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REINALDO CARLOS MERLO, UN LABURANTE DENTRO Y FUERA DE LA CANCHA
La sortija y una vuelta más para el Mostaza

El itinerario consecuente de
un trabajador del fútbol. Desde aquel �eterno� mediocampo de River en que fue la pata obrera entre los talentos del Beto Alonso y Jota Jota López, a este presente en que consiguió, con los mismos argumentos de su juego, el esquivo título para la Academia.

Por Guillermo Blanco

Era tan poco fino como necesario. Flanqueado por la categoría de Jota Jota y del Beto Alonso, no sólo no desentonaba sino que hasta se asociaba con su voz gruesa para hacer la segunda en un grupo para el recuerdo. Aquel “Mostaza” Merlo de la década del setenta en su River de siempre -que fuera tan bien pintada por la pluma poética de Osvaldo Ardizzone–, fue como el silencio que necesita la música. Decía Bertolt Brecht que hay hombres necesarios pero que otros son imprescindibles. En aquellos tiempos del título después de 18 años, Reinaldo Carlos Merlo era esto último. Y la mejor prueba fue la cantidad y calidad de “cincos” que le tiraban como cuchillos filosos al comienzo de cada temporada para tratar de reemplazarlo.
Si hasta Labruna, quien lo había hecho debutar en la primavera del ‘69 frente a Estudiantes, trajo y puso al experimentado Perico Raimondo, hasta que el Mostaza pudo más, terminó jugando y logró el bicampeonato del histórico 1975. Pero el centrojás de Independiente no fue el único invasor de los dominios de Merlo en el círculo central.
Antes y después también desfilaron tipos que escribieron su propia historia en otros pagos con mucha dignidad: el polifuncional Ramiro Pérez, viejo conocido de Angelito en el Defensores de Belgrano campeón de la B en el ‘67 (‘70 y ‘71); Francisco “Fatiga” Russo, procedente del exquisito Huracán (‘76); Héctor Pitarch, quien llegó procedente de Banfield y jugó 23 partidos (‘77 y ‘78). Y más cerca en el tiempo Hugo Iervasi (‘81, procedente de All Boys); el “Vasco” Julio Olarticoechea (‘81 a ‘84, de Racing); y dos promovidos de las inferiores, Daniel Messina (‘81 al ‘83) y Claudio Cabrera (‘82 y ‘83).
Y él, calladito, con ese apodo de “Mostaza” por el color de pelo y porque al padre le decían Pancho. Poco proclive a la polémica, con todo los códigos del fútbol aprendidos desde los remotos tiempos de las inferiores cuando don Carlos Peucelle plantó las raíces de su árbol en el medio, y él se bancó lo que vino. Pero siempre terminó jugando. Alguna vez hasta le “aconsejó” al presidente Rafael Aragón Cabrera que desistiera de más compras “así se ahorran la plata”.
Cierta vez Ardizzone le hizo una nota en El Gráfico, de ésas que los jugadores esperaban con orgullo por lo que significaba ser elegido por Osvaldo para el reportaje. Y con su inigualable manera de expresarse el periodista-poeta-maestro escribió algo así como que “en la calesita del fútbol, el Mostaza nunca se sacó la sortija”. Esto, referido al esfuerzo constante, al lejano gozo visual que le significaba a Merlo un gol más de Morete, o una gambeta de zurda de Alonso... Pero nunca suya, ya que él debía quedarse allá en el medio preparado para tirarse al piso, neutralizar el contragolpe, recuperar y otra vez pasar la pelota para que jugaran otros.
Acaso por eso en su intimidad solía decir que no se divertía con el fútbol, “salvo ganando por goleada y a poco del final del partido”. Acaso también haya tenido que ver esto en la decisión de no jugar un solo picado en su vida una vez que dejó el fútbol profesional luego de que “su” River le mandara un escueto telegrama con la palabra “Libre”.
Los Andes fue la puerta por donde se hizo técnico. Y en este nuevo hogar construido pegado a la línea de cal pero desde afuera, en el ‘89 volvió brevemente a su River, de la mano de un Alonso entonces manager, pero se fue por eso de los códigos, ya que a él lo había llevado el dirigente Di Carlo y éste ya no estaba más. Después su amigo de la noche y de la vida, Alfio Basile, lo eligió para dirigir el Sub-20 en el Mundial de Portugal, y ahí quedó embarrado luego de un vergonzoso final que lo obligó a pasar más de un invierno hablando de fútbol, pero en el restaurante La Raya de la calle Ocampo, con su actual ayudante, el “Polaco” Daulte; el “Coco” Basile y “Pistola” Vázquez. Hasta que ahora, a los 50 años, subido a esta calesita privatizada de Racing, haciendo cuernitos con una mano y estirando la otra hacia adelante aferrado al caño del destino, buscó y buscó la sortija hasta obtener el tan ansiado premio de la vuelta.

