DISEÑO
Heavy
metal
Desde
el viernes pasado y hasta el 14 de setiembre se exponen en ODA (objetos
de artistas) las joyas contemporáneas creadas por diez diseñadores que
durante tres años se formaron con María Medici. Reflejan el amplio abanico
de las nuevas tendencias, y el significado que expresan ahora las joyas,
más ligado al estilo que al status.
Por Sandra
Russo
Decidí
montar esta escuela hace tres años y ahora organizar esta muestra
con algunos de los que fueron mis primeros alumnos, porque me gusta
que haya más diseñadores de joyas contemporáneas.
No me da miedo que seamos más, al contrario, me encanta. En la
Argentina todavía no hay demanda de joyería contemporánea.
Aquí circula mucha información, pero hasta ahora no se
puede hablar de un gusto argentino en la materia, como sí por
ejemplo se puede hablar de una tendencia italiana o una española,
o una alemana, que son muy diferentes entre sí, dice acomodada
en el sillón del living de su casa de Palermo Viejo María
Medici, con su voz ronca y sus ademanes generosos que dejan ver, cuando
mueve los brazos para poner énfasis en lo que afirma, uno de
los magníficos brazaletes de plata compacta que ella ha diseñado.
Esas y otras joyas creadas por María descansan en las vitrinas
de uno de los cuartos de la plata baja, el que usa a modo de showroom
sin vista a la calle. Cierto escozor por la inseguridad hizo que recién
ahora, empujada por la muestra de sus discípulos que acaba de
inaugurar en Oda, esté pensando en un local a la calle. En el
primer piso también funciona la Escuela de Joyería. Abajo
hemos dejado a dos chicos muy jóvenes trabajando en sus respectivos
proyectos. En el living, ella sigue describiendo los gustos nacionales
europeos en materia de joyas.
Los conoce
porque vivió veinticinco años en España, entre
Bilbao y Madrid. María es arquitecta y escultora, y fue como
escultora que hace ya mucho tiempo una galerista de vanguardia de Bilbao
le propuso, junto a un grupo de otros artistas plásticos, diseñar
joyas que luego un joyero de oficio plasmaría. La escultura
no tiene que ver con el diseño: tiene que ver con tu historia,
con tu modo de ver. Esculpís lo que te da la gana. El mundo del
diseño incluye a un actor importante, que es el usuario. Cuando
diseñás tenés que tener en cuenta no sólo
la forma: importa el peso, el volumen, el modo de llevarlo, el usuario
de objetos de diseño no contempla, como el consumidor de objetos
de arte. El usuario los lleva, y entonces importa sus sensación
física, el placer que ese objeto le dé... Un aro o un
anillo, si pesan mucho o están hechos en un material que, por
ejemplo, pinche la piel, no sirven, dice María en el medio
del humo de sus continuos cigarrillos.
Allí, en Bilbao, cuando se contactó con el mundo de las
joyas, le apareció otro elemento muy interesante: la producción.
El problema de ver cómo hago para producir un objeto que, según
el rumbo que tome esa producción, puede costar mil dólares,
o cien. Decidir cómo producir ese objeto implica además
otro tipo de decisiones, como por ejemplo si querés que ese objeto
lo use mucha gente o muy poca. Si querés hacer piezas únicas,
estás haciendo arte. Pero si querés seriar, multiplicar,
tenés que estudiar, junto con el diseño, el modo de producción.
Esto no lo descubrí yo, por supuesto. Son los supuestos de la
Bauhaus sobre forma, función y producción. Pero al encarar
mi escuela yo quise que eso lo tuvieranpresente los chicos desde el
principio, que incorporen, al mismo tiempo que las técnicas y
la teoría, la noción de producción.
Rectas y
curvas
Durante los años que María vivió en España,
hacía colecciones que exponía en Ferias Internacionales
de Joyería, como la de Frankfurt. Durante mucho tiempo se ganó
cómodamente la vida con los encargos que recibía en esas
Ferias de parte de distribuidores y casas de diseño de varios
países de Europa. Llegó a vender esas colecciones a cincuenta
casas: elaboraba su proyecto, mostraba su colección, se la encargaban,
y ella la realizaba en su propio taller o contrataba a otros talleres.
Ahí me empezaron a llamar la atención algunas cuestiones
de los gustos nacionales, dice, volviendo al principio de esta
charla. Las alemanas, por ejemplo, siempre se inclinan por las
joyas diseñadas en planos, por la geometría y lo muy minimal.
Quieren cosas chatas y claras. Las italianas son las más refinadas:
les gusta lo muy, muy pequeño, lo sobrio, se inclinan por ese
hilo de plata o de oro con ese pequeñísimo detalle, pero
perfectamente terminado. Las españolas, en cambio, optan por
los volúmenes, las curvas, lo moderno, pero al mismo tiempo voluptuoso.
