TALK SHOW
¿Posfeminismo?
ni soñando
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Por Moira Soto
Ay, Diosa, otra
vez rutinaria papilla de elaboración local que tergiversa ¿ignorancia
o mala fe? los movimientos de mujeres (en los que, por suerte,
se han involucrado unos cuantos hombres en nivel mundial, desde los
tiempos lejanos de Condorcet) en pos de la equidad... ¿Es posible
ser posfeminista sin haber pasado por el feminismo (salvo para usufructuar
desagradecidamente algunas de sus conquistas)? Según al menos
un par de cronistas de cine locales, sí, puesto que de este modo
(pos etc.) calificaron y clasificaron la mediocre comedia El diario
de Bridget Jones, derivado fílmico del exitoso libro de Helen
Fielding, a su vez rejunte de sus chistosas y celebradas columnas en
el Daily Telegraph británico que estiraron a más no poder
una buena idea inicial y contenían una ácida crítica
costumbrista que no circula en la peli.
Bridget Jones representa a la treintañera que quiere afirmar
su independencia en un mundo posfeminista, dice Fernando López
en La Nación, donde además anota que la prota de El diario...
es la réplica de Ally McBeal (en verdad, al lado
de B.J., A.M.B. es una pensadora profunda, solidaria con su género,
de indiscutible inspiración feminista, lo que no quita su veta
romántica y su nostalgia por fundar una familia, tema que discute
con su adorable madre). Comedia posfeminista, titula Clarín
la nota de Pablo Scholtz que en su desarrollo explica que la base
es una novela posfeminista, por lo cual uno puede creer
que está destinada a un público de mujeres, lo cual sería
un error porque en El diario... los personajes masculinos no llevan
siempre las de perder....
Pasemos por alto esta curiosa observación implícita de
que nosotras preferiríamos los films donde los hombres resultan
perdedores (y las mujeres ganadoras, habría que deducir para
abrir más la brecha entre unas y otros), y vayamos a lo del posfeminismo
en un mundo donde la cultura patriarcal ha recrudecido en Oriente y
Occidente, en lo político y lo religioso. Algo que se confirmó
en forma terriblemente desgraciada en estos días, y se venía
advirtiendo por ejemplo en diversas manifestaciones reaccionarias
encabezadas por Bush y los talibanes. Con más sentido común
y conocimiento de (la) causa, ya en su país de origen algunos
críticos consideraron al personaje de Bridget la chica
cuyas máximas aspiraciones son adelgazar y dar con el príncipe
azul prefeminista en retroceso.
Por supuesto, es vital que las mujeres nos riamos de nuestras flaquezas
e inseguridades, de los modelos que intentan (y con harta frecuencia
logran) imponernos. Pero otra cosa es hacer causa común con una
pazguata que usa pijamas de franela con feos motivos infantiloides,
destroza Without you, es incapaz de cocinar una receta sencilla,
por no hablar de las inquietudes que colisionan en su cerebro de mosquito
(pero no Sancineto). Si éste es un mundo posfeminista, estamos
fritas sin necesidad de Tercera Guerra. Ya lo señalaba Susan
Sontag hace unos años: Los objetivos del feminismo son
a largo plazo, van a llevar generaciones aun en las sociedades donde
estas ideas tienen cierto arraigo. (...) A mucha gente le gusta decir:
el feminismo se acabó. Simplemente, es más difícil
de lo que habíamos pensado nosotras en los comienzos. Mucho más
difícil. No hace falta que citemos a Afganistán
para corroborar tan sabias palabras: según la ONU, en ningún
país tienen todavía las mujeres las mismas oportunidades
que los hombres, situación ésta que se reproduce con diversa
gravedad según latitud y altitud. Así las cosas, cuesta
encontrar localmente, y manteniéndonos dentro del mundo del espectáculo,
a personas que no expresen resquemores prejuiciosos respecto del feminismo,
al punto de negar la presencia capital de este ideario en obras como
Monólogos de la vagina: Sería deseable que no se
viera como una obra feminista (Alicia Bruzzo, Clarín, 2/4/01);
Es un disparador de temas vinculados a los derechos más
vulnerados de las mujeres. Pero no es una obra feminista (Lía
Jelín, en la misma nota).
Ejem. Aclaremos antes de que oscurezca del todo que hay algo bueno en
el film El diario...: Hugh Grant haciendo de malo cínico, excitándose
cuando se encuentra con la gran bombacha-faja que B. se puso para aplastar
su panza. Ella, desde luego, termina con el príncipe bueno a
su lado (sí, también azulado, aunque es abogado) para
tranquilidad de tía y madre, tan presionadoras en esto de atrapar
un buen partido como las revistas y los libros de autoayuda para alcanzar
la flacura. Por cierto, Renée Zellwegger ya perdió los
8-10 kilos que ganó para ser B.J. en esta versión degradada
de Orgullo y prejuicio, de la genial Jane Austen.
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