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SOCIEDAD

Historia al ras de la tierra

El Equipo Argentino de Antropología Forense (EAAF) trabaja desde hace más de quince años rastreando lugares en los que existen tumbas NN, e identificando restos para que centenares de familias puedan, por fin, hacer ese duelo que el sistema de desaparición forzada de personas evitó. Ahora, en el Centro Cultural Recoleta, se exponen las fotografías curadas por Silvana Turner y Ana Aslan. La muestra exhibe imágenes en su carácter de documentos de los que el EAAF se vale para reconstruir la historia.

Por Soledad Vallejos

Una señora entra en la sala 10 del Centro Cultural Recoleta. Probablemente ande por los 60, 60 y UNA DE LAS FOTOS EXPUESTAS EN EL RECOLETA.tantos como mucho; prolija, discretamente elegante y peinada a prueba de huracanes. Camina sin creer lo que cuelga de las paredes. Se acerca a la primera persona que encuentra, mira la misma foto que esa persona. "¿Qué es esto?". La persona interrogada señala un cartel con la explicación. "Sí, pero... ¿de qué sirve?, ¿por qué no dejan las cosas como están?". Desde Columbia, Estados Unidos, sin tener ni idea de esa escena ni de esa pregunta, la fotógrafa Ana Aslan, una de las curadoras de la muestra, piensa que, tal vez, "las imágenes son demasiado fuertes como para quedarte parada mucho tiempo leyendo". En medio de Etiopía, un grupo de personas excava con pequeñas palas, descubre algunos huesos. Otras, en el Kurdistán irakí, se asiste a los familiares de víctimas de violencia política en el entierro de los restos identificados. Otros huesos, perdidos en las sierras bolivianas, resultan ser los del Che Guevara. Estas son sólo algunas de las imágenes, de las historias, que despiertan la "curiosidad" de la señora. Esos, los de la señora, son el tipo de comentarios que (más allá de que estemos a un día del aniversario del golpe) dan más fuerza a esta exhibición del Equipo Argentino de Antropología Forense (EAAF), una pequeña selección del trabajo que vienen realizando desde hace 16 años.
–En ese momento, 1984, la figura de la desaparición no existía como tal; por lo tanto, había que EL EQUIPO TRABAJANDO EN SU SEDE.probar homicidios y para eso es necesario contar con el cuerpo de la víctima. Ya se habían reunido denuncias sobre posibles lugares de enterramiento de restos óseos de víctimas de desapariciones que, en Argentina, básicamente se produjeron en los sectores para NN de los cementerios municipales. Entonces, ante estas denuncias, lo primero que se hizo fue exhumarlas sin técnicas arqueológicas, por parte del mismo personal de los cementerios, de los mismos sepultureros, y también a cargo de médicos forenses. Esto produjo la mala recuperación de la evidencia.
Quien habla es Silvana Turner, una antropóloga social que, como integrante del EAAF, fue la otra curadora de la muestra. Y sigue narrando la historia. Por entonces, la Conadep elaboraba su informe; la Justicia llevaba adelante el Juicio a las Juntas y era imprescindible que esos restos fueran rescatados como testimonio palpable, real. Miembros de la Comisión y de Abuelas de Plaza de Mayo encontraron la respuesta en Estados Unidos, más precisamente en la Asociación Americana para el Avance de la Ciencia, y en poco tiempo siete forenses con distintas especializaciones aterrizaron en el país. Uno de ellos era Clyde Snow, un antropólogo forense dedicado al análisis de restos óseos para su identificación. –En un principio, se hizo una convocatoria a antropólogos y arqueólogos graduados, pero no hubo demasiada respuesta. Digamos que, después, fue todo bastante circunstancial, porque Snow hizo una serie de presentaciones en las cuales una persona se acercó y, como era necesario hacer unas exhumaciones, él convocó a otros estudiantes, antropólogos, arqueólogos, a ver cómo era la idea. Así se formó el primer grupo de gente.
