CINE
En
nombre de hispanoamérica
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Marlene
Dermer es la directora ejecutiva del Festival de Cine Chicano de
Los Angeles. Cinéfila y cineasta de origen peruano, se plantea la
convivencia entre los productos hollywoodenses, el mainstream en
estado puro, y lo iberoamericano. |
Por Soledad
Vallejos
Tú sabes,
yo tengo un lado muy filantrópico, muy de la comunidad. A lo
mejor soy bastante una socialista democrática. Me gusta mucho
ayudar a la gente, me inspira mucho. Y lo que me levanta todos los días
es la posibilidad de traer un cambio positivo a mi cultura, a mis productores
latinoamericanos, a mis cineastas, a crear oportunidades, a apoyarlos.
Eso es lo que hago. De acuerdo, fueron estas actividades las que
la convirtieron en invitada (junto con sus socios Robert Young y Edward
James Olmos) a la sección Los que no somos Hollywood
del último Festival de Cine Independiente, pero lo cierto es
que esa definición sólo cubre una parte de la vida de
Marlene Dermer. Porque esta peruana instalada en Estados Unidos desde
su adolescencia es, además de directora ejecutiva del Festival
de Cine Chicano de Los Angeles, una cineasta cinéfila capaz de
hacer empalidecer a cualquier workaholic hecho y derecho. Y lo que es
peor, sin repetir, soplar, ni cansarse.
Sin concesiones
Digamos que, a sus 13 años, se vio aterrizando en New Orleans
con sus padres, que su inglés apenas le alcanzaba para mascullar
un hello y que, en medio de una ciudad del sur norteamericano,
su padre decidió que aprendiera el idioma... con una profesora
británica. Perú, para ella, era la infancia, un colegio
de monjas de lo más estricto y el castellano que se continuaba
sólo en el espacio doméstico de su nuevo hogar. Entonces,
de todo eso a las calles de un lugar automáticamente asociado
al jazz hubo un par de diferencias. Pues yo he pasado bastantes
shocks en mi vida, dice como al pasar, y recuerda sus años
de secundario en una escuela de artes, explica, parecida a la de Fama.
New Orleans Center for Creative Arts, se llama. Fue magnífico.
Ahí fue donde comencé a meterme más en ese fenómeno.
En realidad, yo vengo entrenada en teatro, pero también dibujo,
tomo fotos, pinto. Mis padres querían que fuera por arte, pero
yo fui por teatro, estaba en todas las obras del colegio, todas esas
cosas. Después me casé, tuve un hijo, dejé todo
eso, y finalmente regresé para trabajar como asistente para un
productor, haciendo un videoclip para Bobby Brown.
La enumeración puede hacer perder un detalle: cuando habla de
ese regreso final, se está refiriendo a sus 21 años. Y
cuando se casó era tan joven que la ley exigía el permiso
de sus padres, algo que no tardó en conseguir porque yo
era tan rebelde y tan movida que mi padre pensó que eso me iba
a calmar. Pues la chica se calmó tanto que, en cuanto se
divorció, empezó a ejercer de madre soltera, y a meterse
en cuanto resquicio de la industria cinematográfica divisara;
todo, por supuesto, mientras atendía la universidad.
En algún momento, a principios de los 80, le tocó
representar a Perú en una feria mundial realizada en New Orleans.
Seis meses duraba el encuentro, el tiempo más que suficiente
para que un hartazgo se convirtiera en iluminación.
Creo que ahí fue el comienzo de mi inspiración para
hacer un programa de cine latino. Porque todos me hacían unas
preguntas tan ignorantes, cosas como ¿En el Perú
hay luces rojas?, ¿En el Perú viven en chozas?
sólo porque había una instalación de una choza
del Amazonia, ¿Dónde conseguir cocaína?.
Entonces, al comienzo, era como un insulto para mí. Además,
al haber pasado la experiencia de lo que era el colegio público
enEstados Unidos, te das cuenta de que es una ignorancia naïve,
casi inocente. Y la segunda cosa que me inspiró a hacer un programa
de cine iberoamericano es que, cuando estaba en la universidad, vi dos
películas que me afectaron, me impactaron muchísimo y
cambiaron, a un cierto nivel, mi vida: Memorias del subdesarrollo y
Lucía, las dos de directores cubanos.
Pregunta obvia que no espera a escuchar: ¿Por qué el impacto?
Porque yo, ya en ese momento, era madre soltera, iba a la universidad
parte del tiempo. Y estaba tratando de trabajar en el medio, en el mundo,
que me fascinaba, el mundo en el cual me había movido desde que
era niña. Yo voy al cine desde que era niña, mis hermanas,
que tienen diez años más que yo, me metían al cine
con ellas. Entonces, soy una gran amante del cine. Pensé cómo
el medio más fuerte del mundo, el que tiene el poder más
grande, pensé que sería una linda manera para que la gente
pueda entrar en un viaje, pueda ir a todos estos países y ver,
identificarse con esta otra gente, y darse cuenta de que todos somos
humanos. Y sin tener que decirle nunca mira, me tienes que aceptar
porque esto, porque el otro, sino como una linda manera de entendernos
mejor, de poder querernos mejor y no tenernos miedo. Y el otro motivo
es porque creo profundamente, pasionalmente, en mi cine.