 


 

El título no es un acto de gerenciamiento

Por Gustavo Veiga

El fútbol acaba de dar una nueva lección de generosidad. Se lo debemos a Racing y a ese puñado de jugadores aleccionados por la voz gastada de Reinaldo Merlo. La lista de agradecimientos, como en el prólogo de un libro o en el final de una película, tendría que firmarla –anticipándose a todos– el directorio de Blanquiceleste S.A. Gracias al plantel, gracias al cuerpo técnico, gracias a la hinchada, gracias a todos los que contribuyeron al éxito de esta gesta que se demoró por espacio de 35 años. Y es que entre todos los que aguardaron semejante tiempo, la compañía de Fernando Marín fue la que menos esperó. Ni siquiera tuvo que sufrir un año. Recién mañana, se cumplirán 365 días desde que se le concedió la administración provisoria del club, el 29 de diciembre del 2000. De ese modo, se convirtió en la primera experiencia victoriosa de gerenciamiento en el fútbol argentino, pero no por los resultados económicos –que restan verificarse– sino por un logro deportivo.
Antes que este Racing devenido en empresa, en condiciones parecidas habían fracasado todos en la obtención de un título. Quilmes y su sociedad con el grupo Exxel es el caso más notable con seis fracasos consecutivos (léase, seis chances dilapidadas para ascender a Primera División). Por eso, el campeonato obtenido ayer bajo la tutela de una sociedad anónima, es un blasón que gustarán colgarse aquellos que siempre abogaron por la incorporación de capitales privados al fútbol. Claro que, si lo hacen, habrán tapado el bosque con el árbol.
El éxito o el fracaso de un emprendimiento como el de Fernando Marín deberá ponderarse cuando la institución de Avellaneda levante su quiebra, sanee sus finanzas y mantenga un derrotero previsible a lo largo de un período de tiempo considerable. Blanquiceleste S.A. tiene todo el derecho a festejar el título, pero no a apropiárselo para incluirlo en el inventario de cuestiones que le encomendó un juez resolver. El doctor Enrique Gorostegui, por más que sienta hoy el mismo regocijo que Marín en su condición de hincha académico, tampoco podría atribuirse algún mérito. No forma parte de su función solicitar campeonatos, sino pedirle al gerenciador que fuera poniendo las cuentas en orden.
Queda claro entonces, que Blanquiceleste debe ganar otra clase de partidos. Pero, gracias a sus jugadores, en menos de un año se ubicó en una posición estimulante para cumplir con las metas que le requirieron. Pagarle a los acreedores que verificaron sus créditos es una ellas. La nómina la integran empresas de servicios, la AFIP, la AFA, el grupo Clarín, intermediarios, técnicos, ex dirigentes, glorias del club como Juan Carlos Cárdenas y, además, jugadores que aún continúan en actividad como integrantes del plantel de Racing o en otros equipos.
Cuando Blanquiceleste se inscribió el 8 de agosto de 2000 ante la Inspección General de Justicia, bajo el número de expediente 11.616, declaró poseer un capital social de 12.000 pesos. Esa módica suma tuvo su correlación en las inversiones que realizó la empresa para reforzar el plantel profesional y contratar a un director técnico. Quedó comprobado ahora que, Marín y sus socios, Carlos Honorio Mocorrea y Fernando Enrique Carlos De Tomaso, con su apuesta discreta, llegaron bastante lejos. Ese mérito, edificado sobre el azar que conlleva el fútbol y lo que en menor medida tiene de previsible, es la pequeña cuota parte que aportó la empresa al notable triunfo que festejan los hinchas de Racing desde La Quiaca hasta Ushuaia.
Se dirá que Marín no ha estado solo en esta aventura. Que sus ex patrones, Franco y Mauricio Macri, algo habrán tenido que ver. O que Julio Grondona, a través de su amigo Rogelio Riganti, quien a su vez es socio del presidente de Blanquiceleste en Legalité –una empresa que controla el marketing y el sponsorship de la Asociación Argentina de Tenis– también puede haber dado una mano. Es cierto. Al menos en este último caso, la AFA ha sido demasiado generosa con el gerenciador de Racing. Por el oxígenofinanciero que le otorgó –Marín podrá pagarle el crédito verificado de 2.343.923,30 pesos en diez cómodas cuotas–, antes que por lo que sospechan sin pruebas los hinchas de otros clubes y, sobre todo, los de Independiente.
“Racing campeón”, gritan hoy miles de jóvenes hinchas que nunca lo vieron dar una vuelta olímpica y miles de veteranos que todavía añoran al equipo de José. Esas voces roncas como la de Mostaza Merlo, son las mismas que, difícilmente, coreen algún día el nombre de Blanquiceleste. Se sabe que la empresa no tiene hinchada y que, a lo sumo, tiene porristas. Como también se sabe que ganará su primer campeonato cuando levante la quiebra.