Lo que Silvana no dice, en este momento, es que el promedio de edades de ese grupo inicial rondaba los 19, 20 y pocos años. Eran estudiantes universitarios que habían atravesado los años de la dictadura siendo adolescentes que, más allá de los detalles de su mirada política, habían crecido escuchando comunicados, leyendo sobre "enfrentamientos" callejeros y que, a la hora de la convocatoria, cursaban carreras desde las que no podían imaginar lo que serían los próximos años. Ella, por caso, estudiaba antropología social. Otros, se concentraban en la arqueología. Sencillamente, no podrían haber elegido la antropología forense como carrera porque, en los 80, no era una disciplina tal como se la considera actualmente. Entonces, allí estaba ese grupo de estudiantes, asistiendo a un especialista norteamericano en las primeras excavaciones.
–El equipo estaba trabajando en el Cementerio de Avellaneda, en un sector donde se exhumaron 19 fosas comunes y se encontraron alrededor de 360 esqueletos que, en su mayoría, están en proceso de identificación. Esa excavación nos llevó, por lo menos, hasta el '92. Ese fue el trabajo al que me incorporé yo, y ése fue, en realidad, el trabajo de campo grande, de dimensión importante, con el que empezamos a trabajar. Paralelamente, en la medida en que surgía información sobre casos específicos en otros cementerios, de tumbas NN, y donde había hipótesis de identificación, íbamos también a esos sitios.

Rompecabezas que transportan historias
Las fotos que se exponen en el Recoleta podrían dividirse en seis compartimientos, seis casos ocurridos en otros tantos países, pero, en realidad, puede decirse que se trata de una misma historia; con distintas ubicaciones geográficas, contextos propios, años diferentes, pero con un mismo eje: el de las violaciones a los derechos humanos en, define Silvana, "contextos de violencia política". La masacre de una aldea entera en Guatemala, a principios de los 80, tenía como toda memoria el relato de un único testigo presencial. Veinte años después, a instancias de una organización de derechos humanos, la antropología forense pudo completar, a fuerza de recolectar testimonios orales, conjugar saberes de distintas disciplinas y realizar excavaciones en las zonas cercanas a la aldea, gran parte de la historia. Esa estrategia, la de armar pacientemente un rompecabezas con los indicios que se intentaron destruir, es la que aplican en cada una de sus investigaciones, y la misma que aprendieron a desarrollar a partir de la experiencia inicial, en Argentina. "Nuestra particularidad", explica Silvana, "es que trabajamos en la documentación, lo que llamamos la investigación preliminar. En Argentina, hay un trabajo de investigación histórica que se viene haciendo, con continuidad, desde esos primeros años del equipo, que es paralelo al trabajo de campo. Básicamente es la recuperación de la información histórica y familiar sobre los casos, porque sin eso prácticamente es imposible analizar nada".
–¿Qué datos reúnen al hablar con las familias?
UN TRABAJO DE CAMPO.–En general, las entrevistas con los familiares son necesarias para matizar, por un lado, el tipo de información. Necesitamos que nos cuenten todo lo que sepan, qué pasó con esa persona, dónde desapareció, detalles de las circunstancias alrededor de los hechos que se investigan. Y, por lo general, la familia es la que cuenta con más datos sobre la información física de las personas. A partir de las técnicas de la antropología física, uno puede identificar restos óseos, se puede hacer un detallado análisis con el cual se puede saber sexo, edad, estatura, el hábito de lateralidad (si escribía con la derecha o con la izquierda), enfermedades o accidentes que hayan dejado secuelas óseas, la ficha odontológica. Uno puede recuperar de los restos óseos toda esa información, pero es necesario contar con la información de la familia para poder comparar esos datos con los del posible familiar. Esa es la información que las familias aportan. Por supuesto, también hay testimonios de otro tipo, como la gente que fue liberada, en el caso de Argentina en particular. Entonces es un poco ir desde archivos periodísticos de la época hasta documentación de informes de autopsia. También los libros de entrada a los cementerios, porque hay toda una instancia burocrática que siguió funcionando y produciendo material. En los cementerios, se ingresaban estos cuerpos como NN y quedaba el registro con una fecha de ingreso, una descripción del cuerpo, y el lugar donde se enterraba. Toda esta información es como un rompecabezas que hay que armar.
–¿Con toda esa información armaron un banco de datos?
–Exactamente. Por eso el área de informática también ha sido muy necesario desarrollarla. Todo esto hubo que trabajar; es a partir de ahí que uno va elaborando hipótesis o conclusiones. Y también ha sido y es actualmente una fuente de consulta para otras organizaciones de derechos humanos, o para particulares.
