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ESPECTACULOS

Culpable
de qué

Susú Pecoraro vuelve al ruedo televisivo con el nuevo programa de Pol-ka, “Culpables”. La actriz ya habituó al público a aparecer y desaparecer cíclicamente. Tuvo su pico de fama hace ya unos cuantos años, con “Camila”, y desde entonces ha cuidado la elección de cada trabajo: vive una vida simple, en una intimidad que resguarda a toda costa.

Por Sandra Chaher

Llega al bar con la cara cansada pero fresca, sin maquillaje. Así va por la calle, una más en la ciudad. La nota se hace en un lugar cerca de su casa. No lo aclara, pero quizá no desea recibir a un periodista en su casa. Es su espacio, el que comparte por épocas con su compañero uruguayo y el hijo de éste, y siente que cada centimetraje de privacidad le costó tanto esfuerzo que pone la misma intensidad en preservarlo. Detrás de esa muralla, aparece una rica vida privada. La Susú que aparece cuando cuelga la percha de actriz tiene rutinas, placeres, que relata con cuentagotas, pero que se puede apostar diez a uno a que son el secreto para que su cara luzca feliz, con la risa de una nena y la emoción detrás de cada pestaña, aunque tenga 48 años y se le empiecen a acomodar algunas arrugas.
Porque disfruta de esa que es cuando no actúa, cuando el comunicar, eso que tanto le gusta, es además trabajo y si dura mucho la asfixia, es que desaparece de los teatros, del cine, de la pantalla, durante meses. No se sabe qué hace, dónde está. Y después de un tiempo vuelve; por lo general, dice, el proyecto que le interesa aparece “justo” en el momento en que se le acaba el dinero para pagar las cuentas. Ahora es uno de esos momentos: este mes estará de nuevo en la tele con “Culpables”, un unitario de Pol-ka en tono border entre la comedia y el drama. No lo pensó mucho, le interesó el proyecto, conocía a los autores (Juan José Campanella y Fernando Castets), le habían hablado muy bien del director, Daniel Barone, y allá fue. “Me gusta mucho trabajar en grupo. No me gusta el tema protagonista, elenco, y todo centrado en un personaje; tampoco la cuestión del héroe, la heroína. Cuando hay grupos está todo mucho más repartido y no interactuás siempre con el mismo.” En “Culpables”, ella y Mercedes Morán son las “chicas grandes” del grupo de amigos que van a armar con Alfredo Casero, Soledad Villamil, Gabriela Toscano, Diego Peretti y Fernán Mirás. “Mi personaje es el de una mujer que ha estado casada 20 años con un hombre con el que tuvo una relación violenta. No es una mujer golpeada sino más bien un matrimonio de pasión, gritos, y tiene una hija de 18 años. Su amiga es el personaje de Mercedes Morán, que mete la pata a cada rato, y ella la protege, la contiene, entonces ves cómo hay algo de inmadurez en mi personaje también. Creo que lo que se va a ir viendo es cómo nos complicamos con vínculos que son bastante simples. En mi caso el rollo pasa por la hija.”
–¿De qué son “culpables”?
–Lo que primero se había hablado es que cada uno se tiene que hacer cargo de la vida que armó, porque de diferentes maneras todos son personajes bastante inmaduros e infantiles. Es como que hacen las cosas, les salen mal, tienen mucha culpa, y se supone que sobre eso van aprendiendo.
–Pasás mucho tiempo sin trabajar, ¿por qué?
–Yo creo que hay dos temas: cómo soy y las elecciones que uno hace en la vida, y por otro lado qué es lo que me produce a mí esta profesión y por qué tengo que tomar distancia. No es algo meditado, me meto tanto encada cosa y este medio exige de uno tanto, que naturalmente necesito tomar distancia después de cada trabajo.
–Cuando uno se involucra tanto en un oficio como la actuación y además es sensible, ¿no se expone a demasiados magullones?
–(Se señala las ojeras.) Y sí... soy una esponja. Yo escucho a veces que dicen “Susú elige”, pero yo estoy en un lugar y estoy ahí. Alguna vez dije “tengo que aprender a cuidarme...” y se me desarma en dos minutos. Entonces, cuando van terminando los ciclos, empieza a haber una necesidad de vivir otra cosa. Y la distancia es real: me olvido de lo que hice, porque estoy viviendo con la misma intensidad. No me siento actriz por la vida.
–¿Y de qué vivís?
–De una manera muy sencilla, porque como nunca acumulé... Esto ya tiene que ver con una educación: no soy consumista, me tiento, pero no me compro noventa y cinco mil cosas caras sino una que necesito. Ojalá me pudiera comprar de todo, no tengo prejuicios, pero siempre fui bastante audaz y criticada por los que están a mi alrededor que me dicen: “Pero, Susú, ¿vas a esperar a quedarte sin un peso para volver a trabajar?”. Y casi siempre pasa eso. Yo soy un ser muy independiente, me siento ahogada por contratos. Pago con creces mi libertad. Cuando tengo un contrato de más de tres meses, ya empiezo a pensar que no voy a poder hacer tal o cual cosa. Necesito sentir que la vida no me toma en un solo rol.
