado equipo de Mostaza Merlo terminó sufriendo los diez minutos finales y explotó en el festejo que cerró 35 años de frustraciones.

Maximiliano Estévez recurre a toda
su humanidad para intentar llevarse
la pelota.

Por Juan José Panno

¿Quién fue mejor que Racing? ¿River? No. River tiene mejores jugadores, y por lo tanto mejor equipo, pero no lo demostró a la hora de la verdad y careció de grandeza en algunos momentos fundamentales, como en los empates con el mismo Racing y con Boca. ¿Quién mejor que Racing? ¿Boca? No. Boca ganó fácilmente el partido entre ambos, pero el campeonato dura 19 partidos y Boca, que regaló demasiados puntos en el arranque, le puso todas las fichas a la final de la Intercontinental y cuando quiso entrar en carrera no tenía con qué. ¿Quién fue mejor que Racing? ¿San Lorenzo? No. De ninguna manera. Este San Lorenzo de la segunda parte del año no tuvo nada que ver con aquel que ganó el Clausura. ¿Quién fue mejor? Ni Independiente, ni Vélez, ni ninguno de los santafesinos, ni los cordobeses, ni los del este y el oeste, ni los del norte y el sur entran en carrera.
El bueno de Mostaza Merlo, digámoslo de una vez, comandó la Armada Brancaleone, una formación berreta, rústica, sin brillo, que basó su éxito no en su calidad sino en el sacrificio; no en la técnica sino en el hambre de gloria; no en la cuidada estrategia sino en el simple orden y el aprovechamiento de las ventajas que les fueron dando los competidores directos; no en la variedad de recursos sino en la suerte de los campeones. Con eso, con poquito, y con una hinchada grandiosa, le alcanzó. Fue el mejor o, si se prefiere, el menos malo, en un torneo mediocre, sin relieve, que no dejó casi ninguna marca de jerarquía futbolística para el recuerdo. El partido de ayer fue una muestra más del bajo nivel: sin la emoción que provocaba todo lo que había en juego, cualquier mortal futbolero se habría quedado dormido observando el absurdo e intrascendente ir y venir de la pelota. Pero por supuesto, ningún análisis de ese tipo les cabe a los hinchas de Racing, que vivieron cada instante del juego con el corazón al galope, a la espera del estallido final; ni a los de Vélez, que descargaron en el árbitro Gabriel Brazenas la bronca que les provocaba la sola idea de una vuelta olímpica rival en las narices.
La supuesta presión que iban a ejercer los fanas sobre los jugadores se dio, antes del inicio del partido, exactamente al revés: los hinchas de Racing de la cabecera popular desplegaron una gigantesca bandera que decía “Vamos por la gloria”, pero que sólo se podía leer si uno se ponía cabeza abajo. Las malas lenguas dicen que es la forma en la que juega el equipo lo que presiona a los hinchas y les hace cometer errores como ése.
Los jugadores parecieron más serenos que sus seguidores y esta vez mucho más tranquilos de lo que habían estado, por ejemplo, hace diez días contra Lanús. Un poco por Vélez, que insinuaba más de lo que producía, y otro poco por Brazenas, que mostraba más rigor con las faltas de los rivales que con las propias, los de Racing aguantaron tranquilos ese cero, negocio redondo de un primer tiempo sin situaciones de gol. Vélez, motivado, incentivado, se fue en amagues y como tantos otros pareció ser mucho más, pero no supo concretar esa teórica superioridad. Algo así les pasó a Belgrano, Gimnasia, Colón y Huracán, entre otros, en este torneo.
El segundo tiempo fue más movidito. En el inicio, en una de sus pocas incursiones de ataque, el eficiente Loeschbor, en off-side, cabeceó el centro de Bedoya en un tiro libre y puso el 1 a 0. Un gol a lo Racing. Pareció que no había más nada que discutir, porque se agruparon todos en torno de Bastía en el medio. Mientras tanto, las excursiones de los falsos lesionados de Racing a los laterales se hicieron más frecuentes y aunque Brazenas ni miraba el reloj, los minutos pasaban. Vélez se decidió a atacar con un poco más de ímpetu y se vio beneficiado con un enorme macanazo de Vitali, bajándole la pelota al debutante Chirumbolo en el área, para establecer el 1 a 1. Quedaban 13 minutos: para Racing, 13 años, 13 siglos. El momento de mayor tensión se produjo con un cabezazo de Darío Husain, que atajó Campagnuolo sobre la mismísima línea de gol, una raya que separaba 35 años de frustraciones de la gloria. Federico Domínguez terminó dentro del arco, en su impetuosa carrera, pero la pelota no y Racing trepó el último escalón.
Todo terminó del modo que cualquiera podía haber imaginado: con los hinchas sufriendo, pidiendo la hora, ansiosos por gritar de este a oeste y de norte a sur.

