ESPECTACULOS
Un
dolor tan alto
“Bailarina
en la oscuridad” de von Trier es una extraordinaria película de llorar,
donde el realizador danés ofrece una heroína visceralmente honesta y
generosa que da su vida por el bien de quien ama. Catherine Deneuve,
en un papel secundario, se bancó como una reina desprendida el absoluto
protagonismo que alcanzó Björk.
Por Moira Soto
Llorar,
por suerte, siempre ha sido cosa de mujeres. Mientras que los varones
se tragaron durante siglos las lágrimas, las mujeres las dejaron
correr liberando tensiones, arrasando sus rostros con la expresión
más física del sufrimiento. Nada como llorar para que
caigan las máscaras, se desdibujen roles sociales, se desmoronen
las defensas. Llorar es mostrarse frágil, vulnerable, revelar
la propia intimidad. Llorar por identificación, por compasión
leyendo una novela o viendo una película, también puede
ser un placer aunque se nos corra el maquillaje y se nos oprima el pecho.
Es que a veces ciertas emociones provocadas por una obra de ficción
exorcizan terrores y dolores manteniéndonos a buen recaudo en
la butaca del cine o en el sillón del living.
Hasta no hace mucho, los comentaristas de espectáculos habrían
dicho -con un dejo despectivo, o al menos de cierta condescendencia
masculina hacia las flaquezas femeninas que Bailarina en la oscuridad
es una película destinada a las mujeres porque es de llorar.
Dando por sentado que ellas son emotivas, de lágrima fácil,
tirando a masocas, sufren con las telenovelas (derivadas del folletín)
y se permiten el llanto gustosamente. Pero ocurre que en la ultima década
ha habido una revalorización del melodrama género
al que se suele confundir con el drama y la tragedia como eco
tardío, en parte, del aprecio que los muchachos de Cahier du
Cinéma manifestaron por directores como Douglas Sirk, inspirador
de Fassbinder y de Almodóvar, antes que de Lars von Trier. También
se empezó a reconocer que un Dreyer o un Visconti apelaron a
recursos del melodrama (se usa decir mélo, apócope a la
francesa) pero con mucha categoría, sublimándolo. Además,
ahora que cada vez más varones saben que pueden llorar tranquilos
de que no descenderán sus niveles de testosterona y que incluso
mostrarse sensibles puede resultar un efectivo medio de seducción,
ya no se tiende con la frecuencia de antaño a desdeñar
ciertos films, piezas de teatro o telenovelas que emocionan hasta las
lágrimas: sólo serán tildadas de femeninas
aquellas producciones de insuficiente calidad, superficiales, demagógicas.
Epítetos que desde ya no parecen aplicables a Bailarina en la
oscuridad, la extraordinaria película de von Trier, con Björk
y Catherine Deneuve, estrenada esta semana. Cuatro años después
de la conmocionante Contra viento y marea, el realizador danés
ofrece una heroína visceralmente honesta y generosa que da su
vida por el bien de quien ama. Como Bess en Contra viento.., la Selma
de Bailarina... es una criatura simple y neta, capaz de inmolarse por
una causa que ha abrazado incondicionalmente: la vida de su marido la
primera, la vista de su hijo la segunda.
Catherine
la grande
Muchos y muy merecidos elogios además del Premio a
Mejor Actriz del Festival de Cannes ha recibido la compositora
y cantante islandesa Björk por su descacharrante interpretación
de Selma. Una presencia viva yverdadera, sin maquillaje, mal peinada
y vestida sin gracia, que trasciende lo que habitualmente se considera
una actuación profesional, con buenos recursos técnicos.
Björk se da a su personaje como éste a su causa. Sabido
es que semejante logro costó ruegos de Lars von Trier a Björk
para que aceptara el personaje, años de trabajo, de intercambio
y discusión, una larga e intensa aventura (como ir a las
Cruzadas ha dicho la islandesa), en la que participaron un equipo
técnico y un elenco a tono.
Precisamente, en el reparto, en un rol de segundo plano, figura una
actriz que es estrella del cine francés desde los tiempos lejanos
en que encarnara a las señoritas de Cherburgo y Rochefort: Catherine
Deneuve. La diva que fue dirigida por Polanski, Demy, Buñuel,
Truffaut, Téchiné, casi siempre vestida por Saint-Laurent,
se propuso abiertamente para participar de la nueva creación
de von Trier. Aceptó un papel secundario, vestirse con opacos
batoncitos, llevar la melena debajo de un pañuelo. Y sobre todo
se bancó como una reina desprendida el absoluto protagonismo
que alcanzó Björk, convertida en una suerte de cariátide
de Bailarina en la oscuridad.
Se sabe que Catherine Deneuve, extendiendo a la vida real su personaje
protector del film, ayudó y contuvo a Björk durante el rodaje,
contribuyó a mitigar los choques entre la cantante y el director.
Y finalmente, cuando Bailarina... se presentó con tanto suceso
en Cannes, se pudo ver por la tele, el día de la exhibición,
a la chica como dijo un periodista catalán con cara
de Peter Pan islandés y un vestido cuya falda imitaba a una campanita
plegable de cotillón, entre desorientada e incómoda en
la alfombra roja, hasta que se le arrimó Deneuve, recuperada
su clásica elegancia en fourreau lamé noir y chal de tul,
y se inclinó cariñosamente diciéndole algo en el
oído para luego guiarla por las escaleras del Palacio de Exhibiciones
y en su encuentro con los fotógrafos. Cediéndole gentilmente
el primer plano, Catherine parecía velar por Björk con un
cierto orgullo maternal.
