HUMOR
La pluma
de Marlene
Marlene
Pohle hace caricaturas donde se burla de todos, incluso de Videla y
de Scilingo. Esta argentina premiada en todo el mundo acaba de exponer
sus trabajos en la Alianza Francesa y preside la sede alemana de la
Federación Europea de Dibujantes Humorísticos (FECO), una organización
donde los integrantes hacen reír en todos los idiomas.
Por Ana
von Rebeur
La dibujante,
caricaturista e ilustradora argentina Marlene Pohle es una mujer importante
en un ámbito casi exclusivamente masculino.
Desde hace 9 años reside en Stuttgart, Alemania, donde preside
la sede alemana de la Federación Europea de Dibujantes Humorísticos
(FECO).
Su tarea es unir a los dibujantes de todo el mundo en muestras y eventos
internacionales de humor gráfico.
Marlene dice que parte de la premisa de que nadie debe tomarse a sí
mismo demasiado en serio. Su papá le regalaba lápices
y papeles como único juguete. Tal vez de ahí, deduce ella,
le venga esto de que dibujar haya sido su único hobby, toda la
vida. Esta alemanota de ojos azules, pelo rubio y sonrisa fácil,
nació en Buenos Aires el 24 de setiembre de 1939. Estudió
magisterio y lenguas extranjeras, y trabajó como maestra de alemán
en escuelas primarias. A los 21 años viajó becada a Alemania,
donde residió dos años. Luego volvió, se enamoró
de un cordobés de La Falda y empezó a hacerse conocida
por los dibujos que publicaba en Hortensia, la mítica revista
cordobesa. ¿Una hija de alemanes entre Negrazón y Chaveta?
No, si vua... Su entretenimiento infantil pasó a convertirse
en una profesión seria. Aprendió técnicas nuevas
en los talleres de artistas plásticos como Italo Grassi, Juan
Sol, Mila Bravo Aguilar y María Rosa Tola, en Córdoba
y Mar del Plata, donde residió durante un tiempo. Pero ningún
maestro pudo imprimirle demasiada formalidad a su obra. Lo suyo no era
el óleo, sino el satírico plumín.
"Los tres años en Hortensia fueron cortos, pero muy intensos.
A la revista me llevó la cordobesa Cristina Wargon y éramos
las únicas dos mujeres en el staff: ella en letras y yo en dibujo.
Todos formábamos una gran familia en torno de Cognini y la verdad
es que más que trabajo aquello era una fiesta continua: nos divertíamos
en grande con nuestras reuniones creativas".
Justicia
del papel
En 1992, ya divorciada y aprovechando sus conocimientos de alemán
y su oficio de maestra, viajó a Alemania contratada por diversas
editoriales para ilustrar libros de aprendizaje de lenguas extranjeras
para alemanes. Le daban el texto y tenía que ilustrarlo. Su agudeza
visual la llevaba a hacer esos típicos dibujos de libros de idiomas
con infinitas situaciones callejeras que el alumno debe describir en
otro idioma. Aunque eso le sigue dando de comer, no se quedó
sólo con los libros que enseñan a pensar en otra lengua,
sino que se anotó en cuanto concurso y festival de caricaturas
aparecía. Así fue acumulando primeros premios y prestigio
internacional. Recientemente ganó premios en Italia (HumorFest
XI, Foligno), Francia (Jonzac), Holanda (Eindhoven) y en España
(Curuxa Gráfica, de La Coruña). En los últimos
tiempos fue jurado de festivales de dibujo y humor en Bélgica
(Festival de Knokke Heist 1998), Cuba (Bienal del dedeté 2000),
Alemania (Humor Político de Stuttgart, 2000), España (Certamen
de Caricatura y Dibujo Humorístico de Tenerife 2000) y Turquía
(Simposio "Oriente-Occidente", Estambul, 2000).
Desde 1997, fue presidenta de FECO, en Alemania.
"Me dieron el cargo a mí porque era algo que nadie quería
hacer. Se trata de servir de nexo entre los salones, muestras, exhibiciones,
ferias y festivales de dibujo, caricaturas y humor, y los dibujantes
de todo el mundo. O sea que informo a los dibujantes acerca de todas
las muestras y colaboro en la organización de éstas. Esto
me tiene viajando constantemente por todo el mundo, llevando dibujos
de acá para allá y participando como jurado en varios
concursos. Las muestras permiten a los dibujantes exhibir sus obras,
figurar en catálogos que leen los editores y, de este modo, hacerse
conocer para publicar en distintos países", explica.