 

Ciérrate, Sessa
Por J. J. P.

Gastón Sessa sabía que iba a ser muy observado por su condición de ex jugador de Racing, y por lo tanto se propuso desde el arranque demostrar que no estaba dispuesto a hacer absolutamente nada para beneficiar a su ex club. Muy por el contrario, sumó gestos ampulosos y demagógicos para plantearle permanentes reclamos al árbitro y para quejarse de los jugadores racinguistas que hacían tiempo descaradamente.
Su último gesto, para que a nadie le quedaran dudas de sus intenciones, fue el de ir a buscar el cabezazo en un corner cuando faltaban un par de minutos para terminar el encuentro. Antes, en el gol de Loeschbor, se había quedado clavado en el arco, pero lo cierto es que el defensor de Racing saltó sin ningún obstáculo.

 

CAMPAGNUOLO, LOESCHBOR Y BASTIA, FIGURAS
Los campeones, uno por uno

Por Ariel Greco

El equipo campeón se sustentó a partir de la seguridad de Gustavo Campagnuolo. El arquero fue clave para sostener resultados ante San Lorenzo, Chacarita, Huracán y Talleres. Siempre respondió en las difíciles y le dio tranquilidad a la defensa. La otra pieza fundamental para el orden del fondo fue Gabriel Loeschbor. Una garantía en el juego aéreo, tanto en defensa como en ataque. Además, convirtió goles claves: el del campeonato, los de los empates ante Independiente y ante San Lorenzo, y el primero ante Talleres. El principal aporte de Francisco Maciel fue su regularidad. Siempre solvente en la marca y con criterio para jugar, se convirtió en el único jugador que actuó todos los minutos del Apertura. Lo de Claudio Ubeda pasó más por el aspecto anímico. Sin haber jugado un gran campeonato, su temperamento sirvió para que se convirtiera en un referente para los más jóvenes.
Los laterales Martín Vitali y Gerardo Bedoya demostraron su importancia con el correr de los partidos. El ex Ferro se convirtió en salida permanente y sus centros fueron un arma relevante en ofensiva. Varios goles nacieron de sus pies. Lo del colombiano se basó en su manejo y en su agresividad. Se adaptó a lo que le pidieron y demostró su jerarquía. Además, a su favor cuenta con el plus del gol a River, el tanto del título. La alternativa fue Carlos Arano, que a pesar de sus limitaciones no desentonó cada vez que le tocó entrar, aunque con menos capacidad para proyectarse en ofensiva.
A partir de su entrega, Adrián Bastía se transformó en el símbolo del equipo. En un conjunto batallador, su presencia en el medio fue fundamental gracias a su enorme capacidad de quite. Para redondear su tarea, le faltó más precisión en la distribución del juego. Gustavo Barros Schelotto fue uno de los pocos que intentó poner pausa en el circuito ofensivo, aunque no lo consiguió en muchas ocasiones. Compensó con mucha colaboración en funciones defensivas. Sin un enganche definido, el rol de conductor lo asumió José Manuel Chatruc. Por sus características, no logró otorgarle claridad a la ofensiva, aunque su vértigo fue trascendente para el ataque de Racing. También convirtió goles muy importantes. Una variante interesante fue el colombiano Alexander Viveros, que cada vez que entró le entregó dinámica al ataque. Su ingreso era un cambio obligado cuando Racing perdía. Leonardo Torres nunca alcanzó a ganarse un puesto, por lo que terminó relegado hasta del banco de suplentes.
El delantero más importante que mostró el campeón fue Maximiliano Estévez. Arrancó el torneo como suplente, pero con su habilidad y sus goles se ganó un lugar indiscutido. Bajó su nivel en los últimos partidos, pero le alcanzó para ser el goleador del campeón, con ocho tantos. El puesto de segundo delantero lo alternaron Rafael Maceratesi y Diego Milito. No consiguieron afirmarse y dio la sensación que rindieron más cuando ingresaron desde el banco que cuando arrancaron como titulares. Gastón Pezzutti, Javier Lux, Luis Rueda y Gustavo Arce integraron el equipo, aunque jugaron muy pocos minutos.

