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La Cámara Electoral desplazó a
Bravo y puso a Beliz como senador

El fallo de la Cámara es contrario al de primera instancia que reconocía a Bravo como ganador por haber obtenido más votos.

Gustavo Beliz, en disputa jurídica con Alfredo Bravo.
Ninguno de los dos podrá jurar mientras dure el litigio.

Por Santiago Rodríguez

Alfredo Bravo no juró con el resto de los senadores elegidos en las últimas elecciones a raíz del litigio por la tercera banca por la Capital Federal que mantiene con Gustavo Beliz. Es que la Cámara Nacional Electoral resolvió ayer otorgar ese escaño al ex ministro del Interior menemista con el argumento de que los votos para senador corresponden a los partidos y no a los candidatos. “Es una burla a la voluntad popular”, se quejó Bravo y anunció que apelará la decisión del tribunal, mientras que la titular del ARI, Elisa Carrió, denunció que se trata de parte de “un producto tardío del Pacto de Olivos”. Beliz (ver aparte) destacó la “claridad, contundencia y unanimidad” del fallo.
La disputa por la tercera banca de senador porteño viene desde la noche del 14 de octubre, cuando concluyó el escrutinio provisorio. Beliz, con su alianza Frente por un Nuevo País, obtuvo unos 227 mil votos, contra unos 175.500 de Bravo por el ARI. Pero el socialista también fue cabeza de lista de Nuevo Milenio, que como primer candidato a diputado llevó a Dante Gullo y obtuvo unos 54.000 votos, con lo que obtenía unos 2.500 votos de ventaja sobre Beliz.
Beliz impugnó el resultado fundado en el artículo 54 de la Constitución que establece que los votos para senador corresponden a los partidos y que, por lo tanto, no es válido sumar los sufragios que un mismo candidato pudiera obtener en boletas de distintas fuerzas. La inscripción de Bravo como candidato del ARI y de Nuevo Milenio fue autorizada por la jueza federal con competencia electoral María Romilda Servini de Cubría. La magistrada se apartó después, cuando Beliz impugnó, pero los otros dos integrantes de la Junta Electoral de la Capital, Juan Carlos Dupuy y José Damarco, consideraron que esa era la forma correcta de contabilizarlos.
Esa resolución es la que revocó la Cámara. “La posibilidad de oficializar boletas con idénticas candidaturas no podía suponer inexorablemente la sumatoria de los votos obtenidos por cada una de ellas”, señalaron los camaristas Rodolfo Munné, Alberto Dalla Vía y Santiago Corcuera. Explicaron que sumar los sufragios implicaría que “aquellos que votaron que la banca senatorial debería corresponder al Partido Nuevo Milenio vieron sus votos corridos de partido”. En su resolución de 58 carillas, la Cámara recordó que el artículo 54 de la Constitución establece que la tercera banca corresponde “al partido político” que obtenga el segundo lugar en número de voto, y el senador será “el primero de la lista” que resultara segunda “en cantidad de votos”.
Bravo emitió un comunicado donde, además de calificar la decisión como “una burla a la voluntad popular”, sostuvo que “en la práctica, y tras el regreso de Beliz al redil peronista, la resolución de la Cámara no hace otra cosa que perpetuar la vigencia del Pacto de Olivos al intentar otorgarle una banca al justicialismo, claramente derrotado en los comicios”. El socialista no dio por cerrado el caso y adelantó que “recurriremos a la Corte Suprema y a la Comisión Interamericana de Derechos Humanos”.
En conferencia de prensa, Carrió destacó que “Bravo sacó más votos que Beliz” y denunció que “están usurpando una nueva banca”. “Situaciones similares –dijo– se dieron en Córdoba y Buenos Aires, donde Juan Carlos Maqueda y Eduardo Duhalde llegaron a senadores gracias a la suma de sus candidaturas en más de una boleta.” Carrió anunció la apelación y adelantó que se pedirá que se aparten los jueces de la Corte “por el mal desempeño de sus funciones en varias causas”. Gullo denunció que “están convalidando los artilugios, trampas y mezquindades que desde la política, mal entendida y mal practicada, usan los pseudodirigentes que nos tienen acostumbrados a que vale todo, menos la voluntad de la gente”, remarcó.

 

OPINION
Por Alfredo Bravo *

Matar la voluntad popular

La decisión de la Cámara Electoral de otorgar a Gustavo Beliz la tercera senaduría por la Ciudad Autónoma de Buenos Aires es un rotundo atropello a la voluntad del casi cuarto de millón de porteños que el 14 de octubre último decidió que fuese yo quien ocupara ese cargo legislativo. No está de más recordar que el hecho se produce justamente cuando las instituciones se manosean de tal modo que una decisión amañada de la última Asamblea Legislativa puede cambiarse al solo objeto de satisfacer el apetito de poder de quien debe presidir provisoriamente a los argentinos.
Esta posibilidad de manosear a las instituciones somete a sus integrantes a las presiones de quienes se organizan para influir sobre las autoridades. Gustavo Beliz es, precisamente, la cría de una de esas organizaciones que desde los años 60 avanza a paso redoblado en la ocupación de espacios de poder. Me refiero, obviamente, al Opus Dei.
Una decisión de la jueza Servini de Cubría que impuso reglas de juego para el acto electoral del pasado octubre y que todos los participantes aceptaron, tres escrutinios que me favorecieron y un fallo de primera instancia resultaron insuficientes para una Cámara que avaló el endeble argumento de Beliz, según el cual los partidos están por encima de los candidatos consagrados por la voluntad popular. Pero es este mismo Beliz quien, en actitud paranoica, pontifica ante la ciudadanía que el mal de la Argentina radica en las listas sábana, un instrumento mediante el cual, dice, los partidos la hace votar por los candidatos que ellos quieren. Es decir, cuando la sociedad está ávida de políticos coherentes y previsibles, la Cámara pretende consagrar como senador a alguien que apuesta a negro y a colorado, a pares y nones.
Pero esta resolución judicial no sólo choca contra el sentir de la sociedad sino contra sí misma. Es que al considerar como segundo partido más votado a Nueva Dirigencia, termina consagrando como senador porteño a quien había renunciado a esa entidad política para incorporarse al justicialismo, partido que ocupó un cómodo cuarto puesto en la última contienda electoral.
Claro que esta arbitraria decisión de la Cámara no cierra el caso. Resta aún la instancia de la Suprema Corte de Justicia y de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, organismo al que hice reserva de acudir a sabiendas de la maleabilidad de la Justicia local. Pero más allá de estas alternativas queda por delante el mismo camino que transito desde hace décadas: el camino de la lucha por la honestidad política que me enseñó el maestro Juan B. Justo cuando señaló con su dedo acusador a la “política criolla” que contamina a las instituciones de la República y el de la lucha por la Justicia Social que me marcó el maestro Alfredo Palacios en pos del bienestar del pueblo trabajador.

* Diputado nacional. Partido Socialista Democrático. ARI

 

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