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ENTREVISTA

Las ilusiones de Picky

 

La chica de Expedición Robinson que resignó la célebre última estaca de la prenda a favor de su contrincante, Adrián, es ahora, en su debut televisivo en Ilusiones, una chabona rasposa que intenta reconquistar a su ex novio, interpretado por Nicolás Cabré. Emilia Paino lucha en estos días por seguir siendo la de siempre, pero no es fácil.

Por Sandra Chaher

Podría sacarle una sonrisa al peor patovica de esas discotecas a las que tanto le gustaba ir, o conseguir que el feroz mastín que cuida las puertas del infierno tiernamente le entregue las llaves sagradas. Podría. Los dientes blancos que relumbran como faroles desde el interior de la brillante cara morena sugieren que podría. Aunque tenga ya 22 años, haya estado dos meses en una isla sobreviviendo y compitiendo con otros hombres y mujeres, esta chica, Picky, tiene un aire de absoluta ingenuidad que suena honesto. Abre mucho los ojos o gesticula ampulosamente cuando quiere enfatizar una respuesta o se sorprende por una pregunta, se rasca nerviosamente la pierna, se lleva todas las postales que regalan en el bar, pide que no le saquen fotos en un lugar con gente porque le da vergüenza la exposición pública, y se somete mansa a cualquier pedido de la fotógrafa.

“Vi la publicidad de Robinson en la tele mientras estaba con unas amigas –después me enteré que la pasaron sólo dos veces– y dije ‘yo quiero ir ahí’, y fui y me anoté.” Como cuando en tercer año del colegio, después de hacer su primera comedia musical, volvió y le dijo a la mamá “yo quiero ser actriz”. A los pocos días, padre y madre se aparecieron con los folletos del Conservatorio Municipal de Arte Dramático y del Nacional: “Si querés ser actriz, te apoyamos, pero tenés que estudiar”. Vivían, como hoy, en San Fernando. Ese fin de semana la familia hizo una visita al centro para que la nena conociera los dos lugares. Terminó el colegio y entró al Conservatorio Nacional. Casi lo termina, si no fuera por Robinson que la sacó de clases dos meses antes del final del año. Cincuenta y pico de días en una isla desierta. “Hubo muchas veces que me quise volver, quería bañarme, comer, no quería verle más la cara a la gente, me agarré una alergia impresionante, ¿no viste que aparecía todo el tiempo rascándome? Pero no me fui porque quería ser la última mujer, no me iba a ir antes que Consuelo.” Y aparece, con la misma intensidad que sus impulsos anteriores, el deseo de competir y ganar.

“Fui porque todo lo que sea riesgo me gusta y quería ponerme a prueba desde un lugar físico. Pero después resultó más un tema de convivencia y resistencia mental.” Hoy, después de esa convivencia que ella admite que incluyó sexo, aunque lo niega en su caso –”no sé si eso también lo habrán grabado pero nunca lo iban a pasar para no bastardear el programa”–, además de peleas y roces que se vieron en la tele, sigue siendo coherente con lo que pensaba al inicio, aunque le cueste entenderse. “Muchas noches pensé y pensé porqué lo dejé ganar a Adrián, si no fui una boluda. Y siempre llego a lo mismo: yo me llevé las dos cosas, sé que podría haber llegado a la final, estar debajo del arbolito, para mí yo llegué, y a la vez me quedó la sensación que tuve cuando Adrián, un tipo que todo el día me taladraba en el oído que lo que más le importaba era la guita, ganó. Yo siempre había dicho que la plata no me importaba y era cierto, hubiese sido muy mala persona si le sacaba a él la posibilidad de la final. Perosi no hubiese sido él el que estaba delante mío, si hubieran sido Diego, Sebastián o Consuelo, no hubiera dudado en ganar esa prenda.” La moraleja, que sorprende por no estar acostumbrados a renunciamientos aparentemente genuinos, es que finalmente Picky Paino aparece hoy como la gran ganadora de “Expedición Robinson”: no tiene los cien mil dólares ni el auto, pero se llevó el “premio moral” que conmovió, y también hizo sospechar a alguna gente (ella no sólo niega que no hubo ningún acuerdo de plata con el canal por ese renunciamiento, sino que ni siquiera estaba enterada de esos rumores), y además tiene trabajo como actriz en Pol-Ka, donde ya le anticiparon que pase lo que pase con Pato, su personaje en Ilusiones, de todas maneras está asegurada su continuidad en algunos de los otros ciclos.

Una semana antes de que “Expedición Robinson” terminara de emitirse, varios de los protagonistas fueron convocados a un casting en Pol-Ka. Sólo a ella y a Diego Garibotti les dijeron que quizás quedaban. Al tiempo le mandaron el libreto de Pato, la ex novia guarra del Rafa, el personaje de Nicolás Cabré en la tira. “Me dijeron que dependía de mí cuánto durara el personaje, hasta ahora hice tres capítulos y el segundo me llamaron para decirme que estaban muy contentos. Yo igual creo que en algún momento Pato tendrá que desaparecer, porque él se tiene que enganchar con la otra piba.” Empezó a grabar el último martes del 2000, “estaba híper nerviosa, con un miedo terrible de cómo me recibirían, sobre todo cuando llegás como yo. Fui un par de veces a las grabaciones para presentarme, conocer a la gente. Y el día que me tocaba, hablando de la escena con el director me agarró un ataque de risa de los nervios”. Para quien no la vio, fue como pasar de las inferiores a primera: después de años de no ver al Rafa el primer encuentro era a la cama de una. No se vieron más que las tiritas de su corpiño y salió airosa. “Me gustó cuando lo vi, aunque todavía no la hice crecer mucho a Pato, pero me divierte que sea tan lanzada, en un fondito escondido me encantaría ser así.”

Le pide a la fotógrafa que la “tire por Belgrano”, de ahí seguirá camino a San Isidro, al negocio de unas amigas a donde le gustaba ayudar a atender, “pero a veces caigo: Picky, me parece que esto no lo vas a poder hacer más”. La gente la conoce, a ella no le gusta. “Ya no voy más a discotecas, un poco porque me molesta tanta gente junta también; pero dejé de ir sola al cine, cosa que me encantaba, y si mis amigas me piden que las acompañe al Unicenter ni loca. Es lo único que me hizo dudar de esta vocación. Ahora me quedo los fines de semana en casa comiendo asado, o disfruto más tomando mate en el jardín con mis amigas. ¿Si me vendría a la capital? ¡Ni loca! El viaje en tren para mí es un programón, y más si sé que allá me esperan el jardín y la pileta.” En las pupilas le bailan brillitos ante la idea.