Por Luis Bruschtein
¡Pasamos Nochebuena,
pasamos Navidad, echamos a De la Rúa y ahora a los demás!
La Plaza de Mayo se llenó por segunda vez en una semana con el
mismo ruidito a lata, viernes a la noche, vísperas de Año
Nuevo, como si una lógica se hubiera roto en la política
argentina, como si un nuevo factor hubiera detonado en la realidad hasta
hace poco tiempo apacible e impune de la política. El ¡Menem
compadre...! y el ¡Grosso, compadre...! con alusiones
a sus madres sonaba a hartazgo y desafío en las gargantas de los
miles de vecinos nuevamente autoconvocados, gente común, la mayoría
de clase media, ahogados por la crisis y enfurecidos por el resurgimiento
de los políticos menemistas en quienes ven el origen de sus desgracias.
Fue igual que el 19, inesperado, espontáneo, furioso, pacífico
al principio y desbordado después. Las primeras cacerolas empezaron
a sentirse en los barrios de Belgrano, Palermo y Caballito, pero el goteo
se fue extendiendo hasta hacerse lluvia en toda la ciudad. Los vecinos
que se encontraron en la calle el 19, se llamaron por teléfono:
¿qué hacemos?, vamos otra vez. Al
principio fueron menos que el 19. La gente los aplaudía en la calle,
pero no se sumaba. Para muchos, el esfuerzo de voltear el gobierno anterior
había dado paso a la resignación frente a las viejas y repudiadas
caras que aparecían en el elenco del nuevo gabinete. Pero otros
no: desde la semana pasada duermo con la cacerola bajo la almohada,
decía una vecina de San Cristóbal, como si se tratara de
una 45 en época de dictadura. Más tarde, muchos de los renuentes
empezaron a sumarse.
La Plaza de Mayo tardó más en llenarse que el 19. Había
mucha gente, pero menos que en el primer cacerolazo. Había muchachos
que salieron vestidos para ir al baile y que en el camino cambiaron de
programa y otros en uniforme de fajina: shorts, chancletas y remeras,
muchas mujeres, más que hombres, y todo tipo de utensilios de cocina
para aporrear y expresar su indignación. Los peronistas van
a decir que somos la clase media gorila decía un hombre mayor
que llevaba la mano sobre el hombro de su mujer, yo lo voté
a De la Rúa, pero por lo menos cuando traicionó el voto,
lo echamos; los peronistas, en cambio, aguantaron diez años como
ovejas a Menem que los traicionó, vendió al país
y los trató como animales.
A medianoche sólo se había llenado la calle Balcarce hasta
el monumento a San Martín. Estaba la gente de los barrios más
cercanos, clase media media y media baja, con pocas consignas y mucha
bronca que les hacía golpear con fuerza sus latas y algunos basureros
de plástico de la municipalidad arrancados de los pilares. Algunas
caravanas de autos hacían sonar sus bocinas, al igual que los colectivos
y un grupo numeroso de empleados de Manliba en la esquina de Diagonal
y Bolívar miraba llegar con asombro y cierto festejo a los grupos
de vecinos.
Como el 19, solamente había banderas argentinas y cartelitos hechos
a mano o en la computadora con consignas como ¡Basta de corrupción!,
¡Que se vaya la Corte Suprema! o Nadie votó
a Menem, Grosso, Manzano, Daer y Moyano con muchas banderas argentinas
o manifestantes con la camiseta de la selección. Un muchacho, casi
sobre la vereda de la Casa Rosada llevaba un cartelito casero que decía
No violencia. Los cartelitos no miraban hacia la Casa de Gobierno,
sino hacia los mismos manifestantes, como mensajes que trataban de homogeneizar
las razones que parecían tantas como personas había. Algunos
protestaban por el corralito en los bancos, otros por la corrupción,
o la ley de lemas y la mayoría coincidía en los nombres
más duros que habían visto desfilar por la Casa de Gobierno
en la última semana y que fueron tomados como una provocación
o una revancha del menemismo: Menem, Manzano, Grosso, Matilde Menéndez...
No se dieron cuenta de lo que pasó acá, pensaron que
se trataba de echar a De la Rúa y nada más, estamos podridos
de los chorros, sean peronistas o radicales, no queremos más ladrones
explicaba un señor canoso, de anteojos, que además aseguraba
que no tenía un peso en el banco, que no protestaba por el corralito,
sino por la corrupción.
Alrededor de la una comenzó a llegar más gente. Se produjo
una discusión fuerte en la entrada de la Plaza. Un grupo llegó
con la bandera de un partido de izquierda y los demás manifestantes
le pidieron a gritos que la guardaran. Estuvieron a punto de irse a las
manos, pero se apaciguaron. Si somos todos lo mismo protestaba
uno de los muchachos militantes, pero finalmente guardaron la bandera.
Entró otro grupo con una pancarta que decía: Asamblea
permanente de vecinos, pero no fueron molestados, al igual que otro
que llevaba una que los identificaba como Asamblea popular de almaceneros.
Para ese entonces, la Avenida de Mayo era un río de gente que llegaba
sin cesar. Otro grupo, de la Universidad de las Madres, entró con
banderitas de plástico azules con la insignia del pañuelo.