 


 

Se vino nomás el estallido

Por A. G.

La fiesta soñada se cumplió. Algunos la esperaron 35 años. Atrás quedaron la frustraciones del ‘67, cuando Estudiantes lo postergó en la final; la del ‘68, cuando Vélez se quedó con el triangular del que también participó River; o las más recientes del ‘93 y del ‘96, cuando los títulos los festejaron River y Vélez, respectivamente. Y para estar de acuerdo con su propia historia reciente, no podía llegar de otra manera. Para Racing, sin sufrimiento, no vale.
La tarde comenzó entre la ilusión y la tensión. Desde los cantos se auguraba el título, pero no era cuestión de festejar antes de tiempo. “Tenés que salir campeón/éste es el año”, era el grito-imploración que predominaba en la espera. Pero a medida que se acercaba el comienzo, los nervios empezaron a ganarle a la garganta. Para colmo, como ante Banfield, la radio trajo malas noticias desde Núñez antes del inicio del partido propio. Por eso, el silencio predominó durante buena parte del primer tiempo, más allá del aliento por algún quite de Bastía o alguna barrida de Maciel. Allí se hicieron notar los de Vélez, que no dejaron pasar la oportunidad para gozar del miedo ajeno.
El desahogo llegó en el arranque del segundo tiempo. El cabezazo de Loeschbor desató la locura. Ahora sí: “Que de la mano/del paso a paso...”, invadió la escena, sin distinción de popular y platea. Y casi de inmediato, todas las remeras al aire para saludar al nuevo campeón. A esa altura, los goles de River que aparecían en el tablero electrónico motivaban risitas sobradoras: “Me parece que River/no sale campeón/sale Racing...”. El canto salía desde el alma.
Todo era fiesta, pero... El lugar común de la historia de Racing no podía faltar. Surgió Mariano Chirumbolo, 19 años, primer partido en primera, para agregarle suspenso al campeonato y angustia a los 28 mil fanáticos que estaban en Vélez, a los más de 30 mil que esperaban en Avellaneda y a los miles que miraban por TV. Claro que ya no hubo lugar para golpes de efecto y el 1-1 quedó sellado. El estigma pasó a la historia. Los 35 años quedaron en el olvido. La vuelta olímpica se hizo esperar, pero valió la pena. Por eso, los jugadores la repitieron tres, cuatro y –algunos– hasta cinco veces. Ensayaron avioncitos, se colgaron del alambrado para gritar con los hinchas, se tiraron agua y volvieron a dar otra vez la vuelta. Eso sí, paso a paso, como les indicó el técnico.

 

Que se dijo

“Racing demostró que es un legítimo campeón. Este equipo fue muy criticado, pero los jugadores se merecían este título porque perdieron un solo partido. Ahora que la gente festeje porque se lo merece, los hinchas y nosotros estamos muy contentos” (Reinaldo Merlo).
“Esto es maravilloso por la gente. Este plantel se lo merecía por la entrega que puso en cada partido y el sacrificio que hizo durante toda la semana. Es cierto que nos faltó un poco de juego, pero encaramos cada encuentro como si fuera una final” (Gustavo Campagnuolo).
“Todos pusimos lo que hay que poner, ésa fue la clave del título merecidamente conquistado. Dejamos el corazón y mucho más, adentro y afuera de la cancha”. (Martín Vitali).
“Racing fue un justo campeón porque fue el más regular de todos. Nos jugamos la vida y se consiguió el puntito deseado. Nadie confiaba en este equipo. Decían que no jugaba a nada y ya ven. Espero que el próximo campeonato sea de Central, mi ex club que me dio todo y en el que me faltó dar una vuelta olímpica” (Gabriel Loeschbor).
“El sentimiento entre nosotros y la hinchada es amor puro. No podíamos perder este partido y ellos encontraron el empate que no merecían. Después sufrimos como siempre, porque la historia de Racing siempre será sufrida”. (Carlos Arano).
“La verdad que esto es un sueño, es lo más importante que me puede pasar en el fútbol” (Francisco Maciel).
“Este equipo fue muy parejo y se entregó siempre. Yo lo festejo también con la camiseta de mi país, Colombia, porque lo siento así de hondo. Esto es lo máximo para mí. Me siento como si estuviera viviendo un sueño. Y no me voy a querer despertar” (Gerardo Bedoya).
“No fuimos un equipo lujoso, pero alguien tiene que reconocer que a veces nos tocó jugar bien. Cuando me decidí a venir a Racing todos me decían que estaba loco, que este club era un quilombo, con 35 años sin títulos, lleno de frustraciones. Pero se formó un grupo inteligente que supo hacer bien las cosas y que por eso es campeón” (Gustavo Barros Schelotto).
“Comparto el título con toda mi familia. Es un título merecido, para llorarlo de la emoción. Si tuviera que destacar cuatro atributos del Racing campeón, serían el sacrificio, el hambre, las ganas de buscar la gloria y los huevos para conseguirla. Hemos quedado en la historia” (José Chatruc).
“Nunca me gusta hablar de los árbitros, pero lo que hizo Brazenas fue muy permisivo. Cortó demasiado el juego y no penó con severidad algunas faltas. Además, éste debe haber sido el único partido en el mundo en el que no hubo descuento” (Edgardo Bauza, entrenador de Vélez).