Desentrañar los misterios que esconde el simple uso o la simple
elección de una joya contemporánea
es uno de los pasatiempos favoritos de María. Hubo un cambio
enorme en los 80. Desde ahí es que se puede hablar de joyería
contemporánea, que implica incluir, como un material básico,
la plata, el oro o el platino, junto a otros materiales atípicos
y de una variedad infinita, como el acrílico, la madera o las
plumas. Hasta entonces, las joyas se asociaban a esa mujer que espera
que un hombre le demuestre lo importante que es ella para él
en virtud del tamaño de la piedra preciosa que le regalaba. Las
joyas eran básicamente soportes de piedras preciosas, el sostén
del brillante. En los 80, dice María, las mujeres
empezaron a comprarse sus propias joyas, a elegir las que les gustaban,
pero además las que estaban a su alcance. Las mujeres somos
más amarretas. Por eso mis mejores clientes son los hombres que
todavía llegan acá buscando ese regalo, y que se quejan
si la joya que se les ofrece no es maciza: creen que cuanto más
pesada, más importante. Y yo les digo que si es pesada va a ser
incómoda para sus mujeres, pero no lo entienden. Y además
siguen, por suerte, siendo fanáticos de los conjuntos: llevan
el collar, el anillo y los aros. Las mujeres hace rato que abandonamos
esa costumbre de lo que hace juego. Es que, desde que existe lo
que ahora se llama joyería contemporánea, las joyas están
más ligadas al estilo que al status. Un brazalete define el estilo
de una mujer más que su clase social: las mujeres, con este tipo
de joyas, pueden y quieren connotar sofisticación, diversión
o atrevimiento, más que tarjeta dorada.
La tercera
es la vencida
Cuando María llegó a Buenos Aires, hace apenas tres
años, encontró una realidad muy diferente. Sin ferias
de joyería, sin demanda y sin moros en la costa. Decidió
formar diseñadores, y planeó un curso de un año
dividido en dos áreas: taller a cargo de Esteban Duarte
y teoría del diseño, a cargo de María. A su convocatoria
fue acercándose gente proveniente de diversos ámbitos,
desde estudiantes de diseño industrial o bellas artes, hasta
abogados, psicólogos, analistas de sistemas o arquitectos. Gente
con formación estética y gente que nunca había
tenido contacto con ese mundo. Pero cuando la primera promoción
finalizó ese año, hubo un pedido: otro más. Y después,
otro. Los diez joyeros que exponen ahora sus diseños en ODA (Costa
Rica 4670) fueron parte de ese primer grupo. Había avidez
por aprender, y eso es algo que sí encontré aquí
y no en Europa, donde daba clases en la universidad de Bilbao y sin
embargo no sentía esta sed quetiene aquí la gente: allí
leía textos sobre Miguel Angel y la gente se aburría:
aquí me piden fotocopias.
La escuela
de Medici está muy lejos de ser un taller en el que se aprenden
técnicas a secas. Cada una de las técnicas llega a los
alumnos amparada por un marco teórico y sensible en el que se
describen las diferentes épocas, pero lo que menos importa
es si en el barroco se usaban perlitas. Si tomamos el barroco, por ejemplo,
vemos qué corrientes filosóficas imperaban entonces, cómo
usaban la luz los pintores de esa época, qué música
escuchaba esa gente... y entonces, en la parte del taller, los alumnos
desarrollan diseños inspirados en el barroco, con alma barroca,
pero el diseño es contemporáneo. Ir del concepto
al objeto es el viaje en el que se embarcaron hace tres años
estos diez diseñadores, que ahora seleccionaron las piezas que
crearon en el momento más inspirado de su instrucción:
no necesariamente las últimas. Así, Patricia Smalino muestra
sus pulseras en plata y acrílico, dotadas de cierto aire pop;
Delia Fontán sorprende con unas piezas realizadas en base a paja
de escoba, procesada luego con una técnica llamada fundición
a la cera perdida: la paja se quema en cera virgen, y luego se
funde, dando lugar al molde; la misma técnica usó Marta
Civalero, cuyos anillos hipermodernos que conservan la forma y la textura
de la hoja de palmera; Eleonora Casale trabajó con plata y resinas
de colores; Paula Qüeiro hizo composiciones de elementos mínimos,
como botones o dijes, sobre los planos de plata de sus anillos; Guadalupe
Noya hizo broches utilizando ínfimas tubetas destinadas a laboratorios
médicos, llenándolas de líquidos de colores y anudándolas
con soportes de plata; Tatina Pini se dedicó a recrear motivos
étnicos recurrentes en muchas culturas ancestrales. A ellos se
suman Mónica Adler, Irene Loza y un sólo varón:
Guillermo Salazar.