Esta dama de energía inagotable llegó a la Argentina para
inaugurar una muestra de sus trabajos que se exhibió en el Espacio
Historieta de la central de la Alianza Francesa en Argentina hasta hoy.
Precisos, prolijísimos, todos ellos muestran la aguda visión
del mundo de una mujer que se reconoce preocupada por la temática
humana y particularmente obsesionada por la injusticia social.
"Viajando por todo el mundo, organizando muestras internacionales,
pude conocer gente de todo el planeta. Así me di cuenta de lo
parecidos que somos todos en todas partes". Esto también
la ayuda a evitar las nostalgias de su patria. "Mi corazón
está acá. Es donde estoy más cómoda. Pero
también me pasa que no me siento en ninguna parte tan a gusto
como estando en contacto con dibujantes. Son gente que habla sin rodeos.
Mientras con otros amigos termino hablando de bueyes perdidos, con dibujantes
hasta del otro extremo del mundo me doy cuenta de que vamos al núcleo
del tema en segundos. Tenemos una mirada entrenada para observar con
detalle cosas que a otra gente le pasa desapercibida. Y aprovechamos
esa agudeza para reírnos de todo, para denunciar lo que está
mal, para criticar con la esperanza de hacer justicia, aunque sea desde
el papel. Ser argentina es muy útil en esta tarea. Los argentinos
somos muy criticones", afirma sonriendo.
No hay tema con el que Marlene no se atreva: se ríe de los políticos,
de las monjas y hasta de Videla y del arrepentido Scilingo. Caen de
maduras dos preguntas: ¿cómo pudo una sudaca tener tanto
éxito en Europa, y para colmo siendo mujer?
"Nada es fácil en ninguna parte. Nadie te regala nada y
a mí me costó mucho llegar adonde estoy. Pude hacerlo
porque el sustento me lo da la ilustración de libros de texto
y en eso soy muy buena. Tampoco me sentí discriminada por ser
argentina. El resurgimiento de grupos neonazis en Alemania hizo que
todo el mundo tenga miedo de parecer racista, por eso se cuidan mucho
de mostrar algún rasgo de xenofobia. En Francia o España
no se cuidan tanto, y ahí sí uno puede sentirse mal por
ser extranjero. Pero en Alemania el trato es de igual a igual, y más
si una habla alemán. Además, ayuda mucho ser rubia y de
ojos claros. Tal vez si fuera morocha, todo sería distinto...",
reconoce. "Tampoco me sentí discriminada por ser mujer.
El protagonismo de la mujer creció enormemente en Europa. Ojo:
las alemanas se siguen quejando de que el trato es desigual y de que
son discriminadas. Pero yo creo que no tienen de qué quejarse:
nunca vi tantas mujeres en puestos jerárquicos como en los últimos
años".
Y ahora sí, la pregunta más obvia: ¿qué
pasa con las mujeres humoristas? "En este ámbito, como en
cualquier otro donde haya que emitir opinión, hay más
hombres que mujeres. Y siempre me pregunto por qué. Con el sentido
de observación que tienen las mujeres, tendría que haber
más humoristas. Pero creo que los hombres tienen una cultura
de bar, de estar en la calle mirando, a la que la mujer no tiene acceso,
por estar más puertas adentro, ocupadas criando hijos. Pero también
puede ser que las mujeres tengan más sentido estético.
El humor gráfico tiene que animarse a afear las cosas. Y eso
a los hombres no les cuesta nada: son más lanzados, no se autocensuran.
Pero estoy generalizando: entre las nuestras, tenemos a Patricia Breccia,
¡que se anima a cualquier cosa!".
Con tres hijos de 31, 32 y 34 años, y dos nietos, a la edad en
que muchas señoras se dedican a mirar telenovelas y tomar el
té, Marlene sigue recorriendo el mundo con un objetivo claro:
"Quiero llevar a todas partes el dibujo humorístico, que
trasciende las fronteras de idiomas, para mostrar la única gran
verdad: que todos somos un poco ridículos y que no tiene sentido
tomarnos demasiado en serio. Lo mejor que podemos hacer es reírnos
de nosotros mismos. Además, estoy convencida de que dibujando
se pueden hacer fuertes denuncias y luchar contra la injusticia. Si
esa crítica social llega al otro lado del mundo, provoca una
sonrisa y deja a alguien pensando, me doy por satisfecha".
No es casual que Marlene, que empezó enseñando idiomas,
termine dedicándose al idioma más internacional, el que
todo el mundo entiende sin palabras, al que no necesita traducciones:
el dibujo.