ESPECTACULOS
La
estrella sobria
“Bailarina
en la oscuridad” de von Trier es una extraordinaria película de
llorar, donde el realizador danés ofrece una heroína visceralmente
honesta y generosa que da su vida por el bien de quien ama. Catherine
Deneuve, en un papel secundario, se bancó como una reina desprendida
el absoluto protagonismo que alcanzó Björk.
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Por
Moira Soto
Llegó
con esa sencillez que no sabe de divismos, su diáfana mirada
azul todavía con un reflejo de niña a los tranquilamente
asumidos 61 años, trayendo su cuarta película como directora,
y el Festival Internacional de Cine de Mar del Plata (que culmina mañana)
pareció cobrar nueva vida con su presencia y su palabra. Liv
Ullman, más allá de los films que interpretó o
dirigió en diversos países, es casi una antigua conocida
de los argentinos, ya que ésta es su cuarta visita desde que
filmó entre nosotros una de sus últimas películas
como actriz: La amiga (1988), junto a Cipe Lincovsky, en la que encarnaba
a la madre de un desaparecido. En las siguientes ocasiones, Ullman a
quien muchos se empeñan aun en catalogar solamente como musa
de Ingmar Bergman vino a presentar (a proteger, a tutelar, podría
decirse dada la actitud casi maternal que adoptó en ambas oportunidades)
sus realizaciones Sofie (1993) y Kristin Lavransdatter (1995). La primera,
estrenada comercialmente en nuestro país; la segunda lamentablemente
apenas exhibida en un ciclo de cine noruego organizado por la Cinemateca
Argentina, en la Sala Lugones.
Trolösa (Infidelidad), el nuevo film que acercó a Liv Ullman
a las playas marplatenses representando a Suecia, es pues su opus 4
como directora: después de Kristin condujo Enskilda Samtal (1998),
estrenada en España como Confesiones privadas y basada en una
novela autobiográfica de Ingmar Bergman, que la editorial Tusquets
presentó localmente bajo el título de Conversaciones íntimas.
La última realización de la protagonista de Escenas de
la vida conyugal y Cuarenta quilates se basa en un guión directamente
escrito por Bergman, y figura entre las más valiosas obras hechas
por mujeres que se han visto en este Festival, que se inauguró
nada menos que con la extraordinaria La ciénaga, de la argentina
Lucrecia Martel, y que viene ofreciendo aparte de la muestra paralela
consagrada a La Mujer y el Cine, en la que resplandeció Beau
Travail, poema visual de la francesa Claire Denis una variopinta
presencia creadora femenina.
La
renuncia de Sofie, el aprendizaje de Kristin
Contrariamente a lo que se suele dar por sentado, Liv Ullman no
fue nunca una suerte de galatea modelada por el maestro Bergman, aunque
él haya influido en su desarrollo profesional: cuando se conocieron,promediando
los 60, la joven Liv (nacida en Tokio de padres noruegos, criada
entre Toronto y Nueva York antes de que su madre la llevara a Oslo,
desde donde partió adolescente hacia Londres para estudiar teatro)
ya tenía un bien ganado prestigio como actriz. Tanto es así
que entre los personajes interpretados sobre la escena figuraban la
protagonista de El diario de Anna Frank, las shakespeareanas Julieta
y Ofelia, Juana de Arco, la Margarita del Fausto... A poco de encontrarse
Ingmar y Liv, además de una historia de amor se inició
entre ellos una fecunda relación artística que fue de
Persona (1966) a Sonata de otoño (1978). En verdad, el romance
terminó antes que los trabajos conjuntos, y la actriz no se calló
sus críticas al estilo egocéntrico y autoritario del director,
con el cual tuvo una hija, Linn. Pero pasaron los años y pulieron
asperezas: en los últimos tiempos, Bergman, ya de ochenta y pico,
ha confiado una novela y un guión a su ex mujer, devenida exclusivamente
realizadora.
Sin embargo, al realizar sus dos primeros largos, Ullman se las arregló
solita, es decir, sin Bergman: en 1992, después de haber dirigido
casi por azar un episodio del film canadiense Love, adaptó para
el cine una novela de Henri Nathansen, Sofie. Este film está
dirigido al corazón porque está hecho con el corazón,
declaró la directora en Buenos Aires, una frase inimaginable
en Bergman. Me tomo la libertad de emplear este lenguaje que podríamos
llamar femenino... Es una obra que describe sentimientos, que relata
una etapa en la vida de una mujer en el siglo XIX. Hay mucho de mí
en esta obra.
Sin duda,
habiendo aprendido mucho con su ex, pero al mismo tiempo dejando su
impronta personal al solidarizarse con sus personajes en especial,
Sofie, escuchar sus razones, compartir sus felicidades y desdichas.
