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ESPECTACULOS
H.T.
Humberto
Tortonese brilla en La tiendita del horror, una comedia musical
en la que interpreta a cinco personajes. Cuatro de ellos son
hombres y una es mujer. El actor afirma que actuando de mujer,
cosa que ha hecho numerosas veces en su carrera –mujeres, hay
que decirlo, casi siempre ridículas–, suelta emociones que de
otro modo no podría.
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Por
Moira Soto
Fotos Tamara Pico
Completamente
entregado a la conversación, se olvida de tomar su medio whisky,
de comer su plato de queso con aceitunas que un mozo solícito
de El Vesubio le ofrece envolver para que se lo pueda llevar al teatro.
Humberto Tortonese acepta encantado, y minutos después ya
en el camarín- mientras le trenzan el largo pelo para calzarse
diversas pelucas, podrá incorporar proteínas, lípidos
y sales que buena falta le harán para el despliegue de energía
que de miércoles a domingos le demandan sus cinco
personajes de La tiendita del horror. Esta joya musical del humor negro,
de Howard Ashman y Alan Menken, la coprotagonizan Diego Ramos, Sandra
Ballesteros, Omar Pini, el trío compuesto por Andrea Mango, Ivanna
Rossi y Marger Sealey, además de Pablo Piñeyro y Rodolfo
Gómez (en la voz y los movimientos de la fatídica planta
carnívora).
Humberto Tortonese creativo, desprejuiciado, atrevido, dúctil,
todo al por mayor aceptó este año una cita con la
comedia musical en el Broadway (donde en el 2000 hizo Alarma), a poco
menos de quince años de haber debutado en el legendario Parakultural.
Además de memorables creaciones junto a Alejandro Urdapilleta
en la escena y en la tele, Tortonese hizo unipersonales como El oráculo
de Tortonesia y también se subió a tablas más formales
para hacer Don Juan y En familia. Actor superdotado, de una intuición
sublime y tocado por la gracia del humor, H.T. en plena calle Corrientes
es ahora festejado por un público heterogéneo que, nada
más asomar su cabeza de pájaro con enormes y expresivos
ojos, ya empieza a doblarse de risa y a aplaudir.
¿Te divertís tanto como la gente que celebra alborozada
cada una de tus entradas?
A la gente le gusta, se conecta mucho por el lado del humor negro.
Pero yo estoy adentro, del otro lado. Y la verdad es que me gustaría
verla como espectador. Pero igual la estoy pasado muy bien. Sandra compuso
bárbaro a su Audrey, eso ya se veía en los ensayos.
¿Su cara de mujer fatal y su físico impactante eran
un handicap para hacer a la ingenua sumisa?
Tal cual. Ella tiene mucha presencia, y con esa peluca todavía
más... Sin embargo, le encontró la vuelta, además
tiene muy linda voz.
Y pensar que de movida parecía una impredecible mezcla
de estilos: más de uno desconfiaba de Diego Ramos, que se animó
a hacer una especie de Betty la Fea...
Pero sí, se transformó. Yo temía que la crítica
no lo tratara bien por sus antecedentes de galán televisivo.
Cuando lo vi por primera vez, me pregunté cómo saldría
del paso. Lo cierto es que él quería hacer esto, tenía
un deseo de arriesgarse. Para Diego, ser lindo también puede
ser una carga. Hay que saber llevar la belleza.
¿Puede ser un lastre en ocasiones?
Claro, la belleza te pone a prueba, a ver cómo la llevás.
A mí me ha pasado de conocer a gente muy linda y al rato te olvidabas
de su belleza, y a otra que, por su espíritu y personalidad,
parecía diez veces más hermosa... Creo que Diego se jugó
a hacer aquí un papel inesperado en él, ocultando su atractivo
físico, y le creés.
Desdoblarse
en cinco
¿A qué atribuís este enganche del público
con una comedia teñida de humor, pero con una negrura creciente
que termina con el triunfo del mal?
Creo que se nota que hay un grupo que está funcionando,
se percibe cuando las cosas van bien adentro. Te digo que, muy al principio,
en algún momento pensé: ¿para qué me meto
en esto? Pero sucedió que todo el mundo empezó a rendir
lo suyo... Y esas tres chicas del coro cantan y bailan tan bien. Me
di cuenta de que me podía divertir con la canción del
dentista más allá de los tonos y la coreografía,
porque tenía a esas tres buenísimas que me apoyaban.
¿De entrada se pensó que hicieras cinco personajes?
En principio, se habló del dentista. Pero después
me dijeron: Hay otros personajes que los podrías hacer
genial, ya descartando que eran para mí. Entonces, yo enfoqué
al dentista primero y después fuimos buscando a los otros, que
más bien son como flashes, muy arquetípicos.
Tenés que hacer frente a cambios numerosos y rápidos.
¿Ahí no hay concentración que valga?
No, no, nada de eso. La comedia musical es así: otro género,
otro registro, la magia se produce a diferente velocidad, así
es como funciona. Aparte, en mis personajes ayuda mucho a definirlos
la ropa. La señora Luce, con ese traje, las pieles, los anteojitos
y su texto, ya me estaba dando un tono que al director le encantó.
Así los fui descubriendo, diferenciando, hasta que llegué
al último, que surgió hacerlo de espaldas. A mí
todo eso de los cambios vertiginosos me encanta. Por supuesto, hay gente
atrás que está ayudando mucho.