–¿Cómo es la relación con otras organizaciones?
–Llevamos muchos años trabajando y en el ambiente de derechos humanos, por supuesto, conocen nuestro trabajo, y hay vínculos de cooperación. En muchos casos, se está trabajando sobre la misma realidad. Entonces, compartir información ayuda a generar mejores resultados.
Silvana describe, precisamente, un panorama de intercambio constante. En un campo en el que la Justicia, sea por negligencia, desinterés, o la confluencia de demasiados intereses, no logra cerrar los relatos, las ONG se especializan y complementan. En el caso del EAAF, diez personas (entre científicos, asesor legal, el imprescindible personal administrativo) han logrado, en ocasiones, reunir más datos sobre ciertos casos que los propios familiares. "A mí", destaca Ana Aslan, "me impresiona mucho la fuerza de la sociedad civil, de las organizaciones no gubernamentales. Trabajan como hormiguitas y tienen una fuerza impresionante. Creo que, en este momento, son los agentes de cambio más claros para sociedades como la nuestra, que vivimos golpes tan duros. Personalmente, éstos son los temas que me encienden y me hacen salir a buscar formas para confrontarlos. Hasta ahora, la fotografía sola me había servido, pero, poco a poco, la idea de observar me fue resultando pasiva. Hace un par de años, volví a la universidad para poder pararme frente a esos temas desde otro lado y ahora estoy terminando un Master en la Universidad de Columbia sobre temas de desarrollo económico y político. Me parece que yo también ando con ganas de hacer trabajo de hormiguita". Entonces: rompecabezas, cooperación, hormiguitas. El trabajo de la antropología forense, lo que se evidencia claramente en la muestra, se estructura, necesariamente, a partir de eso.
El EAAF, es evidente, basa su labor en el saber científico. La utilización de técnicas arqueológicas LUIS FONDERBRIDER, SILVANA TURNER Y PATRICIA BERNARDI.en las excavaciones, por ejemplo, es uno de los aportes interdisciplinarios sobre los que se construyó esta disciplina, todavía joven y en desarrollo. Una de las fotos (reproducida en estas páginas) que pueden encontrarse en el Recoleta es absolutamente explícita al respecto. Al fondo de un pozo, pueden verse dos esqueletos, y cada uno de ellos es cuidadosamente desenterrado y marcado por dos integrantes del equipo, tirados sobre la tierra, cuidándose bien de modificar nada antes de que pueda ser documentado. –La idea no es solamente recuperar los restos de la manera en que fueron depositados, sino también el contexto y todo lo asociado a los restos, sobre todo la evidencia balística, que es importante. La arqueología, la técnica de la arqueología, nos da esa posibilidad. Es importante, además, documentar, hacer un registro fotográfico, que es de donde nació esta exposición, de todo el material que se fue juntando del trabajo en distintos lugares. Porque una vez que uno interviene en el campo y lo altera, se modifica, nunca se vuelve atrás. Entonces, la posibilidad de volver es a partir del registro que se haya hecho durante el transcurso del trabajo. Esa, por otra parte, es la evidencia que nosotros presentamos al elaborar el informe para la Justicia, o la organización que haya pedido el trabajo. Porque siempre hay una instancia jurídica en la cual se lleva el proceso de la investigación. Uno no se puede ir a excavar a ningún lado sin tener la autorización de un juez, y por eso es importante evaluar si, en el contexto político e histórico del país, es posible llevar a cabo investigaciones como ésta. En general, pasan años desde el momento de los hechos hasta que se puede investigar de esta manera.
