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MODA

LA BAF

 

Buenos Aires Fashion (Baf) Week se largó en la Rural. El Grupo Pampa, con capitales de Los Altos y el auspicio del Gobierno de la Ciudad, intenta revitalizar el mundo de la moda porteña y ayudar a convertirla, de una vez, en exportable. Para eso organizaron desfiles, montaron showrooms y hasta trajeron cronistas extranjeros.

Por Victoria Lescano

Entre el lunes y el jueves de esta semana marcada por la debacle económica, en los pabellones de la Sociedad Rural convivían una puesta teatral del Titanic y Baf Week, el primer episodio de la Semana de la Moda ideado por el Grupo Pampa para intentar rescatar a la industria de la moda del naufragio. Los cronogramas de desfiles incluyeron los de Pablo Ramírez, María Marta Fachinelli, Araceli Pourcel, Trossman Churba, Benito Fernández, Jazmín Chebar, Marcelo Senra, Mariano Toledo, Rapsodia y Benito Fernández, y el debut en pasarelas de Florencia Fiocca, Jimena Murúa, Vero Ivaldi y Nadine, mientras que en los simulacros de pequeñas boutiques blanquísimas –curadas con mayor criterio de diseño que los salones de moda hechos hasta el momento– se podían examinar los zapatos con cortes años ‘30 de Mishka, las variaciones con plataforma y puntera abierta –el ítem de rigor para este invierno– según Valeria Leik, las carteras con el casual de los ‘60 y paños de Mishal Katz, los modelos de cuero de Uma, instalaciones con collares con flores y brocatos de Celedonio Lohidoy y los esculpidos en bronce por Sibilia.
“Venimos de muchos años de trabajar en indumentaria en imagen de marcas como Vitamina y John Cook, y nos propusimos formar un espacio para los nuevos emergentes del diseño local. El proyecto incluye dos eventos anuales durante los próximos cuatro años, la apertura de un local en el Paseo Alcorta en agosto y otro en Alto Palermo durante el 2001 para que la cadena de comercialización empiece a funcionar”, cuentan Ivana Erlichman y Pilar Caligare, responsables del proyecto desarrollado con capitales del grupo Los Altos. Están adornadas con handies y controlan detalles de producción, desde el arribo de la prensa extranjera que incluyó a la editora inglesa cazatalentos Isabella Blow, periodistas de The New Yorker, Wallpaper y Vogue Brasil.
El hospedaje de las cronistas fue uno de los ítem incluidos en este maratón auspiciado por el Gobierno de la Ciudad –donde, según cuentan algunos diseñadores participantes, otro equipo planeaba una semana paralela en Puerto Madero y hace unas semanas se unió a la propuesta de la Rural–. Antes, las organizadoras de Pampa idearon otros proyectos ambiciosos, como mostrar los básicos de Vitamina en el Guggenheim de Bilbao, campañas de esa marca con supermodelos y desfiles con efectos especiales de rayos. Esta vez delegaron la producción y puesta de los desfiles de rarezas, consagrados y debutantes en la estilista Eugenia Rebollini, y el área de showrooms en el estudio especializado en asesoría de armado de colecciones de Verónica Alfié. Las prendas se podían ver acompañadas de maquillajes simulando escarcha trazados por Sebastián Correa y los peinados en pico que recordaron en volumen a las extravagancias con barcos de María Antonieta firmadas por Carlos Carrasco (el favorito de la modelo brasileña Giselle Bundchen).
Alfié resume su aporte en “ayudar a los diseñadores a focalizar en su estilo y poder industrializar las ideas para que puedan llegar almercado”, y afirma que –a diferencia de cuando ella fue jefa de producto en Yagmour– “ahora las consumidoras argentinas buscan propuestas más arriesgadas, combinan en sus guardarropas la cartera de un diseñador con los zapatos de otro, y esa modalidad de consumo hay que trasladarla a escenarios comerciales con nuevas propuestas, como hacen los departamentos de tiendas como Barneys”.
Durante febrero y marzo, las oficinas subterráneas contiguas a las playas de estacionamiento del shopping Alto Palermo oficiaron como sala de pruebas y sobre un telón de papel madera Rebollini, asistida por Florence Argüello, disparó cientos de polaroids previas, que en el área de estilismo funcionan de bocetos para el armado de las pasadas.
“Importa que la gente entienda quién es quién de acuerdo a su propuesta, di prioridad a que la ropa se viera con claridad antes que a grandes shows, y en el caso de los debutantes, los desfiles no superan los cinco minutos de duración. Todo se hizo muy a pulmón, hasta la búsqueda de los zapatos, porque sin dudas acá no hay una industria que apoya a los diseñadores y la producción es muy artesanal. No somos un centro de la moda como San Pablo”, cuenta Rebollini sobre su labor, que se extendió a suavizar o acentuar paletas y modificar siluetas.