 

Brutalidades para matizar

La fiesta no pudo ser completa, ya que se produjeron incidentes. Casi una hora antes del partido, simpatizantes de Racing se enfrentaron con la policía, que intentaba alojarse en la popular visitante. Allí se produjeron forcejeos y algunas peleas cuerpo a cuerpo que terminaron con un agente conmocionado por los golpes. Poco a poco, los ánimos se fueron calmando y un rato más tarde la situación volvió a la normalidad. El segundo incidente se produjo en el segundo tiempo, luego del gol de Loeschbor. En ese momento, algunos hinchas de Racing ubicados en la platea norte baja –reservada para los simpatizantes de Vélez– festejaron el tanto, por lo que plateístas locales intentaron agredirlos. Luego de algunos golpes, corridas y caídas, la gente de Racing se tuvo que ir del lugar protegida por la policía. La mayor tensión se vivió con los niños que había en el lugar, que con un pasamanos fueron trasladados primero a los pupitres de la prensa y luego al palco de Fernando Marín, el titular de Blanquiceleste SA. En el entretiempo, también hubo inconvenientes cuando los hinchas de Racing arrojaron botellas desde su popular a la platea de Vélez.

 

Fútbol virtual en Avellaneda

Por P.V.

Eso del fútbol virtual, que los japoneses querían imponer en el Mundial –cancha llena, campo vacío, imágenes simulando el juego– ya es marca registrada de Racing, el equipo que colmó dos canchas a la hora de ganar el campeonato. En Vélez se jugaba el partido decisivo, no sorprendió el lleno: sí produjo un impacto el estado en que el estadio racinguista desbordaba de una mezcla de ansiedad, emoción y placer, la que destilaban los casi 30 mil hinchas que eligieron protagonizar esta primera emisión de fútbol virtual, ante una pantalla electrónica instalada sobre una tribuna, cuyas imágenes casi no se veían desde la otra punta.
Estaba cantado que los hinchas no se la iban a aguantar en las tribunas. Las chicas bailaban en los pasillos y de a poco la multitud empezó a filtrarse hacia el campo, pese al pedido expreso por altoparlantes de preservar el césped, para ver más de cerca el partido y para protagonizar ese fútbol virtual del que los japoneses debieran tomar alguna nota.
El gol tempranero de Cardetti provocó algún fruncimiento de entrecejo, el empate de De Bruno se festejó casi con rabia. A la hora del entretiempo, algunos exaltados ya daban la vuelta olímpica debajo de una bandera colectiva. Había optimismo, y algo de ese temor ancestral cultivado en las desérticas tres décadas y media últimas. Sensación que se licuó con el cabezazo de Loeschbor, y que reapareció con el gol de Chirumbolo. “Terminalo, por favor” se escuchaba, y Brazenas escuchó, del otro lado de la Capital. No fue un estallido bombástico, sino algo así como un “por fin”, como un orgasmo retenido y lento.
Una hora después del final, mientras los hinchas sostenían en el centro del campo una enorme bandera y gritaban uno a uno los goles del título, puestos en la pantalla, el Obelisco había sido copado. Una parte de la barra brava de Racing, que llegaba de Liniers, colgó una de sus banderas del mástil de la Plaza de la República. Los hinchas le agradecían a Merlo, los jugadores y Marín, en ese orden. La mayoría era debutante: jamás habían visto a Racing campeón. “La vuelta olímpica, el sábado”, prometieron, cuando el equipo juegue un amistoso de consagración, contra el Guaraní paraguayo que dirige Gustavo Costas.

 

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