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Después del Foro de Porto Alegre

En otra dirección

Activistas, sindicalistas, militantes, agentes sociales, feministas, gente de lo más diversa se dio cita en Porto Alegre –mientras en Davos se reunía el Foro Económico Mundial– para poner de manifiesto que existen alternativas al pensamiento hegemónico. Cinco mujeres que participaron de los talleres en Brasil cuentan sus impresiones.

Por Marta Dillon

No hubo conclusiones después del Foro Mundial Social de Porto Alegre. Y no fue una deficiencia de este primer encuentro en el que se reunieron representantes de 117 países. Fue una decisión. No había manera de poner en un papel la riqueza de cuatro días de debate que, justamente, cuestionaron el pensamiento único, la hegemonía del modelo neoliberal como la autopista obligada que los países del mundo debían transitar para no quedar “afuera” del desarrollo. Hubo sí múltiples documentos, casi tantos como talleres, como mapas de caminos alternativos que se han trazado a fuerza de andar y que después de Porto Alegre dejaron de ser huellas aisladas para dibujarse con fuerza y transformarse en vías de comunicación entre experiencias diversas, pero con voluntad de confluir, o al menos de cruzarse. Y aun cuando quedaron abiertos muchos y nuevos interrogantes, pocas dudas quedaron de ese viento de optimismo que empujan quienes asistieron al primer encuentro mundial de movimientos sociales que vienen resistiendo desde su práctica al supuesto modelo único y ahora tienen vocación de oponerse directamente. Como en aquel antiguo cuento indio en que cuatro ciegos daban su particular apreciación de un elefante, quienes viajaron a Porto Alegre los últimas días del primer enero del milenio trajeron retazos de una experiencia en la que participaron más de 15 mil personas y que desbordó cualquier expectativa. Pero, a diferencia de aquella leyenda, estos retazos parecen coincidir en lo principal y pintan un cuadro de situación que alienta los sueños y que confirma que el fin de la historia no está en el horizonte. Y que el pensamiento único trajo consigo una certeza: por los costados de esa autopista por la que cada vez transitan menos se reproducen a velocidades incontrolables la pobreza, el hambre y la exclusión. Un hecho que no niegan los principales artífices de este modelo, los representantes de un poder económico que concentra casi el 80 por ciento del capital de mundo y que, reunidos en Davos, debatieron con el Foro Social en un episodio que muchos consideraron histórico. De los dos lados de la teleconferencia hubo rasgos simbólicos. En Suiza la cumbre sesionó sitiada por alambres de púa y la ciudad pareció fortificada por los cientos de hombres armados que la custodiaban. En Porto Alegre la policía brilló por su ausencia. Desde Davos, cinco representantes se sentaron frente a las cámaras para dialogar. En Porto Alegre, una sala colmada de gente de diversos países, razas, movimientos, apoyaba a los siete que estaban en uso de la palabra. Y fue ésta una de las claves del encuentro: la unión en la diversidad. “Hubo diversidad de actores, desde intelectuales hasta activistas y también de las temáticas, porque si bien había una fuerte pregnancia de los problemas político-económicos también había expresiones del feminismo, los aborígenes, minorías sexuales, la cultura...”, dice María Alicia Gutiérrez, socióloga e investigadora que participó del Foro principalmente en las mesas de mujeres. Y la enumeración podría seguir. “El Foro fue una victoria de la diversidad y éste podría considerarse también un triunfo del pensamiento del movimiento de mujeres porque ahora es impensable una salida si no es en el agrupamiento de las diferencias, es una teoría que introdujo el feminismo y que en Porto Alegre fue un hecho”, opina Clara Algranati, integrante del Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales (Clacso) que agrupa a más de 120 institutos de investigación en el continente. “El principal desafío fue ponerse de acuerdo en gestar un movimiento democrático respetuoso de las identidades, de las culturas, pero que logre conformar una oposición planetaria a la globalización del dinero”, define Mabel Gabana, integrante de la mesa directiva de la Central de Trabajadores Argentinos (CTA). Nora Cortiñas, integrante de Madres de Plaza de Mayo-Línea Fundadora, lo describe así: “Se abrieron diversos caminos para llegar a mancomunarnos los pueblos del mundo en una postura antiliberal; ahí estaban muchos sectores que hablaron de las distintas vivencias sociopolíticas y económicas y lo que quedó es una gran fuerza para continuar esta lucha en cada país, pero buscando la unidad”. Queda claro que si estas mujeres palparon distintos retazos del elefante, todas pueden describir el mismo animal.

