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ESPECTACULOS

¿ De dónde salió
esa chica?

Natalia Verbeke es Naty, la novia de El hijo de la novia. Desconocida en su propio país, tiene sin embargo un pasado prolífico en España, donde reside desde los once años, cuando su familia decidió emigrar buscando horizontes. De la mano de un director que admiraba desde chica, Juan José Campanella, Verbeke volvió a la Argentina por la puerta grande.

Por Moira Soto

Para el público local ella apareció de la nada como Naty, la joven novia de Rafael, el protagonista cuarentón de la exitosa El hijo de la novia. ¿Quién era esa chica que con emoción tan palpable escuchaba las confesiones de Ricardo Darín en el hospital, que se escurría discretamente cada vez que él tenía algo que consideraba más importante que ella? Casi sin presentación oficial, Natalia Verbeke apareció en la pantalla poniéndose sin alardes a la altura de un elenco de indiscutible prestigio. ¿Dónde había encontrado el director Juan José Campanella a esa actriz sutil, desprovista de tics? “El contacto con Juan fue a través de una amiga común que trabajó de peluquera en una película que hice en los Estados Unidos. Ella le habló de mí, Juan no me conocía y se entera de que me llamo Natalia, mientras que Naty era el nombre del personaje para el que buscaba una intérprete. Juan, entonces, se puso en contacto con mi representante que le mandó material, y a partir de ahí surgió todo”, cuenta Natalia Verbeke a punto de viajar, esta vez hacia Inglaterra donde la espera el rodaje de una comedia “bien ácida”.
“Yo, en cambio, a Campanella lo conocía bien porque su primer largo, El niño que gritó puta está considerado de culto en España, cuatro años en cartel. Aunque me creía que Juan era un director norteamericano de ascendencia latina... La película que hice en Buffalo antes de El hijo... se llama Jump Tomorrow y es una comedia romántica, de carretera, acerca de una mexicana y un afro-norteamericano con las vidas programadas que se cruzan una y otra vez. Se acaba de estrenar con muy buenas críticas, y a partir de ese trabajo me están saliendo ofertas en los Estados Unidos y países de habla inglesa.” No bien finalizó el rodaje de El hijo..., Natalia se subió a un avión y nada más llegar a España empezó con El lado malo de la cama, una comedia musical que dirigió Emilio Martínez Lázaro con éxitos de los ‘80. Así es hoy la vida profesional de Natalia Verbeke, cumpliendo a todo vapor aquello que decidió a los 4, todavía en la Argentina, después de ver a Vivien Leigh en Lo que el viento se llevó: ser actriz.

Reconocerse viajando
–Yendo hacia atrás paso a paso, como en una pieza de Pinter, ¿qué fue lo inmediato anterior a la producción norteamericana?
–Cashbah, una película que rodé en Marruecos: tres meses conviviendo con los árabes. La dirigió Mariano Barroso, el de Extasis, un realizador muy reconocido. Es una historia de amor que interpreto con Ernesto Alterio, un hombre que tiene sus razones para vivir allí. Para los personajes es un viaje de búsqueda interior: Marruecos, por su diseño laberíntico es como la metáfora de todos nosotros. El hombre conoce a Alix, que hago yo, una chica que se evade de sus problemas a través de las drogas, que se niega a ver la realidad.
–¿Te encontraste con alguna parte de vos misma en Alix?
–Me encontré a mí misma. Yo, como ella, estuve mucho tiempo huyendo, aunque no por las mismas razones. Y de repente doy con este personaje que tiene que enfrentarse a sí mismo y que me lleva a mí por ese camino. A veces las pelis te enseñan mucho, te permiten ser otro, indagar, te dan la oportunidad de jugarte.
–¿Te comprometés al punto de llevarte puesto el personaje?
–A veces, sí. En el caso de Alix, me costó bastante deshacerme de ella. Claro, yo intento no llevarme el personaje a casa, pero a veces se me mete debajo. A Alix le puse una cadena en la cintura, este detalle no estaba en el guión y significaba su atadura con el pasado. Al terminar el rodaje intenté sacármela pero no pude hasta que pasaron siete meses. Cuando me la quité, me di cuenta de que había superado cosas mías y ya podía mirar a Alix a la distancia. Pero me cambió la vida.
–¿Seguimos retrocediendo?
–Antes de Cashbah está la película Nadie conoce a nadie, de Mateo Gil, un joven muy talentoso, con Jordi Mollá, extraordinario actor. El relato surge de un hecho real, un crimen premeditado de una crueldad brutal, que el asesino anotó en su diario con todos los detalles. El personaje de Jordi está inspirado en este ser maligno. Además de muy buena, Nadie... fue la película más taquillera del ‘99. La inmediata anterior es Carretera Imanta, con Carmen Marra, Eduardo Noriega y Jordi Bosch. Comedia policial acerca de dos recién casados –Noriega y yo– que son secuestrados por Carmen y Jordi, él un preso con libertad condicional que así intenta salir del país. Muy divertida.
–¿Llegamos ya a tu debut cinematográfico?
–Sí, mi primera película fue Un buen novio, dirigida por Jesús Delgado en el ‘97. Una historia muy arriesgada para mí que acababa de salir del conservatorio: había muchísimo sexo. Por suerte, salió muy bien. La protagonista va a casarse con un policía, reaparece un antiguo novio y su mundo tambalea. Sufre maltratos de todo tipo, se replantea todo. Hablé con el director y le dije francamente: no quiero que se me vea nada. Y él respetó mi decisión.
–¿Cómo es que en tu primera película hacés un protagónico?
–Al salir de la escuela me empiezo a presentar en castings donde te tratan muy mal, sos un número, te piden las cosas rutinariamente. Una humillación. Una mierda. Primero me desanimé mucho, pero luego reaccioné y me dije: alguien tiene que ganar acá y quiero ser yo. Me acerqué a un casting desafiante, la indicación era “ir guapa” y me pongo mi peor pulóver, no me maquillo, pero me aprendí muy bien el texto de dos o tres hojas. Llego muy decidida y me encuentro a un señor muy amable que era el mismísimo director de la película. El tipo me escucha y me pide que lea otro fragmento. Vi que él estaba encantado conmigo, me fui tan contenta que me daba lo mismo no ser contratada, lo importante era que me habían tratado como a un ser humano. Pasaron tres semanas, me llama mi agente y me avisa que quedamos dos. Estuve cuatro meses haciendo pruebas hasta que al final me eligieron. Jesús Delgado es una de las personas más maravillosas con las que me he encontrado en esta profesión, su respeto por los actores es excepcional. En esto se parece a Juan Campanella.