¿Estás en un momento de especial apertura y disponibilidad?
Sí, últimamente estoy abierto a poder decir: Bueno,
sí, hago otras cosas que no estaban en mis planes. Decidí
entrar en la comedia musical, que es realmente un mundo aparte. ¿Por
qué no? Veamos qué pasa mezclando mi experiencia anterior
con nuevos códigos.
Por otra parte, La tiendita..., en su aparente falta de pretensiones,
está llena de alusiones a distintos géneros teatrales,
literarios, cinematográficos. Y también toca temas intemporales
de la condición humana: la codicia, el ejercicio sistemático
de la violencia...
Creo que es una obra muy bien pensada, que da una síntesis
de todo eso que decís, con las tres chicas que hacen de coro
griego, la presencia de lo fantástico, los temas de la ambición,
la soledad, el sometimiento... Además, hay todo un asunto con
la familia, con las madres, que por un motivo u otro no están.
Hay un toque de locura, macabro pero muy cómico.
Bueno, también hay que mencionar a un fantasma del que
es difícil sustraerse: el del dentista sádico, que te
tiene a su merced y que acaso disfruta cuando hace funcionar el torno
o te arranca una muela...
Pero por supuesto, quién no ha pasado por esos momentos
de terror, en el sillón, con la boca abierta, temblando mientras
él, como si nada, te pregunta: ¿Y cómo te
fue anoche con aquello que tenías?. Y uno tratando de responder
con los ojos, con sonidos guturales...
Ese dentista termina devorado por otra boca, la de la planta de
labios carnosos y dientes, que menos mal que tiene voz masculina, porque
las asociaciones se disparan...
Sí, no se la puede encasillar porque es una planta loca.
Loca total. Y la voz de Pablo Piñeyro es ideal para ella. En
realidad, ella es la diva del show, la protagonista absoluta. Aunque
con el dentista ya irrumpe algo oscuro, amenazador. Luego, la plantita
que se reanima con sangre.
Es una escena que cita a Drácula, el momento en que Harker
se pincha el dedo y el conde se abalanza sediento.
A partir de ese instante, todo comienza a volverse más
negro, y en el segundo acto ya no hay retorno si la planta te comió.
No como en la película, que se suavizó. Lo genial es que
todo vaya hasta las últimas consecuencias por una ambición
desmedida. Ya sabemos que desde siempre la codicia ha sido y sigue
siendo causa de horribles desastres. Me parece que, entre otras
cosas, el público se lleva esta idea. Y me gustaría que
hubiese un día barato, como ocurre con el cine, para poner la
obra al alcance de más gente. Porque hay una realidad del país
que no se puede ignorar y La tiendita..., siendo de calidad, no es de
culto y así podría divertir a todo el mundo.
¿El humor y el terror son los géneros que dejan
pasar las transgresiones más grossas?
Sí, como se los considera menores, te dan esa libertad.
Además, cuando te encontrás con un ser como Alejandro
(Urdapilleta), con una conexión tan grande, con tanta afinidad,
es algo insuperable. A veces ocurre esta alquimia de encontrar a alguien
y que se dé una potenciación mutua. Que de la nada, de
una charla, de una noche de whisky, surja una obra entera con música
incluida. En el teatro, lo último fue La moribunda.
Los personajes femeninos delirantes, ridículos, desaforados
que has hecho, ¿te dan más posibilidades expresivas, acaso
porque culturalmente las mujeres tienen más permitido expresar
sus emociones?
Sí, sí, las mujeres tienen esa suerte, y cuando
no hago este tipo de personajes, los extraño un poco. Aunque
fugaz, en La tiendita... hago por lo menos a una dama.
¿Están en un momento de bonanza?
Estoy disfrutando de muchas cosas. Por ejemplo, de poder darle
cosas a mi padre, que está hemipléjico en silla de ruedas.
Me gusta saber que se siente cuidado, porque ahora es como un chico
que depende de mí. Situaciones que podés agarrar por la
parte trágica, pero también por el lado positivo de la
vida: él me cuidó a mí, ahora yo lo puedo hacer
con él. Pero no por deber sino porque así lo elijo, porque
lo necesito yo. Esta actitud me lleva a un bienestar. A encontrar el
equilibrio natural de las cosas. Cuidar a un enfermo es fuerte, hay
que desarrollar una comprensión del sufrimiento y tratar de achicarlo.
Cuando esto se logra, es muy bueno. A través de la poesía
me he acercado a la muerte. En La moribunda, al final, adapté
un poema de Baudelaire que habla de cuando los gusanos te devoren
a besos, haceles recordar que vos para mí fuiste lo mejor....
Terriblemente bello. A mí una vez me pasó que me acosté
y sentí que me iba a morir, que se me iba el alma del cuerpo.
Y sólo atiné a pensar sin ponerme trágico: Ay,
pucha, en este momento que estoy tan bien, no me gustaría morirme.
Y hacía como un esfuerzo para no partir. ¿Y quién
te dice que si te vas no estarás mejor? Lo único que sabemos
es el horror de la materia que queda... Pero ahora estoy con una energía
bárbara, que espero mantener. Me divierte mucho el empezar a
hacer radio dos veces por semana, en la Rock & Pop, con la Negra
Vernaci. Esto me va a dar una buena variación.