La marcha de las mujeres
Aun cuando los dos términos aparecen muchas veces fusionados, el Foro de Porto Alegre no se reunió para oponerse a la globalización sino a esta particular forma que tomó como hija dilecta del neoliberalismo, o mejor, a los efectos del neoliberalismo globalizado. “El Foro fue una manera de poner en acto el ¡Basta, se acabó el pensamiento único!, y empezó a reconstruirse una utopía distinta –asegura Algranati–. La consigna ‘Otro mundo es posible’ fue muy emotiva, y fue un cambio profundo como primer paso en este sentido a nivel de las ideas y de las propuestas. Las movilizaciones de Seattle también pueden ser evaluadas como un inicio de un camino común, pero hasta ahora habían faltado propuestas concretas que es lo que se vio en Porto Alegre. Y quedó claro que la única verdad única que conocemos es el empobrecimiento de los pueblos y la concentración de la riqueza”. Este empobrecimiento que, según el mismo Banco Mundial alcanza a un 50 por ciento de la población del planeta, tiene su expresión más angustiante en la cara de las mujeres. “Nosotras somos porcentualmente, estructuralmente más pobres que los hombres, o sea que asistimos a este proceso de degradación desde un piso más bajo. Según las estadísticas de Naciones Unidas, las mujeres tienen el 1 por ciento de la propiedad mundial, generan más horas de trabajo que los hombres y sin embargo tienen menos propiedad sobre los bienes. En Argentina como en la mayoría de los países del mundo, el salario de las mujeres llega al 70 por ciento del de los hombres aun cuando cumplan iguales funciones. Esto va cambiando gracias a la lucha de las mujeres, se van abriendo espacios, pero estamos muy lejos de la igualdad que queremos”, dice Gabana. Esta lucha constante a la que hace referencia la representante de la CTA se vio con fuerza en el encuentro. Matilde Quarracino, quien viajó como delegada de Diálogo 2000, un espacio que se creó para concientizar e informar sobre los efectos de la deuda externa en la vida cotidiana y la ilegalidad en las formas en que se acumuló esta deuda, suma otro dato: “Es evidente el avance de la mujer en cuanto a la solidez de su pensamiento y a la convicción que manifiestan, son las que llevan adelante las cosas cuando están verdaderamente convencidas. Pero con el aumento desmesurado de la desocupación, en nuestro país, la cantidad de jefas de familia es similar a la de Asia y Africa y esa necesidad de supervivencia hace que sean utilizadas como disciplinadoras de las fuerzas de trabajo al verse obligadas a aceptar el trabajo en negro, la subocupación y hasta la esclavitud, en eso se ha retrocedido muchísimo”.
