SOCIEDAD
Los
ángeles de Luis
Detrás
de la obra del cura Luis Farinello (doce comedores, cinco programas
de vivienda, una guardería, una radio comunitaria y una pañalera) está
el trabajo de un gran número de voluntarios, la gran mayoría mujeres.
Algunas de ellas relatan en esta nota por qué trabajan desde hace décadas
ad honorem para mejorar la vida de otros. Casi todas afirman que es
por agradecimiento.
Por
Soledad Vallejos
El
chalet está en un barrio de clase media de Quilmes, mezclado
entre otros muy similares. Por la calle Echeverría se acerca
una pareja humilde en un carro de madera. Paran en la puerta. Apenas
se bajan, el caballo come el pasto de la vereda con fruición.
Tiene hambre digo.
Sí, venimos desde el Bajo, allá por la autopista,
para el lado de los juncos dice la mujer. El padre de él
mira a su marido tiene cirrosis y le cortaron las piernas,
necesitamos una silla de ruedas.
El hombre espía, entre las rejas azules, el depósito que
está al lado del chalet. Hay varios elásticos de cama,
botellas, sillas, muebles, moisés, cartones y cocinas apilados.
Y hay dos sillas de rueda.
Venimos temprano a ver si encontramos al Padre sigue ella...
para ver si nos ayuda, porque él nos da fácil... pero
ellas, ellas son difíciles.
El chalet es la Fundación Luis Angel Farinello. El Padre, por
supuesto, es el cura que por estos días lanza su candidatura
a diputado nacional por el Polo Social. Y ellas son las mujeres que
trabajan en el más absoluto anonimato y ad honorem algunas
desde hace más de 30 años con él. Son las
que tienen que poner cara de perro para ordenar el caos
de las donaciones y poder distribuirlas lo más equitativamente
posible. Y son las que tienen casi tantos problemas como quienes se
acercan a pedir ayuda y que, a pesar de todo, dan su tiempo y su trabajo
para que él pueda llevar adelante su obra: doce comedores, cinco
programas de vivienda, una pañalera, una radio comunitaria y
una guardería.
La
hermana Stella
Stella Maris Maldonado entra apurada. Pero antes intercambia dos
palabras con la pareja que estuvo esperando en la calle. Entra a un
cuarto lleno de cajas, bolsas, mercadería, remedios, juguetes.
Donaciones. Sobre su escritorio hay un paquete de fideos y un frasco
de vinagre.
¿Consiguieron la silla de ruedas?
Sí, les hacemos firmar un papel y se la prestamos. Entonces,
les vas dando tiempo para que a través de Bienestar Social o
Cilsa la consigan. No las regalamos, las prestamos para que circulen
porque no es algo que se reciba siempre. Igual que los moisés.
Stella Maris tiene 43 años y desde los 11 trabaja con el padre
Luis Farinello. Su madre, Estela Corcoruto, tiene 82 y es la secretaria,
aunque ahora está enferma y Stella hace el trabajo de las dos.
A veces llega a las nueve y media de la mañana y se va a las
diez de la noche. Lo hace gratis y no se imagina con otra rutina.
Básicamente, Stella se encarga de distribuir bolsas de alimentos.
Unas 400 familias de distintos partidos del conurbano se acercan cada
mes aretirar una bolsa con ocho o diez alimentos, según la disponibilidad.
Hay un registro riguroso de cada entrega.
Las donaciones llegan de todos lados. Como el cura no cobra ni
bautismos, ni casamientos... ningún sacramento, pide que colaboren
con alimentos, ropa, remedios. Una vez llegó una novia a casarse,
el chofer abrió el baúl y bajaron bolsas de papa, de zanahoria
y de cebolla. Fue fascinante, se entusiasma Stella.
Suena el teléfono. Stella no para nunca. Enciende un cigarrillo
y atiende.
¿Un ciclón en Longchamps?
...
No tienen luz... decime, gordo, ¿qué necesitás?
Retoma la charla. Dice que nunca se le ocurrió dejar de trabajar
con el Padre. Ni siquiera en la época brava. Farinello
integró las filas del Movimiento de Sacerdotes por el Tercer
Mundo en los 70. Fue secuestrado, le pusieron una bomba y ametrallaron
la Parroquia Nuestra Señora de Luján, donde estuvo hasta
noviembre de 1999 (cuando pasó a la Capilla Jesucristo Liberador).
Stella se crió con él. Es como el hermano mayor
que no tuve, repite todo el tiempo.
Cuando se le menciona la trillada frase detrás de todo
hombre hay una gran mujer (en este caso varias), Stella se ríe.
No es algo que le cueste demasiado, es muy simpática. Después
de pensar un poco dice:
Mi mamá le dedicó su tiempo con alegría,
sin quejarse. Y creo que yo la heredé. Me encanta venir acá,
no es un peso. Es parte de mi vida.
Vuelve a sonar el teléfono. La dejo. Me acerco a Susana Maidana,
que clasifica ropa. La ruidosa voz de Stella lo llena todo:
¿Ustedes son los muchachos que estaban encadenados? ¿Necesitan
algo de mercadería?
...
Sí, anoto, Plaza de los Dos Congresos. Listo, muchachos.
La
idea fija
Su trabajo es clasificar mercadería, arreglar la ropa y
organizar el reparto. Vino del Chaco hace 9 años por una
piedra no operable que tengo en la espalda, dice. Y se quedó.
Le habían dicho que no iba a vivir mucho tiempo más. Yo
dije, si Dios me da fuerza, voy a seguir trabajando para la gente...
y fue así, cuenta. Cada día va a la Fundación
desde las 9 de la mañana. Y cuando no trabaja de corrido, aprovecha
para cortar el pelo o arreglar ropa y se hace unos pesitos.