Dio la vuelta a la pirámide, entre la muchedumbre, encabezado por
Hebe de Bonafini, quien durante la semana se había entrevistado
con el presidente Adolfo Rodríguez Saá. El grupo llegó
hasta la puerta de la Casa Rosada pero, en vez de quedarse allí
con los demás manifestantes, dio la vuelta por Rivadavia y regresó
hasta Avenida de Mayo para protestar frente al edificio de la jefatura
de Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires. La gente que llegaba por la
avenida pasaba junto a ellos y trataba de llegar a la Plaza.
Frente a la Casa Rosada no había un gran dispositivo de seguridad,
se produjeron diálogos entre los manifestantes y algunos oficiales
en tono apaciguador y hasta respetuoso. Las alternativas de la manifestación
eran seguidas desde lo alto. Parecía que las nuevas autoridades
no estaban dispuestas a desatar la represión como el 19. Hasta
ese momento, la gente se mantenía detrás de las vallas que
estaban sobre la calle y no arrojaban proyectiles contra la casa de Gobierno.
Cerca de las 2 de la madrugada, un grupo de muchachos ya había
pasado del otro lado para treparse a las ventanas de la planta baja. En
ese momento se hizo evidente que la situación podía desbandarse.
Era un acto espontáneo, sin convocatoria ni oradores, y que por
lo tanto no tenía desenlace, pero la gente no quería irse
sin dejar en claro su reclamo. Podía convertirse en una especie
de permanencia por tiempo indefinido o explotar, nadie sabía cómo
completar la protesta.
La violencia se desencadenó cuando desde los grupos que estaban
más adelante comenzaron a tirar petardos y bengalas hacia el interior
de la Casa Rosada, luego algunos pasaron el vallado hasta la entrada de
la Casa de Gobierno y se volvían hacia la gente con los brazos
en alto en señal de victoria. Los policías se mostraban
indiferentes, pero el grupo que comenzó quemando cartones, saltó
las vallas y copó todo el área de entrada y trepó
a las ventanas. Los policías decidieron entonces dejar la zona
para replegarse a la esquina de Balcarce e Yrigoyen, allí comenzó
una discusión con los manifestantes:
Nosotros somos el pueblo igual que ustedes, ¿por qué
el otro día nos mataron como a perros?
Señor discúlpeme, pero yo no reprimí a nadie
retrucó el agente.
¿Ah... no?, cómo puede ser que ahora ningún
policía reprimió a nadie,
los que están en la otra esquina dicen lo mismo, si nosotros peleamos
por ustedes también, no entiendo por qué no se nos unen
en vez de reprimirnos?
Nosotros estamos trabajando señor, cumplimos órdenes,
nos limitamos a eso, entiendo perfectamente lo que me dice y le puedo
asegurar que también estamos cansados de los corruptos, pero usted
ve lo que están
haciendo ahora los chicos, quemando cosas y subidos a las ventanas y nosotros
estamos acá sin hacer nada, o cree nos gusta pegarle a la gente?
Poco minutos después los policías se llevaron a su compañero,
que quería seguir hablando con la gente. Otros manifestantes, más
exaltados intentaron derribar la puerta de la Rosada con una valla y allí
comenzaron los gases. El mismo grupo se cruzó con dos policías
en distintos puntos de la plaza, los derribaron y patearon duramente y
a uno de ellos le robaron la pistola. Pero otros manifestantes acudieron
en ayuda de los agentes, pudieron separar a trompadas a los exaltados
y entregaron los policías a sus compañeros.
En general, la policía parecía menos dispuesta a reprimir
en forma indiscriminada. Cerca de 20 muchachos se sentaron sobre Balcarce,
justo frente a la entrada de la Casa de Gobierno, haciendo una protesta
pacífica y, aunque estaban en medio de la revuelta, no eran agredidos.
En las esquinas de Hipólito Irigoyen y Rivadavia, en cambio, había
un nutrido intercambio de piedras y gases. Se vio de todo. Algunos decían
que un policía se había negado a reprimir y que cuando lo
interpeló el oficial, el agente arrojó su gorra. Sobre Avenida
de Mayo se habían producido incidentes, algunos manifestantes rompieron
los vidrios de un Mc Donalds y del Banco de Galicia, mientras otros
se dirigían hacia el Congreso, (ver aparte).
Los vecinos ya se habían marchado, pero las corridas entre la policía
y grupos de jóvenes continuaron hasta el amanecer. Carlos Grosso
presentó la renuncia en medio del cacerolazo y se aclaró
que Matilde Menéndez no sería funcionaria del gobierno.
La lectura de la protesta había sido rápida, pero el gobierno
de Adolfo Rodríguez Saá había quedado herido en un
ala.
Informe: Miguel Alvarez
Heridos y detenidos
Como resultado de los incidentes que se produjeron entre manifestantes
y policías, 12 policías fueron heridos, y 33 personas
fueron detenidas. Los 12 efectivos policiales heridos fueron internados
en el hospital Churruca, la mayoría de ellos con politraumatismos
por pedradas, aunque los dos agentes que fueron golpeados por un
grupo de exaltados tienen heridas de más consideración.
Los 33 detenidos permanecían alojados en las comisarías
cuarta, tercera, sexta y segunda. De ellas, 21 fueron arrestadas
en las inmediaciones del Congreso. Sólo seis de los 33 detenidos
están a disposición del juzgado federal de María
Servini de Cubría, imputados por los destrozos que tuvieron
lugar sobre todo en la sede del Parlamento Nacional. Según
la policía, el resto está siendo investigado por las
roturas de distintos negocios y por atentado y resistencia
a la autoridad. La jueza ordenó secuestrar los videos
de los canales que estaban registrando los incidentes, como parte
de la investigación.
|
|