En los espacios de participación, en el número de representantes y cada uno de los cientos de talleres que cada tarde funcionaron en torno de la Universidad Católica de Porto Alegre, hubo paridad entre hombres ymujeres. Sólo en las mesas de conferencias que se daban por las mañanas y que reunieron a distintos intelectuales de distintos países, el número de mujeres se redujo. Fue un dato que notaron tanto Nora Cortiñas como María Alicia Gutiérrez. Pero la capacidad de reflejos para instalar un tema que no había sido tomado en su particularidad en ninguna de las mesas ni talleres no fue un dato menor. Cuando, sirviéndose de la velocidad actual de la circulación de la información –uno de los datos más relevantes sobre los que se construye la globalización–, distintas mujeres supieron que uno de los primeros actos de gobierno de George Bush hijo había sido recortar el presupuesto de las organizaciones que trabajan en la protección de las mujeres que deciden abortar y en la prevención del embarazo no deseado, inmediatamente se organizó una movilización que sumó una consigna al título del Foro: el aborto legal es posible. “El tema del aborto se imponía en todos los talleres que trataban temas de mujeres, pero la marcha fue un impacto muy fuerte, en la sede de la universidad católica, y convocando de boca en boca aun cuando el aborto no se mencionó en el cierre del Foro, el tema quedó instalado”, se entusiasma Gutiérrez. Para Mabel Gabana ese hecho fue una demostración de que en la lucha del movimiento de mujeres “no hay derechos adquiridos; aun en los países donde el aborto se ha legalizado es posible que haya retrocesos, como en Estados Unidos. Y si hay otro mundo posible sólo será si se contempla el derecho de las mujeres a decidir cuándo y cómo tener hijos”.

Las cosas por su nombre
Tal vez la imagen que podría representar la magnitud de situaciones en paralelo que sucedieron en Porto Alegre sea esa que es posible imaginar al comienzo del mundo, cuando sólo existía vida en el agua y millones de organismos diversos buscaban su forma, reproduciéndose al infinito. Y así fue la convocatoria en nuestro país, un caos fértil que se organizó desde Clacso según las organizaciones que habían registrado a través de su trabajo desde el Observatorio Social de Latinoamérica, una publicación que realiza un seguimiento de los conflictos de los distintos países para hacer circular información entre los actores. “Por ejemplo –aclara Algranati– puede ser que en tres países distintos haya conflictos diversos, pero que están oponiéndose a una misma empresa multinacional, y no lo saben”. Siguiendo esta agenda casi informal, y las listas de mails personales, se empezó a gestar el comité argentino para el Foro que va a seguir funcionando hasta el año que viene. Y así también se empezaron a tender redes. “A esta altura nos encontramos con que hay tres grupos o tres iniciativas que entre marzo y abril van a fusionar a diversos movimientos, por un lado está el comité del Foro al que asistieron casi 200 organizaciones sociales –ése fue el cupo para Argentina, aunque viajaron 700–, por otro lado están las organizaciones que se reúnen para organizar la marcha de repudio del 24 de marzo, donde todos vamos a confluir, y por otra parte está la gente que forma la Alianza Social Continental que se reúne para organizar la resistencia al ALCA –Alianza de Libre Comercio para América que impulsan Estados Unidos y el gobierno argentino apoya con entusiasmo– y que tiene como tarea coordinar y convocar para una de las actividades que se propusieron desde el Foro, y que es la movilización en contra de la instalación de este tratado de comercio cuyos protagonistas se van a reunir en Buenos Aires el próximo abril”. Para Clara Algranati, en los próximos meses, algo del espíritu del Foro se va a colar en esta ciudad.
Porto Alegre fue un lugar de encuentro, pero también un caldo de cultivo en el que empezaron a germinar ideas y otras fueron rescatadas para hilvanarles una continuidad que parecía perdida. Y una expresión de esto apareció con mucha fuerza desde el lenguaje que, para Nora Cortiñas, por ejemplo, de pronto resultó algo más que insuficiente: “Me di cuenta de que hay cierto léxico común que me sobrecoge, cuando se habla cotidianamente de países desarrollados y en vías de desarrollo es una falacia, somospaíses empobrecidos y los otros, usureros. Hay que poner las cosas en su lugar porque no podemos acostumbrarnos a un lenguaje que usa el poder económico para esconder sus intenciones”.
