Por Pablo Plotkin
Podría parecer mentira,
pero pasaron ya doce años desde el último show de Luis Alberto
Spinetta en Obras, aquella noche de 1989 en que presentó Don Lucero
con Fito Páez como pianista invitado. Pero no es sólo una
larga década la que separa ese concierto del de mañana,
la presentación en vivo de Silver Sorgo, su más reciente
disco. El regreso masivo del Flaco a un escenario de Buenos Aires sucede
en pleno período de abstracción y encierro, retirado en
su departamento de Belgrano en un estado de gracia culinaria y gambeteo
mediático. No estoy encerrado. Simplemente, si no tengo nada
que decir, no doy notas, no quiero que me hagan fotos ni voy a la TV,
dijo en junio en la presentación a la prensa de su nuevo disco.
Todos los que tenemos un personaje público siempre estamos
siendo avistados por un ojo que busca... Pete. Este show iba a concretarse
el sábado pasado, pero fue postergado en los momentos en que Fernando
de la Rúa se despedía de la Presidencia de la Nación.
En los últimos años, además de no conceder notas,
Spinetta dio pocos shows, especialmente en Capital Federal. Más
allá de una serie de conciertos barriales difundidos a media voz
allá por junio de 1999 (una noche en Lomas de Zamora, otra en San
Isidro, otra en el teatro Gran Rivadavia de Flores), las últimas
presentaciones porteñas más o menos multitudinarias ocurrieron
en agosto de 1998, cuando un puñado de shows hipereléctricos
y ruidosos en un auditorio del paseo La Plaza dieron como resultado el
olvidado álbum en vivo San Cristóforo. Desde entonces sobrevinieron
la separación de Carolina Peleritti, la disolución de Los
Socios del Desierto, la grabación de Los ojos (suerte de réquiem
romántico para su relación con la supermodelo), la edición
de un Grandes éxitos y, más recientemente, la publicación
de Silver Sorgo.
Yo no dije que el público de Buenos Aires no estaba preparado
para verme. ¿Cómo que el público no está preparado
para verme? ¿Qué necesita, ir a la facultad?, ironizó
Spinetta cuando le mencionaron su receso capitalino. Sin embargo, asumió:
Estoy medio fóbico con el público. Las grandes audiencias
me molestan, me siento muy señalado. Tuve mucha prensa en un momento,
y el tipo se raja. Es lo que haría cualquiera. Mi misión,
ahora, más que presentarme en vivo y ver cuántos teatros
hago, es ser muy real, entender todas mis limitaciones e ir a la cuestión.
No hippizar más las cosas, que ya bastante hippie he sido.
Precisamente de aquella conferencia de prensa en el Hard Rock Café
y de una reciente aparición en vivo en un local de Tower Records
podría inferirse el tipo de repertorio que hará mañana
en Obras. Las canciones de Silver Sorgo Esta es la sombra,
El mar es de llanto, Mundo disperso, El
enemigo, más algunos clásicos de la estatura
de Me gusta ese tajo. Su banda actual está integrada
por el tecladista Claudio Cardone, el baterista Daniel El Tuerto
Wirzt, el bajista Javier Malosetti y el guitarrista Martín García
Reinoso, el único nuevo en las filas. Cambié por cambiar,
nomás, explicó cuando lo consultaron acerca de la
nueva formación. Es muy importante pegar virajes, que la
ruta no siempre sea derecha y aburrida, buscar otros caminos, otros paisajes.
Todos los músicos con los que toqué son geniales. Pero de
esta manera puedo descubrir a otros músicos geniales a los que
invitar.
Sigue vigente aquella frase que pronunció Spinetta en su última
noche en Obras, la de 1989: Sé que es difícil asimilar
un material nuevo que casi no se ha difundido. Pero siempre hice cosas
difíciles. El pronunciamiento se debía a la frialdad
con que el público recibía las canciones de Don Lucero y
ovacionaba los clásicos de Almendra y Pescado Rabioso. Esta vez,
pasó algo más de tiempo para que los fieles de Luis Alberto
digirieran Silver Sorgo, una continuación menos visceral del purgativo
Los ojos. Un disco menos... dedicado, acertó a definir
el autor, aludiendo a la dedicatoria que rubricaba al predecesor de Silver
Sorgo.
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