Dentro del trabajo preliminar, como ya había explicado Turner, el contacto con los familiares reviste una importancia insoslayable. Pero eso que el Equipo siente como una necesidad, sin embargo, también podría, en algunos casos, significar una exposición emocional muy intensa. Es que no solamente se trata de conversar, recoger información, sino que también hay que saber contener a quien espera, durante años, que haya una identificación positiva de los restos para poder cerrar la historia. De hecho, uno de los fundamentos del EAAF es "asistir a los familiares de las víctimas en su derecho de reclamar los restos de sus seres queridos desaparecidos, de manera que puedan realizar los funerales y llorar a sus muertos". Es por eso que la muestra también recoge escenas lejanas a nuestras costumbres, en los que puede verse, por ejemplo, a un grupo de mujeres con vestimentas rituales coloridas, de frente a un pozo con los restos ya identificados, y a miembros del equipo detrás. A lo largo de las investigaciones, aun en casos, como los del extranjero, en que no puedan participar de las investigaciones preliminares, se esfuerzan en generar un vínculo y acompañar en la restitución. Pero también hay otras situaciones que no sólo involucran entierros y en las que el papel del EAAF no es menos activo. Hace unos años, la identificación de unos restos no sólo posibilitó cerrar una historia familiar, sino, también abrir otra: la mujer identificada había dado a luz y el cruce de información con otras organizaciones permitió dar con uno de los chicos buscados por las Abuelas de Plaza de Mayo. Y uno de los integrantes del equipo acompañó a la madre adoptiva del chico en el momento de darle la noticia.
–¿Cómo afrontan esta vinculación tan estrecha?
–Es el tipo de aproximación que nosotros hacemos. El trabajo con las familias es un trabajo de tiempo. En general, en el caso de Argentina en particular, la gente se acerca, tenemos una primera charla en la cual nos presentamos, escuchamos preguntas, nos cuentan la historia. Y después viene el seguimiento de los casos. No es algo inmediato, no es que alguien viene y se lleva de acá unos huesos identificados. Hay todo un trabajo que resulta en eso y que, a veces, lamentablemente, no.
Es que nuestro trabajo preliminar genera un vínculo de confianza con la gente, que es nuestra manera de trabajarlo. Por un lado, nosotros no trabajamos si la familia no está de acuerdo por el motivo que sea, o si no desea que se haga el trabajo. Nuestras dimensiones no exceden las de ellos en ese sentido.
–¿Hubo casos en los que la familia, explícitamente, se negara?
–En general, te diría que no. Nosotros lo que hacemos es ponernos, primero, en contacto con la familia. Después, algunos se toman más tiempo, otra gente se compromete a venir y no viene. Pero no recuerdo puntualmente un caso en el que la familia no quisiera. Nosotros esperamos a que respondan nuestro llamado, no vamos más allá. Estos son temas muy delicados y el que haya pasado mucho tiempo no significa que las cosas se resuelvan puntualmente.
–¿Ese tipo de respuestas, de no querer la investigación, les reportó un aprendizaje sobre qué hacer, cómo reaccionar?
–Por supuesto, cada caso es particular y hay posibilidades de desarrollo muy distinto. Por eso también es tan importante para nosotros cuál es la situación en ese sentido y, sobre todo, el primer intercambio que se da, que es de información. Nosotros, a veces, tenemos más datos que los que la familia pudo reunir. Entonces, hay un aporte. Primero, un espacio en donde venir a contar estas historias. Ahora, en Argentina hay más posibilidades de hablar sobre estas cosas, pero en otro tiempo, hasta no hace demasiado, para los familiares era bastante difícil encontrar escuchas, interlocutores. En este sentido, fuimos un poco ese espacio, porque es fundamental y porque lo necesitábamos.
–¿Y cómo sobrellevan ese contacto?
–Es un tema de cada uno y cada uno tiene una respuesta distinta, pero la mía personal (y creo que por lo que charlamos entre nosotros es así para otros miembros del equipo) es que nos ayuda el trabajo en equipo. Eso es algo muy diferente a trabajar individualmente. Yo no me imagino cómo sería para mí. En un equipo, por empezar, hay una relación de tiempo y un conocimiento. Hay algo que funciona en relación con la contención, incluso, entre nosotros. Por otro lado, la verdad es que prefiero estar lo más interiorizada posible en los casos en los que participo y tener el mayor contacto con los familiares. Puede parecer más duro, pero en realidad no lo es. De esas situaciones, que parecen las más difíciles, en realidad, es de las que se obtienen las mayores gratificaciones. Es algo que cada uno resuelve; uno puede poner sus límites, claro, pero eso surge de la experiencia.

La muestra del EAAF puede verse en el Centro Cultural Recoleta (Junín 1930) hasta el 1º de abril. El EAAF, por otra parte, cuenta con su página web: www.eaaf.org.ar