Contra viento y marea me marcó profundamente, ha
declarado la star francesa, y estar en Bailarina en la oscuridad
ha supuesto uno de los mejores regalos que he podido recibir. Fue mágico
poder ir desarrollando dramática y emocionalmente nuestros personajes
mediante la improvisación, aunque el tener que rodar en inglés
no me resultaba tan fácil como a otros compañeros de reparto.
Pero todo está muy bien si estás cerca de gente tan creativa
como Lars o Björk. La pena es que no pudiera cantar algo más
que las réplicas, pero lo siento, el canto no es lo mío.
Merecer la tragedia
Desde su presentación en Cannes, la mayoría de los
críticos se apresuró a encasillar Bailarina... en el género
melodrama, asociando la etimología de esta palabra con el hecho
de que en el film de von Trier hubiese música (alusiva a la comedia
musical, compuesta por Björk, salvo las canciones de La novicia
rebelde) y situaciones de mucho dramatismo en sus últimos tramos.
También es verdad que en el corazón del argumento está
un elemento tan típicamente melodramático como la ceguera
(Sublime obsesión), que junto con la tuberculosis (La dama de
las camelias) y la leucemia (Love Story), suena a garantía de
emociones desgarradoras y pañuelos empapados.
Pero si en el melodrama los personajes suelen ser juguete de un azar
caprichoso y a menudo fatal, Bailarina... con su protagonista que asume
conscientemente su destino, sabiendo que no puede escapar de él,
se aproximaría más a la tragedia. Por otra parte, Selma
está lejos de ser una heroína pasiva sobre la que se abaten
las desgracias: ha tomado la decisión irrevocable de salvar la
vista de su hijo, condenado como ella a la ceguera si no se opera a
tiempo; ahorra dinero a costa de privaciones y guarda el secreto hasta
que se lo confía a Bill; concentrada en su misión, elige
trabajar doble turno y dejar de lado el amor porque sabe que eltiempo
apremia; cuando Bill le roba los ahorros marcha resuelta a recuperarlos,
cueste lo que costare. Tampoco hay en Bailarina... el maniqueísmo
característico del melodrama: ni Norman, el encargado del personal
que la despide, ni Bill el policía que roba para no perder a
su amada Linda, son villanos de tomo y lomo. Además, en ninguno
de los dos el objetivo premeditado es hacerle daño a Selma.
En su temprano artículo (1942) Cultura y Tragedia (publicado
en Clarín 11/9/86), Roland Barthes habla de reducir el
sufrimiento a su esencia irreductible, presentarlo en una desnudez que
sólo el arte puede alcanzar, concepto que bien podría
aplicarse a los sentimientos que experimenta y transmite Selma a partir
del momento en que descubre el robo, una angustia de la que se evade
pasajeramente soñando despierta sueños de comedia musical
que corrigen y compensan la primero difícil y más tarde
siniestra realidad. ¿Autista, esquizofrénica? Poco importan
estos tipos de diagnóstico frente a la percepción física
y moral tomando prestadas las palabras de Adelia Prado en su poema
Linaje: de un dolor tan alto, / de un dolor tan hondo,
/ de un dolor tan bello.
Al revés de otras actrices y otros actores de consumada técnica
que no se ven afectados por los personajes que interpretan, la artista
islandesa de rasgos de elfo sufrió en carne viva las desdichas
de su personaje y hasta peleó con el director para aliviarlas:
Pero finalmente me rendí, caí enamorada de Selma,
confesó Björk cuando Bailarina en la oscuridad ya era una
película que despertaba pasiones locas, casi desconocidas en
estos tiempos de tibieza y encogimiento.
Sí, es verdad: Lars von Trier ha dado vida a dos heroínas
nobilísimas (la Bess de Contra viento..., la Selma de Bailarina...)
para después darles muerte. Sin embargo, no se trata de víctimas
sino de auténticas heroínas que mantienen, aun cuando
ya no les sirva de nada el ilustre encarnizamiento de no ser vencidas
(Victor Hugo, citado por Barthes, define así lo que es propio
del héroe).
Como en las tragedias, que antes de que el melodrama existiera solían
tener acompañamiento musical, en Bailarina... se presiente un
destino fatal para la empecinada Selma, que ha aceptado el advenimiento
de su ceguera, y cuando confía el secreto de sus ahorros a Bill,
se sabe que la suerte está echada. Asistir a un via crucis anunciado
no le resta interés al relato, todo lo contrario. Porque, al
decir de Roland Barthes, nuestra búsqueda más íntima
no va en pos de las cosas sino de su porqué (...) La tragedia
nos enseña a contemplar ese sufrimiento, o mejor aun, a profundizarlo,
despojándolo, purificándolo. El pensador cierra
su trabajo con una observación luminosa que acaso abra otra perspectiva
a quienes se atrevan con la última obra maestra de Lars von Trier:
El drama se soporta, pero la tragedia se merece, como todo lo
que es grande. Preparen los kleenex, entonces, pero no esperen
las gratificaciones de la imitación exacerbada de la vida que
ofrece el melodrama. El llanto por Selma no tiene consuelo.