 


 

Campeón por diez voces

1. Horacio Pagani (Clarín): Los títulos no se merecen: se logran o no. Está claro que a mí no me gusta cómo juega Racing, pero la visión es distinta de acuerdo a quién la tenga y reconozco que es uno de los clásicos equipos cuyo mérito se le puede adjudicar al entrenador que, sin grandes talentos en el plantel, ordenó a los jugadores, y armó un conjunto solidario, que basa su eficacia en la presión y el esfuerzo. Los equipos supuestamente mejores desde lo técnico –River, Boca, San Lorenzo– no demostraron que pudieran superar a Racing: River tuvo un rendimiento irregular y demasiados inconvenientes en los partidos decisivos, y ya va por el tercer subcampeonato consecutivo, lo que puede asociarse con su larga racha sin títulos; Boca, por la Intercontinental, y San Lorenzo, por la Mercosur, estuvieron más abocados a la tarea de conseguir otros títulos.
2. Carlos Poggi (El Gráfico): Todos los campeones son justos: si Racing sacó más puntos que nadie, si dio vuelta partidos increíbles, ¿cómo se puede discutir la justicia de este logro? Fue el mejor porque fue un equipo, integrado, sin figuras descollantes; ése es el secreto clave para ganar estos torneos cortos. El único que le ganó fue Boca en una tarde en la que Riquelme estuvo inspirado. River, Boca y San Lorenzo estaban en otra cosa.
3. Daniel Lagares (Olé): “Para mí, Racing es un campeón incuestionable. Si bien no me conforma el juego que desplegó, le alcanzó con lo poco que hizo. Para colmo, tuvo la suerte de que River volvió a gallinear, Boca estuvo más preocupado por su interna y se dedicó al partido en Japón, y San Lorenzo estaba con la cabeza en la Copa Mercosur, precisamente después de perder ante Racing. Este es un equipo digno, valiente, y bien preparado, aunque muy rudimentario tácticamente. River tuvo una chance inmejorable, pero una vez más no la supo aprovechar. Es justo que Racing haya ganado el campeonato”.
4. Gonzalo Bonadeo (La Red): “Es muy meritorio lo que consiguió Racing. De un equipo que venía de salvarse del descenso llegó a ganar el campeonato. Quedó comprobado que no es necesario ser tan precavido como lo fue Merlo. Después de mucho tiempo, a Racing lo blanqueron como equipo grande en el fútbol argentino. Le tocó ligar con los árbitros, y con algunas cosas extrañas. Creo que se hizo justicia para el hincha de Racing. Igualmente, estoy convencido que ningún equipo sale campeón por viajar en avión o por alojarse en determinado hotel. No creo en las tres patas de las que habla (Marcelo) Araujo. Yo no le adjudico nada a Blanquiceleste”.
5. Andrés Prestileo (La Nación): “Racing fue el equipo que tuvo más determinación para llevarse el campeonato. El plantel partió con más decisión, y a pesar de estar en deuda con el fútbol, lo compensó con alma de campeón. Me parece que los partidos ante Estudiantes y Chicago certificaron eso. Además, que los jugadores hayan pensado solamente en el juego, sin problemas externos, potenció todo. Yo creo que la intención era pelear arriba, pero no ganar el título ahora. Quizás, el campeonato era algo para el año que viene, pero no hubo otro equipo que demostrara más”.
6. Daniel Aller (Código F, TyC Sports): “Desde lo números, sí, fue el mejor. Es un campeón discreto pero justo, un equipo que no gasta más de lo que puede, que es consciente de lo poco que tiene y que la pelea mucho para llegar a fin de mes. Seguramente que no es de los que llenan el ojo: no pagaría una entrada para verlo, porque no tiene brillo; el único partido bueno que hizo en el torneo fue contra San Lorenzo. Pero no hubo mejores equipos que Racing en el plano de la regularidad: ése ha sido el gran mérito del campeón, el haber mantenido un rendimiento confiable la mayor cantidad de fechas”.