Susana vive en el Barrio Santísima Trinidad, de Quilmes, con
un hijo discapacitado. Sobrevive con alimentos y ropa que le da la Fundación
porque no cobra sueldo. Pero no se queja. Vivo bien, dice.
Yo te explico cómo vivo. Cuando vine, la Municipalidad
me dio un terreno en una zona muy baja, detrás del Barrio Naval.
Una gota de agua y estábamos con la mitad de la pierna en el
agua... Me regalaron 500 tarimas, las desarmamos y me hice una prefabricada.
Después la forré con restos de madera terciada. Después
cirujeé, conseguí alfombras, alfombré todo. Y la
amueblé con las cosas que me daba el padre Luis. Mi casa es sencilla,
pero es muy linda. Y ya no se inunda porque la levantamos a un metro
cincuenta del piso.
¿Por qué estás acá? No te sobra nada...
Sí, pero desde que me salvé, mi gusto es vivir para
afuera. Y sé que voy a salir adelante porque en mi provincia
tenemos esa idea fija... Y no tenemos cansancio en el cuerpo.
La
guardería
Hace 35 años, María Rosa Rodríguez tenía
15. Iba a la escuela Inmaculada Concepción de Quilmes. Su profesor
de religión era Farinello. Entoncesempezó a ir a los barrios
pobres de Quilmes, los sábados y domingos, a dar la merienda,
a hacer espectáculos con títeres y a organizar juegos.
Así empezó todo.
En esos 35 años, María Rosa creció, hizo su vida.
Pero siempre estuvo en contacto con la obra de Farinello. Hoy coordina
La Casa del Niño, más conocida como la guardería.
El edificio está pulcramente pintado de amarillo con ribetes
verdes en ventanas y puertas. Y se levanta junto a la capilla Jesucristo
Liberador, camino al río.
La Casa alberga a chicos de 6 a 14 años, que van a contra turno
de la escuela, unos 120 por turno. Ahí reciben apoyo escolar,
tienen tareas recreativas y también, una vez por mes, hacen excursiones.
El área maternal es para niños de cero a 5 años.
Hay unos 50 por turno. Y también hace poco se creó La
Casa del Joven, donde se ejerce una especie de tutoría de adolescentes.
Cinco chicos ya terminaron el secundario. Algunos piensan que
es una pavada, pero para nosotros es todo un logro cuenta María
Rosa.
¿Funciona realmente como una guardería?
Para la mayoría es más un comedor que una guardería.
Unos 450 chicos vienen a comer. Nosotros hicimos una estadística
hace dos años y descubrimos que la gente se arregla con un peso
por día, los que trabajan. Pero el 80 por ciento no trabaja.
La autopista Buenos Aires-La Plata hace de línea de referencia
inevitable para distinguir quienes son los que asisten a La Casa: son
los pibes que viven en los asentamientos que bordean su costado derecho
(viniendo de Capital) desde Bernal.
Los siete hijos de María Gómez, por ejemplo, se criaron
en la guardería. Hace 13 años que ella trabaja ahí.
Empezó haciendo la limpieza y ahora les sirve la comida a los
chicos, en la franja horaria que va de las seis y media de la mañana
a la una. A cambio recibe cinco mercaderías por semana.
Con eso se arregla porque su marido ahora tiene trabajo, cuenta.
Tiene changuitas. Estuvo casi un año sin trabajar porque
no conseguía nada. Aparte era alcohólico...
¿Se recuperó?
Un poco, quizás, no sé... porque hay tiempos que
deja y tiempos que vuelve a retomar. Era pesado para mí en mi
casa porque cuando él tomaba para mí era un infierno.
No era golpeador, pero era agresivo, creo que duele más. Entonces
yo venía acá y encontraba paz, y me acostumbré
tanto que ahora no lo quiero dejar.
María tiene los dientes gastados y los ojos tan chiquitos que
pareciera que el sol la encandilara todo el tiempo. Lleva un rosario
violeta colgado al cuello.
¿Te gusta venir?
Me encanta. Ahora nos dieron unos días de vacaciones y
yo estoy desesperada porque el cariño mío es el de los
chicos, quiero estar acá.
Norma Caballero tiene 39 años y también es voluntaria.
Ahora se dedica a la limpieza de la guardería. Siempre fue religiosa
y sigue de cerca al cura desde chiquita. Sus padres fueron casados por
Farinello, y sus hijos tomaron el bautismo y la comunión también
con él.
Ella volvió a la guardería después de haber perdido
a uno de sus cinco hijos en un accidente. Es como que me desahogo,
estar todo el día en mi casa sería un problema. En cambio
acá tengo cosas para hacer y me siento mejor porque puedo estar
en contacto con personas que me quieren, dice. Además,
su tarea como voluntaria le permite tener algo que darle de comer a
sus hijos todos los días.
El
candidato
Sobre la candidatura de Farinello, sus mujeres se debaten entre
la fe y el miedo. La confianza en que el Padre no se casa con
nadie, por un lado. Y el temor a que entre en un ambiente de gente
los políticos que no está con la gente,
por otro. Yo sé que gana, no me cabe la menor duda... Y
va a ser un aire puro dentro de la política argentina,
confía Stella. Sé que es un luchador y seguramente
va a salir todo bien. Le tengo mucha fe, opina Norma.
Tal vez sea la fe, justamente, la mejor manera que tienen estas mujeres
de mostrar su fidelidad a Farinello. Esa fe terrena que se manifiesta
en la confianza, en la creencia, en el trabajo diario y en la dedicación
sin esperar retribución. ¿Cómo se entiende, sino,
que teniendo tan poco (materialmente) puedan dar tanto? No hay respuesta
desde la razón, claro; como toda cuestión religiosa, roza
lo milagroso.