Del exilio al nomadismo
A los 11, Natalia Verbeke conoció las penas inconsolables del exilio: su papá, después de consultarlo con la familia decidió marchar a España en busca de un futuro mejor. La adolescentita Natalia no logró integrarse al colegio español, no tenía amigos, sólo estudiaba para sacarse 10 y el resto del tiempo lo dedicaba a la danza. “Por la noche soñaba que estaba acá, hablaba con mi abuela, mis tíos... Después de cuatro años de horror, de tristeza, acepté que ya no iba a volver a la Argentina. De pronto, reaccioné, fue un click, reconocí que quería salir, vivir. Dejé la danza. Había tocado fondo, resistiendo de una manera equivocada. Es que nadie está preparado para el exilio. Cuando era más chica, miraba a mis compañeras y pensaba ¿cómo estas boludas pueden jugar al elástico mientras yo estoy sufriendo porque mi abuela se muere y no la puedo ver? Ya de grande, viajé pocas veces porque era un gran dolor ver por poco tiempo al resto de mi familia, sentía que no pertenecía ni a aquí ni a allá... Por eso ahora me encanta viajar, trabajar en distintos sitios. Cuando estoy mucho tiempo en un mismo lugar me entra como una cosa de angustia en la panza... No quiero que me vuelvan a quitar nada.”
–Bueno, llegamos al momento culminante en que a esa chica que las pasó tan negras por dejar su país, que ha empezado una carrera más que promisoria, le surge la posibilidad de filmar en la Argentina, en condiciones francamente envidiables...
–Imaginate, ¿quién me hubiera dicho que iba a trabajar con Norma Aleandro, con Héctor Alterio, con Ricardo Darín? ¡Dios! Y con Juan Campanella, en mi país, hablando como argentina, yo, que siempre que actúo allá soy una española y nadie descubre de dónde soy realmente. Recuerdo que cuando en el avión le dije a Héctor que hacía seis años que no venía, me respondió: no me gustaría estar en tu pellejo porque se te van a venir encima todos los recuerdos, los olores, los sentimientos... Y fue así: durísimo y maravilloso.
–¿“El hijo de la novia” llegó en el momento justo?
–Claro, hace dos años no habría estado lista. De hecho, en los últimos años me salieron películas aquí y dije que no. Y de repente apareció ésta y sentí que podía, aunque sabía que iba a ser shockeante.
–¿Esas emociones tan fuertes te acercaron a la piel de Naty?
–Sí, por supuesto. Desde que leí el guión me sentí muy identificada en algunas cosas, me ayudó a comprenderme mejor. Yo tuve una relación semejante a la de Naty con Rafael, que pude superar completamente haciendo este personaje. Le dije a Juan: no sé de dónde sacaste el texto, pero yo dije estas frases en la vida.
–Tu personaje se perfila a través de sugerencias más que de evidencias, está un poco en la sombra, no es escuchado y menos aún comprendido.
–Es una mujer que vive su dolor en silencio, sabe que tiene que ser la chica 10 para que la acepten. Ella acepta la situación por la gran necesidad que tiene de que la quieran. Vive la vida de él, busca esa familia que nunca tuvo.
–Campanella y su guionista Fernando Castets se distinguen en el panorama televisivo y cinematográfico local por su mirada sobre las mujeres: sin idealizarlas, crean personajes femeninos interesantes y complejos, sin ser complacientes con el machismo ambiente.
–Es verdad, acá hay mucho machismo. Por eso agradezco tanto esa mirada de Juan, que a través de Rafael hace esa crítica al machismo egoísta. Por suerte, hay hombres como él, que ojalá sean cada vez más, que no traten a la mujer como si fuera el segundo plato del tacho de basura. El personaje de Rafael tiene esa sensibilidad que no ha aflorado, quizá por el medio cultural en el que vive. Acá vi un aviso de cirugías plásticas con una piba que dice que ahora los hombres van a tener dos razones para mirarla ¿vos te das cuenta? Me indignó. Así que esa chica ahora va a merecer ser mirada porque se puso tetas. Como mujer, me siento ofendida por semejante anuncio.
–¿Volverías a filmar con Campanella a ojos cerrados?
–Sí, totalmente. Y a dejarme llevar de su mano.