Cuando Mabel Gabana se descubre de pronto, habla de la integración de los países por región para resistir la globalización que propone el neoliberalismo, habla de la necesidad de fortalecer el Mercosur como ámbito de resistencia regional y de respeto de las identidades de cada país, afirma que ya se está gestando una articulación de las luchas, de los movimientos sindicales... y de pronto dice “fortalecer o terminar de fundar en América latina eso que en algún momento llamamos la patria grande”. No se sorprende por haber recuperado una expresión signada por el momento político que marcó los 60 y los 70, “estamos recreando cosas que habíamos dejado un poco de lado y que hoy, de nuevo, vemos que son posibles, no volvemos al pasado, volvemos a animarnos a pensar y a recrear las utopías, ésta es la primera vez que vemos la posibilidad de unirnos, es difícil y es largo pero posible, porque lo que yo vi es un indio con sus ropas, una africana con sus particulares ropas, que puede hablar de su identidad y su pertenencia, que podemos dialogar y que además hay una gran confluencia de luchas”.
“Ahora reaparecieron términos que parecían obsoletos –opina Gutiérrez-, pero hubo conferencias como la de Aníbal Quijano que claramente se refirió a una recuperación lingüística urgente, lo mismo hizo Armando Matelar, el colonialismo es el colonialismo. Y eso es muy fuerte, hubo en la marcha de inauguración consignas que no se escuchaban desde la época de Allende en Chile y que de pronto tenían sentido. A mi gusto es llamar a las cosas por su nombre y estoy segura de que no es volver a los 70 sino de recuperar el lenguaje y redefinirlo en relación con la nueva lógica del capital”.
Hubo otros términos cuestionados, globalización fue uno, puesto que su sentido está contaminado por los efectos del neoliberalismo. Y a eso se le opone lo que se llamó una internacionalización de las luchas. “Dentro del feminismo –dice Gutiérrez– se instaló en este sentido una propuesta interesante que es crear un sistema de jurisprudencia internacionales sobre apelaciones que no tienen ámbito, como los derechos sexuales. “Debería tener carácter de tratado internacional, pero con aplicabilidad regional”. También quienes trataron el tema de la deuda externa de los países empobrecidos, según Matilde Quarracino, quedaron en buscar la forma de llegar a estrados internacionales como el Tribunal Superior de los pueblos. “Aun cuando no habláramos entonces de globalización –dice Nora Cortiñas–, el imperialismo que financió y organizó la represión en América latina también borraba las fronteras, como lo hizo con el Plan Cóndor que coordinó los asesinatos y desapariciones en el cono sur”. Las Madres de Plaza de Mayo llevaron al foro una palabra que define su experiencia, pero que están empeñadas en que no se olvide: desaparecidos. “Aun cuando el método también se dio en otros países, sólo nosotros la pronunciamos con fuerza y por eso nos movilizamos contra el Plan Colombia y queremos alertar sobre la militarización del conflicto que propone. Porque los pueblos ya no se quieren callar y otra vez los quieren silenciar con las balas”. “La represión es la forma en que el neoliberalismo quiere cubrir sus falencias –dice Quarracino– y son muchas; la pobreza no es un problema sólo de los pobres, sino vean lo que pasa con las migraciones en los países centrales”.
También hubo falencias en el Foro; según Algranati y Gutiérrez, la más marcada fue la falta de participación de los jóvenes. “Se instalaron en un campamento, que puede ser un rasgo generacional, pero tuvieron mucha dificultad para ser incluidos en los debates y se perdió la oportunidad de que pudieran discutirse problemáticas propias como el acceso al empleo particularmente flexibilizado, o la libertad de sus cuerpos, las libertades sexuales”. Los debates quedaron abiertos y es esperable que estén reproduciéndose en cada país a donde volvieron los representantes, si otro mundo es posible o no ya no parece una duda cruel, en todo caso las preguntas son en torno de cuántos caminos posibles será factible recorrer. Otras dudas se contestaron con la fuerza de un grito, cuando los intelectuales que comenzaron a analizar las expresiones internacionales de Seattle, Praga o Washington y se preguntaron cuánta representación en los ámbitos nacionales tendrían esos activistas, no sabían que la respuesta llegaría en vivo y en directo en una ciudad del sur del mundo. Allí se vieron las caras, hablaron en distintos idiomas, relataron y sintetizaron experiencias que ya no están tan aisladas. Y supieron que no hay redes más fuertes que las que se construyen con las manos.