7. Carlos Ferraro (presidente del Círculo de Periodistas Deportivos): “Fue el que más puntos sacó y eso es lo que vale... No me gustó cómo jugó en el campeonato, otros equipos tuvieron mejores jugadores, pero fue el más parejo y tuvo espíritu: este fue un conjunto que se fijó un objetivo –nohay que olvidarlo: al arrancar el torneo la idea era sumar puntos para escaparle al descenso– y luchó para conseguirlo, aunque sabía desde el arranque que el premio no era el título...”
8. Mariano Bourgarel (Diario Popular): “Es un justo ganador. Este Racing convenció más por los resultados que por su fútbol. Pudo hacer la diferencia en un campeonato que tuvo un nivel muy bajo. Desde el principio, Racing siempre supo lo que quería, y los refuerzos que llegaron se acomodaron bien. Para mí fue importante que los jugadores no hayan tenido distracciones afuera de la cancha. La mayoría de estos chicos tienen mucho hambre de gloria, porque nunca habían ganado un título ni habían jugado por cosas importantes. Racing aprovechó las circunstancias de sus principales rivales, que apuntaron a ganar otra cosa, como Boca y San Lorenzo”.
9. Alberto Dean (Crónica): “En un campeonato de mediocres fue el que más buscó y el que más metió. Merlo armó un equipo para rasguñar puntos para el descenso, y se terminó encontrando con esto. Ni él ni Fernando Marín se imaginaron que la cosa iba a terminar así. Para mí, Boca y San Lorenzo son mejores equipos, y de hecho, Boca le ganó muy bien cuando lo enfrentó. Pero después, estos dos equipos le dieron más importancia a otros torneos. El equipo tuvo mucho empuje y mucha fibra, a pesar de no tener un fútbol excelso. Se merecía el título”.
10. Eduardo Caimi (Radio Rivadavia): “Es un absoluto merecedor del título. Racing pasó por todas la penurias que puede atravesar un ser humano y las superó. Es una expresión genuina de la lucha, la entrega y la predisposición para salir adelante. Este equipo hizo asomar el sol en una institución con muchos inconvenientes. Llegaron a decir que no existía más, y el amor de su gente evitó lo peor. En un fútbol devaluado y mediocre, Racing fue el mejor. No le sobró nada, pero cada partido lo disputó como si fuera una final”.

 


 

GOLEO RIVER; CARDETTI, GOLEADOR
Banquete sin brindis

River goleó por 6-1 a Central y si bien el triunfo no le alcanzó para llegar al partido decisorio con Racing, que empató en Liniers frente a Vélez, sus hinchas despidieron al equipo con entusiasmo y gestos de agradecimiento, por la entrega y la decisión de los jugadores que dieron todo para tener la chance, aunque esta vez no fue posible.
Tres goles de Martín Cardetti, uno de ellos de penal, y los restantes de Guillermo Pereyra, Ariel Ortega y Damián Alvarez, le permitieron a River deshacerse con suma tranquilidad de un Central que había empatado transitoriamente con un gol de Luciano De Bruno y que en el segundo tiempo se vio absolutamente desbordado por un rival muy superior.
Pero las buenas noticias que se esperaban desde la cancha de Vélez nunca llegaron –aunque por momentos, cuando Vélez consiguió empatar y faltaban aún varios minutos se encendió la ilusión– y River terminó lamentando los puntos perdidos ante Banfield, Chicago, Boca y Racing. Sin embargo, los hinchas locales se quedaron cantando hasta 20 minutos después del partido y se retiraron revoleando remeras.

 

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