Lo que se ve
En un ala de ese depósito, el diseñador Pablo Ramírez caracteriza como tanguera gótica a la modelo Dolores Trull. Usa chambergos, pantalones y chaquetas exclusivamente negros y la presencia del blanco en camisas con cuello de principios de siglo y rayas diplomáticas que el diseñador desarrolló esponsoreado por una clienta, y dice que luego de sus monjas, marca su paso del convento al conventillo.
Luego, Mariano Toledo sintetiza su propuesta para el invierno 2001: “El retro de los años ‘50 fusionado con los ‘80. Todo luce punk y la sastrería –su punto más fuerte– tiene citas a Christian Dior. Prendas en piel cortadas con tiras de colores, vestidos alforzados estampados y bordados encima”, resume el diseñador que se asoció a la firma Sathya para diseñar la colección para el invierno 2002 que venden en Europa y Latinoamérica.
Las tipologías de prendas clásicas, las que no se modifican cada seis meses de acuerdo con los caprichos del mercado, fueron los temas que María Marta Fachinelli eligió para su colección que, apenas días después del show de la Rural, será exhibida en una muestra organizada por la Secretaría de Cultura de la Nación en el consulado argentino en Nueva York. “Investigué en la historia del estilo norteamericano de los ‘40, cuando Claire McCardell lideró un movimiento para democratizar la moda con tipologías básicas y baratas con muchísimo cuidado”, cuenta la diseñadora. Y sobre la incorporación del rubro moda a las plataformas políticas locales sostiene: “No sé cuál es el lenguaje subliminal de la moda en el discurso político. Si esto tiene el fin de motivar y generar trabajo y crecimiento, y que en otras tantas áreas haya políticas paralelas y no se limita a que los diseñadores salgamos en las revistas, me parece genial. A partir del desfile tuve que tomar más empleados, puse un aviso y me llamaron 500 personas”.
El apartado de nuevas participaciones femeninas incluyó a Araceli Pourcel, Florencia Fiocca, Vero Ivaldi y Mariana Dappiano. La colección de Araceli Pourcel tiene un búsqueda en materiales y raíces latinoamericanas al margen de las tendencias. Ella desarrolla sus propias texturas con patchworks que fusionan paño, lana, puntillas y cintas, y da forma a faldas hechas a mano que le llevan días de elaboración, combinadas con chaquetas de paño o minipulls para usar sobre corsets, y hace años reconoce como fuente de inspiración a las bolivianas. Otra particularidad de su colección fue el pedido de las modelos más bajas de las agencias y también el recurso de endosarles enaguas que las engorden un poco. “Quiero respetar el tipo físico de la latinoamericana y mostrar a la gente que la ropa no sólo se ve bien porque lo llevan mujeres muy estilizadas”, dice Pourcel, quien durante años matizó sus desarrollos con un trabajo como vestuarista de las series de Pol-ka. Sobre las dificultades de su proceso de elaboración, dice: “En los tejidos me cuesta encontrar una tejedora que entienda que tiene que ser desprolijo y respete mi concepto de incluir hilos muy finitos, a punto de romperse, que simbolizan la fragilidad”.
Luego de graduarse en la UBA con una tesis centrada en la obra de Sibila, Florencia Fiocca logró desarrollar prototipos para Jocomomola, la línea joven que la empresa española produce en Japón, y también asistió al dúo Devota y Lomba, para quienes hizo el vestuario de una puesta sobre la vida del poeta Rafael Alberti desarrollada por el Ballet Nacional de España. En Buenos Aires participó del concurso Los Vengadores y el último catálogo de Gaby Herbstein, donde llenó literalmente de cintas a la Difunta Correa. Su colección incluye faldas, pantalones y tops de cuero con técnicas de calado que cambian de formas al entrar en movimiento y trajes evasée de organza en tonos verde y beige y secuencias de cintas.
“Mis siluetas son femeninas y herméticas al mismo tiempo, son mujeres que se arman para salir y por sus vidas entienden los procesos y los recorridos incluidos en mis diseños.”
Mariana Dappiano tomó documentos sobre los rituales de pintura favoritos de los onas y trasladó los círculos a distintas texturas, tejidos de punto, telar e industriales a tres dimensiones. Los ensambles de faldas con franjas de cuero y suéter mínimos con círculos son las que mejor resumieron sus trabajos con círculos el uso del color aplicado al punto que aprendió durante años en la firma Vesubio y su línea lúdica Gags.
Las mujeres de la colección Cinética de Vero Ivaldi se calzaron sublimes vestidos con superposiciones de capas de paño piel de camello, tomado de los uniformes de ejecutivos y las combinó con capas de tules y organza en tonos rosas y violetas.
Otra mirada sobre las mujeres la aportó en la apertura Trossman Churba. Pudo ser confundida con el lanzamiento de una línea niños y objetos para la casa, pero en verdad fue el traslado de la última colección con textiles que reproducen el comportamiento del camaleón y la morfología de orugas trasladadas a los cuerpitos de niñas, femmes fatales y gorditas de siete años, todas con las uñas pintadas de rojo y chinelas con taco, repartiendo bombones en platitos hechos con sus máquinas para fundir telas. En el mismo desfile hubo una obra, un caballo de calesita con caramelo firmado por Amalia Amoedo, guirnaldas en la pasarela y al fondo un retrato de Aída Schneider –una mujer que sobrevivió a dos accidentes, usa zapatos y estolas de visón a tono con sus ojos azules aun para pasear por cabañas de Punta del Este, y entre sus excentricidades se manda a hacer decenas del mismo vestido de lino con una modista de Roma– que pertenece a la serie de beauties mayores de cincuenta fotografiadas por Alejandro Kuropatwa. Como dicen los diseñadores: “Veníamos de hacer desfiles en San Pablo y Nueva York con modelos de entre 17 y 25 años extremadamente flacas, y pensamos: ¿por qué no mostrar con niñas la ropa de mujeres? Modificamos la escala de los modelos más sensuales sin quitarles tajos ni seriedad y así pensamos una alegoría de la belleza de la vejez con niñas extremadamente jóvenes”.