Entonces, como ahora, Marlene se planteaba la convivencia entre los
productos hollywoodenses, el mainstream en estado puro, y lo iberoamericano,
una apuesta que incluye, por definición, productos latinoamericanos,
españoles y norteamericanos. En un principio, casi por lógica,
intentó armar el festival en Los Angeles, pero ser la novia del
responsable de la Secretaría Cultura de la Ciudad no era lo más
indicado para ponerse al frente de semejante iniciativa. Me dijo
que no me podía ayudar porque sería un conflicto de intereses.
Me encabroné con él, lo mandé a la mierda, le dije
bueno, está bien, entonces lo voy a hacer en New Orleans.
Una chica de ideas firmes, hay que reconocerlo. El asunto es que armó
las valijas, llegó a su ciudad adoptiva, concretó su idea,
y en medio de todo eso el vicepresidente de una agencia de talentos
de Hollywood la contrató para organizar jornadas de cine latino,
pero en Shanghai. Y fui la primera persona que presentó
el programa de cine latino más grande en Shanghai, en 1995.
Todo marchaba, pero en algún momento el hecho de tener que hacer
frente tanto a cuestiones administrativas como de programación
y relaciones públicas por sí sola y absolutamente ad honorem
empezó a agotarla. A ella y a su billetera. Contaba, en ese momento,
con un cargo de lo más interesante en los estudios Paramount
(era muy simpático entrar ahí. Estás entrando
a tu trabajo y te encuentras con estos personajes de Star trek, con
monstruos del espacio, y entonces es como trabajar en un lugar de fantasía),
el lugar ideal para observar la manera de moverse en Hollywood, y aprenderla
al dedillo. En eso estaba cuando la posibilidad de hacer su festival
en Los Angeles empezó a cristalizarse. Presentó el proyecto
asociada con un grupo de amigos, y comenzamos unas negociaciones
bastante grandes.
Ahí es cuando la ciudad nos dice mire, el señor
Edward James Olmos está interesado en apoyarlos, él además
es jefe del Comité de Herencia Hispana. Entonces mis socios
y yo lo pensamos, pero yo no quería trabajar con él. Había
escuchado que él era muy difícil, todo, pero no era eso;
mi pregunta era: ¿Qué sabe él de cine iberoamericano?.
Al final, decidimos encontrarnos con él, y resultó que
su visión no era la misma que la mía, pero sí muy
paralela. Un intento muy puro, muy honesto. Y pues decidí darle
una chance, y decidimos trabajar, hicimos concesiones, dialogamos. Bueno,
termina que soy yo la que tiene que trabajar con él.
Con el respaldo de uno de los nombres más fuertes de la movida
del cine chicano, Marlene logró hacer crecer enormemente el festival.
Los cinco mil asistentes de la primera edición treparon hasta
cerca de 30 mil en laúltima, y ese éxito ha conseguido
que los grandes estudios presten atención a los títulos
en proyección y reciban a los directores; es más, algunos
nombres importantes de la industria no titubean en patrocinar el evento
y colaborar, así, con los premios. Y una de las cosas más
interesantes, cuenta orgullosa, es que el público no es exclusivamente
latino.
Como a dos años de trabajar juntos en el festival, Olmos le ofreció
un trabajo con él. Pero para eso Marlene debía dejar de
lado el puesto en la Paramount, algo a lo que, en un principio, se resistió
con gran convicción.
Yo no quise, estaba feliz en el estudio. He sufrido mucho para
estar en el negocio, he tenido que hacer muchos sacrificios, especialmente
como madre soltera. Lo he hecho a pulmón, sabes.
¿Es muy fuerte la competencia?
Es una competencia salvaje. Y ser mujer tampoco es fácil
en el medio. No es que quiera ser víctima ni nada de eso, pero
es así. Y encima, ser mujer, y ser latina, pues tampoco es fácil.
Pero lo que no te mata te hace más fuerte, y así me siento
yo. No me interesaba eso en ese momento porque no quería ser
asistente de él. Tenía muy claros mis retos, adónde
quería llegar.
Pero las situaciones cambian, y, finalmente, Marlene accedió,
comenzaron a gestar otros proyectos (uno de ellos, Latino Public Broadcasting,
por ejemplo, del cual ella es directora ejecutiva, se encarga de ubicar
programación latina en la televisión pública de
Estados Unidos), y a reforzar el movimiento del cine chicano en Los
Angeles. Sonríe, reconoce que le va bien, y no lo atribuye a
la suerte sino a una serie inmensa de pasos previos. Yo explica,
he tenido que hacer muchos sacrificios para llegar a trabajar en lo
que me encanta. Me fascina el cine. Y soy como una imbécil, porque
ahí me pongo a llorar, me asusto cuando bien sé que es
un efecto especial. Me encanta, me mueve. Y por eso estoy aquí,
y por eso hago lo que hago, y por eso en eso trabajo. Suena lógico,
¿no?