–”Culpables” dura al menos un año.
–Sí, pero ya estoy mentalizada (se ríe).
–¿Qué hacés cuando no actuás?
–(Silencio.)... No me gusta hablar mucho de mi vida personal. Me interesan muchísimas cosas, pero una de las que más hago es leer. En diferentes etapas estudié distintas cosas. Cuando estaba en el Conservatorio estudiaba Psicología porque me interesaba y sentía que me servía para la actuación, como trabajar el cuerpo, la voz, o saber de arte. Todo parecía que iba para la actriz. Después me fue bien, viajé y en los festivales te encontrás con artistas, escritores, intelectuales, era un mundo que me gustaba, aproveché mucho todo eso. Y a partir de los 30 años te diría, me di cuenta de que todo eso era para mí, que no era todo para la actriz, que la profesión no era la meta. Que podía estudiar lo que quisiera, vivir como quisiera. Otra cosa que descubrí de grande es que no la paso muy bien en las ciudades. Empecé a no sentir ningún placer en salir de noche, en estar en lugares públicos. Y también fue un descubrimiento que me gusta estar en contacto con la naturaleza, en las sierras o en el mar. Que el trabajo sea juntar la leña si hace frío, lo básico. Y muchas veces pensé cómo hacer para vivir así, incluso hasta dejar de trabajar como actriz. Después leo esto escrito y sé que la gente piensa: “Es una romántica, una idealista”. Y sí, soy eso. Cómo no vas a serlo si ves que tu vida es más rica. Que hay un riesgo tremendo de perder espacios, sí, pero yo trato de ir por donde hay más vida.
–Podés permitírtelo porque tuviste varios años de mucho éxito, presencia, fama.
–Vos sabés que no es así... yo siempre fui de esta manera. Terminé de filmar Camila y desaparecí un año, lo mismo con Tacos altos.
–Hiciste bastante cine en los 80, pero estos últimos años, no.
–Creo que tiene que ver con que esos directores con los que filmaba no están filmando ahora. Siempre tuve claro que aún en la democracia, con el auge de Camila y La historia oficial, era una racha.
–Pero hay directores jóvenes que filman y convocan a actores no siempre jóvenes.
–La verdad, estos últimos años estuve bastante divorciada de lo que pasaba acá y no conozco mucho esa producción, y es muy posible que el hecho de no estar también te aleje de que te llamen. Aunque algunas vecesme convocaron, pero coincidía con que estaba haciendo teatro o televisión y era imposible. Ahora tengo un proyecto con Sorín y hay otro, pero no sé si lo voy a a poder hacer por “Culpables”.
–Historias clandestinas en La Habana, tu última película, ¿te produjo una fascinación muy fuerte con la cultura cubana, no?
–No, no, en el ‘85 fue mi cambio con Cuba. Yo la película la hice hace cuatro años por mi amor incondicional a ese país. Desde el ‘85 que voy todos los años. Ese año me dieron el premio a mejor actriz por Camila en el Festival de La Habana, justo el mismo año que la película es postulada para el Oscar. En ese viaje, que yo salgo al mundo, aparecen Hollywood y Cuba a la vez y, entre los dos, me enamoro de Cuba. El encuentro con intelectuales y artistas, en el ‘85, fue lo que terminó de centrarme sobre lo que yo quería ser.
–Alguna vez declaraste que al comienzo de tu carrera te angustiaba poder conciliar trabajo, pareja y vida personal.
–Me viene a la cabeza una cosa que dijo Nikita Mijalkov la vez anterior que estuvo acá. Es el director que yo más admiro, con el que me gustaría trabajar. Dijo algo así como “yo prefiero no estar en determinado lugar, no ocupar el sillón de rey que me dan, sino tomar siempre menos, ése es el precio de mi libertad”. Yo no tengo la ambición de tener mucho, porque tampoco se puede. La palabra ambición está relacionada al poder, al ego y en ese sentido hay aspectos en los que soy ambiciosa, no me conformo con poco. Lo que me di cuenta es que no se puede tener todo, que todo el tiempo tengo que estar conciliando. Pero si vos sabés lo que querés, podés conciliar. Sino, querés todo y ahí no hay pareja ni trabajo que resista.
–Eso implica aceptar la frustración y la imperfección.
–La tolerancia que tengo con los que me rodean es porque veo que cometen tantos errores como yo. Algunos hacen daño y con esos no me relaciono; ése sería el límite. Si a mis 48 años no fuera por la vida con mi parte dolida y quebrada, no estaría viva. Por eso tengo la posibilidad también de ser feliz y disfrutar. Y me siento bien por esta que soy en este momento, porque acarreo con todo.