Y ya en un plano más filosófico, Liv Ullman plantea un
enfoque tendiente a la esperanza y al optimismo respecto de la condición
humana, transmite la convicción de que la vida merece ser vivida,
sugiere que siempre habrá espacios para disfrutar, que hasta
cierto punto siempre se pueden reparar los errores. Todo esto sin caer
jamás en almibarado conformismo. Por el contrario, en esta historia
de vida de veinte años de vida de una danesa de religión
judía, la directora habla de todo un potencial que no pudo desplegarse,
de una pasión sofocada, de una sensibilidad y una inteligencia
femeninas que no fueron ni cultivadas ni expandidas. Sofie en
parte a causa de la época represiva que le toca, en parte por
falta de audacia sigue el camino marcado por la tradición
y llega a la madurez nostalgiosa de una vida no vivida con la plenitud
e intensidad de que hubiera sido capaz.
Para su siguiente film, Kristin Lavransdatter (1995), ya totalmente
instalada en la dirección, Liv Ullman eligió una saga
de la escritora Sigrid Unset, ganadora del Premio Nobel de Literatura
en 1928. Realizado con despliegue de escenografía y vestuario,
narra una historia de aprendizaje en la Edad Media. Su protagonista
es una joven mujer que debe superar una serie de difíciles pruebas
hasta alcanzar su maduración y el logro de sus ideales. Creo
que hay parentescos entre Sofie y Kristin, señaló
Ullman en su tercera visita a la Argentina. Seguramente surgen
del que acaso sea mi principal centro de interés: averiguar qué
es lo que impide a algunas personas encontrarse, reconocerse, relacionarse,
cuando es probable que tengas más semejanzas que diferencias.
Además de reivindicar su mirada de mujer tanto en la escritura
de libros (Senderos, Choices) y guiones como en la dirección
de películas, Ullman proclamó en ese viaje, por si hacía
falta, su identificación con la problemática femenina.
Lo que no excluye su activa participación en entidades relacionadas
en general con los derechos humanos.
Anna y Marianne, infieles del siglo XX
En
1996, los antiguos papeles cubiertos por Ullman y Bergman se invierten:
ella ya es una directora estimada y premiada, y él, cuyo último
guión había sido Con las mejores intenciones (1992), le
cede a ella su novela Conversaciones íntimas para que la adapte
al cine. Precisamente, este relato autobiográfico es en cierta
forma la continuación del film de Billie August, que concluía
con Pernilla August, intérprete de Anna la madre de Ingmar
en pleno embarazo. La realización de Liv Ullman, Enskilda Samtal,
tiene a la misma actriz como protagonista y se interna, años
después, en el deterioro de la pareja y en el choque provocado
por el enamoramiento de Anna de otro hombre más joven teólogo
y pastor como su marido, el padre de Ingmar, que al cabo pondrá
en evidencia su mediocridad y su cobardía dejándola sola
con sus remordimientos. Anna volverá entonces con su marido,
el árido e inestable Henrik. Entrampada, temiendo la revancha,
la mujer encuentra un bálsamo en el recuerdo de ciertas palabras
de su confesor, el tío Jacob, acerca del milagro de la fe que
permitió la extensión del cristianismo después
de la muerte de Jesucristo: Pero ahí me detengo,
le dijo Jacob. Las infamias que ocurren en nombre del amor son
obra del hombre, una prueba aplastante de nuestra libertad para cometer
todos los delitos imaginables.
Pese a que la versión cinematográfica de Conversaciones
íntimas fue muy elogiada y considerada bergmaniana al mango,
Ingmar se retobó un poco por el sesgo religioso acentuado por
Liv. De manera que para el siguiente y -por el momento último
film de su ex (actriz y mujer), Trolösa, Bergman le envió
un guión de puño y letra que, para no variar, aludía
a episodios personales. Tan personales que en la película el
personaje del escritor que (re)construye la historia se llama Bergman.
Y lo que cuenta es el adulterio que su esposa (¿Liv, acaso?)
consuma con su mejor amigo.
Cuando Ingmar me envió el guión confesó
recientemente la directora a la revista Fotogramas, le sugerí
que lo dirigiera él mismo. Pero me dijo que no se atrevía
a enfrentarse a esta historia. Si miras cada película que Ingmar
ha dirigido, verás que se trata de un viaje: amor, pérdida,
traición, fidelidad, infidelidad... Sin embargo, creo que con
este film llega al final de un trayecto en esta temática. A los
80, finalmente ve que la vida es indulgente. Si escribe otro guión,
será sobre algo completamente diferente, quizás sobre
el amor eterno... Si así lo hace, probablemente no será
la rubia noruega quien lo dirija, ya que su sueño postergado
por Trolösa es hacer un film sobre Anna Frank. Esa chica judía
excepcional que escribió un célebre diario desde su encierro
y que la adolescente Liv encarnó hace mucho en el teatro.