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¿Qué dijiste? le preguntó el amigo.
Que por culpa de éstos estamos como estamos murmuró
el hombre.
¿De quién? quiso saber el amigo, pero ya no
lo escuchaban.
Ladrones dijo el hombre, ya en voz alta.
La gente sentada en las mesas cercanas lo miró, curiosa. El hombre
señaló a un señor bajito y elegantemente vestido,
que se obstinaba en no mirarlo.
Sí, de vos estoy hablando, no te hagás el boludo,
ladrón ¿Qué hacés acá en medio de gente
decente? Ladrón, ¡hijo de puta! repitió.
El hombre estaba sentado con su amigo en una mesa del Café Valentino,
en el último piso del shopping Paseo Alcorta, en Salguero y Alcorta,
y fue el primero en reparar en la presencia del ex ministro de Justicia
del menemismo, Rodolfo Barra.
Sentado junto a su mujer y su hijo, Barra sorbía su taza de té
y, mientras pudo, se hacía el que no pasaba nada. Pero su descubridor,
cada vez más indignado, se acercó a la mesa del ex funcionario.
Se paró a diez centímetros de su cara y le escupió:
Por culpa de personajes como Menem y como vos estamos así.
Andate de acá.
De a poco iba llegando gente.
Che, parece que están puteando a alguien dijo una señora,
mientras subía la escalera mecánica.
Se habían juntado muchos, que llegaban al shopping para comprar
regalos de fin de año y que sintonizaban con el espíritu
antipolítico que se plasmó en los últimos cacerolazos.
Inmune a todo, Barra seguía sentado.
No, soy libre de circular por donde quiera le contestó
a la segura sugerencia de su familia.
La gente le exigía que se fuera. Chorro, ladrón,
hijo de puta, le decían. Algunos golpeaban las mesas
del café. Otros se paraban y aplaudían.
Los empleados de seguridad que habían subido corriendo se miraban
desconcertados, sin saber qué hacer. El hombre que lo descubrió
estaba a punto de molerlo a trompadas. Le llevaba al menos veinte centímetros.
Su amigo lo agarraba con fuerza.
Andate, hijo de puta repetía.
Seguían llegando personas, que subían curiosas y se unían
al resto después de averiguar de qué se trataba.
Que se vaya, que se vaya cantaba el coro de señores
vestidos de fin de semana y señoras cargadas de bolsas.
El escrache, un día después del primer cacerolazo del Gobierno
de Adolfo Rodríguez Saá, fue totalmente espontáneo.
Se desarrolló sin que nadie lo planeara y en un shopping, un lugar
poco habitual para este tipo de cuestiones. El dato, lejos de ser casual,
demuestra que la indignación popular que comenzó hace sólo
dos semanas con saqueos en Rosario y el conurbano, se ha ido expandiendo
a toda la sociedad.
La situación era cada vez más tensa. Al final, los guardias
recibieron una instrucción a través de walkie talkie. Uno
de ellos e acercó a Barra y le susurró algo al oído:
el gesto desafiante que el ex ministro exhibía al principio había
dejado espacio a una mueca de preocupación.
Despacio, como quien no quiere la cosa, Barra se levantó de la
mesa. Se fue caminando, acompañado por los guardias que lo escoltaron
hasta el estacionamiento, mientras algunos lo seguían gritándole
hijo de puta.
Dos amagues de cacerolazo
Tras el breve discurso de Adolfo Rodríguez Saá,
al menos en dos puntos de la ciudad de Buenos Aires hubo intensos
cacerolazos y gente que bajó a la calle empuñando
los enseres de cocina. Nos toman el pelo. En lugar de decir
que van a tomar medidas de fondo para cambiar las cosas, nos hablan
de que van a abrir los bancos de 8 a 20 este lunes. No queremos
ver más chorros en el Gobierno, decía Rodolfo
en la esquina de Santa Fe y Coronel Díaz. En Caballito también
hubo movida, aunque una media hora más tarde las cosas se
aplacaron en ambas zonas. Eso sí, por las computadoras circula
intensamente un correo electrónico convocando a otro cacerolazo
de fin de año, para ser precisos el lunes a las 23.58.
El conato de anoche es otra demostración de que hay vastos
sectores porteños más que furiosos y con la cacerola
lista para salir otra vez ante cualquier cosa que les caiga mal.
Ayer fueron las palabras de Rodríguez Saá desde Olivos:
fue como el discurso de De la Rúa. No se da cuenta
de que estamos pasando el peor fin de año de nuestra vida,
argumentaba Liliana en Palermo. No terminan de entender que
lo de la semana pasada no fue contra De la Rúa y Cavallo
solamente, fue contra todos, insistía la mujer.
Según parece, el cacerolazo empezó ni bien terminó
de hablar el primer mandatario y se extendió principalmente
por Palermo en la zona que está entre Santa Fe y Las Heras,
a la altura de Coronel Díaz. A diferencia de lo ocurrido
el viernes, el cacerolazo no se alargó ni derivó en
una marcha a Plaza de Mayo. Tal vez por tratarse de la noche del
último sábado del año, con mucha gente saliendo
en pareja o con amigos, no se creó el ambiente de protesta.
El otro punto donde hubo cacerolazos fue Caballito, ya muy susceptible
también por el asesinato de tres jóvenes por un custodio.
Fue allí que la televisión pudo registrar a gente
golpeando las cacerolas después de las palabras del Presidente
desde Olivos. Cerca de las 22.30 la ciudad pareció volver
a una tensa normalidad.
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